miércoles, octubre 10, 2007

El Holandés Errante

Creo que no hay leyenda marítima tan conocida como la del Holandés errante, al menos en cuanto al nombre, por medio de la literatura, el teatro y el cine.

El nacimiento de esta leyenda se centra, por un lado, alrededor de un capitán cuyos récords de velocidad en la ruta hacia las Indias orientales neerlandesas hacen sospechar un posible pacto con el Diablo. Por otro lado, también aparece ese mismo capitán que, intentando doblar el cabo de Hornos, jura, de espaldas a la tormenta, que lo conseguiría aunque tuviera que estar intentándolo hasta el día del Juicio final.

Es una leyenda que surge hacia el s. XVII y que bebe, a nivel antropológico, de mitología americana, entre otras, exactamente de la proveniente de Chile y su barco de brujos. También, y estirando un poco las teorías, a mi parecer acoge aspectos de la Odisea de Homero. En esta obra, el héroe de la guerra de Troya, Ulises, insulta a Poseidón y éste le condena a vagar por el Mediterráneo y no poder volver a su querida Itaca ni a los brazos de Penélope (que anda que no le cuesta al hombre conseguirlo, aunque al final lo consigue, no como pasa con el Holandés). También entronca con la leyenda del judío errante, el cual se rió de Jesucristo en la cruz. Al final de cuentas, significa que no desprecies a nadie, ni te regodees.

Es sin duda una de las historias mas famosas también por la cantidad de testimonios de marineros y pasajeros que han visto al velero maldito.

El 11 de Junio de 1881 un buque de guerra británico encontró al Holandés errante. Un alférez, de guardia a bordo del HMS Inconstant, buque que navegaba al sudeste de Japón, escribió lo siguiente en el diario de a bordo, describiendo un incidente del que había sido testigos al menos una docena de los miembros de la tripulación:

A las 4.00. El Holandés errante atravesó nuestra proa. Emitía una extraña luz fosforescente, como la de un barco fantasma resplandeciente, en medio de cuya luz los mástiles, los palos y las velas de un bergantín sobresalían perfectamente a unos 200 metros de distancia, al acercarse a nuestra proa por babor, desde donde el oficial de guardia en el puente lo vio, como lo vieron también el guardiamarina del alcázar, a quien enviaron inmediatamente al castillo de proa; pero cuando llegó, no se veía ni una sola señal de un barco real, ni cerca ni en el horizonte, pese a que la noche era clara y la mar tranquila.”

Para dar una explicación alejada de lo paranormal, las condiciones extremas de la vida en el mar y guerra, la sugestión colectiva (todos los que estaban con él lo vieron), la juventud y, seguramente, mas grog del deseable en el cuerpo del oficial llevaron a escribir tales líneas, sin embargo, se le dieron toda la credibilidad por una simple razón: ese jóven oficial británico sería quien, años mas tarde, sería coronado como Jorge V, rey de Inglaterra.

Fte. El Triángulo del Dragón de Charles Berlitz.


1 comentario:

Gonxalo Oyanedel dijo...

Una de mis leyendas favoritas, que - como señalas - bien puede beber del mítico "Caleuche" o el menos conocido "Lucerna" (ambos de la mitología chilota, al sur de Chile).

Décadas atrás Jean Ray se atrevió con unas histoias que mal no quedaron. A ver si alguna vez el cine nos obsequia una interpretación memorable, más allá de recrear la ópera homónima.

Un saludo.