Deslumbrado por sonrisa de teclado,
No era cuestión de echarse a un lado
Ante semejante clérigo o quizá cerdo
Que corría raudo por el margen izquierdo.
Cargando campanario sin iglesia,
Repitiendo versículos sin dismnesia
Que suenan bien aunque no lleven patrón,
Como debe ser en un devoto a san Gazapatón.
De Segovia o Madrid hacia el cielo,
Sus palabras huecas bajo el sobrecielo,
Tan falsas como melosas suenan en tribuna,
Aunque crea ensombrecer a Zashapuna.
Viejo cuervo, grajo o granuja,
En tu verbo se hunde la tientaguja
Con la facilidad que uno tiene al pecar
En el lupanar o al hipotecar.
Eres rápido a la hora de faltar,
Carabotijo, para los tuyos exaltar,
Pero cuando te responden, flojeras,
Te deshaces como azucarillo en lloreras.
Hasta alcanzar la púrpura no cejaste,
Pero ninguna responsabilidad afrontaste.
Cobarde o vago, en tu caso es lo mismo,
Te faltan manos para tu supuesto polioquidismo.
Te elevas como globo hinchado
Hasta la cúpula, siempre malencarado.
Te pinchas, te desinflas y berrinchas,
Grandísimo cesto de ceborrinchas.
Entonces regresas a la madriguera
En tu caso, lujosa lombriguera.
Donde vuelve a cocer a fuego lento
Tu bilis por mero divertimento.
Maestrillo mendaz y farsante
Provocas vómito al ser galante.
Quédate a refugio tras el pupitre,
Agosta tus alas de buitre.
Hazlo así, venenoso graznido,
Públicamente por todos mantenido.
Hazlo así, por Dios, mojón brumal
Y líbranos por siempre de tu mal.
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