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miércoles, noviembre 24, 2021

Ficha de fauna: la tortuga laúd (Dermochelys coriácea)

  







Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Reptilia
Orden: Testudines
Familia: Dermochelyidae
Género: Dermochelys
Especie: D. coriacea (Vandelli, 1761)


Este tipo de tortuga, la más grande presente en nuestros mares a fecha de hoy, es común de ver en nuestras costas, aunque sus aletas remueven las aguas de todos los océanos de la Tierra (entre los 71º N y los 47º S), de ahí la gran cantidad de nombres propios con los que se la ha bautizado.

Su característica principal es la ya mencionada: es la tortuga marina más grande de entre las especies que cohabitan el planeta, llegando hasta los 3 metros de longitud y pasando de sobra la media tonelada de peso en individuos adultos (el récord lo posee un macho de 916 kgs.), pero cuenta, además, con particularidades propias e individuales, como es una tasa metabólica aproximadamente tres veces mayor en comparación con un reptil de sus dimensiones, lo que le permite alcanzar una temperatura de 18ºC. Su capa aislante y su capacidad de autorregulación térmica la convierte en la tortuga más resistente al frío, alcanzando profundidades de hasta mil metros. 

Su caparazón sigue la línea de un laúd, de ahí su nombre, formado por placas osteodérmicas unidas a una matriz, todo ello cubierto por tejido dérmico grueso. Su color es oscuro, acentuándose en las crías, aunque cuajadas por un montón de motitas blancas.

A pesar de su tamaño en general, la cabeza es pequeña con respecto a su cuerpo. Igualmente su mandíbula es muy débil, aunque su afilada boca invita a no acercar la mano por si las moscas, a lo que hay que sumar una dentadura que sería la envidia de más de un tiburón.

La madurez sexual la alcanza entre los 8-15 años, siendo que las hembras ponen de 80 a 90 huevos con un periodo de incubación de 50 a 78 días. Cada tortuga realiza entre 5 y 7 nidadas por temporada, en estación húmeda y cálida.

miércoles, enero 27, 2021

Ficha de fauna: el pez remo gigante (Regalecus glesne)

 






Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Actinopterygii
Orden: Lampriformes
Familia: Regalecidae
Género: Regalecus
Especie: R. glesne (Ascanius, 1772)


Llamado vulgarmente como el rey de los arenques, el pez remo gigante es un animal que se lo puede encontrar en todos los mares, a excepción de las regiones polares.

Se ha llegado a registrar ejemplares de hasta 17 metros y 272 kilogramos, aunque lo más común es que ronden los 3 metros de largo. Su forma es de cinta, con una aleta dorsal en toda su longitud; cuenta con más de cuatrocientos radios de aletas y su distribución general recuerda a un remo, de ahí su nombre.

Su mandíbula tiene la forma protrusible propia de los lampriformes, por la que deja pasar el kril, los crustáceos, peces y calamares de reducidas dimensiones.

El desove de las hembras data entre los meses de julio y diciembre, flotando los huevos cerca de la superficie, lo cual supone un gran peligro para ellos. Una vez adultos, se cree que son animales solitarios.

Otro aspecto curioso de este pez, que suele ser presa de los cachalotes, es que nada principalmente en vertical.

Debido a que es un animal de las grandes profundidades (habita a 900 metros), poco se sabe en realidad acerca de él.

En términos antropológicos, el pez remo gigante debe haber dado pie a las leyendas de enormes serpientes marinas que tanto ilustraron los viejos portulanos, inmortalizando las historias de tantos y tantos marinos que aseguraban habérselas visto ante semejantes bestias. Pero también, en el Pacífico (y, en concreto, en Japón), encontrarse con un pez remo es señal de mal augurio, ya que su avistamiento parece preceder a los terremotos y tsunamis, lo cual se puede entender como que los animales presienten el desastre próximo; estos animales, al ser abisales, no abandonan su medio sin causa de fuerza mayor que lo justifique. 

miércoles, septiembre 13, 2017

Ficha de fauna: el celacanto


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Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Sarcopterygii
Subclase: Coelacanthimorpha
Orden: Coelacanthiformes





Charles Berlitz (1914-2003) fue un erudito de los fenómenos paranormales, civilizaciones perdidas y ufología, cuando no estaba más ocupado en la lingüística (hablando 30 idiomas), que pasó del estrellato a ser vilipendiado, pues, por lo que parece, se le colaba conscientemente más de una y de dos barbaridades en sus escritos.

