miércoles, diciembre 09, 2009

9 de Diciembre de 2009

DIARIO DE FERROL
Justificar a ambos lados

Dos décadas vestidas de uniforme

Reportaje de m.f.g.

Casi 400 mujeres trabajan actualmente en las dependencias de la Marina en Ferrol. Hace ya más de 20 años desde que las mujeres desembarcaron en la Armada. Dos décadas después de su llegada, su presencia ha dejado de ser algo excepcional para convertirse en algo cotidiano. Para conseguir su integración, han sido necesarias reformas que van desde la distribución de los camarotes a la alimentación. Pero sobre todo un cambio de mentalidad por parte de compañeros y de mandos para dejar a un lado actitudes paternalistas y tratarlas como a un efectivo más, encomendándoles las mismas tareas que realizaban sus colegas hombres. En este reportaje, siete mujeres con diferentes cargos y destinos han relatado sus experiencias.

Actualmente, el número de mujeres destinadas en las dependencias de la Armada en Ferrol se acerca a las 400. Según los últimos datos disponibles facilitados por Defensa, al cierre de octubre el total sumaba 393, de las que 363 pertenecían a tropa y marinería, 9 al cuerpo de suboficiales y 21, al de oficiales.

La graduación más alta que actualmente ocupa una mujer en Ferrol es la de comandante. Entre los oficiales figuran también seis capitanes, dos tenientes de navío, cinco tenientes, tres alférez de navío, un alférez y tres alférez de fragata. Entre las suboficiales, casi todas son sargento, salvo una sargento primero.

El peso femenino en la Armada se sitúa cerca del 12% para el conjunto de España (no hay datos disponibles para Ferrol). Según el último informe del Observatorio de la Mujer de las Fuerzas Armadas, 2.667 mujeres formaban parte de los 22.372 efectivos totales de la Marina. Un porcentaje similar al 11,8% presente en el Ejército de Tierra y ligeramente inferior al 12,7% del de Aire.

Su presencia se ha incrementado en los últimos años, pasando de 137 en 1991 a las 16.448 de la actualidad en el conjunto de los tres ejércitos. Aunque todavía son menos que sus compañeros varones, han dejado ya de contarse como excepciones.

Hace 17 años, cuando Paula Sánchez ingresó como marinero, la situación era muy distinta. “Fui de las primeras que llegó”, recuerda. Hoy, esta cabo primero es de las más veteranas en Ferrol. “Me esperaba que fuera muy duro, pero no. Las primeras chicas estábamos muy unidas y no nos hicieron sentir diferentes”, afirma.

¿Qué hacer con ellas? > Las primeras mujeres que ingresaron en la Marina tuvieron que enfrentarse a una cierta actitud paternalista por parte de los mandos, que a veces las protegían más que a sus compañeros. “Yo creo que no sabían como tratarnos”, recuerda la cabo primero Marixel Pumariega, que ingresó hace una década en el cuerpo de Infantería de Marina. Con ella coinciden sus compañeras Verónica Román y Cristina Cuñarro, junto con las que participó el año pasado en un campeonato de patrullas organizado por la Brilat de Pontevedra y en el que compitieron con equipos masculinos (e incluso quedaron por delante de varios de ellos).

Por ejemplo, recuerdan, las primeras infantes se destinaban exclusivamente a comunicaciones y utensilios, mientras que no se las enviaba a formar parte de las compañías de seguridad a las que sí iban los hombres. “Les daba la sensación de que no seríamos capaces de llevar el ritmo, cuando en realidad habíamos realizado la misma instrucción durante dos meses”, señala Marixel.

Esa discriminación positiva, aunque bien intencionada, a veces las ponía en una situación incómoda con respecto a sus compañeros, agraviados por que ellas pudiesen librarse de hacer maniobras en el campo o guardias. “Pero no era algo que nosotras reclamáramos”, añade Marixel. Hoy, sin embargo, reconoce que “la inmensa mayoría de los hombres ya nos considera uno más”.

Nuevos camarotes> La incorporación de la mujer a la Armada planteó cambios no sólo en las mentalidades, sino también de orden logístico. Los cuarteles tuvieron que acometer obras para hacer separar los dormitorios, una cuestión más complicada todavía en los buques, con mayores problemas de espacio. En alguna ocasión, la única mujer de la tripulación terminaba en el camarote vacío reservado para el cura, un lujo que no tenían muchos oficiales, que debían compartir habitación.

La adaptación, sin embargo, ha avanzado hasta el punto de que hoy la Marina española es de las pocas que embarca mujeres en submarinos de combate, donde las limitaciones de espacio son máximas y se duerme “a cama caliente”, por turnos. Un ejemplo de la evolución vivida.

Más ensalada> Algunos cambios organizativos han sido más sutiles, por ejemplo, en las comidas. En la escuela Antonio de Escaño, por ejemplo, el aumento en el número de alumnas llevó a que se modificasen los menús preparados en el centro para incluir más verduras. De recetas contundentes como callos o fabada se pasó a incluir más ensaladas. Según los responsables del centro, el cambio ha sido un éxito, pues ahora sobra menos comida .

No hay comentarios: