¡Ay del pobre marinero
que en tierra se deja el alma,
y pasa un mes y otro mes
cruzando la mar salada!
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SOLTANDO AMARRAS
PEOR PRESUPUESTO Y MEJOR FRAGATA
Iniciamos una nueva travesía en la que tenemos que hacer frente a 365 singladuras complicadas para todos los bolsillos: el comercio marítimo sufrirá directamente en sus carnes la travesía de la crisis que aún nos queda por delante; la Armada, ante los recortes de fondos en el presupuesto del 2009, ve amenazada su operatividad, no obstante tener que afrontar nuevas misiones como la de combatir la piratería en las costas somalíes; la merluza tendrá que pedir permiso especial a nuestros bolsillos, para llegar a las mesas de los comedores; y los navegantes deportivos tendrán que darle duro al remo y a la vela para ahorrar combustible.
La industria de cruceros, ante una oferta floreciente, verá reducida la demanda; y la literatura será una buena terapia alternativa para nuestras necesidades de ocio. Recordemos a Enrique Jardiel Poncela que señaló: “no hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas”, algo que viaja en el fondo del baúl de nuestros recuerdos, como ha viajado, durante las 365 singladuras que hemos dejado tras la estela dibujada por el 2008, la figura de uno de los marinos más ilustrados de todas las épocas: Cesáreo Fernández Duro, capitán de navío y académico, cuyo centenario cayó en el más absoluto de los olvidos para el Instituto de Historia y Cultura Naval.
ROBERT LOUIS STEVENSON Y SU ISLA DEL TESORO
Stevenson tenía 30 años cuando comenzó a escribir La Isla del Tesoro, que sería su primer éxito como novelista. Los quince primeros capítulos fueron escritos en 1881, en la escocesa Braemar. Era un verano tardío, frío y lluvioso y el escritor estaba de vacaciones en una casita en el campo. Su joven hijastro Lloyd pasó los días lluviosos pintando con acuarelas y, recordando aquellos tiempos, escribió: “...ocupado con una caja de acuarelas acerté a hacer un mapa de una isla que yo había dibujado. Stevenson entró y, apoyándose sobre mi hombro escribió "La Isla del Tesoro" en la esquina superior derecha! . Tres días después Stevenson había escrito los tres primeros capítulos, leyendo cada uno en voz alta a su familia que añadió sugerencias. Lloyd insistió en que no hubiera mujeres en la historia. Dos semanas más tarde, un amigo, el doctor Alexander Japp, llevó los primeros capítulos al editor de la revista Young Folks, que estuvo de acuerdo con publicar un capítulo semanal. Stevenson escribió capítulo por día durante una quincena, luego anduvo escaso de inspiración. Cuando llegó el otoño, los Stevenson viajaron a Londres, Robert tenía un problema crónico en los bronquios y, preocupado por cumplir los plazos, viajaron en octubre a Davos, Suiza, donde la interrupción del trabajo y el aire limpio de la montaña hicieron maravillas, siendo capaz de seguir a razón de un capítulo por día, terminando pronto la novela. A partir de este momento su nombre se unió para siempre a los piratas con mapas, goletas negras, islas tropicales, y marineros con una sola pierna con loros sobre sus hombros. El mapa del tesoro con una X que marca la posición del botín enterrado se convirtió en uno de los apoyos más familiares de este tipo de narraciones, y el término "La Isla del Tesoro" ha pasado a la lengua como una frase común; a menudo usada como título para juegos, paseos o lugares.
En una carta después de la publicación de La Isla del Tesoro Stevenson escribió a un amigo: "Ahora tengo que hacerte una confesión. Fue la imagen de tu fuerza mutilada y autoridad que engendró a John Silver El Largo... la idea del hombre mutilado, gobernando y temido por el sonido [solo la voz], completamente fue tomada de ti". Stevenson nunca había tropezado con un verdadero pirata; sin embargo, sus descripciones sobre barcos, navegación y marineros y su vida en el mar son muy convincentes. Su principal relación con el mar fueron su padre y su abuelo, que eran ingenieros de faros, por lo que, con frecuencia viajó a los lugares donde estaban instalados: dos años antes de escribir La Isla del Tesoro, Stevenson había cruzado el Océano Atlántico. Hay un número de islas que podrían haber servido de inspiración para La isla del Tesoro: un marinero, tío de Stevenson, cuando era niño, le había contado cuentos de sus viajes a Norman Island en las Islas Vírgenes Británicas, lo que podría significar una inspiración indirecta para el libro, ya que cerca de allí se encuentra Dead Man's Chest Island, que Stevenson encontró en un libro de Charles Kingsley, del que dijo: La Isla del Tesoro salió de Kingsley durante una Navidad en West Indies, donde conseguí el "El cofre del hombre muerto", que fue la semilla de la Isla del Esqueleto. Cinco años después de haber terminado la novela, en mayo de 1888 Stevenson pasó alrededor de un mes en Brielle, Nueva Jersey. Allí, en el Río Manasquan hay una pequeña isla boscosa conocida como "Osborn Island". Quedó tan impresionado del lugar que caprichosamente la rebautizó "La Isla del Tesoro" y talló sus iniciales en un mamparo. Hasta el día de hoy, muchos siguen refiriéndose a la isla como tal.
EL MAR ES NOTICIA
AGUSTÍN R. RODRIGUEZ ACADÉMICO DE LA HISTORIA
Agustín R. Rodriguez, profesor de Historia en la Universidad San Pablo, escritor e historiador y miembro del consejo asesor de la Fundación Letras del Mar, ha sido nombrado Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, por lo que desde estas páginas le enviamos nuestra cordial enhorabuena.
EL MUSEO DO MAR Y LA ROMANIZACIÓN
El Museo do Mar de Galicia coordinará los dos centros museísticos dedicados a la romanización, que la Consellería de Cultura ha programado para la ciudad de Vigo. El primero de ellos, la salina de la calle de Rosalía de Castro, ya es una realidad que solo está pendiente de su apertura al público, estando esta prevista para mediados de enero, una vez se solucionen las últimas cuestiones administrativas. La Consellería de Cultura pretende realizar en la finca adyacente al museo de Alcabre, un centro de arqueología subacuática que coordinará todas las acciones que se realicen en la costa gallega, y la salina de Rosalía de Castro entra en este plan al ser una actividad directamente relacionada con el mundo marino. El plan vigués se completará con la musealización del yacimiento romano de Marqués de Valladares, en donde hace algunos años se localizó una factoría de salazón del siglo I-II. Cuando esté finalizado, se podrá observar el proceso completo de la industria de salazón romana como hace 1.900 años.
RECUPERAN 4.000 FOTOS DE LA MEMORIA MARINERA
Hace 63 años, dos pescaderas veinteañeras, salían al muelle de Cambados a esperar a los barcos llenos de pescado. Llenaban sus cestas y recorrían kilómetros cargándolas para cambiar los peces por huevos, patatas y otros alimentos. Una cámara guardó aquellos momentos para la historia y hoy es un símbolo. Es el icono del proyecto “A memoria do mar”, que ha recopilado 4.000 fotografías de 25 localidades costeras para hacer memoria marinera, pero una memoria íntima, que se fijase en las historias más personales ligadas al mar. Dos técnicos del Museo do Mar recorrieron Galicia desde el mes de febrero en busca de imágenes de familias marineras, para lo que contaron con la colaboración de la Federación Galega de Cofrarías de Pescadores. Los fondos se pueden consultar libre y gratuitamente en Internet, en la dirección www.amemoriadomar.com. Tiene un buscador que ayuda a encontrar fotografías por lugares, autores, año, contenido y otros aspectos. El resultado es la base de datos que contiene en torno a 4.000 fotografías, recopiladas en 25 localidades. Además de la página web, el proyecto se plasma en una exposición que se puede ver en el Museo do Mar de Galicia (en Alcabre, Vigo) hasta el 1 de febrero.
UN GALEÓN PARA CHINA
La empresa Navegación y Ocio construye en Punta Umbría (Huelva) una réplica de un galeón español de principios del siglo XVIII, de 40 metros de eslora que tendrá como objetivo la Expo Universal de China de 2010, para lo que se está empleando una tecnología pionera. Del "Andalucía", que se prevé botar a principios de 2010, para participar en la Expo de Shangai de ese año, se ha concluido el molde de madera, compuesto por 52 cuadernas o "costillas", un esqueleto que ahora se revestirá con fibra. La novedad de la construcción con "técnica mixta" es que el revestimiento de fibra será el casco de la embarcación, que se completará cuando se le añada la madera de los galeones del siglo XVIII así como el mobiliario idéntico de la época, hasta convertirlo en un "museo flotante" que visitará 25 países entre la ida y la vuelta desde Andalucía.
En el astillero Palmás de "Varaderos" en la ría de Punta Umbría, una enorme carpa blanca de plástico acoge el molde del barco, que tiene quince metros en la zona más alta y cuyo coste final rondará los seis millones de euros, según los promotores de la iniciativa, la Fundación Nao Victoria. Ahora se trata de emular a los comerciantes del XVIII que llegaron desde las costas andaluzas hasta las plazas comerciales de India y China, y el galeón lo hará ayudado por los mil metros cuadrados de vela que soportarán tres palos, el mayor de 45 metros, y cuyo manejo se hará con los mismos medios de la época.
ESCUELAS DE LA ARMADA REGISTRAN UN 66% MÁS QUE EL CAMPUS
Las dos escuelas que posee la Armada en Ferrol, la Antonio de Escaño de Caranza y la Esengra de A Graña, han convertido a la ciudad en una referencia en el terreno de la formación para la Marina española. Y ofrecen, además, unas cifras de alumnos muy relevantes. De hecho, un simple contraste con los estudiantes del campus ferrolano da buena cuenta de su importancia. Solo durante el curso 2007-2008, según han señalado fuentes oficiales, han pasado por las instalaciones castrenses algo más de 5.000 estudiantes. En la misma franja temporal, en los centros dependientes de la Universidade da Coruña en la urbe naval se superaron levemente los 3.000. En otras palabras, por las escuelas de la Armada pasaron alrededor de un 66% más de alumnos, incluyendo en este cálculo tanto a los aprendices permanentes como a los eventuales. Siendo la Antonio de Escaño la que más aumenta las cifras, ya que en el pasado período lectivo se impartieron en sus instalaciones casi 300 cursos distintos y por sus aulas pasaron 3.508 marinos. Su superficie es de 210.000 metros cuadrados -equivalente a la de unos 42 campos de fútbol, de los cuales algo más de 56.000 es superficie construida. En la misma se imparten un amplio abanico de disciplinas, que van desde la mecánica hasta la electricidad pasando también por la electrónica, los sistemas tácticos, las comunicaciones y la informática, la artillería y los misiles, la dirección de tiro, submarinos, sonar.
De entre sus instalaciones cabe destacar el moderno Centro de Instrucción de Seguridad Interior (CISI), una unidad especializada en la simulación de emergencias como incendios y ataques nucleares, bacteriológicos y químicos. Se trata de un complejo de referencia en todo el territorio nacional. En la Escuela de Especialidades Fundamentales de la Estación Naval de A Graña, se imparte formación en maniobra, navegación, administración, hostelería y alojamientos, entre otras facetas. En el curso 2007-2008 han estudiado en esas instalaciones 1.512 marinos. Sus raíces históricas se hunden en 1869, cuando se creó la Escuela Naval Flotante para Aspirantes a Marina a bordo de la fragata Asturias, utilizando los edificios de la antigua provisión de víveres. Su actual denominación se estableció el 21 de julio de 1995. La que hoy se encuentra en Caranza surge de la Escuela de Maquinistas de la Armada, creada en 1850, que se ubicó en el Arsenal. Fue en 1989 cuando se decidió su traslado a su actual emplazamiento, tomando su denominación como Antonio de Escaño en junio del 2001.
EFEMERIDES MARINERAS ENERO
20-01-1503
POR REAL CÉDULA DE ISABEL LA CATÓLICA SE FUNDA LA CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA.
10-01-1506
ANTE EL TEMOR DE QUE NAUFRAGASE LA NAVE QUE CONDUCÍA A ESPAÑA A DOÑA JUANA LA LOCA Y A SU MARIDO, ÉSTE FUE AMARRADO, A MODO DE SALVAVIDAS A UN PELLEJO INFLADO, ROTULADO CON SU NOMBRE "EL REY DON PHILIPE"
12-01-1716
NACE ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIENTÍFICO SEVILLANO
12-01-1716
NACE ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIENTÍFICO SEVILLANO
01-01-1880
COMIENZAN LOS TRABAJOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL CANAL DE PANAMÁ.
19-01-1903
MARCONI REALIZA LA PRIMERA TRANSMISIÓN TRANSATLÁNTICA POR RADIO.
07-01-1908
PROMULGACIÓN DE LA LEY DE LA ESCUADRA,CONOCIDA COMO LEY MAURA-FERRANDIZ, PARA DOTAR A ESPAÑA DE FUERZAS MARÍTIMAS, DE LAS QUE CARECÍA TRAS LOS DESASTRES SUFRIDOS EN LAS GUERRAS DE CUBA Y FILIPINAS
30-01-1945
EL ANTIGUO TRANSATLÁNTICO WILHELM GUSTLOFF, CARGADO DE REFUGIADOS ALEMANES, FUE ALCANZADO POR LOS TORPEDOS DE UN SUBMARINO SOVIÉTICO, FALLECIENDO 9.343 PERSONAS - ENTRE ELLAS 3.000 NIÑOS - Y SOBREVIVIENDO 1.252. CIFRA QUE SITUA EL HECHO COMO LA MAYOR CATÁSTROFE MARÍTIMA DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA.
22-01-1961
UN GRUPO DISIDENTE PORTUGUÉS, AL MANDO DE ENRIQUE GALVAO, SECUESTRA EN ALTA MAR AL TRANSATLÁNTICO LUSO SANTA MARÍA.
LAS LETRAS DEL MAR EN LA FILATELIA
HOMERO Y LA ODISEA
Marcelino González
Si damos un salto atrás en el tiempo, y nos situamos alrededor del siglo VIII antes de Cristo, nos encontraremos al griego Homero, autor de obras épicas como “La Ilíada” o “La Odisea”, que parecen ser recopilaciones de cantos, tradiciones y narraciones antiguas recogidas por el autor a lo largo de su vida. Homero fue admirado y muy citado por filósofos, escritores y artistas posteriores, pero en realidad, de él se sabe muy poco. Hasta nosotros han llegado diversas biografías suyas, muchas veces contradictorias, en las que se mezcla realidad y leyenda hasta tal punto que se ha llegado a poner en duda su existencia. Según dichas biografías pudo haber nacido - entre otros muchos lugares - en Quíos o Esmirna, para morir, al parecer, en Ios.
En “La Odisea”, Homero narra las aventuras de Ulises y el regreso a su casa en Itaca tras la caída de Troya, en un viaje que duró 10 años. En algún momento de aquel viaje, Ulises tuvo que pasar con su barco cerca de las peligrosas costas de las sirenas, y se hizo amarrar al mástil para poder oírlas sin caer en sus tentaciones. Así lo refleja un sello de correos emitido por Grecia, y así lo cuenta “La Odisea” en el Canto XII (Las Sirenas. Escila y Caribdis. La Isla del Sol. Ogigia), que dice: “De nuevo en ruta, lograron escapar de las Sirenas, cuyo canto hacía enloquecer a quien las oyera. Para ello, siguiendo los consejos de Circe (diosa y hechicera), Odiseo (nombre de Ulises en griego) ordenó a sus hombres taparse los oídos con cera exceptuándolo a él y mandó ser atado al mástil. Escaparon también de las peligrosas Caribdis y Escila (dos monstruos marinos situados en orillas opuestas de un estrecho paso de agua, tan cerca uno del otro que los marineros que intentaban evitar a Caribdis pasaban muy cerca de Escila y viceversa.). Consiguieron llegar a Trinacria (nombre griego de Sicilia), la isla del Sol. Pese a las advertencias de no tocar el ganado de Helios (personificación del sol), los compañeros sacrificaron varias reses, lo que provocó la cólera del dios. Al hacerse de nuevo a la mar, Zeus (dios del cielo y el trueno, gobernante del Monte Olimpo) lanzó un rayo que destruyó y hundió la nave, sobreviviendo únicamente Odiseo. Finalmente, arribó a la isla de Calipso (según Homero, nombre de una bella hija del titán Atlas, que reinaba en la hermosa isla de Ogigia).”
NOVEDADES LIBROS DICIEMBRE 2008
ATOLÓN
THOMAS, Carlos
En esta obra se entrecruzan dos historias de marinos españoles, que en épocas distintas visitan un minúsculo atolón de las islas Kiribati, lugar que fue escenario de sangrientos combates durante la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas es la del capitán Uribe, único superviviente de un barco mercante español hundido por un submarino japonés. Tendrá que subsistir como un náufrago hasta que por azar se verá inmerso en la vorágine bélica de la contienda, viéndose obligado a luchar tanto para defender su propia vida como para vengar la muerte de sus compañeros. La segunda historia es la de un joven capitán español, que se decide a disfrutar de unas cortas vacaciones. La casualidad le llevará al mismo atolón al que llegó, años atrás el capitán Uribe. El azar le vinculará con los descendientes del capitán y despertará en él, el interés en conocer todos los detalles de su vida, y las razones por las que los habitantes de Kiribati erigieron un mausoleo en su honor, en el que reposan sus restos, siendo aún muy venerados por la actual población.
MISIÓN EN EL CUERNO DE ORO
FULLERTON, Alexander
Finales de la primera guerra mundial. La amenazadora mole del crucero de batalla alemán Goeben acecha en el Cuerno de Oro, Constantinopla. Destruirlo, o cuando menos inmovilizarlo, resulta esencial y el único modo es enviar un submarino de la clase E a través del estrecho de los Dardanelos hasta del mar de Mármara. Sin embargo, han pasado dos años desde que un submarino de los Aliados consiguió atravesar los Dardanelos con éxito. Ahora el paso está sembrado de minas y redes, y hay patrullas día y noche. Atravesar el estrecho con un submarino parece un suicidio. Pero Nicholas Everard está al mando y, con la ayuda de un experto en explosivos de la Marina y un taciturno especialista en espionaje, se enfrentará a su misión más peligrosa. .
HISTORIA DE LA ASTRONOMÍA
COUPER, Heather; HENBEST, Nigel
La historia de la astronomía es un reflejo de la historia de la humanidad. ¿Porqué si no denominamos "cielo" al firmamento cósmico y lo poblamos con deidades, como el Sol, la Luna y los planetas? ¿Por qué si no situamos nuestras preciadas leyendas sobre mapas del cielo, materializándolas en los dibujos de las constelaciones? ¿Por qué si no las civilizaciones han creído que las estrellas dictaban sus vidas?. Nuestros antepasados levantaron monumentos a las estrellas, como los grandes círculos de piedras de Stonehenge y las pirámides, verdaderas catedrales. Desde hace innumerables milenios, el cielo ha sido el hilo conductor de nuestras creencias y de nuestra cultura. Desde los antiguos griegos, los humanos se han esforzado por comprender el universo. ¿Es el Sol el que se mueve alrededor de la Tierra o es ésta la que se mueve alrededor del Sol? ¿Cuál es el tamaño del cosmos?. Durante siglos y milenios los astrónomos han establecido la verdadera naturaleza del universo. Con cada paso, nuestro planeta Tierra parece cada vez más pequeño y más insignificante. Esta percepción cambiante ha provocado un arduo enfrentamiento entre los astrónomos, por un lado, y los filósofos y los sacerdotes por otro. Hoy en día se puede decir que hemos alcanzado una humilde perspectiva sobre el cosmos. La Tierra es un planeta medio que gira alrededor de una estrella de mediana edad situada en una galaxia más. Pero podemos estar orgullosos de haber alcanzado un logro: en nuestro planeta se ha desarrollado una forma de vida que puede contemplar el universo y preguntarse por el significado de todo lo que ve.
LA VUELTA AL MUNDO SIN PRISAS
SCHMIDT, Kurt
Kurt zarpó un día a la caña del Nicole, un Belliure 40, en una singladura que él quería que fuese sin retorno. Para ello decidió renunciar a muchas cosas, pero como él dice ganó la libertad. Kurt lleva veinte años dando la vuelta al mundo sin prisa, siempre a bordo del Nicole. Navega durante diez meses al año, vuelve a Altea un par de meses, ve a sus nietas y a su hija, se toma alguna copa con los amigos y regresa al barco. Navegó muchos años en solitario, pero desde 1998 comparte sus viajes con Elena. Muchos han sido los mares de sus aventuras, muchos los amigos y lugares que ha dejado atrás, pero el viajero sólo puede mirar hacia delante, y confiar que el destino le permita volver a reencontrarse con aquellos con los que vivió momentos de felicidad y con los que le unen para siempre lazos de amistad. Quedan tantos lugares maravillosos por conocer; tantos fondeos paradisíacos; tantos nuevos amigos con los que cantar, comer, reír, compartir vivencias; y, también, tantos tormentas que superar; en definitiva, tanto mar por navegar. Además de sana envidia, las aventuras de Kurt Schmidt nos arrancarán alguna exclamación de admiración y más de una sonrisa. En su relato siente ese espíritu libre de quien está a gusto consigo mismo y con lo que hace, de quien se siente feliz y agradecido por lo que la naturaleza y el mar le brindan a cada instante. Porque hay que reconocer que Kurt ha vivido y vive como la mayoría de navegantes hubiera deseado vivir
TINTA DE MAR
COILLOUD, Nathalie; BOROTAU, Maria
Desde Homero, el mar no ha dejado de ser fuente de inspiración. Escritores, poetas, navegantes solitarios, viajeros ocasionales, marinos de altura…todos han mojado su pluma en tinta de mar. Porque los océanos propician viajes de los que uno nunca regresa del todo. Testimonio es este libro, ampliamente ilustrado, con textos dictados por la fascinación del mar, recopilados por Nathalie Couilloud y Maria Boratou. Ilustres personajes de la literatura evocarán en el lector recuerdos de su infancia, y autores menos conocidos le embarcarán en inolvidables travesías.
GUERRA NAVAL EN LA REVOLUCIÓN Y EL IMPERIO
GIMERA RAVINA, Agustín; BLANCO NUÑEZ, José Mª (ed.)/2008
Entre el inicio de la guerra contra la Francia revolucionaria y el fin del Imperio Napoleónico se extiende una etapa fundamental de la historia europea y americana. En aquellos años se asiste también a la culminación de una práctica bélica, ya ensayada anteriormente, como fueron los bloqueos navales y las operaciones anfibias. Las consecuencias de estas actuaciones fueron decisivas para las potencias en conflicto, no solamente en el plano militar sino también en el político, económico y financiero. Este libro reúne los trabajos de un grupo de expertos internacionales en el tema, donde se reflexiona conjuntamente sobre la teoría y la práctica de esta forma de guerra naval, sus fracasos y sus logros.
ATLANTIS. LA CIUDAD PERDIDA
DONEGAN, Greg
Tres misteriosos lugares sobre la tierra: el Triángulo de las Bermudas, el Mar del Diablo en Japón y una pequeña región de Camboya. Dentro de sus límites han desaparecido aviones, se han esfumado barcos y, en Camboya, una civilización se ha extinguido. Ahora, la fuerza destructiva que está tras estos misterios ha sido revelada. Ya nos habían invadido antes. Hace diez mil años. Cuando destruyeron la Atlántida. Y ahora han regresado. Camboya, 1968. Eric Bane, miembro de las Fuerzas Especiales, se adentra junto a su equipo en territorio enemigo. La misión secreta que están llevando acabo se ve interrumpida por el descubrimiento de unas ruinas, posiblemente las de la ciudad perdida de Angkor Kol Ker. La misión termina en forma de tragedia. Sólo Dane sobrevive. Tres décadas después una inexplicable niebla aparece, no solamente en Camboya, también en el Triángulo de las Bermudas y en el Mar del Diablo. Un poder que supera nuestra ciencia y tecnología. Una desesperada batalla final por la supervivencia.
HISTORIAS Y LEYENDAS DE LOS SIETE MARES
LA ISLA DEL TESORO
Robert Louis Stevenson
El Squire Trelawney, el doctor Livesey y los demás señores me han encargado de poner por escrito todo lo referente a la «Isla del Tesoro», de punta a cabo, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada del «Almirante Benbow», y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro, cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo. Lo recuerdo, como si hubiera sido ayer, tal como llegó, con torpe andadura, a la puerta del albergue, y tras él, siguiéndole en una carretilla, un cofre de marinero. Era un hombrazo alto, recio, pesado, de color de nuez; la coleta embreada le caía sobre los hombros de la casaca azul, cubierta de manchas; tenía las manos agrietadas y llenas de cicatrices, con las uñas negras y rotas; y la cuchillada, que cruzaba una de sus mejillas, había dejado un costurón lívido, de sucia blancura. Paréceme que le estoy viendo mirar en torno de la ensenada, silbando entre dientes, y después tararear aquella antigua canción marinera, que cantaba luego tan a menudo: “Quince hombres van en El Cofre del Muerto./¡Ay, ay, ay, la botella de ron!” con aquella voz recia y temblona que parecía haber sido ejercitada y puesta a tono en las barras del cabrestante. Después llamó a la puerta con un pedazo de palo que llevaba en la mano, y cuando acudió mi padre, pidió con destemplado tono un vaso de ron. Se lo trajeron y lo bebió pausadamente, como un catador, deteniéndose para paladearlo, y sin dejar de mirar, por tanto, alrededor, a los acantilados y a la muestra que colgaba sobre la puerta.
-Es ésta -dijo al fin- una ensenadita muy a la mano y una taberna bien situada. ¿Mucha compañía por aquí, compañero?
Mi padre le respondió que no: muy poca concurrencia, para más desgracia suya.
-Bueno; pues entonces aquí me acomodaré. ¡Oye, tú! -gritó al hombre que empujaba la carretilla-. Atraca aquí al costado y ayuda a subir el cofre. Voy a hospedarme aquí unos días. Soy hombre llano: ron, tocino y huevos es todo lo que necesito, y aquel cabezo, allá arriba, para ver salir los barcos. ¿Que cómo me han de llamar? Pueden llamarme Capitán. ¡Ah!, ya veo tras de lo que anda... ¡Ahí está! -y arrojó tres o cuatro monedas de oro en el umbral-. Ya me avisarán cuando me haya comido todo eso -dijo imperioso y altivo como un almirante.
Y en verdad, mala como era su ropa y aunque se expresaba toscamente, no tenía la apariencia de un simple marinero, sino la de un piloto o patrón acostumbrado a ser obedecido o a pegar. El hombre que empujaba la carretilla nos dijo que aquella mañana se había apeado de la diligencia en el «Royal George» y que allí había preguntado qué posadas había a lo largo de la costa; y habiendo oído, según me figuro, buenas referencias de la vuestra y que era solitaria, la había preferido para establecer su residencia. Y eso fue todo lo que pudimos saber de nuestro huésped. Era hombre habitualmente muy callado. Todo el día vagabundeaba en torno de la caleta o sobre los acantilados, con un catalejo de latón; y toda la velada se la pasaba sentado en un rincón de la sala de la taberna, junto al fuego, bebiendo ron muy fuerte con agua. Casi nunca respondía cuando se le hablaba; y no hacía sino erguir de pronto la cabeza y resoplar por la nariz como un cuerno de niebla; y tanto nosotros como la gente que frecuentaba la casa, pronto aprendimos a no meternos con él. Todos los días, al volver de sus caminatas, preguntaba si había pasado por la carretera algún hombre de mar. Creíamos al principio que lo haría porque echaba de menos la compañía de gente de su condición; pero al fin caímos en la cuenta de que lo que trataba era de esquivarla. Cuando algún navegante se detenía en el «Almirante Benbow» -como ocurría, de tiempo en tiempo, con los que se encaminaban a Brístol por la carretera de la costa- le observaba, antes de entrar en la sala, por entre las cortinas de la puerta; y era cosa segura que siempre permanecía callado como un muerto en presencia del forastero. Para mí, al menos, no había secreto en ello, pues era yo, en cierto modo, partícipe de sus alarmas. En cierta ocasión me había llevado aparte y me prometió darme una moneda de plata de cuatro peniques, el primero de cada mes, «sólo por tener el ojo listo y darle aviso tan pronto como viera aparecer un navegante que no tenía más que una sola pierna». Muchas veces, al llegar el día convenido y pedirle mi salario, se contentaba con darme un bufido y mirarme con tal cólera que me obligaba a bajar los ojos, pero no dejaba pasar la semana sin pensarlo mejor, y acababa por traerme mi pieza de cuatro peniques y repetir la orden de estar alerta para «el navegante con una sola pierna».
No necesito decir hasta qué punto este personaje me perseguía en mis sueños. En noches borrascosas, cuando el vendaval sacudía las cuatro esquinas de la casa y la marejada bramaba en la caleta y embestía contra los acantilados, veíale en mil distintas formas y con mil diabólicas expresiones. A veces tenía la pierna cercenada por la rodilla; otras, por la cadera; a veces era un ser monstruoso que nunca había tenido sino una sola pierna, y ésta en medio del tronco. Verle saltar, correr y perseguirme salvando bardas y zanjas era la más atroz de las pesadillas. Y bien echadas las cuentas, pagué harto caro mis cuatro peniques de mesada a cambio de tan espantables visiones. Pero, aun aterrado como estaba por la idea del navegante cojo, era yo, de cuantos conocían al capitán, quizá el que menos miedo le tenía. Había noches en que bebía más ron de lo que su cabeza podía soportar; y a veces, cuando esto ocurría, se sentaba a cantar sus viejas canciones marineras, impías y brutales, sin hacer caso de nadie; pero otras, pedía una ronda de vasos y obligaba a toda la temblorosa reunión a escuchar sus historias y a corear sus cánticos. Con frecuencia sentía estremecerse toda la casa con el «¡Ay, ay, ay, la botella de ron!», en el que tomaban parte todos los vecinos, a la desesperada, sobrecogidos por un miedo mortal, y cada uno de ellos cantando más desaforadamente que el otro para evitar que se fijase en él. Porque en esos arrebatos era el más avasallador contertulio que jamás se vio: pegaba manotazos en la mesa para imponer silencio a todos; y estallaba en cólera si se le hacía alguna pregunta o si ninguna se le hacía, pues sospechaba por ello que la tertulia no seguía su relato. Ni permitía tampoco que nadie abandonase la posada hasta que él, a fuerza de beber, se adormilaba y se iba a acostar dando tumbos. Las historias que contaba eran lo que más amedrentaba a la gente. Sus espantables relatos eran de ahorcados y de «pasear por la tabla», de borrascas en el mar, de la Isla de la Tortuga y de terribles hazañas y extraños parajes en la América española. Por lo que él mismo contaba, debía de haber pasado su vida entre las gentes más desalmadas que habían navegado los mares; y el lenguaje en que refería esas cosas escandalizaba a nuestra sencilla gente rural tanto como los crímenes que relataba. Mi padre andaba siempre diciendo que aquel hombre iba a ser la ruina de la posada, porque no tardaría la gente en cansarse de venir allí a ser tiranizada, a sufrir humillaciones y a irse a acostar despavorida y castañeteando los dientes; pero yo tengo por cierto que su presencia nos fue de provecho. La clientela se atemorizaba por el momento, pero al pensar después en ello, más bien encontraba deleite: era una apetecible excitación en la calmosa vida campesina; y hasta había unos cuantos, entre los más mozos, que fingían admirarlo llamándole «un verdadero lobo de mar» y «un viejo tiburón», y cosas por el estilo: y decían que hombres como aquél eran los que habían hecho a Inglaterra temible en la mar.
Por un lado, al menos, es cierto que hizo cuanto pudo por arruinarnos, pues siguió hospedado en la casa semana tras semana y, después, un mes tras otro; y aunque estaba ya gastado hacía mucho tiempo el dinero que nos dio, mi padre no tenía nunca bastante valor para conminarle a que nos diera más. Si en alguna ocasión se lo insinuaba, el capitán resoplaba con tal fuerza por la nariz, que parecía lanzar bramidos, y clavaba los ojos en mi padre hasta que éste, desconcertado, se salía del cuarto. Más de una vez le ví retorcerse las manos después de esas derrotas, y estoy seguro de que el enojo y el terror en que vivía aceleraron no poco su prematura y desgraciada muerte. En todo el tiempo que vivió con nosotros no hizo el capitán cambio ninguno en su indumentaria, como no fuera el de unas medias compradas a un buhonero. Una de las alas del sombrero de tres picos se le desprendió, y desde entonces la dejó colgando, aunque era una gran molestia cuando soplaba el viento. No se me olvida el aspecto de su casaca, que él mismo remendaba arriba en su cuarto, y la cual, antes del fin, no era ya más que puros remiendos. Nunca escribió ni recibió carta alguna, sólo cuando estaba borracho de ron. Ninguno de nosotros vio jamás abierto el gran cofre de marinero. Sólo una vez encontró quien le hiciera frente, y ocurrió esto ya hacia el fin, cuando mi pobre padre estaba muy avanzado en la postración que acabó con su vida. El doctor Livesey vino un día, al atardecer, a visitar al enfermo, y después de tomar un refrigerio que le sirvió mi madre, se fue a la sala a fumar una pipa mientras le traían el caballo desde el caserío, pues en el viejo Benbow no teníamos acomodo para bestias. Entré tras él, y aún recuerdo cómo me chocó el contraste entre el pulcro y atildado doctor, con su peluca empolvada, blanca como la nieve, sus lustrosos ojos negros y sus finos modales, y los rústicos lugareños; y, sobre todo, el que hacía con aquel espantapájaros de nuestro pirata, sucio y abotagado, ya ahíto de ron, turbia la mirada y echado de bruces sobre la mesa. De pronto, éste -el capitán- se arrancó con su sempiterna canción: “Quince hombres van en El Cofre del Muerto./¡Ay, ay, ay, la botella de ron!/La bebida y el diablo dieron con el resto./¡Ay, ay, ay, la botella de ron!
-¡Silencio ahí, en el entrepuente!
-¿Hablaba usted conmigo? -preguntó el doctor; y cuando el rufián, soltando otro juramento, le contestó que así era-.Sólo tengo que decir a usted una cosa -replicó el médico-, que si continúa usted bebiendo ron, el mundo se verá bien pronto libre de un porquísimo forajido. La cólera del viejo fue espantosa. Se puso en pie, sacó y abrió una navaja marinera, y empuñándola, amenazó al doctor con clavarlo en la pared. El doctor ni siquiera se movió. Le siguió hablando como antes, por encima del hombro y en el mismo tono de voz, aunque más alta, para que se oyera en toda la sala, pero con inalterable calma y firmeza.
-Si en este mismo instante -prosiguió- no se mete usted esa navaja en el bolsillo, prometo por mi honor que será usted ahorcado en la primera reunión del Tribunal en el Condado.
Siguió después un combate de miradas. Pero el capitán amainó pronto, se guardó el arma y volvió a sentarse gruñendo como perro vapuleado y mohíno.
-Y ahora, caballero -continuó el doctor-, puesto que ya sé que hay en mi distrito un sujeto como usted, puede estar seguro de que no he de perderle de vista. No sólo soy médico, sino, además, magistrado; y si llega a mis oídos la sombra de una queja, aunque no sea más que por una falta de decencia como la de esta noche, tomaré las medidas que hagan falta para que le echen mano y salga usted de aquí. Y basta con esto.
Poco después trajeron a la puerta el caballo, y el doctor montó y se fue; pero el capitán se estuvo quedo por aquella noche y aun otras muchas después.
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