martes, noviembre 11, 2014

11 de Noviembre de 2014

ABC. ESPEJO DE NAVEGANTES


Publicado por Javier Noriega el nov 10, 2014

“Para venir a Cartagena, es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres”. Contestación de Blas de Lezo al almirante Británico Vernon ante su mensaje de retirada a Jamaica.

El 7 de Noviembre de 1895, el teniente Lapanotiere procedente con nuevas de la mar, desembarca en Falmouth para despertar a Lord Barham , octogenario primer Lord del Almirantazgo. En su badana de cuero transportaba los despachos de Collingwood tras Trafalgar. En los mismos, anunciaba la muerte del almirante Nelson. También de que la flota combinada fue derrotada en aguas de Cádiz. Al día siguiente de conocerse la derrota; “Los hombres palidecían al oír la noticia y lloraban sin rebozo en las calles, y cuando los correos iban pasando por los campos, aldeas enteras se quedaban silenciosas y atónitas en su aflicción”. Nelson había muerto e incidentalmente se había ganado una gran batalla.

“En la mañana del miércoles 8 de enero de 1806, la multitud llenaba las márgenes del río por donde pasaría el cadaver de Nelson. En cada lugar asequible desde Greenwich a Whitehall, aguardaban silenciosas muchedumbres para rendir honores al muerto, y a las diez en punto, la larga procesión de dieciocho barcazas, moviéndose al compás del lento batir de los tambores, se apartó lentamente del hospital, el actual Old Royal College de Grenwich, para navegar solemnemente río arriba. Los botes ornados de negro paño, remaban sin interrupción hacia la ciudad, y al pasar la flota funeraria, la multitud guardaba silencio y muchos lloraban.

En la comitiva iba los capitanes y oficiales de la Marina Real. Los heraldos de luto riguroso. Los sirvientes personales de Nelson. En la segunda barca. Junto a las trompetas, oficiales de armas llevaban la cota, el escudo, la espada, el guantelete y las espuelas del almirante difunto…y por ultimo, iba el ataúd. Cubierto con amplio paño de terciopelo y rodeado por seis tenientes de la Marina real; a su cabeza, el rey de armas, llevando sobre un almohadón otra corona de vizconde; en la proa, la bandera del Reino Unido.

Tras la multitudinaria marcha por el río, el jueves, 9 de Enero, el cortejo se dirigió a San Pablo. El ataúd cubierto de terciopelo negro, iba en un carro funebre que se había construido para que se pareciese al Victory, tirado por seis caballos. Sus alrededores estaban ocupados por los marineros del Victory, en formación. Todo había terminado, y al apagarse el rumor del último paso que se alejaba, Nelson quedo al fin en paz. Desde aquel momento, el Nelson hombre se perdió para Inglaterra y nació el Nelson tradición. El Nelson Leyenda“.

Marchemos para cambiar de escenario y de tiempos. Atravesamos el gran azul. Del grisáceo Támesis, a la soleada fortaleza hispana. Para observar unos decenios antes como en aquellos muros pétreos, Blas de Lezo, el héroe español se dejaba el alma para morir un caluroso 7 de septiembre de 1741. Murió en la soledad y en medio de dolores físicos y morales, ya que su compañero de armas en la defensa de la ciudad, Don Sebastian de Eslava, le había inculpado por los desastres del asedio, muy a pesar de la victoria y muy a pesar de ser compañeros en aquellas tierras de los reyes de España. Una historia muy nuestra. Sobre los detalles de su agonía, la carta que Rodrigo Torres manda al gobernante Español, El marqués de la Ensenada,a bordo de «El glorioso», en el Puerto de la Habana, fechada 28 de octubre de 1741, nos da más pistas sobre el asunto: «Del capitán de Fragata D. Daniel Huoni, me participa la muerte del Teniente General D. Blas de Lezo, el día 7 de septiembre por unas calenturas, que en breves días se le declaró tabardillo; y aunque estuvo privado 11 horas volvió en sí, pudo recibir los santos sacramentos y disponer sus cosas; y a los 9 días de haberle dado, se lo llevó Dios».

