miércoles, mayo 19, 2010

Sirenas


Una de las consecuencias de tener libros, muchos libros, es que cuando no tienen un tope, adoptan el curioso (y fastidioso) vicio de caerse para un lado. Siempre necesitan un freno a sus autodestructivas intenciones. Supongo que por eso algún lumbrera creó los apoyalibros.

Con lo que tengo más problemas es con mis ejemplares de la RGM, los cuales parecen tener vida propia y lo mismo les da caerse para un lado que para otro. Incluso con parecen querer romper las "amarras". Hasta hace poco usaba de tope un volúmen de las obras dramáticas de William Shakespeare (sí, no os quedéis con los ojos como platos), pero no creo (y nunca lo creí) que sea una función digna para tan alta y magnífica literatura. La razón por la que ya no ejerce esta "vil" función es porque por fin me han llegado del Canadá un par de apoyalibros magníficos, los más bonitos que he visto en mi vida, elaborados con muy estilo y arte. Como no, con un recurrente tema mitológico-marino.

Me costaron más de lo que me atrevería a confesar, pero estoy contento a pesar de que me vinieron en un color que no elegí. Os he puesto la foto de Ebay (pereza a la hora de sacar la cámara), aunque yo los había escogido en color bronce. Supongo que ese tono de verde es mucho más naútico, ¿no?

3 comentarios:

Jose dijo...

Preciosos!!!!!!!!1

Navegante dijo...

Muy bonitos la verdad y además de que los libros estén bien derechitos tú sentirás protegido al estar rodeado de sirenas.

Javier dijo...

Más o menos, Navegante, más o menos. Aún me sigue doliendo demasiado el bolsillo a pesar de todo.