miércoles, noviembre 14, 2007

Doblando el Cabo de Hornos

(NAUTICA / EL MUNDO Núm. 28/ Sábado 23 de Diciembre de 2006)

Por Alberto Rojas

El Everest de los océanos, la quimera del buen marino, el último acantilado de América se alza en el horizonte como un espolón afilado y peligroso. ¿El lugar? 55º56’ Sur, 67º19’ SO. Se trata de una pesadilla y un sueño al mismo tiempo, un aro en la oreja para quién lo supere, los galones invisibles para la chaqueta de Corto Maltés que todos llevamos en la imaginación.

Muchos presumen de haber sobrevivido a temporales imposibles, con olas como muros de hormigón y vientos de diluvio universal, pero ningún lobo de mar de Ushuaia, la ciudad mas meridional del planeta, esos que ven pasar la vida en la taberna del puerto, lo considerará un verdadero navegante si no ha sorteado esta rotonda marina, si no ha doblado el Cabo con mayúsculas. “¿No conoce el Cabo de Hornos? ¿Y Vd. se considera un marino experimentado?”. Sí, eso es lo que le dirían. Seguro.

Su leyenda destructora se basa en los números: 800 barcos hundidos en sus dominios, 160 kilómetros por hora en un día despejado, olas de siente metros y un servicio de partes meteorológicos que sólo sirve para darse cuenta de que no sirve de nada consultarlo. Llevan razón los pocos que lo frecuentan: las cuatro estaciones del año pasan ante nuestros ojos en cinco minutos. Solo con rayos dorados de primavera, calor abrasador de verano, aguacero de otoño y terrorífico chaparrón de granizo con trozos de hielo como pelos de golf. Y vuelta al sol. El capitán se encoge de hombros. “Así es el Cabo. Impredecible”.

La Patagonia, en cuyo extremo se encuentra esta guadaña rocosa y hostil, siempre ha evocado lejanía, confín del mundo. Y nada más lejos que el Cabo para evocar la frontera última. Muchos viajeros se toman una pastilla contra el mareo para atenuar los humores de un mar cabreado. Mal hecho. “Las pastillas te adormilan. Para vivir el paso del Cabo en su plenitud, para saborear su leyenda, hay que asumir todos los riesgos”, dice un marino que lo ha superado en más de 30 ocasiones para acercar a los turistas.

En la travesía, lso viajeros que se atreven con sus olas y sus vientos tienen la posibilidad de desembarcar en ILSA Hornos, un peñasco aparentemente sin mayor historia, que esconde algunas curiosidades. Por ejemplo, sus dos únicos habitantes, el farero y su esposa. Comparado con ellos, Napoleón vivió un retiro de lujo en Elba y Santa Elena. Porque el islote es una auténtica prisión en la que se hace difícil caminar sobre la tundra. Además, la mayor parte está minada desde el conflicto de Chile con Argentina en los años 80. Tan sólo los albatros y los elefantes marinos deshacen compañía. Por eso cuando arriban los turistas, ella, coqueta, sale de la pequeña casa de madera en la que viven y se pinta los labios para recibir a los viajeros. Su marido, el alcalde de mar, estampa en los pasaportes de los recién llegados un sello que dice: “Cabo de Hornos, Umbral chileno hacia el Territorio antártico”.

¿Y más allá? Otros viajeros se abonan a la aventura completa: pagan una “pasta”, subirse a un rompehielos, doblar el Cabo y encaminarse hacia el sur a través del tenebroso mar de Drake. Ocho días de “bacheada” navegación para los amantes del riesgo y la Naturaleza salvaje: el mundo helado de la Antártica.

El mito del Cabo está destilado en un monumento que se alza en un promontorio de la isla Hornos, donde un gran albatros metálico representa a los lobos de mar que perdieron la vida más allá del acantilado de 200 metros que lo separa de las aguas donde, dicen los viejos del lugar, se esconde la sepultura del diablo. Unos versos de la poeta chilena Sara Vial acompañan al pájaro: “Soy el albatros que te espera en el final del mundo. Soy el alma olvidada de los marinos muertos.”

5 comentarios:

larcò dijo...

leiste Conrad? a un buen marinero no puede faltar.

larcò dijo...

http://cgfa.sunsite.dk/friedric/p-friedrich3.htm

http://cgfa.sunsite.dk/friedric/index.html

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Javier dijo...

Claro, es Lord Jim que tanto me costó entender. A ver si leo de una vez por todas El corazon de las tinieblas.

Cuadros muy bonitos, aunque un poco fuera de mi economía...

Dani Yimbo dijo...

Entrañable la historia del farero y su mujer.

Me encantaría realizar una travesía de tanto riesgo y sabor a historia.

Con su permiso.

Javier dijo...

Entrañable y como si fuera de otro siglo, verdad?