“En el pueblecito de Castle Rock, o the Rock como les gusta llamarlo a sus habitantes, cualquier novedad llama la atención y el que se abra una nueva tienda en la calle principal, provista de atractivos toldos verdes y con un nombre tan extraño y curioso como el de “Cosas necesarias”, es como poner panales de miel ante los hocicos de cientos de osos. Pero en esa tienda, regentada por un extraño tipo de nombre Leland Gaunt, que se autodefine como leal comerciante, se venden “cosas necesarias”: aquel anhelado cromo de un pitcher de los años ’50 que llevabas tanto tiempo buscando, una caña de pescar igualita a la que poseía tu añorado padre, un colgante que puede devorar tu dolor, un juguete de hojalata que pronostica y acierta al 100% los resultados de las carreras de caballos en tu hipódromo favorito y que te permitirá recuperar el dinero que has desfalcado, etc. Los productos no tienen etiqueta con precio. Tú has de acordar el precio con el señor Gaunt y él te sorprenderá por lo asequibles que son todas las cosas que vende, cosas necesarias. Pero no se pagan solo con unas monedas sueltas en los bolsillos, con una pequeña suma de billetes o extendiendo un cheque que pondría furioso a tu marido, no. Al final, el señor Gaunt que “sabe más”, te dirá cómo y cuándo habrás pagado por completo el artículo adquirido y no tendrás más remedio que cumplir gastando bromas a personas de tu pueblo, quizás a un vecino, quizás a un desconocido.
El éxito del señor Gaunt es arrollador y solo determinadas personas se dan cuenta de que aquel cromo no era el de ese jugador famoso y, además, está sucio y roto; que aquella caña no es japonesa, solo una vieja vara; que en el colgante habita un ser monstruoso que se alimenta de ti; o que el juguete acierta pero por que lo dice Gaunt ya que no es más que eso, un juguete roto.
Sí, éxito. Sobre todo cuando comienzan a acontecer extrañas muertes y se vive una noche similar a lo que debería ser el fin del mundo. A todo esto se enfrentará el angustiado comisario Pangborn, el cual no tiene ojos lo suficientemente necios como para que los capte la pérfida y cambiante mirada del señor Gaunt.”
Hasta aquí la sinopsis de una novela del King de los ‘90 y ésta puede llegar a ser interesante, muy interesante. El argumento, sin duda, lo es, aunque en mi opinión es una de las obras del Mago de Bangor que menos me ha gustado en general. En ocasiones he llegado a decir: “¡hala, venga ya!” He visto a gente llegar a las manos por tonterías, pero ver que consideren “normal” matar a alguien por romperle, por ejemplo, unas macetas... También la batalla campal entre católicos y los seguidores del reverendo Willie “Vapor” se me antoja extravagante, no en sí misma, sino en cuanto a su génesis. ¿Nadie se percató de que ambas congregaciones estaban siendo víctimas de la misma broma?
En momentos es algo aburrida la novela, aunque no menos cierto es que King consigue introducirnos de lleno en la vida personal de varios protagonistas, y ver el pueblo y a conocerlo por si no lo hubiéramos visitado en otras ocasiones, como con “La zona muerta”, “Cujo” o “La mitad oscura”, novelas de las que el propio autor trae referencias al texto.
Uno de los protagonistas principales es el ya mencionado comisario Alan Pangborn, que ya se tuvo que enfrentar en el pasado a sucesos extraños en la última de las novelas que he indicado en el anterior párrafo. Creo que hasta me cae mejor que el mismo John Smith (“La zona muerta”), traumatizado por la muerte de su mujer y de su único hijo en un accidente de circulación en el que aún le quedan muchas dudas en la cabeza. La historia gira alrededor de él y desde ese punto se trazan una serie de círculos concéntricos, cruzados por líneas y líneas, como una telaraña. Él es a quien teme el señor Gaunt.
Cierto es que tiene sus momentos la novela, que es original en varios aspectos sobre la compraventa de almas, con un veterano y avistado estafador infernal, pero también te puedes adelantar a los pasos de King en unos cuantos párrafos y, por ello, pierde bastante intensidad.
La próxima novela que os traeré del maestro del terror será la famosa “El misterio de Salem’s Lot”, que promete más con un argumento menos abultado y con esas constantes en las obras de King de los ’70 que tanto me llaman la atención como son los recortes de periódicos y un terror oculto (decir que en lo que llevo leído, “La tienda” hasta guarda cierto parecido lineal en determinados momentos).
Ésta, como todas mis críticas, es una opinión personal, subjetiva, y es posible que alguien me lea ahora y esté en total desacuerdo y ponga la novela de “La tienda” por las nubes, pero algo he de confesar: a pesar de todos sus defectos, no he podido de dejar, cuando cogía el libro, de devorar página tras página. Este tío tiene algo que te atrapa. La telaraña la sabe preparar como nadie.
El éxito del señor Gaunt es arrollador y solo determinadas personas se dan cuenta de que aquel cromo no era el de ese jugador famoso y, además, está sucio y roto; que aquella caña no es japonesa, solo una vieja vara; que en el colgante habita un ser monstruoso que se alimenta de ti; o que el juguete acierta pero por que lo dice Gaunt ya que no es más que eso, un juguete roto.
Sí, éxito. Sobre todo cuando comienzan a acontecer extrañas muertes y se vive una noche similar a lo que debería ser el fin del mundo. A todo esto se enfrentará el angustiado comisario Pangborn, el cual no tiene ojos lo suficientemente necios como para que los capte la pérfida y cambiante mirada del señor Gaunt.”
Hasta aquí la sinopsis de una novela del King de los ‘90 y ésta puede llegar a ser interesante, muy interesante. El argumento, sin duda, lo es, aunque en mi opinión es una de las obras del Mago de Bangor que menos me ha gustado en general. En ocasiones he llegado a decir: “¡hala, venga ya!” He visto a gente llegar a las manos por tonterías, pero ver que consideren “normal” matar a alguien por romperle, por ejemplo, unas macetas... También la batalla campal entre católicos y los seguidores del reverendo Willie “Vapor” se me antoja extravagante, no en sí misma, sino en cuanto a su génesis. ¿Nadie se percató de que ambas congregaciones estaban siendo víctimas de la misma broma?
En momentos es algo aburrida la novela, aunque no menos cierto es que King consigue introducirnos de lleno en la vida personal de varios protagonistas, y ver el pueblo y a conocerlo por si no lo hubiéramos visitado en otras ocasiones, como con “La zona muerta”, “Cujo” o “La mitad oscura”, novelas de las que el propio autor trae referencias al texto.
Uno de los protagonistas principales es el ya mencionado comisario Alan Pangborn, que ya se tuvo que enfrentar en el pasado a sucesos extraños en la última de las novelas que he indicado en el anterior párrafo. Creo que hasta me cae mejor que el mismo John Smith (“La zona muerta”), traumatizado por la muerte de su mujer y de su único hijo en un accidente de circulación en el que aún le quedan muchas dudas en la cabeza. La historia gira alrededor de él y desde ese punto se trazan una serie de círculos concéntricos, cruzados por líneas y líneas, como una telaraña. Él es a quien teme el señor Gaunt.
Cierto es que tiene sus momentos la novela, que es original en varios aspectos sobre la compraventa de almas, con un veterano y avistado estafador infernal, pero también te puedes adelantar a los pasos de King en unos cuantos párrafos y, por ello, pierde bastante intensidad.
La próxima novela que os traeré del maestro del terror será la famosa “El misterio de Salem’s Lot”, que promete más con un argumento menos abultado y con esas constantes en las obras de King de los ’70 que tanto me llaman la atención como son los recortes de periódicos y un terror oculto (decir que en lo que llevo leído, “La tienda” hasta guarda cierto parecido lineal en determinados momentos).
Ésta, como todas mis críticas, es una opinión personal, subjetiva, y es posible que alguien me lea ahora y esté en total desacuerdo y ponga la novela de “La tienda” por las nubes, pero algo he de confesar: a pesar de todos sus defectos, no he podido de dejar, cuando cogía el libro, de devorar página tras página. Este tío tiene algo que te atrapa. La telaraña la sabe preparar como nadie.
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