martes, diciembre 11, 2012

11 de Diciembre de 2012

ABC

La Armada española merece un papel en la defensa del patrimonio subacuático

Jesús García Calero / Madrid / Día 11/12/2012

La mala relación de Cultura y Defensa debe mejorar pronto por las consecuencias de la reciente expulsión de un barco cazatesoros de aguas territoriales


Mientras los barcos cazatesoros acechan otra vez nuestras costascon la «ayuda» de Gibraltar, donde recalan, nuestras autoridades andan a la greña por competencias que nadie les cuestiona. Pero se olvida, o relega tal vez, lo único importante: la defensa del patrimonio.

Que la Armada expulse a un barco cazatesoros como hizo el pasado jueves con el «Seaway Invincible» y en la Secretaría de Estado deCultura no lo supieran el viernes no es lo óptimo, desde luego. Es el síntoma más de una relación defectiva entre Defensa y Cultura que se arrastra desde hace años; este ha sido solo el último episodio. Pero es lo lógico cuando el famoso Libro Verde de la Arqueología Subacuática, editado por Cultura, ni mienta a la Armada en sus planes de futuro.
Ayuda de la Armada y la sociedad civil

Sin los profesionales del Ministerio de Cultura es imposible construir una política, pero sin los archivos de la Armada, donde se guarda la historia, y sin sus excelentes profesionales, no se podría ni haber armado la defensa del caso contra Odyssey en los tribunales americanos, como tampoco se habría logrado esa victoria sin la ayuda de lasociedad civil, los «héroes del caso Odyssey» que los lectores de ABC ya conocen.
Cultura tiene las competencias sobre patrimonio y nadie lo niega, y todos esperamos que lidere una política ambiciosa, al menoscomo la mexicana, para que nunca se vuelva a acusar a España de abandonar su patrimonio sumergido. Pero debe construirla con el concurso de todos los que pueden y quieren aportar su conocimiento y su impulso. No debe encerrarse a jugar al solitario con sus competencias.
Codazos entre bastidores

Cuando la sentencia de Odyssey se ejecutó y hubo que traer las monedas de vuelta a España, comenzó un lamentable espectáculo de roces, descortesías y codazos entre bastidores, de «olvidos» que debe terminar aquí y ahora. El patrimonio subacuático es un asunto importante, es más importante que cualquier querella interna, en la que un solo departamento debe ser capaz no de doblegar las iniciativas de los demás, sino de aprovecharlas y conducirlas al único fin relevante, que es aprovechar esa energía y la colaboración de todos para defender y divulgar el patrimonio.
La Armada quiere aportar sus valores y su historia, puesto que tiene un órgano cultural que ha ganado visibilidad durante la lucha de España contra los cazatesoros. No ha sido la lucha de un Ministerio y harán muy mal quienes quieran reducirla a eso. Mientras algunas instancias autonómicas y estatales que eran las «competentes» consentían permisos infumables, o miraban para otro lado y pedían a la prensa un silencio que más que a prudencia sonaba a vergüenza propia y ajena, la Armada se puso a ayudar desde el primer minuto.
¿Qué fue del plan nacional?

Pero a los arqueólogos les molestan los marinos, los consideran unainjerencia intolerable y prefieren gastar gran energía contra su colaboración -¿no estuvo Andalucía a punto de impugnar el acuerdo del ministro César Antonio Molina con la Armada para empezar a trabajar?- una energía que ya podrían haber gastado contra los cazatesoros de Odyssey, por ejemplo, a los que solo les aplicabansilencio adminsitrativo.
Ha llegado el momento de que se sienten todas las partes y negocien -todo lo que haya que tratar, incluso el precio del uso de los barcos militares-, de que hablen de lo que tienen que hablar, que es cómo construir, en tiempo de recortes, una idea, una política nacional de defensa del patrimonio subacuático que incluya también a la Universidad de una forma que no es la que ha tenido hasta ahora, ya que no existe ni siquiera una titulación específica.
Países colaboradores e instituciones

Cuando el Plan Nacional del ministro Molina (que era un magnífico primer paso) parece papel mojado, es hora de que se exploren posibilidades y que la política sea digna de los barcos y los muertos de la primera navegación global de la historia. Una política que lance el mensaje universal de que nos interesa ese legado, que queremos colaborar con países y con instituciones que la hagan posible, más allá de personalismos, que convoque a los arqueólgos españoles -además de los que tienen cargo, a los que quieren trabajar y aprender- a una empresa en la que no puede haber más inmovilismo o vuelta a los vicios del pasado.
Hay luces, como el inminente memorándum con México para colaborar, pero queda mucho, mucho, casi todo, por hacer. Hay que terminar con el secretismo y el egoísmo competencial. Otros países con menos historia nos llevan ya una vergonzosa ventaja. ¿A qué esperar? Mientras lo pensamos y llegamos a los acuerdos necesarios tal vez mejore la situación económica. Si esperamos a que mejore para empezar llegaremos tarde otra vez. Los cazatesoros lo saben y por eso vuelven a rondar por nuestras costas.
Es de esperar que en Cultura abran las puertas a una nueva era en este asunto, sin la timidez actual, porque son ellos quiendeben liderarla. Y que los servidores públicos de todos los niveles cumplan su función que es, precisamente, servir a ese patrimonio y a la sociedad abierta que quiere que esa historia cuente en nuestro presente y nuestro futuro. Eso es también un pilar nuevo para la Marca España. Un país cuya aventura Atlántica sigue teniendo consecuencias. Estaríamos ciegos si no queremos verlas.

REPÚBLICA.COM

A son de mar

 
JUAN CHICHARRO

Es noticia estos días el inminente traslado a Ferrol y probable desguace del que hasta ahora era la joya de la corona de la Armada española. Hablo del portaaviones “Príncipe de Asturias”. Leo en la prensa que ello es debido a su vejez – cerca de los 30 años – algo que no es del todo cierto toda vez que con un adecuado mantenimiento su vida operativa hubiera sido más larga. Sirva como ejemplo de lo que digo que el portaaviones “Forrestal” de la US NAVY, que sigue el mismo camino que el nuestro, lo hace con 50 años de antigüedad. La verdad es que el que era buque insignia de la Flota pasa a otra vida, sencillamente porque no tenemos presupuesto para su adecuación y mantenimiento. No hay otra razón. Tampoco nos sirve como consuelo lo que algunos medios aducen en el sentido de que toma su relevo el “Juan Carlos I “. Este, por otro lado magnifico buque, es un buque multipropósito y ya se sabe que todo lo que abarca todo no es lo mejor en cada una de sus especificidades. Además, obvia decir que su empleo como buque anfibio – una de sus capacidades principales – en una operación, impide su actuación como portaaviones en la misma. No son cometidos compatibles al mismo tiempo. Esta es la realidad y es malo engañarse. Con la desaparición del “Príncipe de Asturias” la Armada pierde una capacidad importante muy difícil de recuperar y España ve debilitada su defensa.

Los buques adquieren personalidad propia y cuando desaparecen producen sentimientos en las personas de tristeza, nostalgia y añoranza. Sin duda este es el caso, hoy, en la generalidad de la Armada, pero aún más en todos aquellos que a lo largo de su vida tuvieron con este barco relación directa; sin embargo, en este caso hay algo más que se va. Me estoy refiriendo al adiós a los sueños de pertenencia al exclusivo club de los países con portaaviones de verdad. El adiós a lo que no ha podido ser. Una Armada dotada con buques de una calidad al nivel de las potencias más fuertes del mundo. Fragatas, buques anfibios, patrulleros, submarinos, buques logísticos – todos construidos en España – sin olvidarme de una fuerza como la Infantería de Marina, que siendo pequeña en entidad no lo es en calidad, conforman hoy una Flota como no tenía España desde los lejanos tiempos del fin del siglo XVIII. Pero es en estos momentos una Flota mermada por la carencia de presupuesto para su mantenimiento y que orienta su actividad actual a tener a punto exclusivamente lo que es necesario para los compromisos internacionales en la operación Atalanta y poco más. No se puede hacer otra cosa. Hay que ser realistas.

