martes, septiembre 25, 2012

Falsas esperanzas


Éste es un título que le va ni que pintada a la mi actual situación de producción literaria. Me las veía muy felices tras echar el lazo de nuevo a la continuación de mi primera novela en las pasadas vacaciones de Agosto. Ya hace más de un mes de aquello y me doy cuenta de que la cuerda se ha vuelto a romper. Cabalga de nuevo desbocado hacia la inmensidad, lejos de mi alcance. A parte de estar más necesitado de documentación, me enfrento a una desgana total por escribir. Lo mismo me da una hoja de la vida de Lars que un miserable post para este blog. ¡Y no digamos ya si lo intento de lunes a viernes! Todo el puñetero día delante de un ordenador sin que pueda disfrutar, siquiera, de 15 minutos de creación libre. Internet, por un lado, me succiona el tiempo y la inspiración. El trabajo me agota la imaginación, me la cercena y mutila horriblemente. Mi cerebro deambula como un zombi dentro de mi mollera. Odio cada día más el Derecho. Me pudre todos sus problemas y estupideces. Me puede estar entre paredes sin poder crear. ¡Quiero crear! Sentarme y escribir durantes horas y horas. Quiero un cuaderno, una mesa de pino vacía contra la blanca pared. Nada más. quiero un ordenador vacío que solo sirva para escribir en una habitación que devuelva el eco del teclado. Sin llamadas a la puerta, sin teléfonos ni libros de tipos rancios que apestan a tabaco rubio. Me siento ahogado, encerrado entre montañas de papel por cuyas cimas se alzan viejos reyes autoproclamados gritando, amenazando, cubiertos de sangre, cubiertos de chorradas, que el mundo gira alrededor de su montañita.

Quiero el amplio vacío de una pared sobre la que proyectar los personajes que viven en las islas perdidas que hay dentro de mí. Islas que no están ancladas en ningún sitio en particular y que vagabundean, impulsadas por caprichosas corrientes marinas.

Me voy quedando sin aire. Lo sé. Soy un pez fuera del agua. El tiempo es limitado. Si no recupero el control de mi vida y de mi creación, ¿perderé todo lo logrado? ¿Dejaré de ser escritor? Puede que así sea. Que todo lo aprendido y asimilado se desvanezca entre la neblina y tarde mucho en volver a encontrarlo.

¿Me estoy rindiendo? No. O al menos eso es lo que quiero creer. Escribir es un sueño que he conseguido que se haya realidad. He conseguido escapar de las cavernas de la mediocridad donde siempre he habitado.

¿Miedo que lo que siguiente que escriba a lo grande sea una gran mierda? Puede ser, pero cuando escribía y escribía aquellas otras cientos de páginas, mientras tecleaba a diario y llevaba un registro exhaustivo de mi avance, de mi creación, no sabía si estaba haciendo algo que valiera la pena, algo que fuera algo más que pura basura.

¿Otros se habrán sentido así? No quiero compararme con los grandes y pequeños escritores, solo me gustaría saber si lo que siento es común en este mundo.

Vivir de lo que escribo es mi meta, mi deseo. Es una tortura y un placer al mismo tiempo. Es un juego magnífico. Una partida de ajedrez en la que te enfrentas a ti mismo.
Mi espíritu no es que esté muy cómodo en estos últimos días. Se revuelve ciego contra todo y todos. Lo mismo da que sea con o sin razón (más con) y amenaza con despertarse violentamente si no encuentra una vía de escape a lo que sucede de lunes a viernes y de sábado a domingo. Si no cambia algo o lo cambio yo...

Cualquier variación, al menos, traería un nuevo horizonte mañana.

¡Sólo quiero escribir y ser libre!

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