lunes, noviembre 10, 2014

10 de Noviembre de 2014

ABC


CÉSAR CERVERA / MADRID
Día 09/11/2014 - 04.47h

La literatura y la propaganda anglosajona han exagerado los episodios de una guerra que ganó España. Entre 1540 y 1650, de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España solo se perdieron 107 a causa de los ataques piratas

La historiografía inglesa ha insistido en repetir que la actividad pirata fue un constante quebradero de problemas, con corsarios de la bajeza moral de Francis Drake o John Hawkins a la cabeza, para el traslado del oro, plata y otras mercancías del Nuevo Mundo a España. Así, según la imagen todavía presente en el cine y en la literatura, Felipe II y el resto de monarcas españoles de la dinastía Habsburgo terminaron desesperados ante los ataques auspiciados por la Monarquía Inglesa y otros reinos europeos. Sin embargo, las cifras de barcos que llegaron a puerto español desdicen esta versión romántica y falseada de la historia. La Flota de Indias se reveló como un sólido sistema casi sin fisuras.

«El sol luce para mí como para otros. Querría ver la cláusula del testamento de Adán que me excluye del reparto del mundo», aseguró el Rey francés Francisco I tras el tratado de Tordesillas, donde españoles y portugueses se repartieron el Nuevo Mundo con el beneplácito del Papa Alejandro VI. Y desde luego los dos imperios ibéricos –más tarde unidos por Felipe II– no estaban dispuestos a compartir su herencia. Es por ello que la Monarquía francesa y otros enemigos del imperio comenzaron a financiar la expediciones piratas contra los barcos que usaban los españoles para transportar las mercancías.

En 1521, piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte del conocido como «El Tesoro de Moctezuma», el grueso de las riquezas que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de Tenochtitlan, abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses, a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas, y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.
Entre 1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519 barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria». Un daño mínimo que se explica por la gran efectividad del sistema de convoys organizado por Felipe II.

Así, el Monarca estableció por Real Cédula nada más llegar al trono las condiciones para asegurar un sistema de defensa naval inmune a los ataques piratas. El viaje de la Flota de Indias se efectuaba dos veces al año. El punto de partida se emplazaba en Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias.

Tras la aguada –recoger agua en tierra–, la escuadra conformada por unas 30 naves navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían los suministros. Durante todo el trayecto el convoy era encabezado por la nave capitana y los galeones mejor artillados se situaban a barlovento –donde sopla el viento– para proporcionar escolta al grupo. El objetivo general era que ningún barco se perdiera de vista o se desviara del rumbo en solitario. Y por la noche, los bajeles encendían un enorme farol a popa para servir de referencia al que tenían detrás.

El sistema de convoy español, cuyo teórico fue el capitán Menéndez de Avilés, sería copiado por Inglaterra y EE.UU. en las dos guerras mundiales. Pero la auténtica prueba de que cumplió con su proposito es que solo dos convoys fueron por completo apresados en toda su historia: la primera, en 1628, a la altura de Matanzas (Cuba), a manos del almirante holandés Piet Heyn; y una segunda vez en 1656.

¿Quedó herido el Imperio por la piratería?
Sin capacidad para atacar a la Flota de Indias o a los galeones de gran tamaño, la actividad de Francis Drake y de otros de su tallaje se limitó en la mayoría de casos a ataques contra indefensas poblaciones del Caribe. No en vano, el sistema defensivo de algunas poblaciones españolas era realmente deficiente y era fácil sacar partido de la incompetencia de los gobernadores locales. Por ejemplo, el 1 de enero de 1586, el citado Drake tomó la ciudad de Santo Domingo durante un mes y luego la incendio impúnemente.

Sin embargo, tras el desastre de la Armada Invencible Felipe II se tomó en serio el problema de la piratería y destinó ocho millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones en el Caribe. Estas, como la inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores arquitectos del Imperio. Un esfuerzo logístico que aceleró la decadencia de este tipo de piratería, aquella financiada e impulsada en las sombras por países como Inglaterra, Francia o Holanda. Cabe recordar que, aunque personajes como Drake contaban con patente de corso, España no reconocía a estos piratas como consarios sino como piratas, puesto que actuaban en tiempos de paz.

Es por todas estas razones que el historiador Germán Vázquez Chamorro resta importancia a la influencia que pudo tener la piratería en el proceso de decandecia del Imperio español. En su opinión, los más famosos piratas encumbrado a la fama, sobre todo por la literatura y la propaganda inglesa, realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la Corona española. De hecho, los enemigos de España prescindieron de aliarse con los piratas cuando descubrieron otros métodos para ganarle terreno a este imperio. Así, en los siglos XVII y XVIII, todas las naciones se conjuraron para perseguir y castigar sin piedad a los piratas.

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Publicado por Esteban Villarejo el nov 9, 2014

Conversamos con el escultor Salvador Amaya (Madrid, 1970), creador de la escultura del monumento a Blas de Lezo, el hasta ahora olvidado héroe español de Cartagena de Indias. Tras una iniciativa popular liderada por la Asociación Monumento a Blas de Lezo se presentará a la ciudadanía este próximo sábado en Madrid (plaza de Colón, 12.30 horas).

Aquí, tal y como hemos publicado en la edición impresa de ABC de este domingo, desvelamos las primeras fotografías del monumento que contará con un pedestal que lleva una inscripción que recuerda quién fue Blas de Lezo y un relieve en bronce con el escudo de la flota del Mediterráneo.

El monumento tendrá 7 metros de altura, con 3 m. dedicados a la escultura. El artista Salvador Amaya ha empleado 1.700 kilos de arcilla para darle forma. 273 años después de la batalla de Cartagena de Indias, Madrid y España en general rendirán tributo a este vasco de Pasajes, marino y héroe español. El «Mediohombre»…que le llamaban.

- ¿En qué se inspiró para realizar su «Blas de Lezo»?

- En la victoria de la Batalla de Cartagena, en su leyenda y en la personalidad que podría tener alguien que ha pasado toda su vida en el mar. Supongo que la soledad de un barco, ver pasar los días en altamar, lejos de tu familia y de tu patria forjan un carácter especial. Era una persona de hechos, no de palabras. Seguramente sin grandes aspavientos pero con la idea clara de cómo actuar cuando en el horizonte ves una fuerza naval abrumadora que se aproxima a atacar tu posición y tu sólo cuentas con la pericia y estrategia que te han proporcionado anteriores batallas

- Nada menos que estará emplazado en los Jardines del Descubrimiento, conocidos como la plaza Colón, frente a la estatua del almirante de almirantes. ¿Qué supone para usted este lugar?

- Tanto a nivel profesional como personal es lo máximo. Como madrileño es un orgullo poder dejar parte de mi creatividad en mi tierra. Si a eso le añadimos que mi obra estará expuesta en el centro de Madrid, en un lugar muy representativo y acompañando al descubridor, no puedo más que sentirme satisfecho y agradecido.

- ¿Cómo ha sido el proceso de elaboración de la estatua?¿Qué materiales ha empleado?

- Las esculturas comienzan con la fabricación de un esqueleto metálico que será el que sujete la arcilla. Una vez que esta estructura es firme comienzas a añadir barro dando la forma básica. En este punto comienza la parte artística. Pones y quitas arcilla, modelas los detalles, observas, cambias cosas y trabajas el barro hasta que dices ¡Ya está!. Una vez terminado el modelado en barro, se sacan unos moldes de silicona y escayola que serán con los que trabajen en la fundición. Mediante el procedimiento de la cera perdida, se funde en bronce, se repasa y se patina. Los trabajos de fundición los dejo en manos de profesionales. Para este monumento he contado con una de las mejores empresas, Fademesa. Ellos me ofrecían la posibilidad de supervisar e incluso trabajar con el repaso y acabado.

- ¿Cuál ha sido la mayor complicación a la hora de diseñarlo y darle vida al proyecto? ¿En cuánto tiempo lo ha realizado?

-Llevo a mis espaldas muchos años de oficio pero este proyecto ha sido con diferencia el más complicado en lo que a circunstancias se refiere. Desde el momento que supe que tenía por delante dos meses para hacer la que hasta ahora es la obra más importante de mi carrera, tuve claro como lo haría, pero efectivamente ha sido un trabajo contrarreloj. Los primeros días fueron duros y trabaje bajo muchísima presión. Tenía la responsabilidad de representar a uno de nuestros grandes héroes y no podía permitirme ningún fallo. Había que elaborar una imagen con la que a partir de ahora identificáramos a Blas de Lezo, por lo menos en Madrid. Que la uniformidad se ajustara al máximo rigor histórico era una de las premisas indispensables. Tuve la suerte de contar con la ayuda de Mariela Beltrán y Carolina Aguado, comisarias de la exposición «Blas de Lezo, el valor de mediohombre». Hoy en día no se conserva ningún uniforme de teniente general del siglo XVIII, pero si tenemos patrones (de sastre) y con esos patrones trabajé. Hablo sobre el uniforme porque es lo realmente novedoso en este monumento, pero creo que lograr darle la impronta autoritaria y firme al rostro fue fundamental. De nada sirve un uniforme exacto al original si no le das vida al personaje.

- ¿Cómo es su Blas de Lezo? Reflexivo… vimos en su boceto. ¿Finalmente será así?

- El boceto era la idea inicial. El concepto será el mismo pero mientras iba trabajando en la escultura, he ido variando algunas cosas.  Me he centrado sobre todo en su carácter. Una personalidad firme, con amplios conocimientos, modales propios de un oficial de la Armada, con el orgullo que concede el deber cumplido e incluso la autosuficiencia que proporciona el saberse vencedor de todas y cada una de las batallas en las que ha participado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia completa y rigurosa, sin novelar, en www.labatalladecartagenadeindias.com