martes, junio 12, 2018

Reseña de cómic: guardia a «Bajo el sol de medianoche»

Guión: Juan Díaz Canales
Dibujo: Rubén Pellejero
NORMA CÓMICS. 2015, Barcelona
78 páginas
ISBN: 978-84-679-2092-5
En la obra de Canales y Pellejero no se aprecia instinto, solo un miedo reverencial y absurdo hacia Hugo Pratt, sin pretender superarlo en ningún momento

Hace unos pocos años apareció la noticia que removería el mundo del cómic hasta sus sólidos cimientos: la fundación CONG SA, titular y gestora de los derechos de autor de Hugo Pratt, había dado luz verde a un proyecto singular: volver a dar vida al mítico personaje Corto Maltés, importando bien poco que su creador llevara 20 años fallecido. Tributo al genio de Rimini; ansiedad por no quedarse tan solo en las largas historias de aventuras dibujadas en las décadas de 1970 y 1980 principalmente; ¿deseos de amasar pasta fresca? Sería absurdo pretender desentrañar qué movió a las cabezas pensantes de CONG SA a realizar semejante apuesta, pero es cierto que el proyecto se presentaba con unas galas inmejorables, sobresaliendo el guionista Juan Díaz Canales (Blacksad), quien garantizaba la calidad del álbum, al menos, en apariencia, sirviéndose se los lápices de Rubén Pellejero (El silencio de Malka).

A fecha de la presente se han editado dos tomos, «Bajo el sol de medianoche» y «Equatoria», siendo que el primero es el único al que he tenido oportunidad de hincarle el diente, leyéndolo de cabo a rabo. 

La historia que se confina entre sus tapas es muy Pratt. Sigue un esquema muy estudiado, en el que no falta el guiño literario, la mención a Venecia o, incluso, el elenco típico de aventureros, déspotas, patriotas, soldados de fortuna, cobardes, espías… y un Corto Maltés tan bocazas como de costumbre. Sabor a mar y a Muerte. El carrusel Prattiano al completo y sin excepción, con un inicio prometedor, con Corto pretendiendo hacer un último favor a su amigo Jack London, en las tierras del Gran Norte. Ese comienzo habría entusiasmado a Pratt y entusiasma a cualquier aficionado a sus novelas gráficas, pero…

En fin, el carrusel está ahí, pero todo él posee una pátina de tan desdeñosa artificialidad que echa para atrás. Ni el guión ni el dibujo van a engañar a nadie, más que nada porque es un absurdo homenaje-plagio. El dibujante pretende alcanzar la simpleza del trazo final de Pratt, viejo y más ocioso que de costumbre, con unas viñetas que son un vergel de recursos bastos. Cualquiera que haya leído las aventuras del Maltés a cargo de Pratt notará ahora un sabor agrio, el que se degusta cuando alguien quiere resucitar a un autor muerto sin aportar nada nuevo o propio. El guionista no tanto, pero el dibujante se ha dejado esposar por una ingenua querencia u homenaje de líneas ortodoxas.

Por su parte, el trabajo de Canales no es que sea de suspenso, pero tampoco de sobresaliente. Dejémoslo en un punto medio. Lo más negativo es que permite que las páginas tomen tal velocidad que causa sensación de vértigo, sin dar tiempo a muchos personajes de adquirir cierta “madurez” para el peso que se les atribuye en la trama. Para más inri, el guionista se lo pasa en grande echando mano de la cornucopia personal de chistes ingeniosos que traslada a las bocas de los personajes, pero poco más; incluso algunos resultan ser demasiado estúpidos. Además, sus bocadillos apenas dan lugar para más de una frase, algo que no se corresponde con el espíritu Prattiano que se pretende honrar, seguir o plagiar,

Pero de lo que realmente adolece el cómic es de la forma de trabajar de sus creadores. Desconozco el programa que adoptaron, pero no parece que hicieran propia la forma de trabajar de Pratt: dibujar primero y, luego, escribir los diálogos. Pratt se dejaba guiar por su instinto, haciendo fluir la historia; que sus personajes hablasen solos. Y en la obra de Canales y Pellejero no se aprecia instinto salvo un miedo reverencial y absurdo hacia el italiano, sin pretender superarlo. Si Pratt se mantuviera con vida, no le importaría en absoluto que unas manos más jóvenes siguieran inmortalizando las historias del personaje que le permitió alcanzar fama mundial, pero, quizá, no de esta manera (algo que los de CONG SA no han sabido ver).

Supongo que el proyecto seguirá avanzando; la publicación del segundo álbum debe ser prueba de ello, además de las reediciones de este «Bajo el sol de medianoche». Y yo leeré todo lo que pueda, pero estos nuevos trabajos no sustituirán a ninguno de esos viejos cómics dibujados hace tantos y tantos años...

Una última cosa. Animo a los involucrados en este renacimiento a que sitúen a Corto Maltés en otra etapa que no sea siempre la de 1914-1918, pues ya va siendo poco verosímil la capacidad del personaje de moverse por tantos y tan distantes puntos del planeta en tan corto periodo de tiempo.

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