jueves, febrero 07, 2008

Navegando en el J.S. Elcano

Elcano Twin Towers

Hace unos días que me llegó un comentario de alguien que se cruzó con la estela de nuestro Navegante MP de casualidad y resultó ser de un veterano de nuestro querido buque escuela Juan Sebastián de Elcano. No perdí ningún momento en contestarle y en intercambiar varios mails con él. Le agradezco enormemente que haya querido compartir conmigo y con todos vosotros sus experiencias a bordo de ese decano buque. Gracia
s, Antonio por ello y también por darme permiso para subir una foto tuya con las Torres Gemelas en Nueva York (una ciudad soñada).

A continuación os dejo unas líneas escritas por él y que están muy cercanas de su corazón y de cualquiera de nosotros:

Por casualidad, estaba hace unos días navegando por los extensos mares del Google, y avisté este Blog del Navegante MP. Llamó mi atención las referencias al buque escuela Juan Sebastián Elcano, del cual el autor se confiesa enamorado, a pesar de que no ha pisado su cubierta, y, siendo yo un “veterano” marinero de este barco de leyenda, sentí el impulso irrefrenable de salir del anonimato y mandarle un saludo desde el otro extremo de la península. Después de intercambiar algunos e-mails, Javier me animó a que intentase describir, en un artículo, mi experiencia a bordo del Elcano. Un reto harto difícil, ya que no es sencillo condensar en unas cuantas líneas, no solo los hechos acontecidos durante los 10 meses vividos a bordo del buque, sino las sensaciones y los recuerdos imborrables que me dejaron tantas y tantas vivencias.

De cualquier modo, vamos a intentarlo, a ver qué sale.

En primer lugar, me presentaré brevemente. Yo llegué al Elcano por un cúmulo de casualidades. En primer lugar, el sorteo de la mili del 89 dictaminó que los nacidos en Abril, teníamos que ir a la Armada y, en mi caso, a la Zona Marítima del Estrecho. Una vez en San Fernando, durante el mes de instrucción, pasó por el cuartel un oficial explicando la posibilidad de alistarse voluntario en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, y ante la perspectiva de pasar todo un año haciendo una mili anodina a 1000 km. de casa, decidí apuntarme a la aventura, no tenía nada que perder. La única duda que me perseguirá siempre es saber si hubiera sido mejor dejar pasar esa oportunidad y alistarme unos días mas tarde al buque oceanográfico Las Palmas en su expedición de ese año a la Antártida.

Pero no me puedo quejar. La experiencia en Elcano es de las que marcan a una persona para toda la vida. Primero fueron tres meses haciendo vida a bordo, conociendo el barco y participando muy activamente en todas las tareas de reparación y puesta a punto que se llevaban a cabo. Tocaba trabajar, y trabajar duro, pero la sensación de que después llegaría la recompensa nos mantenía firmes en nuestra ilusión. Por el hecho de haber sido estudiante universitario, llegué al servicio militar con 24 años y eso me confería el estatus de “hermano mayor” para muchos de mis compañeros que apenas habían cumplido los 19 años. La edad, y mi capacidad para hacer frente a la adversidad, hicieron que, en más de una ocasión, tuviera que dar apoyo y reforzar la moral de más de uno que quería abandonar antes de zarpar…

Pero por fin llegó el momento esperado. Tras un viaje de prueba por la Bahía de Cádiz (donde muchos sufrimos nuestros primeros mareos) y después de recibir a bordo la dotación de guardiamarinas, el 10 de Enero de 1990 partimos desde Cádiz con rumbo a La Palma formando parte de la tripulación del LXI Crucero de Instrucción. A bordo, 296 hombres, comenzando por el capitán Pedro Lapique, y terminando por el último marinero de 2ª (como yo). A La Palma le siguieron Santa Cruz de Tenerife, San Juan de Puerto Rico, Acapulco, San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Santo Domingo, Nueva York y Marín, a donde llegamos unos días antes de la celebración de la Virgen del Carmen. Tuvimos la gran suerte de poder visitar todas esas ciudades durante cuatro o cinco días, conocer los rincones que visitan los turistas, conocer personas, sacar docenas de fotos (qué pena que en aquella época todavía no existían las cámaras digitales…), y daba tiempo hasta de enamorarse de alguna muchacha del lugar (os aseguro que el tópico “una novia en cada puerto” es mas real de lo que parece, quizás sea por el uniforme, no lo sé, el caso es que hasta los menos ligones, como yo, tuvimos la oportunidad de disfrutar de algún beso de despedida cargado de amor, con la promesa de “volveré a buscarte”). En cada puerto, un día como mínimo nos tocaba quedarnos de guardia, para cuidar del barco, y para enseñarlo a los visitantes, que venían a centenares. Los 50 o 60 dólares que nos pagaba la Armada en cada puerto no daban para mucho, pero quien mas quien menos recibía un giro de sus padres, y ¡¡¡a disfrutarlo !!!, porque después te esperaban dos, o tres, o hasta cuatro semanas de navegación.

