Título original: “Indiana Jones and the Kingdom
of the Crystal Skull.” USA 2008. 122 Min. Género: Acción. Color. Director: Steven Spielgberg.
Interpretación: Harrison Ford, Cate Blanchett, Karen Allen y Shia LaBeouf
Esta es una entrada que no recomiendo leer a aquellos que
aún se rasgan las vestiduras y se arrancan los cabellos desde que, en el año
2008, Spielgberg, con un guión que solo podría darle el visto bueno George
Lucas, resucitó al bueno de “Indie” y lo hicieron salvarse de una explosión
nuclear dentro de un frigorífico (contaban con la teoría científica de que
había un 50% de posibilidades de sobrevivir: o vivías o morías (no miento, lo
ha dicho el propio Lucas)).
Yo no la había visionado hasta hace unas pocas semanas. Por
supuesto, llevo años sin sentar mi trasero por una sala de cine por razones que
ya he expuesto hasta casi “el infinito y más allá.” (¿Buzz Lightyear se cree
Chuck Norris?) En dvd no me cuadró y en la tele… Ya sabéis cómo es ver una
película con 17 minutos de anuncios por hora (eso, si respeta el límite legal,
ya que les sale más rentable violar la normativa y pagar la sanción económica,
que es inferior a las ganancias que se obtienen con los “consejos” que se
introducen de más).
A decir verdad, cuando la estrenaron en Antena 3, solo la vi
hasta la persecución de camiones y anfibios por la selva y no me disgustó tanto
lo que había pasado por mi retina.
Hasta que me decidí dedicarle el tiempo necesario para
llegar a los títulos de crédito del final, he escuchado machaconamente feroces
críticas contra esta cuarta entrega. Y aquí estoy ahora, escribiendo estas
líneas con todo visionado y con una opinión. Por supuesto, de todas las
películas de este personaje, es la más floja, pero la prefiero al “Templo
maldito”, en lo que entre la rubia que desgasta la palabra “Indie” y que es un
curso acelerado de entomología (algo que no me va nada en absoluto por motivos
de repelús), solo me la he tragado una vez. Ninguna podrá igualarse a “La
última cruzada”, por descontado, pero este Reino de la Calavera de cristal
contiene una serie de detalles a favor en cuanto al marco argumental. Nos
trasladamos a 1957 y, desde el principio, ya se nos presentan las obsesiones
del americano medio de la época de “American Graffiti”: los soviéticos y los
extraterrestres, junto al peligro nuclear. Desde 1947 se puede confirmar esto en
los medios de comunicación y en los derivados culturales (que se lo digan a
Stan Lee y su trabajo en Marvel en sus comienzos) esta extraña inclinación.
Lucas se sirve de ello, además de unir a la receta el interés parapsicológico
que inspiró al Kremlin, potenciado desde el mismo comienzo de la URSS hasta su
colapso final. Por último, mete la baza de las calaveras de cristal y la
costumbre ancestral (no solo observada en Sudamérica, sino a lo largo de todo
el globo) de deformar el cráneo alargándolo, quién sabe si para acercarse
físicamente a esos dioses antiguos que venían de las estrellas.
Sin duda, de las cuatro películas de la saga, será la
favorita de Erich von Däniken.
Me parece entretenida, pero no llega a la calidad del
Indiana del pasado y para el último tercio ya comienzas a hacerte preguntas que
amenazan con tambalearse la “realidad” del argumento. Siempre me han hecho
gracia esos mecanismos y trampas antiquísimos y muy complicados, en los que ya
han caído otros antes que tú y que regresan por “arte de magia” a su estado
original a pesar de todos los destrozos y daños que se causan, como si no
hubiera pasada nada en absoluto.
El final casi es una copia de conclusiones ya vista, pero en
esta ocasión no se sabe por qué sucede. Esos últimos veinte minutos, para los
que hemos llegado hasta allí, suponen una caída libre.
El guiño a una posible vuelta del personaje en una quinta
entrega espero que sea un señuelo falso, ya que Harrison Ford no está ya para
esos trotes y el hijo que le surge cuan seta de entre la niebla, en plan
“Rebelde sin causa”, es casi de chiste.
Ahora, si es vuestro deseo, rasgaros las vestiduras por
saber que no he sido muy duro con esta película de la que Steven Spielgberg se
quiere lavar las manos y echarle la culpa en exclusiva a George Lucas.
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