lunes, julio 20, 2020

La nave de Argo

Argo Navis según Johan Bayer
Adentrarse indiciariamente en el estudio de la Astronomía es, en la práctica, hacerlo en el mundo de los Antiguos y en la mitología grecorromana. Las distantes estrellas y constelaciones fueron el reflejo perfecto donde inmortalizar las historias y leyendas de la cultura que nos sirvió de germen.

El mar, a modo de espejo del cielo y no al revés, dejó huella en aquellas gentes que miraban hacia el hogar de los dioses con ojos esperanzados. Y si de aquellos días nos llega con fuerza el eco de una historia, aquella es la de la Jasón y los argonautas en búsqueda del mítico Vellocino de Oro; una épica tan desbordante que hasta la misma nave Argo fue elevada por Atenea a la cúpula celestial.

En su momento, Argo Navis o la Nave de Argo fue considerada por Claudio Ptolomeo como una única constelación de veintisiete estrellas, aunque Nicolás-Louis de Lacaille la desmembró en varias (Carina (Quilla), Puppis (Popa) y Vela), ya en 1756. En su particular forma distinguieron aquellos primeros astrónomos la forma de la mítica nave, vista por la aleta. Se la encuentra en el hemisferio Sur celeste, bajo Sirio y Proción, siendo imposible de divisar en latitudes medias del hemisferio Norte.

Su estrella más brillante es Canopus, que llega a su cenit el 28 de diciembre, aproximadamente. 

Jason es uno de los héroes más clásicos, estereotipo universal que, hoy día, sigue copando el protagonismo en las novelas, las series de televisión y las películas. En parte es, incluso, un personaje del que me atrevería a afirmar que pudo beber William Shakespeare para su Hamlet.

Hijo del destronado Esón de Yolco (también del pícaro Zeus, por lo que parece), Jasón se enfrentó al usurpador Pelias, su propio tío, por la corona tras conocer la verdad de labios de su mentor, el centauro Quirón. Pelias aceptó la condición de monarca de su sobrino, pero antes de que pudiera sentir el peso de la majestad sobre hombros y cabeza, Jasón debía recuperar el vellocino de oro de manos de Eetes, rey de Colchis, la piel de Crisomallo, un maravilloso carnero volador del que se sirvieron los hermanos Frixo y Hele, hijos del rey beocio Atamante, para huir de Ino, su madrastra. 

Solo Frixo llegó a tierra, pues Hele se mareó y se precipitó a las aguas (siendo salvada y desposada por Poseidón). Frixo alcanzó cierto punto del mar Negro, la Cólquida (hoy, Georgia), donde se encontraba la casa y corte de Aeetes, cuya hospitalidad le valió recibir la piel del carnero a modo de agradecimiento tras ser sacrificado en honor a Zeus.

Ese animal, obsequio de Néfele a sus dos hijos, fue aquel que se representa con el signo zodiacal de Aries.

El héroe se embarcó en la nave Argo (Άργος) -cuyo espolón estaba construido con maderas de los bosques de encinas del santuario de Dodona (donde se encontraba el oráculo de Zeus), a los que se les atribuía poderes de oráculo o de videncia, avisando al timonel, contaba con cincuenta remos y su diseño siguió las indicaciones de Atenea-, y enrola a cincuenta aguerridos camaradas, entre los que se cuentan a Hércules, Orfeo, Pólux, Cástor, Atlanta o Glaucus. Y tras una serie de peripecias dignas de una película del nostálgico Hollywood de las maquetas, se llega a la culminación de la historia.

Ahora bien, tras esta pequeña lección de astronomía y mitología, lo que me ha llamado, y mucho, es que los signos del zodiaco (así como otras estrellas y constelaciones, en conjunción con Argo Navis), recorren, punto por punto, las aventuras y desventuras de Jasón y sus hombres tras el famoso talismán, señaladas por el sol a modo de apuntador.

Cuando nuestra estrella está en Sagitario, este hecho concuerda con la visita de los argonautas al centauro Quirón. Cuando anoche, ascienden las Pléyades, lo cual rememora la visita a las Amazonas.

La puesta del sol en Capricornio permite ver a los gemelos Cástor y Pólux por el Este, lo cual se relaciona con la visita a Samotracia, donde cada uno recibió una estrella.

Cuando el sol se encuentra en Acuario, al amanecer, Hércules se encuentra muy alta. Al atardecer, ascienden las Híades, lo cual concuerda con la búsqueda de Hylas, compañero de Hércules, secuestrado por las ninfas del agua.

Al atardecer en Piscis, Leo y Virgo ascienden uno detrás de otro, representando a la diosa Cibeles con su carro tirado por un león. También Orión está en su cénit, viéndose en él al gigante Amicus, vencido por Cástor y Pólux.

El sol en Aries simboliza el brusco saludo que dispensan las rocas Symplegades a los héroes. La paloma que guía el barco y ayuda a salvar el estrecho termina siendo las Pléyades. A la puesta, Virgo aparece por el Este, como Atlanta, dando muerte al jabalí.

Con el sol en Tauro se da fin a la primera parte del épico viaje. Se ha llegado a Colchis y la constelación de Perseo, sobre Tauro, representa a Aeetes, Algol a Medea y Aries al vellocino.

Con Géminis comienza el retorno al hogar de los héroes y con Leo, la nave Argo llega al estrecho de Mesina, donde sus tripulantes han de enfrentar a los monstruos Scylla y Chaybdis, a los que burlan con ayuda de las nereidas, representadas por las estrellas Híades.

El paso del sol por Virgo representa la visita a la hechicera Circe, representada por la estrella Spica.

Libra marca la unión entre Medea y Jasón, y Escorpio el calvario de los argonautas por el desierto.

Cuando el sol supera Escorpio y acaricia Sagitario, se da fin a la singular travesía.

No hay comentarios: