ABC
La "cascada de acontecimientos" que hundió en tres horas el "insumergible"
Un conocido divulgador científico británico culpa del drama a la mala calidad de los remaches del casco, a los motores y a las altas temperaturas
BORJA BERGARECHE / CORRESPONSAL EN LONDRES
Día 03/04/2012
Durante años después del hundimiento del Titanic, un chiste sirvió para aplacar el orgullo herido de la zona portuaria de Belfast donde se construyó el buque. «Todo iba bien cuando el barco salió de aquí, pero es lo que pasa cuando lo dejas en manos de un capitán inglés, un maquinista escocés y un iceberg canadiense». Técnicamente, las aguas donde se hundió el trasatlántico fueron británicas hasta 1940. Pero el humor norirlandés no sirve tampoco, desgraciadamente, para explicar los motivos reales de la tragedia. «Es prácticamente imposible que se hunda el Titanic», proclamaron al mundo los responsables de Harland y Wolf, los astilleros donde se construyeron el célebre buque y sus dos «hermanas», el Olympic y el Britannic.
Aquel desafortunado adverbio dejaba abierta la posibilidad al desastre, que no desaprovechó su oportunidad cuando el Titanic chocó a las 11.40 de la noche del domingo 14 de abril de 1912 con un iceberg, en su ruta entre el puerto inglés de Southampton y Nueva York. En apenas tres horas, sus 46.000 toneladas y dos tercios de las 2.224 personas que viajaban a bordo —pasajeros más tripulación— se hundieron para siempre en el Atlántico. ¿Qué es lo que ocurrió? Desde el primer momento, las investigaciones sobre el desastre pusieron el acento en la excesiva velocidad de la nave y en las escasez de botes salvavidas. Pero, en contra de lo que se cree, el Titanic llevaba más embarcaciones salvavidas de las que obligaba la ley en aquella época.
Para un buque de su tamaño, la legislación marítima exigía 16. Hacer hueco para cada uno de los pasajeros requería incluir 64 botes. Pero la idea de que el pasaje se encontrara todo el primer puente lleno de estos recordatorios de la posibilidad de una tragedia urgió a Bruce Ismay, director de la naviera White Star Line, a rechazarlo de un plumazo. Con los planos del barco sobre la mesa en los hangares que pueden visitarse estos días en el complejo «Titanic» de los muelles de Belfast, el número de salvavidas quedó en 20. Solo 1.200 personas podrían subirse a ellos.
Nada esto explica, en realidad, las razones del hundimiento de una joya de la ingeniería de la época que incorporaba todos los adelantos técnicos, como puertas eléctricas para sellar compartimentos desde el puente de mando o un equipamiento de radio inalámbrico Marconi de ultimísima generación. Además, la tripulación era el «dream team» de la industria, con el capitán inglés Edward J. Smith al mando. ¿Qué es lo que provocó el rápido hundimiento de Titanic, entonces?
Choque de dos corrientes
Richard Corfield, un conocido divulgador científico británico, detallaba ayer en un artículo en la revista del Institute of Physics la «cascada de acontecimientos» que explicaría, en realidad, la dimensión —y rapidez— de la tragedia. El diseñador del buque, Thomas Andrews, comprendió enseguida que su criatura se iba a pique. El barco estaba diseñado para aguantar la inundación de cuatro de las 16 cámaras en que se dividía. Al correr a hacer un primer balance de daños, Andrews comprobó que se habían inundado seis cámaras con el impacto. Solo era cuestión de tiempo. «Que se hunda es una certeza matemática», se dice que dijo. El cuerpo de Andrews, un norirlandés que entró como aprendiz con 15 años en el astillero, nunca fue encontrado.
El material audiovisual recabado por el director de cine, James Cameron, en su reciente viaje a las profundidades en submarino ha permitido verificar la tesis avanzada por dos metalúrgicos estadounidenses, Tim Foecke y Jennifer Hooper McCarty, a mediados de los 2000. Según su investigación, los remaches que ensamblaban el casco en la proa y popa del buque no eran de la mejor calidad posible, y se reventaron con el impacto. «Si miramos en el minuto 100 , se ve cómo saltaron como corchos de champán al interior del buque», afirma Corfield. Además, este asegura que la estructura de los tres motores con que contaba el Titanic agravó la tragedia. Solo los dos laterales eran reversibles, y ahora se cree que si el primer oficial, William Murdoch —al mando en el puente en el momento en que fue avistado el iceberg—, no hubiera dado la orden de dar marcha atrás, el barco podría haber sorteado el bloque de hielo.
Corfield se hace eco de un tercer ingrediente de la maquinaria infernal de acontecimientos que provocó una tragedia que, cien años después, todavía nos fascina. Las investigaciones en el campo de la oceanografía han permitido comprobar que unas temperaturas más altas de lo habitual en esas latitudes en los meses anteriores al hundimiento habían generado una auténtica barrera de hielo en la confluencia de las corrientes del Labrador y del Golfo. Un fenómeno bien conocido ahora hacia el que avanzaba a toda máquina el orgulloso Titanic en su ruta hacia el nuevo mundo.
LA VOZ DE GALICIA
Luarca desvela el misterio de los calamares más raros del mundo
«Su anatomía y formas de vida están más cercanas a los alienígenas»
José Alonso | luarca /la voz 03 de abril de 2012 05:00
Hasta el próximo 31 de abril, en Luarca se ofrece la oportunidad de visitar una exposición única, que da pie a desbordar la imaginación y que a su vez entraña un gran interés científico: el misterioso mundo de los cefalópodos, con 60 ejemplares de diferentes especies de todo el planeta, originales, conservados en recipientes específicos.
Es un añadido a la colección de calamares gigantes que posee el Cepesma, considerada la más importante del mundo. Todo ello se muestra en la sala de conferencias y exposiciones del Centro del Calamar Gigante de Luarca.
«Es una gran ocasión para conocer de manera profunda y amena la vida de estas singulares especies. En muchos casos sus anatomías y formas de vida están más cercanas a los seres alienígenas», apunta Luis Laria, máximo responsable de Cepesma.
Los cefalópodos reunidos en Luarca fueron capturados por todo el mundo, desde la Antártida a Chile, las Malvinas, Perú, Argentina, California, las Azores, el Mar del Norte, Namibia, Madagascar, Marruecos, la Guayana Francesa, Japón y distintas áreas del litoral español. La mayoría pertenecen al doctor Ángel Guerra, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, considerado uno de los especialistas mas importantes del mundo en cefalópodos, que presidió el sábado el acto inaugural y, además, dio una conferencia. Los capturó en diferentes campañas de investigación
«Es una oportunidad única», insiste Luis Laria, quien da un argumento irrefutable: «Los visitantes tienen la oportunidad de ver desde el más grande de los calamares expuestos en el mundo, hasta el más pequeño, una especie de calamar de solo 18 milímetros procedente de aguas japonesas».
«También se pueden ver rarezas en algunos que poseen un ojo diez veces superior en tamaño al otro; calamares que tienen pelos, como descubrimos cuando estábamos montando la exposición y era algo que incluso ignoraba Ángel Guerra y su equipo de colaboradores, que los capturaron. Hay calamares gelatinosos; otros provistos de concha, e incluso podemos fascinarnos con el increíble dimorfismo sexual de hembras que superan más de 30 veces el tamaño de los machos», añadió Laria.
La "cascada de acontecimientos" que hundió en tres horas el "insumergible"
Un conocido divulgador científico británico culpa del drama a la mala calidad de los remaches del casco, a los motores y a las altas temperaturas
BORJA BERGARECHE / CORRESPONSAL EN LONDRES
Día 03/04/2012
Durante años después del hundimiento del Titanic, un chiste sirvió para aplacar el orgullo herido de la zona portuaria de Belfast donde se construyó el buque. «Todo iba bien cuando el barco salió de aquí, pero es lo que pasa cuando lo dejas en manos de un capitán inglés, un maquinista escocés y un iceberg canadiense». Técnicamente, las aguas donde se hundió el trasatlántico fueron británicas hasta 1940. Pero el humor norirlandés no sirve tampoco, desgraciadamente, para explicar los motivos reales de la tragedia. «Es prácticamente imposible que se hunda el Titanic», proclamaron al mundo los responsables de Harland y Wolf, los astilleros donde se construyeron el célebre buque y sus dos «hermanas», el Olympic y el Britannic.
Aquel desafortunado adverbio dejaba abierta la posibilidad al desastre, que no desaprovechó su oportunidad cuando el Titanic chocó a las 11.40 de la noche del domingo 14 de abril de 1912 con un iceberg, en su ruta entre el puerto inglés de Southampton y Nueva York. En apenas tres horas, sus 46.000 toneladas y dos tercios de las 2.224 personas que viajaban a bordo —pasajeros más tripulación— se hundieron para siempre en el Atlántico. ¿Qué es lo que ocurrió? Desde el primer momento, las investigaciones sobre el desastre pusieron el acento en la excesiva velocidad de la nave y en las escasez de botes salvavidas. Pero, en contra de lo que se cree, el Titanic llevaba más embarcaciones salvavidas de las que obligaba la ley en aquella época.
Para un buque de su tamaño, la legislación marítima exigía 16. Hacer hueco para cada uno de los pasajeros requería incluir 64 botes. Pero la idea de que el pasaje se encontrara todo el primer puente lleno de estos recordatorios de la posibilidad de una tragedia urgió a Bruce Ismay, director de la naviera White Star Line, a rechazarlo de un plumazo. Con los planos del barco sobre la mesa en los hangares que pueden visitarse estos días en el complejo «Titanic» de los muelles de Belfast, el número de salvavidas quedó en 20. Solo 1.200 personas podrían subirse a ellos.
