lunes, abril 01, 2013

Hacerse un castillo



En el amplio volumen de “Historia naval de la Gran Guerra”, firmado por el capitán de fragata Mateo Mille, dentro de su erudición, hay lugar para la poesía marinera. Os invito a gozar de la siguiente prosa que es digna de cualquier libro de aventuras o de cualquier poeta enamorado de la mar.

Nos habla de un momento muy concreto en la navegación en un buque a vela. Ese momento tan especial al que llama “hacerse un castillo.”

“Quien no haya navegado no conoce el encanto melancólico de la hora maga del anochecer en pleno océano; un ritmo cualquiera, un compás de una canción que, por harto sabida, habéis olvidado ya, despierta en vosotros todo un mundo de recuerdos. Cuando se empezaba a navegar, en la época en que las primeras travesías habían de ser en un buque de vela, que es la verdadera escuela donde se hace el marino, la caída de la tarde implicaba un brevísimo retorno al país lejano, lo que en los modismos marineros se llamaba “hacerse un castillo”. Eran cinco o diez minutos en los cuales en todos los rostros se veía una distracción extraña y todos los ojos parecían mirar algo que estaba muy lejos, mucho más allá del horizonte. Y era cierto…

Después, de repente, como quien sale de un ensueño, la realidad: las conversaciones se reanudaban y todos fingían no darse cuenta de aquel silencio que había pesado sobre todos unos instantes. Empero, todos habíais visto un segundo vuestra casa, la calle familiar, algunos, los adolescentes, una cara de mujer, y todo, la de la madre lejana.

España tuvo muchos años, demasiados quizás, un barco velero de graciosa silueta femenina que fue el vivero de toda la primera mitad de nuestra Marina actual; se llamaba Nautilus y en sus mocedades -¡oh! Muy lejanas, os lo aseguro- hizo carrera del té yendo de Inglaterra a China, doblando el peligro cabo de Buena Esperanza, bajo su anterior nombre, Carrick Castle. En ese velero que ahora pasa su gloriosa vejez en el arsenal de Ferrol han hecho su carrera y han aprendido el divino arte de “hacerse castillos” muchas generaciones de marinos españoles.

Y en la hora del anochecer tropical, levemente inclinada bajo la presión del viento, navegando silenciosamente en una estela de plata trazada entre las blancas espumas que su proa aguda hacía brotar en el azul clarísimo del océano inmenso, una canción zarzuelera y canalla, a la sacón en boga, os volvía a un rincón cualquiera de una ciudad española. Aquella musiquilla ramplona adquiría para vosotros un encanto insospechado y la redimía de la grosería de la letra o las alusiones al personaje en boga.”

2 comentarios:

jgr dijo...

Buen libro sobre la IGM.Detalla temas muy variados desde los corsarios alemanes(que les dedica unos cuantos capitulos)a los Dardanelos,pasando por la flota austrohungara.Eso sí,el almirante Garcia de los Reyes,peca un poco de germanofilo

Javier dijo...

La cabra siempre tira al monte, amigo jgr.