Por todo ello, Blas de Lezo seria enterrado sin honores, en pobres condiciones. En el silencio. Ni habría ni trompetas, ni tambores. Ni heraldos, ni banderas, ni por supuesto comitivas como ocurriría con el de Horatio Nelson y que más arriba hemos apuntado. Los decenios de servicio a la corona y a la marina quedaban en la nada. Fue tal el olvido al que fue sometido, que ni tan siquiera los documentos que pudieron existir sobre su inhumación, tuvieron la atención merecida de la gloria. Con la atención debida, guardados en tal o cual lugar. La humedad y el abandono también lo barrerían de la historia en su anonimato. Ni las letras quedarían para rememorar su nombre. Murieron dos grandes almirantes. Juzguen por ustedes mismos el reconocimiento que la historia y sus naciones le otorgarían a uno y a otro. A Nelson y Blas de Lezo. Hasta el día de hoy…

Siempre me gustaron las ciudades. Las naciones que recuerdan a sus personajes singulares. Ya fuesen pintores, escritores, ingenieros, filósofos, matemáticos, historiadores, químicos o médicos. No es muy difícil observar cuando uno visita las grandes ciudades imperiales, como muchas de estas personas son reconocidas más allá del tiempo y el espacio. Hacen más grandes a sus naciones, a la humanidad y sobre todo, hacen un justo reconocimiento, humilde y cultural a una vida del pasado que contribuyo al desarrollo del país y en ocasiones del mundo. Recordados en sus barrios, en sus hogares de nacimiento, en sus talleres, en sus academias o en sus universidades. Incluso en sus tumbas. Recordar la memoria. Su historia y sus personas. En este sentido es fácil recordar a Ricoeur, que posiblemente nos ilustre a todos acerca de su preocupación por la memoria, en todas sus dimensiones, y por la necesidad de una memoria justa alentada por una política de la “justa memoria”, como por el olvido y el perdón. Ricoeur nos recuerda , y que mejor que sus palabras para traer a colación aquí; “La memoria nos constituye. Es uno de los ejes de nuestra identidad”. En nuestro país, desgraciadamente tenemos mucho que aprender de esta enseñanza. No honramos suficientemente el pasado y posiblemente muchos de los problemas que tenemos en el presente, como dice el aforismo, “es la condena a repetirse por su deconocimiento de la historia”. Es entre otros muchos insignes personajes de nuestra historia, que a pesar de descubrir el mundo, o ser un pintor universal, o un premio nobel o ser un escritor célebre, mueren en el olvido.

En ese templo de la mar que es el Museo naval de Madrid, tras la sala de los Austrias, siempre estuvo el cuadro de Lezo expuesto, contando su historia desde hace años. Un rincón que homenajeaba, cuando pocos lo hacían en el mundo, su impresionante historia. Tuvo que ser recientemente en el mismo museo, donde se recordase multitudinariamente aquella memoria. Más de ochenta mil visitas en la capital avalan la exposición y el interés por recuperar la figura del insigne marino vasco. . D. Blas de Lezo y Olavarrieta, el soldado español que nunca se rindió, manco, tuerto y cojo, después de sus 22 batallas, expediciones y la defensa del comercio y las ciudades de América. A sus 52 años antepuso su vida, para salvar la integridad del Imperio…

Respecto a su país. Su honra fue recuperada. Tuvo que ser años mas tarde cuando recibió el merecido reconocimiento de la Corona y a su hijo mayor se le otorgó, en 1762, el título de marqués de Ovieco. Sin apenas conocimiento, ni glortia. Dos siglos después, el 7 de septiembre de 1955, en Cartagena de Indias fue erigida una estatua donada por el gobierno español en homenaje a Lezo. Si bien la sociedad civil ha obviado a Lezo, excepto afortunadamente algunas singularidades como es el de tener una calle en las ciudades de Valencia, Málaga, Las Palmas de Gran Canaria, San Sebastián y Pasajes, su ciudad natal. Junto a estas honrosas excepciones,tenemos que decir que Lezo si ha sido honrado por la Armada Española, que bien conocían de su significado desde siempre. Lo hacen, recordándolo con el mayor honor que puede rendirse a un marino español, siendo costumbre que exista siempre un navío de la Armada bautizado con su nombre. Igualmente tambien existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz) donde reposan héroes los de la Real Armada Española. Y de ahí practicamente al silencio, hasta la actualidad.