Tal vez sea necesario reconocer que, como sucede con todo, estamos pagando ahora el haber vivido por encima de nuestras posibilidades durante muchos años. En una nación con casi seis millones de personas, que no tienen trabajo y que comienzan a vivir de la caridad, es comprensible que las prioridades a la hora del gasto sean otras. Al igual que sucede en el ámbito familiar, hoy el Estado no está en condiciones de gastar más de lo que ingresa y tiene que fijar las prioridades a la hora de emplear el dinero del que responde. Sucede que es muy opinable en que se emplea el gasto general del Estado; pero son otros medios los que deben dar su opinión al respecto y no lo haré desde estas líneas. Tan sólo exponer la situación tal cual es y su posible repercusión.

Insisto en que hemos estado a punto de tener una Flota situada entre las cinco mejores Armadas del mundo por su calidad tecnológica y que esto, a parte del prestigio que para una nación significa, le da a la misma una voz y presencia internacional de tal importancia que los réditos en todos los ámbitos serían devueltos en poco tiempo. Y si alguien duda de esto que se informe tan sólo de la repercusión que en el campo industrial naval e industrias derivadas ha significado, por poner un ejemplo entre otros.

¿Sabía el lector que España ha ganado concursos para la construcción de buques de guerra para países tecnológicamente avanzados, en competencia hasta con los mismísimos EEUU?

Hoy se habla mucho de emprendedores. Es un término en alza y existen muchos foros dedicados al impulso de la vocación empresarial de la que tan necesitada está en estos momentos nuestra nación. Uno de los grandes ejemplos de lo que significa el esfuerzo emprendedor es el que han dado conjuntamente oficiales de la Armada e ingenieros navales para en apenas 20 años construir una Flota como la actual propia y al enseñarla al mundo conseguir cuantiosos negocios con una importante repercusión en la mejora de la capacidad tecnológica propia y por supuesto en el empleo del sector naval.

Espero equivocarme pero, como sucede con todo, lo que no se usa acaba por romperse. Los esfuerzos de la Armada ya comienzan a estar lejos de la innovación de los últimos tiempos, tan enfrascados como están hoy en mantener lo que hay con lo poco que se tiene. Hay que salvar los muebles.

Con todo, mi preocupación va más allá de lo descrito hasta ahora, pues la situación de precariedad en la que se encuentran nuestras fuerzas armadas y en concreto la de nuestra Armada, va relacionada con aspectos que afectan o pueden afectar a nuestra seguridad en el mediato futuro.

Vivimos en un mundo incierto donde las crisis se suceden sin solución de continuidad. Y muchas de ellas van a tener – tienen ya – protagonismo en un escenario como es el marítimo como consecuencia de distintos factores. Entre ellos están de una parte los movimientos migratorios sur-norte con todos los riesgos asociados, de otra la creciente existencia de Estados fallidos en el litoral dando ocasión a organizaciones criminales y terroristas que van a exigir una presencia naval permanente, si se quiere evitar el caos en las líneas de comunicación marítimas, y finalmente no es menos importante lo anunciado ya en esta tribuna, en más de algún artículo anterior, a propósito del desmesurado rearme de nuestros países vecinos, en especial el naval y el aéreo. Desde luego la potenciación actual de la marina marroquí no tiene como finalidad el ejercer presencia en sus posibles problemas internos, sino más bien la “protección” de sus intereses pesqueros y me temo que en los relacionados con los posibles yacimientos petrolíferos en la cercanía de las islas Canarias; o sea, en flagrante choque con los nuestros. Y por supuesto, los relacionados con nuestras plazas de soberanía en el norte de África.

Sin duda en la situación presente de crisis presupuestaria – tal como se está manejando el gasto – no había otra opción que la de romper el sueño de seguir formando parte de las marinas con portaaviones; lo que yo me pregunto es si esta decisión tomada no tendremos que lamentarla en el futuro.

Mientras tanto nuestra Flota como siempre lo ha hecho arranchará a son de mar lo mejor que pueda; sucede que la historia nos enseña que a veces esta actitud no fue suficiente.

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