FARO DE VIGO
Tres meses sin pisar tierra
Científicos, técnicos, marineros, periodistas y personal del CSIC conviven en alta mar de Vigo a Santo Domingo
Las probetas se codean con las redes en esta curiosa forma de navegar de las expediciones oceanográficas: millas y millas de maniobras para servir a la ciencia. Simulando un Gran Hermano científico, los 70,5 metros de eslora del ´Sarmiento´ esconden horas de trabajo y cálculos de ruta en el puente, pero también momentos para la tertulia, el relax y una vida en común lejos de casa.
SELINA OTERO - ENVIADA ESPECIAL (A BORDO DEL "SARMIENTO DE GAMBOA") "Llevo más de media vida embarcado. Desde pesqueros en el banco canario-sahariano hasta remolcadores y ahora en buques científicos. Me gusta el Sarmiento, estoy aquí desde que empezó a navegar, en 2007". José Manuel Fernández Baz, de A Guarda, es el contramaestre del buque oceanográfico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con base en Vigo y actualmente en ruta hacia el Caribe en el marco de la expedición científica Malaspina. Mientras Baz, que coloca aparatos y cadenas en el hangar de popa junto a Antonio Moledo, marinero de Cangas de barco en barco desde su adolescencia, capitán y oficiales controlan la ruta en el puente de mando en turnos de cuatro horas y los científicos y técnicos de la Unidad de Tecnología Marina (UTM) se mueven entre la sala de transductores y el laboratorio de Química. Suena, de fondo, a modo de hilo musical, Lemon Tree de Fool´s Garden.
El Sarmiento de Gamboa se convierte en esta expedición en una especie de Gran Hermano de la Ciencia: 40 personas sin pisar tierra en tres meses y 24 horas de convivencia en alta mar. Marinería, mecánicos, acústicos, investigadores, personal del CSIC, fotógrafos y periodistas comparten camarotes, aulas de reuniones, sala de informática y maniobras en cubierta con el reto de medir y divulgar los cambios oceánicos. La marinería del barco, con décadas de experiencia en mar, es de Galicia, así como los cocineros y la mayoría de técnicos de la UTM, profesionales formados en mecánica, electrónica y acústica. Los 70,5 metros de eslora y 15,5 de manga del buque multifunción son más que suficientes para sus habitantes en esta marea. En el puente de mando, de exquisito diseño, una imagen de la Virgen del Carmen, obsequio de la Reina Doña Sofía en la botadura del Sarmiento, les promete protección.
Las probetas se codean con las redes en esta curiosa forma de navegar: millas y millas de maniobras para servir a la ciencia.
La vida a bordo empieza temprano. A las 7.30 de la mañana desayuno en el comedor. Tras una jornada de pruebas técnicas con los delicados aparatos que succionan agua del fondo y reparaciones de chapa y pintura para que el Sarmiento vista perfecto en su travesía atlántica el día transcurre, tras el bocadillo de sardinas de las 11.30 y la comida de la 13.30, en múltiples escenarios y temas de conversación. Salas con pantalla plana para ver pelis en los momentos de relax, corros para compartir vivencias entre babor y estribor o un momento de lectura en cubierta con la brisa de la costa de Marruecos, tras sufrir unas breves turbulencias a la altura del Estrecho. Las comodidades del Sarmiento permiten navegar sin prescindir de internet, de las últimas series de moda en tierra y de una gastronomía casera de lujo. "En una expedición de estas últimas tomamos muestras del fondo, en la costa de Grecia, que tenían 12.000 años de profundidad, que pronto se dice", comenta el contramaestre en la zona de Vía Húmeda, punto de encuentro para tertulias a bordo. "Y en Canadá llegaron a rodearnos 10 ballenas. Tuvimos que parar el barco", añade, mientras escucha un partido por la radio. De noche, mientras la variopinta población del Sarmiento duerme en literas, el buque avanza silencioso rumbo a las islas Canarias. No hay peligro. Calma chicha.