Nada esto explica, en realidad, las razones del hundimiento de una joya de la ingeniería de la época que incorporaba todos los adelantos técnicos, como puertas eléctricas para sellar compartimentos desde el puente de mando o un equipamiento de radio inalámbrico Marconi de ultimísima generación. Además, la tripulación era el «dream team» de la industria, con el capitán inglés Edward J. Smith al mando. ¿Qué es lo que provocó el rápido hundimiento de Titanic, entonces?
Choque de dos corrientes
Richard Corfield, un conocido divulgador científico británico, detallaba ayer en un artículo en la revista del Institute of Physics la «cascada de acontecimientos» que explicaría, en realidad, la dimensión —y rapidez— de la tragedia. El diseñador del buque, Thomas Andrews, comprendió enseguida que su criatura se iba a pique. El barco estaba diseñado para aguantar la inundación de cuatro de las 16 cámaras en que se dividía. Al correr a hacer un primer balance de daños, Andrews comprobó que se habían inundado seis cámaras con el impacto. Solo era cuestión de tiempo. «Que se hunda es una certeza matemática», se dice que dijo. El cuerpo de Andrews, un norirlandés que entró como aprendiz con 15 años en el astillero, nunca fue encontrado.
El material audiovisual recabado por el director de cine, James Cameron, en su reciente viaje a las profundidades en submarino ha permitido verificar la tesis avanzada por dos metalúrgicos estadounidenses, Tim Foecke y Jennifer Hooper McCarty, a mediados de los 2000. Según su investigación, los remaches que ensamblaban el casco en la proa y popa del buque no eran de la mejor calidad posible, y se reventaron con el impacto. «Si miramos en el minuto 100 , se ve cómo saltaron como corchos de champán al interior del buque», afirma Corfield. Además, este asegura que la estructura de los tres motores con que contaba el Titanic agravó la tragedia. Solo los dos laterales eran reversibles, y ahora se cree que si el primer oficial, William Murdoch —al mando en el puente en el momento en que fue avistado el iceberg—, no hubiera dado la orden de dar marcha atrás, el barco podría haber sorteado el bloque de hielo.
Corfield se hace eco de un tercer ingrediente de la maquinaria infernal de acontecimientos que provocó una tragedia que, cien años después, todavía nos fascina. Las investigaciones en el campo de la oceanografía han permitido comprobar que unas temperaturas más altas de lo habitual en esas latitudes en los meses anteriores al hundimiento habían generado una auténtica barrera de hielo en la confluencia de las corrientes del Labrador y del Golfo. Un fenómeno bien conocido ahora hacia el que avanzaba a toda máquina el orgulloso Titanic en su ruta hacia el nuevo mundo.
LA VOZ DE GALICIA
Luarca desvela el misterio de los calamares más raros del mundo
«Su anatomía y formas de vida están más cercanas a los alienígenas»
José Alonso | luarca /la voz 03 de abril de 2012 05:00
Hasta el próximo 31 de abril, en Luarca se ofrece la oportunidad de visitar una exposición única, que da pie a desbordar la imaginación y que a su vez entraña un gran interés científico: el misterioso mundo de los cefalópodos, con 60 ejemplares de diferentes especies de todo el planeta, originales, conservados en recipientes específicos.
Es un añadido a la colección de calamares gigantes que posee el Cepesma, considerada la más importante del mundo. Todo ello se muestra en la sala de conferencias y exposiciones del Centro del Calamar Gigante de Luarca.
«Es una gran ocasión para conocer de manera profunda y amena la vida de estas singulares especies. En muchos casos sus anatomías y formas de vida están más cercanas a los seres alienígenas», apunta Luis Laria, máximo responsable de Cepesma.
Los cefalópodos reunidos en Luarca fueron capturados por todo el mundo, desde la Antártida a Chile, las Malvinas, Perú, Argentina, California, las Azores, el Mar del Norte, Namibia, Madagascar, Marruecos, la Guayana Francesa, Japón y distintas áreas del litoral español. La mayoría pertenecen al doctor Ángel Guerra, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, considerado uno de los especialistas mas importantes del mundo en cefalópodos, que presidió el sábado el acto inaugural y, además, dio una conferencia. Los capturó en diferentes campañas de investigación
«Es una oportunidad única», insiste Luis Laria, quien da un argumento irrefutable: «Los visitantes tienen la oportunidad de ver desde el más grande de los calamares expuestos en el mundo, hasta el más pequeño, una especie de calamar de solo 18 milímetros procedente de aguas japonesas».
«También se pueden ver rarezas en algunos que poseen un ojo diez veces superior en tamaño al otro; calamares que tienen pelos, como descubrimos cuando estábamos montando la exposición y era algo que incluso ignoraba Ángel Guerra y su equipo de colaboradores, que los capturaron. Hay calamares gelatinosos; otros provistos de concha, e incluso podemos fascinarnos con el increíble dimorfismo sexual de hembras que superan más de 30 veces el tamaño de los machos», añadió Laria.
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