El pasado 8 de mayo la Asamblea General de la Asociación Monumento a Blas de Lezo decidió, con un 80,13% de los votos, encargar el proyecto de escultura a D Salvador Amaya. La sociedad civil, orgullosa de nuestro pasado pone la pica acertadamente en Flandes. Mejor dicho, en pleno centro de Madrid. Un proyecto de escultura que finalmente será erigida en público el próximo Sábado, 15 de Noviembre en la Plaza de Colón. Llevan mucho tiempo preparando dicho acontecimiento y muchos ciudadanos, gracias a las redes sociales y a twitter pudimos conocer y apoyar dicha propuesta. Y por fin llega el día. Tal y como afirma ABC, se espera la presencia de los reyes de España para respaldar el acto y si cabe, hacer buena esa “justa memoria” de Ricoeur. La escultura,de unos 3,5 metros de altura, obra del artista madrileño Salvador Amaya quien ha querido representar a un Blas de Lezo en actitud serena y reflexiva en los momentos previos al fragor de la batalla.Tras esto, mucho camino por recorrer. Básicamente, en un país que fue una de las mayores talasocracias del mundo. Uno de los mayores Imperios que surcaron la mar desde el siglo XV al XVIII.

Quizás nos queden finalmente la dirección de las palabras de Pérez Revert e efectuadas en el pasado mes de Junio en el simposio “La mejor historia por contar”. Por lo reciente y por contar magistralmente estas historias que cabalgaban de la mano de Elcano, Patiño, Jorge Juan o Blas de Lezo entre otros, de la boca de almirantes, escritores o historiadores. Historias tan desconocidas para una sociedad en general, que no está habituada a poner en valor a sus héroes.Para el escritor Español, la desprotección derivada del desinterés hacia nuestros patrimonio histórico sumergido no cesará «hasta que un niño español no sepa quiénes son Gálvez , Jorge Juan o Blas de Lezo ». Para él, la educación es la clave, porque sólo desde la concienciación de que, cuando los niños se plantan ante una pieza sacada de uno de esos barcos, están haciéndolo en realidad ante un pedazo de su propia historia, la situación no empezará a cambiar.

Y para terminar. Solo quedaría que nuestros colegas investigadores colombianos  hallaran el lugar donde yace el cádaver de Blas de Lezo. Llevan trabajando esforzadamente desde hace un tiempo en el proyecto. Ya conocemos las diferencias existentes con su homólogo naval británico. Como se le honró. Como pasó a la historia. En el caso del marino vasco, parece que yace en lo que hoy es un cine abandonado. Un edificio que esta siendo rehabilitado y que se llama Teatro Cartagena. En ese lugar estuvo la Capilla de la Vera Cruz, una iglesia donde fueron enterrados muchos militares en la época colonial y adonde conducen los documentos que hablan del final de los días gloriosos de Blas de Lezo. Ojalá sean ellos. Sus convecinos. Por los que vivió y murió, los que encuentren sus restos.Dicen que la historia, la escriben los vencedores. Pero también los que quieren. Deseémosles suerte en su trabajo concienzudo. Ojalá el paso del tiempo y la destrucción del hombre sobre el yacimiento arqueológico no lo haya dañado para siempre.Entre otras cosas para hacer valer esa “memoria justa”. La de Ricouer. La que proviene del camino del corazón. Y de la historia. La valentía y la inteligencia no solo fue patria de Nelson. Todos los países tienen a sus grandes marinos. España también. Y Blas de Lezo fue uno de los más insignes. Mereció tambores y trompetas. Comitiva y honra. Escribamos sobre ello, afortunadamente ya son numerosas las plumas que lo hacen, ya que en su momento, hace siglos, no se hizo como se debiera. Es de justo reconocimiento.

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