El único libro que leí firmado por este extraordinario personaje es «El triángulo del dragón», otra zona geográfica terrestre en la que se suceden desapariciones y avistamientos al igual que en las Bermudas. Fue entre sus líneas, hablando de seres antediluvianos que podrían aún estar habitando nuestro planeta, ocultos en las grandes masas oceánicas, cuando leí acerca del celacanto, un verdadero fósil viviente (uno más entre otros que se fueron descubriendo en el s. XX y también en el entrado ya XXI); un ser cuyos últimos registros están en canteras que datan del Cretácico (allá, hace 60 millones de años).

El celacanto era un animal conocido por los nativos, pero no valorado debido a su sabor, por lo que se solía devolver al mar y de ahí el desconocimiento acerca de su existencia para los naturalistas.

La historia del celacanto o de su descubrimiento como ser vivito y coleante tiene elementos de novela o, al menos, para un relato breve, pues encontramos la pasión por la Naturaleza, la Evolución y el descubrimiento. Para ello debemos trasladarnos a la ciudad de East London (Sudáfrica), durante la mañana del 22 de Diciembre de 1938; Caminando por uno de los muelles, quien sabe si por perder el tiempo de forma inocente, se encontraba Marjorie Courtenay-Latimer, funcionaria del museo local, contemplando las tareas de descarga de los barcos pesqueros, cuando un extraño espécimen de color oscuro y 1,50 m. de largo y unos 60 kgs. de peso le robó la mirada. No es que pensara cocinar y presentar a la mesa del 25 semejante bestia, sino que quería investigarlo.

Ya en dependencias del museo con su nuevo amigo, Marjorie se devanó los sesos tratando de dar qué clase de pez era aquel entre los miles y miles de los catalogados en las enciclopedias, pero su particular anatomía la tenía perdida, tanto es así que comenzó a estar ante una criatura del todo desconocida. Por ello, se puso en contacto con un colega ictiólogo, James Leonard Brierley Smith, profesor de la universidad de Rhodes en Grahamstown (también, Sudáfrica), remitiéndole un breve informe con un dibujo.

Smith abrió con interés la carta de Marjorie y entornó la mirada ante el boceto que ésta le remitía. El trazo no es que fuera excelente, pero había en él una serie de particularidades sobre las que no cabía justificar con un error por parte Marjorie o por su escasa buena mano. Era a todas luces un celacanto, pero ese animal llevaba millones de años extinto; es más, era un eslabón entre los animales acuáticos y los primeros que pisaron la superficie seca del planeta, buena prueba de ello son cuatro de sus aletas, con una estructura más de patas.

Smith pronto se contagió del entusiasmo de Marjorie, pero para cuando pudo presentarse en las dependencias del museo el espécimen se había arruinado y desechado. Durante los siguientes catorce años, Marjorie y Smith llevaron a cabo la búsqueda de otro celacanto vivo y no fosilizado, hasta que fueron capaces de capturar en la isla de Anjouan, en las Comores. Dicho espécimen fue el que bautizó la especie de estos animales procedentes de los abismos temporales de la tierra con el nombre de Latimeria Chalumnae (por Marjorie Latimer y el río Chalumna)

Sus patas o aletas lobuladas (con músculo y hueso), que lo colocan en un estado intermedio entre los peces y los anfibios, con las que “corre” más que nada, es una de las principales características de esta criatura más propia de los fondos abisales, reportándose su presencia a 7.000 metros de profundidad, pero también posee rasgos interesantes como animal prehistórico, además de sus gruesas escamas: la articulación intercraneal que le permite devorar para presas de gran tamaño o un órgano electrosensor en el morro.