¡Ah! ¡La navegación! Esa parte es la protagonista principal de los seis meses del viaje. Las paradas en puerto eran intensas y divertidas, pero lo que realmente convierte al viaje en el Elcano en una experiencia inolvidable son los 155 días de navegación que acumulamos en todo ese tiempo. La mayoría de días se parecían mucho unos a otros, porque, a bordo, todo se rige por unos horarios y unas rutinas constantes que te dejan poco tiempo libre, lo cual te ayuda a evitar el tedio. Aun así, siempre había momentos de ocio, para charlar, para ver alguna película, para escribir todas las cartas que pensabas enviar en el próximo puerto, para ordenar las fotos y los recuerdos del puerto anterior. Recuerdo con especial cariño las charlas con los colegas en la proa del barco, por la noche después de cenar, sintiendo el rumor de la proa cortando las aguas del Caribe, con el cielo pleno de estrellas y sin ganas de bajar al sollado a dormir porque hacia demasiada calor. También recuerdo con emoción las llamadas por sorpresa para realizar alguna “maniobra general”, momentos de nervios, en los que cada uno corría a su puesto para cumplir las órdenes que llegaban desde el puente y ayudar a conseguir que aquel bergantín goleta de cuatro palos se gobernara con total precisión. Durante esos seis meses nos acompañó un buen tiempo en general. Tan solo tuvimos que capear un par de temporales (el peor de ellos, llegando a Finisterre), y soportar estoicamente la calma chicha con la que el Pacifico hizo honor a su nombre durante varios días seguidos.

Mi destino era la radio del barco, un cierto privilegio, porque disponíamos de un potente aire acondicionado (para proteger los equipos electrónicos), y mi nombre de guerra era “Alcañiz”, (mi pueblo de nacimiento). De mis dedos salieron docenas de mensajes telegráficos que se enviaban al Cuartel General de la Marina en Madrid, con partes meteorológicos, de situación, o mensajes particulares, y también era mi misión recibir y repartir los telegramas que llegaban desde la península. Como anécdota, recuerdo que durante las semanas que se celebró el Mundial de Italia 90, me encargué de escuchar las noticias deportivas a través de la onda corta y escribir crónicas con los resultados mas destacados de la jornada que colgaba en el cristal de la ventana de la radio para mantener informada a la tripulación.

Cruzar el Atlántico a vela, sortear las pequeñas Antillas, entrar en San Juan ante la presencia amenazadora de los cañones de la fortaleza de San Felipe del Morro, cruzar el canal de Panamá en ambos sentidos, entrar en la Bahía de San Francisco deslizándose bajo el Golden State Bridge, dejando a babor la Isla de Alcatraz, contemplar la isla de Manhattan todavía con sus Torres Gemelas… Son muchos los momentos mágicos que quedaron grabados en mi mente, y que me acompañarán siempre.

Desde hace algunos años, ya no hay marineros de reemplazo a bordo de Elcano, todos son profesionales, hombres y mujeres. Seguro que para ellos también representará una experiencia singular, pero estoy convencido de que lo era mucho mas para aquellos que sin ser militares, ni marineros, llegamos allí voluntariamente con el ansia romántica de la aventura. Alistarme en el Elcano fue una de las decisiones mas acertadas de mi vida.

Ojala alguno de mis compañeros llegue a leer estas líneas y se anime a contactar conmigo, o mejor aun, a explicar su propio relato. Seguro que Javier estará encantado de ser nuestro anfitrión virtual.


Antonio Ollés “Alcañiz”

13 comentarios:

Antonio dijo...

Muchas gracias Javier por incluir mi articulo en tu Blog.
Ahora que lo he releido, me doy cuenta de que lo escribí demasiado rapido. Digo que me voy a presentar, y no me presento, la proa no corta el mar sino la quilla, y algun que otro fallo, pero bueno, espero que se entienda el mensaje.

Anónimo dijo...

Pues a mi personalmente me ha encantado, las experiencias de primera mano son una fortuna para un blog, y esta es del valor de un galeon creo yo. Muy bien Antonio, está muy bien. Y gracias Javier, era verdad que tenis una sorpresa.

Javier dijo...

De nada, Antonio, si quien tiene que darte las gracias soy yo. Los errores son pasables (también pasaron desapercibidos para mi...).

Si es que cuando aviso amigo Byron...

Guillermo Manuel de Villena dijo...

Yo estuve en el CIM de San Fernando en 1995, y como era septiembre, también nos ofrecieron embarcar en el JS Elcano; recuerdo que algunos intentaron trepar por el mástil que hay en el patio a ver si les entraba el gusanillo. A mi me pilló también algo mayor y con media carrera de químicas en el bolsillo. Acabé en el Taller de Misiles Harpoon. Y resultó muy gratificante mi estancia allí, en Rota.
Saludos, Alcañiz, y gracias por compartir tu experiencia.

