martes, febrero 05, 2013

Guardia de literatura: "El ángel perdido" de Javier Sierra



Javier Sierra, al menos para mí, posee un don muy especial: su voz. Su forma de contar historias con su particular timbre produce una sensación tal que mis orejas adoptan inmediatamente la posición de dejar de oír para pasar a escuchar su torrente de conocimiento en todo tipo de temas relacionados con el mundo del Misterio a nivel, sobre todo, histórico. Si he de quedarme con algún retazo de sus palabras sería, sin dudarlo ni si quiera un segundo, su “Cuaderno Sonoro” sobrelos hermanos Cordiglia y aquellos supuestos cosmonautas soviéticos perdidospara siempre en la profundidad silenciosa del Espacio.

Pero esta capacidad de mi tocayo no se queda en la voz, sino que se transmite a lo que escribe.

En su momento tuve la oportunidad de leer el primer capítulo de “Las puertas templarias” y lo comprobé. Era como tenerlo delante y que te contara, cara a cara, esa historia.

Este principal e importantísimo ingrediente ha supuesto para Sierra la consecución de fama a nivel mundial, añadiendo a la receta algo tan simple, como complicado, como es escribir de forma que atraiga a lectores de todo tipo y condición con un trama cargada con la curiosidad propia del Ser humano y con otros elementos que lo igualan a Katherine Neville y que superan ampliamente las escasas artes del inefable Dan Brown. La búsqueda de un secreto tan antiguo como nuestra propia existencia es lo que centra “El Ángel Perdido”, involucrando poderes terrenales y no tanto, que lo mismo endulza el paladar de un lector español que el de un estadounidense. El autor no ha cometido el error de muchos (entre los que me encuadro) de escribir para un determinadísimo público de cierto gusto especial o para un concretísimo área geográfico. Escribe para contagiarnos, en el buen sentido, su pasión por lo desconocido y por esos misterios que aún están ahí delante, pero para los que no tenemos ojos.

Podríamos decir que escribe y vende a lo “americano”, y es cierto, con un despliegue nunca visto en las carreteras de este país. Una apuesta muy alta y que va ganando.

Como ya dejé constancia en este blog, tuve la inmensa suerte de ser el ganador (aún no sé cómo) en un sorteo de un ejemplar de “El Ángel Perdido” firmado por su autor y me faltó tiempo para ponerme a devorarlo.

Durante los primeros compases, metido de lleno en secretos y conspiraciones, junto a una trepidante acción, se me antojó muy extraña la combinación de narrador omnisciente junto con la narración en primera persona a través de su principal protagonista, Julia Álvarez, la restauradora del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, (en mi opinión, estos retazos parecen realmente contados por una mujer). Llegando al final de la obra, te das cuenta de esa estrategia a la hora de relatar la historia.

En escasísimas ocasiones me he topado con un libro que se ambiente, aunque sea parcialmente, en lugares donde yo he puesto el pie. Junto a la fiel descripción de los mismos, notaba cierta y especial sensación que te da ver esos monumentos y calles que conoces de la forma que lo hace Javier. Quizá sea por algo que es extraño de encontrar en el mundo de la literatura como es el hecho de que el autor se haya desplazado físicamente a cada uno de los emplazamientos donde transcurre la historia que narra. Lo mismo nos da la catedral de Santiago que la Reserva Hopi o el mismo monte Ararat. Hasta al mismo Verne le dijeron que para escribir, por ejemplo, del África negra no había que viajar hasta allí; pero esto no parece ir con Sierra y éste es un gran regalo que se nos ofrece con la lectura de esta obra y con otras de su sello, que refuerza aún más, si cabe, la ardua e indiscutible labor de documentación que rezuma cada una de las páginas. Ahí tenemos un análisis profundo de la figura de John Dee junto a la comparación objetiva de todas las leyendas de la Humanidad antediluviana a lo largo de todo nuestro planeta. No es un simple “copia y pega”, que nadie se lleve a error; el autor se ha servido de miles de datos para tejer una trama en la que hasta el mismísimo presidente de los Estados Unidos de América tiene algo que decir.

Javier Sierra ha construido, con su última novela, un thriller internacional, con elementos actuales que se entremezclan con el Pasado de nuestra civilización en busca de respuestas en las palabras dejadas por nuestros lejanos antepasados.

Atrae como un canto de sirena, pero no cruel, no para que encallemos y tengamos un espantoso final, sino que invita a una aventura que no defrauda aunque la veloz lectura nos cause una mala jugada como el perder ciertos detalles o preguntarnos obviedades. Es una aventura que empuja al lector a continuar hasta el final gracias a su propia estructura y fondo.

Como punto curioso a favor: la interrelación que están adquiriendo las novelas de Sierra entre ellas, al más puro estilo Stephen King. Como punto negativo: el alto concepto y nada humilde que tiene de sí misma Julia Álvarez y la vacía presencia, a mi modo de ver, del inspector Figueiras (¿basado en un individuo real?).

Y ahora tenemos más que caliente su nueva obra "El maestro del Prado". A saber qué nos traerá sus páginas...
 

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