Suele medir dos metros de longitud y alcanzar un peso de 90 kgs., con una esperanza de vida de alrededor los 60 años. Un big fish en toda regla.

miércoles, abril 26, 2017

Ficha de fauna: Frailecillo del Atlántico






Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Aves
Orden: Charadriiformes
Familia: Alcidae
Género: Fratercula



En esta ficha de fauna vamos a prestar nuestra atención al frailecillo del Atlántico (Fratercula arctica), harto conocido entre los de su tipo y el único que habita en las aguas del océano Atlántico.

Esta simpática avecilla comparte muchas de las características propias de las especies aladas de las regiones polares, respecto a colores de plumaje y capacidad natatoria en un desarrollo adactativo-evolutivo extraordinario. Lo que destaca a primera vista del frailecillo es su colorido pico durante la época de apareamiento, que recuerda mucho a aves propias del Trópico por sus tonos anaranjados, azulados y amarillos, pero en cuyo interior se encuentra una lengua bien rasposa que le permite capturar y mantener prisioneros a más de diez pececillos de cada zambullida.

Como muchas aves de estos inhóspitos lugares, el frailecillo es otro de tantos que solo vuelven a tierra tan solo para reproducirse. En vuelo puede generar una velocidad de 88 km./h., es extremadamente rápido, siendo que su musculatura alar (y su diseño) le permite bucear con un control envidiable hasta los treinta metros de profundidad, sirviéndose de sus patas como timones. Es capaz de mantenerse en inmersión y sin tomar aire durante los 30 segundos, estando a la altura de los pingüinos (aunque no es la única similitud que guardan con los “estirados del frac”).

La cría es anual, poniendo bajo tierra un huevo por pareja que es incubado durante 40-42 días. Una vez que eclosiona, el polluelo superará un duro trance en la colonia hasta que, a las 7-8 semanas, ya se ve lo suficientemente fuerte como para echar a volar. Una cría tarda tres años en ser sexualmente madura, momento en el que volverá a la colonia para continuar con el ciclo reproductivo.

Aparte de este tipo de frailecillo del Atlántico, existen las siguientes especies y subespecies:

Especies
  • Frailecillo cornudo
  • Frailecillo Copetudo
  • Auklet Rinoceronte
Subespecies:

  • Fratercula arctica arctica
  • Fratercula arctica grabae
  • Fratercula arctica naumanni

miércoles, marzo 15, 2017

Ficha de fauna: tiburón zorro


Tiburón pelágico (Alopias Pelagicus)


Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Chondrichthyes
Orden: Lamniformes
Familia: Alopiidae
Género: Alopias

En mi afán de profundizar en estas fichas de fauna, hacía tiempo que tenía en mente tratar el amplio mundo de los tiburones, unos seres prehistóricos, auténticos fósiles vivientes, cuyas mandíbulas han provocado más de una pesadilla y de una mancha en los pantalones gracias al amigo Spielberg; además de ganarse una mala fama bastante infundada.

Por cuestiones de mera curiosidad, hoy trato al conocido como tiburón zorro.

El tiburón zorro, independientemente de su especie (común, pelágico y de ojos grandes), parece tener muchas partes de su cuerpo, que puede llegar a pesar 500 kilos, bastante desproporcionadas: está provisto de dos globos oculares de un tamaño tal que le permite la visión a grandes profundidades, además de anchas aletas pectorales y una exagerada aleta caudal (en contraste con su diminuta boca).

Su hábitat natural es el mar abierto en aquellas zonas cálidas del planeta, donde puede hacer uso de su especial fisonomía para desplazarse a gran velocidad por los abismos (pudiendo descender hasta los 550 m. de profundidad), aunque se suelen encontrar ejemplares jóvenes en los arrecifes de coral cercanos a la costa, enclaves adecuados para la caza, siempre surtidos de presas.

Su forma de alimentarse en muy interesante, pues se sirve de la aleta caudal, con la que guía a las asustadas presas, las agrupa y golpea, aturdiéndolas. Su boca es pequeña, provista de diminutos pero fuertes dientes con forma de gancho, por la que trasiegan peces, octópodos, crustáceos y aves marinas que nadan tan tranquilas por la superficie.

Su reproducción no es menos fascinante. La hembra está provista de dos úteros donde se desarrollan los hijos en sacos individuales, siendo lo más común que dé a luz dos pequeños tiburones (aunque ha llegado a verse parir cuatro ejemplares). Ponen varios huevos, pero siendo las crías oofagas, la más grande y desarrollada, cuando termina de alimentarse de la yema, se dedica a devorar a sus desprevenidos y débiles hermanos dentro del útero.


miércoles, febrero 22, 2017

Ficha de fauna: piquero patiazul




Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Aves
Orden: Suliformes
Familia: Sulidae
Género: Sula


Su nombre científico engaña a los frikis más sesudos, pudiendo hacerles creer que es un personaje bastante humilde y oscuro de la saga de La Guerra de las Galaxias, pero el Sula Nebouxii*, más conocido en la Tierra por piquero patiazul o alcatraz de patas azules, aunque ave voladora, prefiere desentenderse de asuntos del frío espacio exterior, como es de recibo.

El piquero patiazul fue una de las especies que más intrigó a Charles Darwin durante la expedición que le permitiría reunir datos suficientes como para elaborar su famosa y polémica, aún hoy día después de ser probada sobradamente, Teoría de la Evolución natural. Destaca, sobre cualquier otra cosa, por el pigmento tan llamativo de sus patas, probablemente imposible de encontrar en otra ave y cuya función parece estar destinaba al ceremonial de cortejo de los machos, quienes realizan una curiosa danza alrededor de las hembras de su elección. El brillo del color decrece con la edad, por lo que los piqueros más “casaderos” son los jóvenes, a quienes ven las hembras como más fértiles y fuertes para la familia a crear. Una decoloración de las, según estudios científicos realizados sobre estas aves, puede ser un síntoma externo de falta de salud y calidad genética en el macho.

Comentar, antes de seguir, que el color de las patas se debe a su dieta, que suelen ser sardinas. Dicho alimento contiene un alto índice de carotenoides** que es asimilado por el animal y que le pigmenta las extremidades.

La incubación se prolonga durante 44 días en un nido en el que lo más común es que haya solo un huevo, aunque se hayan comprobado casos extraños en los que se contabilizaron hasta tres unidades. El que haya más de un huevo es un problema, pues la eclosión transcurre a lo largo de varios días de diferencia y el hermano mayor ataca al menor, en un caso de cainismo muy común en la Naturaleza y entre las aves; siendo que la madre no pondrá impedimento alguno a esta brutal selección y supervivencia del más fuerte de sus hijos.

Un piquero es de color blanco con las  puntas de las alas de negro. Sus ojos son amarillos y el pico es de un color apagado con ciertos brillos azulados.

Su altura ronda los 90 cm. y su envergadura se extiende hasta los 160 cm. Aún así, son de relativo pequeño peso (1,5 kg.), siendo la hembra más grande.

Las fosas nasales y la cola están diseñadas para el buceo tras entrar en el agua en un vuelo en  picado.

Su hábitat se sitúa en zonas tropicales y subtropicales del Pacífico oriental, es decir, entre la costa de California y el Perú, así como en las islas encantadas, las Galápagos, lugar en el que se data la existencia de unas 20.000 parejas.

Se reporta la existencia de dos subespecies reconocidas:

Sula nebouxii nebouxii (Milne-Edwards, 1882)
Sula nebouxii excisa (Todd, 1948)

miércoles, enero 25, 2017

Ficha de fauna: pez ballesta


Pez ballesta titán


Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Actinopterygii
Orden: Tetraodontiformes
Familia: Balistidae
Género: Rhinecanthus

Con sus cuarenta especies catalogadas, el pez ballesta o pejepuerco es un habitante del mar bastante conocido. Cada especie comparte unas características físicas comunes, pero discrepan en cuanto a su colorido: es un pez ovalado de prominente cabeza y labios carnosos que esconden unos dientes que recuerdan demasiado a los humanos y de los que se sirve para picar en rocas y coral devorando pequeñas algas; aún así, no le hace ascos a crustáceos, mariscos y peces, siendo los erizos y cangrejos una delicia para su paladar. Su voracidad también es su perdición a manos de pescadores deportivos.