Anónimo dijo...

Hola Antonio,
Me gustó mucho el relato de tu experiencia a bordo del J.S. de Elcano, muy bien redactado y ameno. Tenemos algo en común, yo también he trabajado a bordo en la radio pero de barcos mercantes durante varios años y después, hasta mi prejubilación, en las estaciones costeras trabajando en su misión principal, el salvamento marítimo.
Gracias Javier por darnos esta agradable sorpresa.
Un abrazo

Anónimo dijo...

hola mi nombre es thelma angélica, leyendo este artículo del veterano del buque esc. juan sebastián el cano vino a mi mente un marinero que conocí en acapulco, su nombre es antonio morales cebrián y es de córdoba, nos hicimos muy amigos, pero perdí hace mucho tiempo contácto con el, me gustaría que me ayudaras a localizarlo a través de tu amigo antonio yo ccreo que si se conocieron pues lo conocí aquí en acapulco en esa fecha, porfa. gracias

Javier dijo...

Se hará lo que se pueda, Thelma. Ya me he puesto en contacto con Antonio a ver qué me dice.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Yo soy de San Fernando y tambien hize la mili aqui, mi numero concretamente era el 53609 y ya que
Fletcher Cristian tambien la hizo en la misma epoca que yo me preguntaba si el tendria una foto de este mismo reemplazo ya que las mias las perdi en un incendio.Si la tubiera por favor pongase en conacto conmigo al siguiente correo
pozopozin@hotmail.com.Muchas gracias.

Unknown dijo...

soy el uni de valencia un saludo a mi curso del 90 y los que queden.el rey del bruts

Anónimo dijo...

Hola antonio, de casualidad me he topado con tus palabras y me han transportado ha otra etapa de mi vida que recuerdo con mucho cariño, bueno yo podria contarte, uff no tengo tiempo y ademas seria demasiado largo, yo estuve en elcano entre septiembre del 87 y junio del 88,a mi me toco la septima vuelta al mundo.
tu sabes que hay vivencias muy dificiles de explicar.
bueno si quieres con mas tiempo te envio todas las fotos que quieras y tecuento algunas cosas
gracias por rescatarme uu recuerdo

Antonio dijo...

Hola anónimo de la septima vuelta al mundo. Gracias por tus comentarios.
A pesar de estar muy orgulloso del viaje que hicimos en el 90, siempre he tenido cierta envidia de los afortunados que pudisteis disfutar de una vuelta al mundo. Es lo maximo a lo que se podia aspirar en una mili, que por lo demas no tenia ningun aliciente.

Yo estos dias estoy emocionado, porque gracias al Facebook, he conseguido volver a contactar con un "novia" que tuve durante la semana que estuvimos en Puerto Rico. Y todavia se acuerda de mi !!!

Blas Miguel Hernández dijo...

Hola Antonio, cuando he visto tu foto en el blog te he reconocido inmediatamente, como si el tiempo no hubiese pasado. Yo soy Miguel, de Huelva, el despensero del crucero del 90.
Doy fe de todo lo que cuentas, es así y mucho más. Como bien dices es difícil condensar tantas vivencias en unas líneas, como lo es el que esa experiencia te marca para toda la vida. Contactaré contigo por facebook, creo que te encontraré.

Anónimo dijo...

Excepcional relato, Antonio. Soy tu primo Carlos. Compartí contigo, además de muchas otras cosas, la idea de no desperdiciar el tiempo en el servicio militar, y me apunté a las COES -a mí me tocó tierra, en ese mismo sorteo del 89-. Las vivencias de la mili, cuando has pasado momentos duros y difíciles, que te demuestran que "el hombre está por encima de las circunstancias", son personales. Pero la importancia de tu relato es que todos los que, de una manera u otra, hemos vivido algo parecido es que podemos ver reflejada tu historia en la nuestra, como si fuese un espejo. Me imagino lo que deben sentir aquellas personas que tuvieron la experiencia terrible de participar, por ejemplo, en una guerra. A veces, cuando veo esos veteranos de 90 años que se reúnen en el cementerio de Arlington, o en las playas de Normandía, vestidos con sus uniformes de hace 70 años, pienso que sin palabras, sólo por saber que son quienes son y lo que han vivido ellos mismos, respetan profundamente a quienes combatieron con ellos o contra ellos. Veía esas imágenes en televisión, cuando era más joven, y no les encontraba sentido. Pero cuando has pasado experiencias únicas, como la que tú has relatado, hace que quienes hayan compartido, como tú, tantas singladuras, puedan emocionarse sólo viendo su vida en el espejo de tu relato.