Título original: “Meito
bijomaru” Japón 1945. 63
Min. Género: Drama. B/N. Director: Kenji Mizoguchi. Interpretación: Shotaro
Hanayagi, Isuzu Yamada, Ichijiro Oya, Eijiro Yanagi, Kan Ishii. Basada en la obra
de Masamune Yotsura.
“Japón, mediados del s. XIX.
Kiyone Sakurai, aprendiz de forjador de espadas, entrega un arma a su guardia
Onoda. Tras la muerte de Onoda a manos de Naito, su hija le pide a Kiynoe que
forje la espada que vengará la muerte de su padre. Kiyone acudirá a su maestro
para que le asista en la creación de tan importante espada.”
No es una sinopsis muy larga,
aunque la película no es que sea tampoco muy extensa. Fue presentada en Cannes
en 2005 como parte del ciclo “Historia Secreta del Cine Asiático”, siendo un
film producido en el Japón de la II Guerra Mundial, lo cual nos puede ofrecer
unas interesantes notas a analizar.
El periodo en el que se centra,
en cuanto a telón de fondo histórico, es el llamado de la Restauración Meiji,
en el que enfrentamientos entre bandos del Antiguo Régimen y del nuevo Orden
imperial ponen en juego el equilibrio de un país que acaba de abrirse al mundo
y a las naciones occidentales. Esto último no se aprecia hasta el mismo final,
que es cuando vemos a Naito, el asesino de Onoda, como general enemigo del
Imperio.
Naito comete el crimen al cegarse
con Onoda ante la negativa de éste de entregarle en matrimonio a su bella hija
para restablecer su honor ante su daimyo. Se me olvidaba comentar que Naito era
el jefe de los samuráis de la casa en la que servía Onoda.
Kiyone es, a fin de cuentas, el centro de toda una espiral
de hechos que crea él mismo al entregar su primera katana a su protector. El
cortejo es atacado y cuando Onoda pretende defender a su señor, resulta que el
filo del sable se parte. Caída en desgracia y cuestiones de honor que afectan a
varios niveles, comienzan a rodear a los protagonistas. Por no decir que el
propio maestro forjador del que aprende Kiyone, siempre ha trabajado para la
familia de Naito, que se ha rebelado contra el orden imperial, y ve como todo
aquello por lo que luchó y aprendió carece de sentido, ya que ha empleado su
espíritu de forjador para el mal y no por el bien del Emperador.
Es muy importante esta figura del
sensei forjador de espadas, ya que es
donde la Burocracia nipona de la época introduce varios fragmentos de
adoctrinamiento a los espectadores para que luchen por el Bien que representa
el descendiente directo de Ama-terasu, diosa del sol. Un bien que está por encima
de la venganza personal, pero que en este caso, en el de la película, se puede
llevar a cabo porque Naito es un traidor.
Destacable también la propia
forja de la katana y su elemento espiritual como parte del guerrero y de su
propia alma (aunque, creo, que la fabricación de un sable de este tipo es muy
costosa, lo cual parece sorprendente que Kiyone y su compañero de aprendizaje sean
capaces de forjar tres filos en lo que parece ser una sola noche).
La forma de dirección acerca a la
película más al teatro que a una producción en gran pantalla; algunos actores
no es que sean muy buenos y los efectos especiales y recursos empleados son
técnicamente mejorables (¿un hombre se hace el seppuku y no sangra?, por
no nombrar otros), pero tenemos que atender a la época (1945) y a que el dinero
parecía estar mejor empleado en el esfuerzo de guerra de un país que tenía todo
perdido ya.
Mizoguchi, su director, está considerado como un igual entre cineastas
como Akira Kurosawa, aunque, en mi caso, es la primera vez que me cruzo con él.
Cuenta con una filmografía nada despreciable de 80 trabajos destacando varias
películas de la década de 1950.
Trataré de encontrar su senda.
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