martes, octubre 23, 2018

Guardia de cine: reseña a «El editor de libros»

Título original: «Genius». Año 2016. Biopic. Color. 1h. y 44 min. Dirección: Michael Grandage. Guión: John Logan, A. Scott Berg. Elenco: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, Dominic West

La película, muy sobria, pretende ser un reflejo de la historia real en la que se inspira. La producción no promete nada que no sea capaz de cumplir y resulta interesante para todo aquel que sienta pasión por las Letras

La amistad es una voluble y diáfana esfera en la que se cruzan momentos de diversión, confidencias, enojos, separaciones y redenciones. Y así de llano es como se nos retrata en el filme la unión entre el editor Maxwell Perkins y el autor Thomas Wolfe, desde el instante en el que se conocen, en 1929, hasta el momento de la muerte del último, aquejado por una grave enfermedad del cerebro; del trabajo y relación personal de dos de las figuras más importantes de la Literatura norteamericana de la primera mitad del s. XX; una mirada íntima, pero no de voyeur, que espía por el ojo de la cerradura una forma de ver los libros que, por desgracia, ha pasado a mejor vida si analizamos la situación actual del mercado y de los propios sellos editoriales, más preocupados por llenar agujeros que por  crear algo con mayúsculas.

Por un lado conoceremos a Max, un hombre de mediana edad, casado con una mujer que trata de ser actriz y con la que ha tenido una ingente cantidad de hijas, lo cual, en teoría, debería frustrarle, aunque no se aprecia en prácticamente ninguna escena en el film. Max es editor en Scribner’s, el sello que fichó en su día a Scott Fitzgerald y a Ernest Hemingway, y sobre cuya mesa, por influencias, cae un vasto manuscrito firmado por un escritor un tanto temperamental al trato y al folio, llamado Thomas Wolfe. En el pequeño despacho y en las calles de Nueva York, se gestará una amistad impulsada por el amor a las Letras y una lucha por trasladar las ideas del autor a un libro mínimamente practicable para la imprenta, lo cual no va a ser nada fácil con alguien que era capaz de escribir cinco mil palabras al día referidas a un hecho que igual no duraba en la vida real más allá de cinco segundos; una amistad que pondrá en peligro las relaciones de ambos con otras personas allegadas.

La película, muy sobria, pretende ser un reflejo de la historia real en la que se inspira. Para ello Colin Firth no ha tenido que esforzarse mucho, pues el papel lo ha repetido en infinidad de ocasiones en otras tantas producciones de diverso género y ambientación; tanto que debería incluso aburrirle. Por su parte, Jude Law se pasa de sobreactuado en más de una escena; sé que los genios suelen estar perturbados, pero parecía más un yonki con el mono que un ser con diarrea verbal y escrita, con un fuego interior. Considero que una interpretación más sosegada habría conseguido que el personaje fuera menos insufrible, incluso durante sus arrebatos de egocentrismo.

Respecto a las personas que pululan tras los protagonistas, debería hacer mención a Nicole Kidman, aunque mi opinión no está muy lejos de la que me merece el propio Law: sobreinterpreta un montón, aunque es capaz de crear un personaje bastante desequilibrado en el sentido positivo.

Y os preguntaréis por qué digo esto cuando dichos tres actores han sido nominados en distintos festivales. Sí, nominados, y Kidman incluso salió vencedora en un lance; pero poco más allá. Si os digo la verdad, el único que me ha convencido es Guy Pearce interpretando a Fitzgerald y eso que no le conceden mucho metraje.

La producción no promete nada que no sea capaz de cumplir y resulta interesante para todo aquel que sienta pasión por las Letras, por el mundo de la publicación en aquella época dorada que tantos títulos imprescindibles consagró. Pero poco más.

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