Tres meses sin pisar tierra
Científicos, técnicos, marineros, periodistas y personal del CSIC conviven en alta mar de Vigo a Santo Domingo
Las probetas se codean con las redes en esta curiosa forma de navegar de las expediciones oceanográficas: millas y millas de maniobras para servir a la ciencia. Simulando un Gran Hermano científico, los 70,5 metros de eslora del ´Sarmiento´ esconden horas de trabajo y cálculos de ruta en el puente, pero también momentos para la tertulia, el relax y una vida en común lejos de casa.
SELINA OTERO - ENVIADA ESPECIAL (A BORDO DEL "SARMIENTO DE GAMBOA") "Llevo más de media vida embarcado. Desde pesqueros en el banco canario-sahariano hasta remolcadores y ahora en buques científicos. Me gusta el Sarmiento, estoy aquí desde que empezó a navegar, en 2007". José Manuel Fernández Baz, de A Guarda, es el contramaestre del buque oceanográfico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con base en Vigo y actualmente en ruta hacia el Caribe en el marco de la expedición científica Malaspina. Mientras Baz, que coloca aparatos y cadenas en el hangar de popa junto a Antonio Moledo, marinero de Cangas de barco en barco desde su adolescencia, capitán y oficiales controlan la ruta en el puente de mando en turnos de cuatro horas y los científicos y técnicos de la Unidad de Tecnología Marina (UTM) se mueven entre la sala de transductores y el laboratorio de Química. Suena, de fondo, a modo de hilo musical, Lemon Tree de Fool´s Garden.
El Sarmiento de Gamboa se convierte en esta expedición en una especie de Gran Hermano de la Ciencia: 40 personas sin pisar tierra en tres meses y 24 horas de convivencia en alta mar. Marinería, mecánicos, acústicos, investigadores, personal del CSIC, fotógrafos y periodistas comparten camarotes, aulas de reuniones, sala de informática y maniobras en cubierta con el reto de medir y divulgar los cambios oceánicos. La marinería del barco, con décadas de experiencia en mar, es de Galicia, así como los cocineros y la mayoría de técnicos de la UTM, profesionales formados en mecánica, electrónica y acústica. Los 70,5 metros de eslora y 15,5 de manga del buque multifunción son más que suficientes para sus habitantes en esta marea. En el puente de mando, de exquisito diseño, una imagen de la Virgen del Carmen, obsequio de la Reina Doña Sofía en la botadura del Sarmiento, les promete protección.
Las probetas se codean con las redes en esta curiosa forma de navegar: millas y millas de maniobras para servir a la ciencia.
La vida a bordo empieza temprano. A las 7.30 de la mañana desayuno en el comedor. Tras una jornada de pruebas técnicas con los delicados aparatos que succionan agua del fondo y reparaciones de chapa y pintura para que el Sarmiento vista perfecto en su travesía atlántica el día transcurre, tras el bocadillo de sardinas de las 11.30 y la comida de la 13.30, en múltiples escenarios y temas de conversación. Salas con pantalla plana para ver pelis en los momentos de relax, corros para compartir vivencias entre babor y estribor o un momento de lectura en cubierta con la brisa de la costa de Marruecos, tras sufrir unas breves turbulencias a la altura del Estrecho. Las comodidades del Sarmiento permiten navegar sin prescindir de internet, de las últimas series de moda en tierra y de una gastronomía casera de lujo. "En una expedición de estas últimas tomamos muestras del fondo, en la costa de Grecia, que tenían 12.000 años de profundidad, que pronto se dice", comenta el contramaestre en la zona de Vía Húmeda, punto de encuentro para tertulias a bordo. "Y en Canadá llegaron a rodearnos 10 ballenas. Tuvimos que parar el barco", añade, mientras escucha un partido por la radio. De noche, mientras la variopinta población del Sarmiento duerme en literas, el buque avanza silencioso rumbo a las islas Canarias. No hay peligro. Calma chicha.
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