Todos hemos visto alguna escena en las series de televisión estadounidenses en la que un personaje cambia de despacho, de trabajo, le despiden, etc., y aparece portando una caja americana llena de trofeos, títulos… Cosas que le caracterizan y que son suyas, pero que le entran todas en un cubo de cartón. Esto siempre me ha parecido muy curioso y no hará más de una semana que lo he vuelto a ver a través de la pantalla de mi televisor. Esto me hace de qué pensar cuando dejo vagar mi vista por las paredes que me rodean ahora y me pregunto que, si un día cambio de destino o me cambio a otro despacho más amplio o vete tú a saber, ¿cómo llevaré todo lo que he ido acumulando a mi alrededor para dar la sensación de que este habitáculo es mío? Tengo desde decenas de libros de texto hasta material de primeros auxilios, pasando por linterna y destornilladores; a lo que hay que contar los elementos de decoración como títulos, cuadros, fotografías enmarcadas, mis gorras, la planta y un largo etcétera que huelga indicar en estos momentos. Estos últimos sólo son marcas de mi personalidad que poco a poco van inundando todos los rincones, todas las esquinas como una lenta pleamar… ¿Puede que sea un modo de “marcar territorio”? No lo sé. Yo prefiero pensar que es una manera de hacerte sentir que lo que haces a diario y que lo que te rodea es parte de ti. Por eso, siento la necesidad de mostrar, por supuesto, mi formación (como hace todo el mundo, ¡no iba a ser yo menos!), mis aficiones y todo lo demás… Creo que es algo normal y es una forma de ser abierto a los demás sin dejar de que tenga que existir una clase de muro bajo que marque una distancia con aquellos que acudan a tu presencia.
Quizás os parezca una tontería o, posiblemente, no, por que estaréis en mi misma situación. Seguro que sobre vuestras mesas habéis forzado porque aparezca un símbolo de identidad, por minúsculo que sea.
Sí, como un día tenga que cambiar de destino va a ser una tarea ardua cargar con las cajas (no sólo una) y, más aún, no dejarme nada atrás. Es como si en la vida uno de nuestros cometidos fuera ir reuniendo cantidades ingentes de objetos que, a ojos ignorantes, merecen más bien poca atención.
He de ser consciente de que la posibilidad de cambio de destino (u otras) está siempre presente cuan espada de Damocles y, en no pocas ocasiones, de unos meses a ahora, siento su acero bien cerca. En unas por la creencia de una posible decisión en los mandos, en otras por deseo propio de cambiar de una vez por todas, de reiniciar.
Quizás no sea tan difícil llevarme todo en “una caja” cuando suceda. De todos modos, he de convencerme del hecho de que es algo inexorable.
3 comentarios:
Después de leer esto se me amontonan las preguntas!!!
-Donde esta ese despacho tan interesante??? Se puede visitar???
-y en caso de que se pudiese visitar, cual es la indumentaria mas adecuada para ir allí??? Lo digo para estar a la altura de las circunstancias.
En cualquier caso te recomiendo el minimalismo, es lo más práctico!
No podemos evitar ir "reuniendo" utensilios, prácticos o no, en nuestro despacho, en nuestra casa y en nuestra vida... El día que decidimos cambiar de lugar hay que tomar una decisión, a veces dolorosa: o te deshaces de ellas o llenas varias cajas... depende del momento de tu vida en que te decidas. Abrazos
Ay! Tocayo, en este mundo es un poco complicado dejarte llevar por el minimalismo (por las carpetas y todo lo demás, ya sabes).
Sobre las posibles visitas, te indico vía mail.
Sí, Ligia, parecemos destinados a ello y cuando hay que cambiar cierto que hay que hacer dolorosas decisiones. En mi caso, no fue dolorosa la decisión en su momento, sino posterior ya que ahora, tras años, me sigo lamentando de haberme desecho de ciertas cosas.
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