martes, julio 24, 2018

Guardia de cómic: reseña a «War fix. Adicto a la guerra» de Axe y Olexa

David Axe (guionista)
Steven Olexa (dibujante)
Editorial GLENAT. Barcelona
Septiembre de 2008
88 páginas
ISBN: 978-84-8357-681-6
«War fix» posee un guión falto de carne, pero muy bien llevado a las viñetas por parte del, entonces, novato Steve Olexa, con un estilo cercado al manga, con escasez de viñetas por página, con mucha fuerza visual gracias al blanco y negro y a una lectura cuasicinematográfica

Esta autobiografía de un periodista anodino que toma la decisión de abandonar su cómodo puesto en el periódico local y convertirse en reportero de guerra me ha traído el recuerdo de que yo mismo me plantaba, en 1991, delante el televisor, a contemplar la extraña danza internacional del conflicto en Kuwait. Sentado en mi silla, me quedaba boquiabierto, como hechizado por esas imágenes de cohetes cayendo aquí y allá en mitad de una noche transfigurada por el velo verdoso de los sistemas de visión nocturna, de tanques retorcidos por el fuego, de ruinas que medraban en el horizonte. La guerra en directo.

Me atraía a la par que me causaba pavor. Me excitaba de algún modo y los hombres y mujeres reporteros, que se realizaban sus crónicas in situ, se manifestaban en el televisor como despreocupados semidioses ante la cámara, delante de un público occidental febril por saber cuanto sucediera. Entonces, se quería saber.

Axe tomó la firme decisión, doce años después de la Primera guerra del Golfo, de cumplir un sueño o una pesadilla. Puso su mundo patas arriba, sobre todo a lo respectivo a su relación sentimental con su novia. Nadie entendía la necesidad de Axe de “estar allí”, en el Irak posterior a la caída de Saddam Hussein; seguramente él tampoco, pero se gastó hasta el último céntimo en prendas de protección, equipo de fotografía y un billete de ida hasta Bagdad. Y a través de su guión, Axe nos permite exponernos en convoyes atacados por insurgentes, desde la Zona Verdad a la base Anaconda, saltando de hito en hito por medio de los personajes que va conociendo, desde mercenarios nepalíes a otros reporteros adictos a la guerra, pasando por comandos de las fuerzas especiales o camioneros que hacen la ruta más peligrosa del mundo.

Ésta no es la primera obra en cómic sobre periodistas y la guerra. Pocos títulos pueden llegar a la altura de «El fotógrafo», de Guibert, pero todos ellos conforman en una bibliografía de escasa envergadura productiva, aún cuando el oficio y el conflicto humano son indisolubles desde los tiempos de Ernie Pyle. Todos quieren contar la guerra, los estragos del jinete del Apocalipsis que hace que la vida sea más intensa cuando mayor sea el peligro. Y Axe termina escribiendo un guión con sus propias experiencias, plagado de silencios y breves momentos de constricción personal, pero sin abandonarse en detalles; virtud o defecto de la obra, pues todos los cómics de reporteros siempre parecen guardarse los “secretitos” de la logia periodística internacional. Es un guión falto de carne, pero que está muy bien llevado a las viñetas por parte del, entonces, novato Steve Olexa, con un estilo cercado al manga, con escasez de viñetas por página, dotado de mucha fuerza visual gracias al blanco y negro y a una lectura cuasicinematográfica (aunque, en ciertos momentos, las cartelas y globos no parecen estar en un orden o ubicación correctos, impidiendo una coherente sucesión de pensamientos, obligando al lector a echar marcha atrás hasta dar con la forma acertada de unir los diferentes puntos).

Ciertamente, Axe, como guionista, podría haber hecho mucho más, pero eso sería acabar escribiendo un manual de reportero que podría interesar a alguien como yo, pero que quitaría peso a los propios pensamientos y tribulaciones de un adicto a la guerra con carné de periodista.

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