Mientras se alimentan, los peces ballesta no son. lo que se dice ser, muy decorosos y en su ansia pierden mucha carne de sus presas, que van a parar a otros pececillos que, si bien no son parásitos, no se despegan de ellos.

Se encuentran principalmente en zonas tropicales. Sin embargo, hay una especie propia de nuestras aguas peninsulares, que se puede encontrar tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico.

A simple vista, por su colorido y movimientos lánguidos (por lo que son muy cotizados en los acuarios), pueden ser confundidos por unos peces tranquilos, de los que pasan de todo. Sin embargo, son tremendamente territoriales y hostiles a cualquier invasión, por pacífica que ésta sea. Se llevan la palma las hembras, que se enfrentan a otros peces, sea cual sea su tamaño, e, incluso, a los buzos que se topen con ellas.

Además de la territorialidad, el ballesta macho es un pez polígamo y mantiene relaciones a la vez con hasta diez hembras, que desovan en la parcela de su ardiente amante, en un nido, compartiendo, tanto padre como madre, las labores de cuidado de la guardería, aunque las futuras mamás son las más enconadas en tal cometido, que tan solo dura 2-3 días. Se ha llegado a reportar la existencia de parcelas propias de hembras en el territorio del macho.


miércoles, diciembre 14, 2016

Ficha de fauna: Cormorán grande




Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Aves
Orden: Suliformes
Familia: Phalacrocoracidae
Género: Phalacrocorax
Especie: P. carbo



Su presencia es obligada en puertos y rías. Su estilizado y alargado cuerpo desaparece aquí y aparece acullá, tras sondear por debajo de la superficie en busca de su alimento favorito: peces y crustáceos; o bien sobre una roca, terminada la faena de llenarse el buche, con las alas extendidas, como un orante al Sol, esperando que los cálidos rayos sequen su plutónico plumaje.

El cormorán es una de mis aves marinas favoritas y me pareció la indicada para ser la primera en ser reseñada en estas Fichas de fauna.

Conocido en algunos lugares como cuervo marino moñudo, el cormorán es un ave común en Europa, Asia y América del Norte, que gusta de las costas, pero también de las orillas de ríos y de las zonas pantanosas.

El cambio climático está permitiendo que muchas especies migratorias adopten el sedentarismo, siendo que el cormorán es uno de tantos animales en idéntica situación en muchas regiones del mundo, importándoles poco el mercurio.

Al observarles en determinados lugares, podemos caer en el error de creer que son individuos solitarios, mas son gregarios y se agrupan en bandadas y, en las zonas de interior, sus colonias suelen instalarse junto a las de las garzas reales (Ardea cinerea L.).

No hay marca exterior visible que nos permita distinguir entre machos y hembras. El plumaje es el mismo, al igual que su complexión y dimensiones. Ni siquiera su voz («cra, cra-a») nos facilita la tarea de identificación.

El nido lo prefieren construir en los árboles pues suponen una protección extra en comparación a las rocas. Se instala sobre los “cimientos” del antiguo y ambos miembros de la pareja trabajan recogiendo y arrancando ramitas; igualmente se alternan en la incubación de los huevos (unos cinco) que tardan entre 23 y 29 días en eclosionar. Los polluelos permanecen en el nido entre 35 y 56 días, periodo tras el cual se agrupan en bandadas y se unen a los adultos.

El cormorán grande forma parte del orden de los Suliformes, como una de las cuatro familias que lo componen: Sulidae (alcatraces y piqueros), Fregatiae (fragatas), y Anhingidae (añingas) y se reconocen hasta cinco subespecies de cormorán grande, a saber:

Phalacrocorax carbo carbo
Phalacrocorax carbo novaehollandiae
Phalacrocorax carbo sinensis
Phalacrocorax carbo maroccanus
Phalacrocorax carbo hannedae

A semejanza que con otros animales, como por ejemplo las lampreas, en ciertos puntos del planeta los cormoranes son capturados por los humanos y se emplean como arte de pesca. Consideramos interesante transcribir el relato de un tal monsieur Ballande, viajero europeo por los ríos de China, y que es recogido por un redactor de El Imparcial, allá por 1907, para ilustrar una columna de opinión y escarnio que en nada tiene que ver con los estudios de la fauna sino con los catalanistas, que ya andaban jodiendo la badana por entonces: «[…] Los cormoranes dormitan en la proa del sampán y nuestro intérprete nos hace observar que todos ellos llevan, en la parte inferior del cuello, un anillo de cobre, el cual les permite tragar pececillos u objetos de muy reducido volumen, sin dejarles pasar los de mayor tamaño.

»Con unos cuantos varazos, despierta el patrón del barco a los dormilones y enseguida todos se arrojan por las bordas y se zambullen en el agua. Momentos después, uno de ellos aparece en la superficie, trayendo atravesado en el pico un magnífico pez. Para tragárselo, lo echa por el aire y, con sorprendente habilidad, lo atrapa por la cabeza. En la imposibilidad de zamparse su presa, a pesar de los esfuerzos que hace, el malaventurado volátil empieza a revolotear alrededor de la embarcación. El patrón, entonces, le alarga un bambú, sobre el cual se posa el cormorán y regresa a bordo. No queda ya sino apretarle el cuello para que entregue el pescado y lanzarle otra vez al agua».

Se completa la crónica de la siguiente guisa: tras la falsa pesca, se sube a los cormoranes abordo y se les retira la anilla del cuello, lanzándoles un poco de pescado a modo de recompensa.

miércoles, noviembre 23, 2016

Ficha de fauna marina: Nautilo



Nautilus pompilius


Reino: Animalia
Filo: Mollusca
Clase: Cephalopoda
Subclase: Nautiloidea
Orden: Nautilida
Familia: Nautilidae
Género: Nautilus

El término griego nautilus (marinero) se ha incorporado a nuestro acervo popular gracias a Julio Verne y al aparato que concibió para que fuera capitaneado por uno de sus antihéroes por excelencia: el capitán Nemo. Todos, al escuchar dicha palabra, giramos el cuello de nuestros pensamientos hacia ese submarino, más si cabe gracias a la versión de Disney de los años 1950.

El nautilo, como animal cefalópodo y fósil viviente, cuya existencia ya se registraba y analizaba en el s. XVIII (descubierto por el sueco Carl Nilsson Linnaeus en 1758), inspiró a grandes mentes de la Ilustración científica, llegando una publicación como el Diario de Madrid a afirmar que este molusco guiaba, por su forma, no solo los avances en la navegación aerostática, sino que hasta en la de la vela. Quizá los editores de este Diario científico de la capital se pasaron unos pueblos, pero ahí quedó su reseña en 1793.

Se considera que Verne bautizó a la terrible y enigmática máquina de guerra de Nemo inspirándose en el animal al que vamos a dedicar este artículo; y para nada (o quizá sí) en homenaje al navío sumergible de nombre Nautilus diseñado por el norteamericano Robert Fulton quien, además de desarrollar la navegación a vapor, hizo otro tanto con la submarina en 1800, sufriendo el rechazo institucional como otros tantos pioneros llevados por el sueño de conquistar los abismos insondables del mar. O , ¿fue en honor al submarino Nautile, de los hermanos Coussin?

Bien parece que el nautilo contaba en su interior con el secreto que hoy día permite a los submarinos ser operativos y resulta curioso que, contando con auténticos ases técnicos de estos buques, como fueron Isaac Peral o Narciso Monturiol, ningún submarino de la Armada española recibiera tal denominación, salvo una corbeta escuela en el s. XIX y una corbeta de escolta ya en el XX. Mas éste no es el tema de esta disertación.

Verne describe a su Nautilus, por boca de los aterrados testigos, como un monstruo inimaginable que surgía de las profundidades con una sed de sangre humana insaciable. Una bestia escapada de entre las páginas de los Bestiarios de siglos anteriores, que emerge a la superficie en una época de avance sin parangón de las Ciencias, incluidas las naturales. Pero no estamos ante un “bicho” tan terrible.

