lunes, marzo 24, 2014

Tras la muerte de Adolfo Suárez

Es mi opinión, y así debe ser tomada por todo aquel que tenga el ánimo de seguir leyendo. 

Ya abro diciendo que no me voy a extender mucho; en ocasiones es mejor no ponerse a “rellenar” párrafos.

Desde ayer albergo en mi seno la extraña sensación de que se ha roto el último amarre a la cordura de nuestra sociedad y que la corriente de la deriva se hace más y más fuerte. Ha fallecido D. Adolfo Suárez, como todos lo sabéis, incluso aquellos que solo habéis tenido ayer ojos para el “Clásico”.

Con su muerte se ha desvanecido lo poco que quedaba de sensatez en un país en el que volvemos a abocarnos a la imposición de una dictadura. Quién sabe cuándo será y si la veremos nosotros o serán nuestros nietos los “agraciados” con tan épico acontecimiento. 

Todo ese panegírico de dignas palabras dirigidas a una persona digna acabará siendo tan solo un fino hilo de cristal para una sociedad cada vez más antagonista; que no piensa en el bien común por mucho que vaya por la calle con banderas comunistas - tricolores o de concepción ultracatólica.

Nos hace falta otro Suárez, pero mucho me temo que lo veremos resurgir cuando nos tiremos otros 36 años de dictadura, quien sabe si no de Izquierdas, con una República del Pueblo a lo RDA, donde el Partido sabe más de ti que tú mismo y “todo lo hace por tu bien” porque eres tonto del culo o mediosubnormal. Sería lo más lógico si seguimos haciendo oídos a esos aguerridos defensores del Proletariado que no son más que fascistas disfrazados de rojos (porque yo nunca permitiría que un/a tío/a que en su PUTA vida no ha pasado una sola necesidad, ha visto a su padre en el paro y todo el largo etcétera; se plante delante de mí con una palestina cubriendo su delicado cuello y con sus manos sin callo alguno agarrándome de los hombros y me suelte un: “hermano, yo te comprendo”). O de Derechas, que es otro tanto. ¿Acaso se aprecia históricamente diferencia alguna? Quizá tan solo en el número de muertos en las fosas comunes, aunque éste siempre acabará siendo un dato bochornoso que olvidar, una simple estadística si nos valemos de las palabras de otro defensor del Pueblo: Yósif Stalin.

No creo en la democracia española porque simplemente no puede existir en nuestro país. Los mismos ciudadanos han hecho todo lo posible para que agonice y, si rascamos la superficie de la “piel de toro”, advertiremos que no nos diferenciamos mucho de, por ejemplo, los afganos e iraquíes. La única divergencia es que a nuestro país no tuvo que venir nadie de fuera con tanques para imponérnosla; pero el error de aquellos Padres demócratas fue el de no vigilar a sus caprichosos Hijos de cerca; permitir que creyeran que lo que disfrutaban siempre había existido y que no costaba sacrificio alguno: que es un derecho sin obligación.

Unos Hijos que, en el mejor de los casos, no saben nada del Pasado más allá de lo que puedan escupir sus memorias externas, es decir, sus “Ayfons”. Unos Hijos que tan solo creen que el Estado del Bienestar es estar “chupando” de la teta de una vaca cuya leche nunca se agotará. Unos Hijos que nos llevarán a un estado policial sin importar el escudo.

Quizá el símil con los afganos e iraquíes no sea correcto, pero sí en relación con esas “democracias” del mundo islámico y similares.

D. Adolfo creía en un sueño y lo hizo realidad hasta que unos facinerosos, que no tienen otro oficio o beneficio que el de sentar las posaderas en el hemiciclo y jalear al populacho obsequiándoles banderitas azules, rojas, rosas, verdes y de toda la gama Bruguer, lo han violado reiteradamente con sus consignas que enmascaran una frase tan nacionalsocialista como la de “yo soy mejor que tú”. Me da igual si es de Izquierda, Derecha, Arriba, Centro o pa’ Dentro. Lo mismo da: esa Democracia ya no existe porque, de entre toda esa morralla politicastra, los hay más que se acuerdan de Franco cuando ya lleva él más tiempo muerto de lo que duró su dictadura: es su excusa perfecta. Todos añoran los buenos tiempos.

Ahora tan solo nos queda sentarnos a mirar cómo, a golpe de palabra y pedrada “cívica”, ese edificio de la Democracia que asombró al mundo se va desmoronando en busca de una Imposición disfrazada con los pendones que uno quiera; donde unos "vencedores" asumirán el papel de vigilante de la actividad pública y garante de los llamados Principios Fundamentales de... "Lo que sea".

Da pena y vergüenza a la vez. 

Sé que ese legado de hermanamiento y de paz que Adolfo Suárez creó se terminará difuminando hasta desaparecer de las paredes y de las mentes. Yo, en particular, espero que lo haga con lentitud.

¿Soy demasiado pesimista? 

Tan solo nos resta hoy dejar ondear la bandera a media asta sin querer saber para donde rolará el viento.

No hay comentarios: