Cuando ya creía que no iba a ver nada más impactante que una
curiosa restauración en la iglesia de Borja (a mí me parece que la señora está
encubriendo a alguien) y la mísera condena de prisión a Breivik (el cual ha
visto cumplido su plan a la perfección, demostrando que puedes ser el mayor
asesino de la Historia de tu país y que, gracias a una Democracia de Salón y a
unas leyes idiotas, te acaben dando hasta un premio); llega la pérdida de un
hombre como Neil Armstrong. Ahora mirar a la luna será algo diferente, quizás
como se viera en 1969. Aunque, por si fuera poco, nos topamos con la noticia
del hallazgo de los restos calcinados de los niños de Córdoba (algo que ya se
esperaba).
Así han terminado mis vacaciones.
Os escribo estas líneas con unos días de retraso. Más bien,
el ENMP suelta amarras en Septiembre por no hacerlo durante los últimos días de
un Agosto consumido.
Un periodo vacacional durante el cual no he ido a ningún
sitio. Solo he gastado suela. Nada de gasóleo. Aunque, al menos, no he tenido
que estar todos los días realizando tareas de bricolaje, visitas médicas o a
disfrutando como un enano de la inmensa alegría que destilan los funcionarios
tras meterse el último chutazo de “Activiaall” a lo Aída, perdón, Carmen Machi.
Qué suerte la mía.
Dos semanas en las que, para mi regocijo, me he hecho con
las riendas de la bestia asilvestrada. Sí, la segunda parte de la saga, el
hermano pequeño de “Los últimos años de mi primera guerra”. Me la encontré con
64.000 palabras en un cuerpo. Me puse a revisar las primeras páginas y bajó a
60.000, siendo que, a fecha de terminación del periodo de libertad, ronda las
70.000 palabras. Por desgracia esto no acredita, ni por asomo, que haya escrito
la friolera de 10.000 palabras en 15 días. ¡Qué más quisiera yo! No ha sido Agosto
de 2011, mes en el que escribí una pequeña novela de 63.000 palabras en poco
más de 30 días (tengo en mente subirla en ebook a Amazon por el precio más
bajo). Más bien ha sido al contrario, ya que mi producción ha sido tan
escasa que la cifro en una media de 300 por jornada (que tampoco es tan mala
marca). Sin tapujos ni vergüenzas confieso que he alcanzado esa cifra superior,
rompiendo el dique, tras amoldar las notas y páginas perdidas en varios
archivos .doc dentro de la carpeta, almacenados desde hace meses. Me he
encontrado con pasajes escritos que no pasarán a engrosar la novela pero que
tratan de momentos anteriores y posteriores que me sirven muy bien para la
trama, ya que va a haber un par de saltos en el tiempo.
De lo que se ha “salvado”, se ha ido “copiando y pegando”
(mágico comando) aunque me he llegado a encontrar con fragmentos idénticos
escritos dos veces en momentos tan diferenciados en el tiempo que ni sabía que
les había dedicado una mínima atención. Lógico cuando el cuerpo general de la novela
no ha sido tocado desde Marzo de 2011.
Problemas de alcoholismo, PTSD, nuevas pérdidas y un nuevo
rumbo harán de Lars un hombre diferente, alejándose un poco del mar y
adentrándose en la espesura, en un intento de homenaje de “El corazón de las
tinieblas” y su adaptación al cine, “Apocalypse Now”. Esto ya es mucho decir,
pero las decisiones generales ya están tomadas y, desde San Marino de Alta
California a Hiroshima, hasta el puerto de Saigón y el río Negro (o el Rojo,
¿cuál elegiré?), el teclado vuela cuando no navega. Lástima que la velocidad
aún no sea la adecuada, sobre todo con las cuestiones psíquicas de Lars y su
encaje. Es complicado.
Al tener de nuevo la oportunidad de escribir todos los días
a mano en mi cuaderno, que es como mejor parece que plasmo mis historias, tomé
una decisión en consecuencia.
Uno de los inconveniente de usar el bolígrafo y no el
teclado, y hablo en mi caso, es que me canso con facilidad y me termina doliendo
bastante la muñeca (esto no quiere decir que escribir directamente a la
pantalla del Word sea un lecho de rosas (que se lo digan a mi pulgar
izquierdo)).
¿Que cómo me las arreglaba cuando tomaba apuntes en mi época de estudiante?
Ni idea, supongo que lo que sufro es la normal pérdida de facultades con el paso de los años. Sigo
empleando los mismos trucos y con 700 palabras el malestar ya es poco menos
que insoportable. Durante un tiempo anduve ojeando un pequeño manual de taquigrafía y contentar así al viejo fantasma de Dickens.
Algunos signos ni tan mal, pero el resto se me antojan un poco espesos para mi
ya viejuna mente, así que tomé la razonada (y demencial) decisión de hacer uso
efectivo en mi escritura a mano de un lenguaje corto que ya conozco aunque lo
empleo en unas dos ocasiones a lo largo del año: el lenguaje SMS. Nunca he sido
muy partidario del mismo, salvo más allá de ahorrar tiempo y pasta al teclado
de un maldito móvil, pero consideré, hace unas semanas, que era una taquigrafía
conocida y que no me obligaría a estudiar nada nuevo. La complicación ha
resultado bastante curiosa y se materializó mientras escribía. Las palabras
brotaban de mi mente, pero tenían que retornar para ser retraducidas a SMS. El
resultado fue de la misma magnitud que la botadura de un buque con planchas colocadas por los hermanos Marx. Solo fui capaz de escribir un par de párrafos bastante miserables como
máximo.
Y todo esto resulta ser bastante frustrante ya que, esto que
estáis leyendo, lo estoy pasando de mis propias notas y para estas alturas,
mientras rasgaba el papel, tenía la muñeca ya hecha puré bien fino.
Quizá tan solo necesite algo más de practica con el dichoso
SMS y, después, teclear y teclea, mientras se corrige un poco lo escrito,
esperando que llegue el momento de cerrar el programa del Word y darle al Play.
Sí, al Play, que no todo es cuestión de desconectar visionando siempre las
aventuras y desventuras de los agentes Mulder y Scully, directos desde la
memoria externa Toshiba, nuevo apéndice del pc de casa. Cosas de descubrir algo
tan básico como es hacer buen uso de la sección de documentales de la
Biblioteca Nodal y tampoco aquí iba a ser todo de la II Guerra Mundial y,
enlazando con el tema de Armstrong, me he topado felizmente con una serie de
docu-dramas de la BBC, en conjunto con otras cadenas americanas, rusas y
alemanas, sobre la carrera espacial entre USA y URSS desde 1945 hasta 1969.
“Space Race” se llama, por si os interesa. Le doy un 9.
Como podéis apreciar, mi vida durante las vacaciones no es
muy emocionante. Es lo que hay...
¡AH! ¡SE ME OLVIDABA! El pasado 14 de Agosto el Faro de Vigo
publicó en “Pontevedra 4 Costados” la entrevista que me realizaron. El motivo
ya lo sabéis de sobra y no voy a repetirme mil veces. Mañana os subiré el
archivo en formato .jpg para todos los que queráis leerlo.
Para terminar de una bendita vez… ¡Bienvenidos de nuevo a
bordo de El Navegante del Mar de Papel! Me alegra seguir contando con vuestra
agradable compañía.
¡Hemos dejado ya atrás la bocana del puerto!
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