Aunque parezca raro de creer, el nautilo es un molusco de la misma clase que el pulpo. Quizá lo más llamativo a este aspecto sea su concha en espiral (de entre 25 y 30 cms.), que le sirve de habitáculo, pero también —gracias a su forma interna, dividida en distintas cámaras mediante tabiques (septa), le permite llenar de lastre (agua) o de nitrógeno—, para descender o ascender, siendo un animal que controla a la perfección su flotabilidad, dirigiéndose a voluntad mediante un sistema de chorro de agua. Dichas cámaras se comunican con un tubo o sifón membranoso revestido de una capa muy delgada de nácar, llamado sifúnculo, siendo que la última de las mismas es la que ocupa el propio animal.

Su concha es ligera y amplia, simétrica y de color crema con bandas rojizas. Su interior es de nácar.

El hábitat que le es propicio se encuentra en aguas tropicales, a cierta profundidad (entre 300 y 400 metros), entre acantilados de corales, pues gusta de zonas con temperaturas bajas (unos 7ºC), abandonando dicha zona de confort por las noches para dedicarse activamente a alimentarse de moluscos y peces ya muertos. Se sirve de sus múltiples tentáculos sin ventosas (entre 60 y 90, si es macho o hembra) para agarrar sus presas inanimadas y de su pico de loro para triturarlas, pero es incapaz de defenderse como otros cefalópodos, pues carece de bolsa de tinta.

La cópula se realiza a través de un tentáculo del macho, fertilizando las huevas de la hembra, que eclosionan a los 9 meses.

Cuando la vida de un nautilo llega a su fin, el cuerpo se desprende de la concha y queda flotando, a merced de los carroñeros.

Se han descubierto y catalogado varias especies de nautilo, como son las siguientes:

Nautilus belauensis
Nautilus clarkanus (extinto)
Nautilus cookanum (extinto)
Nautilus macromphalus
Nautilus pompilius
Nautilus praepompilus (extinto)
Nautilus stenomphalus

martes, noviembre 29, 2011

Hoplostethus atlanticus

Reino: Animalia
Filo: Chordata

Clase: Actinopterygii

Superorden: Acanthopterygii

Orden: Beryciformes

Familia: Trachichthyidae

Género: Hoplostethus

Especie: H. atlanticus


Más conocido como pez Reloj anaranjado.

No es mi tipo de pez favorito, es más, hace nada que he sabido de él y puedo asegurar, a pesar de estar en claro peligro de extinción por las salvajes correrías de los arrastreros en zonas de profundidad del Atlántico Norte (también en nuestras costas), que no lo he probado en mi vida.

Sus dimensiones normales son de 40 cm. y posee entre 4 y 6 espinas en su aleta doral y 3 en la anal. Su color es de rojo ladrillo brillante, aunque las cavidades bucales y agallas son azules.

Es una especie de aguas profundas que habitan el talud de la plataforma continental, desde los 200 hasta 1700 m., distribuidos ampliamente a lo largo del Atlántico este. El perfil de su cuerpo es más o menos oblongo y comprimido, con una cabeza grande, provista con numerosas protuberancias, placas óseas y cavidades bien aparentes. En la región ventral, destaca una quilla formada por un número de escudetes óseos variable según la especie.

Sus “hermanos” son el Reloj mediterráneo (H. mediterraneus) y el Reloj negro (H. cadenati) y ambos comparten un gusto por el sedentarismo.

Pero estas no son las razones específicas por las que este animal inicia esta etiqueta de “fauna marina.” Solo quiero deciros que si os encontráis en el mercado de abastos con una pescadería que los ofrezca para que los comáis fritos o al horno, tenéis que tener en cuenta que este tipo de pez tarda 30 años en alcanzar la edad adulta para procrear, siendo este curioso dato una de las razones de su peligro de desaparición al derivarse al consumo especimenes que no son adultos o demasiado jóvenes.

Se piensa que pueden llegar a vivir entre 120-150 años, por lo que es posible que los especimenes adultos, que hayan procreado y que caen en las redes, puedan haber nacido antes o durante la II Guerra mundial.