Sin haber sido nuestra intención, se ha colado constantemente y por el medio — como una nota al margen o glosa, como una frase sin la cual no podríamos continuar—, el bueno del señor Robert Fulton. Le hemos llegado a nombrar hasta en dos de los últimos artículos publicados en este blog: por un lado, cuando hablamos de la curiosa y particular génesis de la idea de la navegación a vapor propugnada por el marqués de Jouffroy d’Abbans y, por otro, cuando escribimos la ficha de fauna marina correspondiente al molusco conocido por nautilo.
No vamos a discutir si las casualidades existen o no, pero, como hacían los antiguos romanos, vamos a curarnos en salud, rezar a todos los dioses y escuchar las voces que nos llegan con insistencia y, de paso, poner a su disposición un poco de habilidad literaria y espacio virtual en la sección de Apuntes.
Robert Fulton nació el 14 de Noviembre de 1765 en Little Britain, Pensilvania (Colonias británicas norteamericanas, luego los Estados Unidos de América), fruto del matrimonio compuesto por dos emigrados irlandeses.
De niño se inició como aprendiz de platero en Filadelfia, pero pronto desarrolló mayor interés por la pintura, tanta que emigró a Inglaterra para continuar estudios en Bellas Artes, mas fue al llegar al corazón de la Revolución industrial cuando encontró su verdadera vocación: la ingeniería civil, obteniendo la titulación correspondiente en 1795.
Aunque desarrolló cantidad de proyectos de canalización de aguas, que llegó a proponer a las autoridades francesas, es más recordado por sus ingenios navales que, primero, propuso al Directorio y, luego, al Gobierno consular. Su intención principal era la de obtener patrocinio para dos proyectos llamados a ser revolucionarios, pero que eran demasiado para las mentes de aquel momento: la bomba submarina llamada torpylla o torpedo y el barco submarino Nautilus*1.
A pesar de la demostrada funcionalidad de sus inventos, los comisionados galos recibieron los logros de Fulton con la misma calidez que mostraron cuando admiraron el barco a vapor de Jouffroy d’Abbans. Quizá inspirado por este marqués de funesto destino, Fulton, queriendo poner la Fortuna de su lado, revolvió los papeles y planos de un proyecto que le desveló durante 1793: un navío impulsado por la fuerza del vapor. El Monstruo o Locura de Fulton (según sus detractores) se construyó y probó en las aguas del río Sena, con éxito, el 9 de Agosto de 1803, pero el ambicioso ingeniero tan solo recibió por respuesta la fría y húmeda bofetada del rechazo institucional*2.
Totalmente desengañado, Fulton regresó a los EEUU en 1806, probando al año siguiente, en las aguas del río Hudson, el buque Clermont. Este primitivo navío, que desarrollaba una velocidad de dos nudos, realizó un viaje de demostración entre Nueva York y Albany, ante el regocijo de todos los curiosos.
Queriendo entregar a su país el secreto de sus conocimientos sobre la navegación a vapor, Fulton comenzó la construcción de una fragata para la Marina de guerra, la Demalogos*3, además de sentar las bases de las canalizaciones hidráulicas que se desarrollarían durante el s. XIX en los EEUU.
Robert Fulton falleció en 1815 a los cincuenta años de edad.
Notas al pie:
1* Fulton se inspiraría en el submarino creado por su compatriota David Bushnell (1754-1824) en 1771, el cual fue considerado como el ingenio de dicha categoría más perfecto hasta 1882.
El Directorio francés consideró el navío submarino poco más que un absurdo la primera vez que Fulton presentó el proyecto. Para la segunda ocasión se nombró una comisión de estudio, la cual se mostró favorable, pero el ministro de Marina vetó cualquier resolución a favor de Fulton.
Tres años después, Fulton ofreció el Nautilus a Napoleón Bonaparte. Éste llegó a entregar un crédito de 10.000 francos, con el que el ingeniero logró construir, entre 1800 y 1801, un buque submarino que se probó en el Havre y Brest con éxito, obteniendo así el visto bueno para que un astillero de París pusiera la quilla del Nautilus y finalizándolo en Junio de 1801.
2* Hay quien llega a recoger en sus textos que el emperador reconoció, durante su viaje al exilio, a la isla Santa Elena, que perdió su corona por no apoyar lo suficiente a Robert Fulton y alejar de su lado.
3* De diseño patentado el 11 de Febrero de 1809. Posteriormente a la muerte de su creador, la fragata sería renombrada como Fulton The First.
No hay comentarios:
Publicar un comentario