Título original: «The Vikings». 1958. EEUU. Aventuras. 116 min. Color. Director: Richard Fleischer. Guión: Calder Willingham y Dale Wasserman, de la novela de Edison Marshall. Elenco: Kirk Douglas, Tony Curtis, Erneste Borgnine, Janet Leigh
La historia de «Los vikingos» se configura como un relato fiel en cuanto a su ambientación y mantiene la firmeza argumental durante todo el metraje
Todo aquel que se precie de haber crecido al albur de la vieja televisión de tubo de rayos catódicos, con embellecedores dorados y paneles de imitación a madera; de un aparato que tan solo lograba sintonizar dos canales, recordará las tardes de aventuras clásicas de los fines de semana protagonizadas por lo más granado y reiterativo de Hollywood. Pocos habrá que no hayan retenido cómo un halcón atacaba a Kirk Douglas, dejándole ciego del ojo izquierdo, lo cual no le impidió ir dando saltos sobre los remos de su drakkar, o a Tony Curtis a merced de la marea y los hambrientos cangrejos.
«Los vikingos» es una de esas películas de infancia, vieja ya cuando la vimos por primera vez donde fuera y que nos transporta a los fiordos y enrola en las incursiones vikingas contra las costas inglesas. Una historia redonda en la que no puede faltar un triángulo amoroso por muy enclenque y deformado que fuera el mismo.
Lo primero que se puede admirar de esta película de Richard Fleischer, con el sosiego que dan los años, son los exteriores de rodaje: espléndidos paisajes naturales que quitan el hipo sesenta años después. Y lo segundo la cuidada ambientación histórica de los propios vikingos, mostrándonos su organización familiar y social, sus modos de vida, arquitectura, alimentación, vestimenta, tácticas de guerra y leyes, sin caer por ello en el error de perpetuar la estúpida barbaridad decimonónica de plantarles cuernos en sus duras y algo huecas cabezas. Pasando por alto los shorts de Curtis y que Janet Leigh (Morgana) luciera unos golosos conos de helado por pechos, a la moda de la década de 1950, es una película que brilla.
La historia, hiperviolenta para la época, con violaciones, asesinatos, ejecuciones y adulterios, se configura como un relato fiel en cuanto a su ambientación y mantiene lafirmeza argumental durante todo el metraje, sin que se creen lagunas o zonas de calma chicha. El guión, por otro lado, es lineal en su parte alta, llegando a su perfecto clímax con la toma del castillo del tirano inglés y el funeral vikingo (bastante light), privándonos de saber si el personaje de Curtis, al final, tendrá éxito (o si lo intentará acaso) en su reclamación al trono que le corresponde legítimamente.
Como hemos dicho ya, excelente película que aguanta el paso de los años sin que se le aprecie mella alguna gracias a su indiscutible calidad.
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