Siempre es lo mismo y se repite una y otra vez a lo largo del tiempo y del espacio. Vosotros también habéis sido víctimas de tan extraño juego orquestado por nadie sabe quién. Ayer sufrí la broma, al igual que hoy, pero, cada vez, deja el listón más alto. Fijo que aún no caéis en la cuestión sobre la que estoy disertando y voy a pasar a iluminaros el camino. Cuando me pongo a buscar una cosa siempre encuentro de todo menos lo que podría calificarse como mi objetivo. Hace unos días, para ser exactos, desde el primer minuto en el que mi permiso expiró y dejó de tener efecto alguno, mi superior me requirió para le hiciera entrega de cierta documentación, la cual se la estaban exigiendo desde hace ya unas cuantas semanas por parte de las altas instancias. Primero él hizo oídos sordos a la reclamación, pero ya no podía demorarse ni un solo instante más (ya no colaba). Así, siguiendo órdenes, dirigí mi pensamiento y mis manos a una de las dos columnas que tengo de “cosas por hacer” que dormitaban plácidamente hasta el momento de mi esperado retorno de mis merecidas vacaciones. Recordaba justo donde estaban los dichosos papeles (o deberían de estar), pero estos habían desaparecido, como si todo fuese una burla de muy mal gusto (y puede que lo sea). No me quedó más remedio que organizar una expedición de búsqueda (o rescate) a la que siguió otra y otra más. Ya me había exasperado y lo dejé por imposible uniéndome al bando de los “Para encontrar algo, hay que dejar de buscarlo”. Esa frase bullía en mi interior, reptaba por mis entrañas y se adueñó de mi ser.
Ayer mismo compareció en nuestras dependencias la persona que reclamaba la documentación extraviada y, bajo una especie de orden silenciosa de zafarrancho, todos nos pusimos a buscar los papelitos de marras lo más disimuladamente posible.
Yo estaba autoconvecido de que aquella “arca perdida” estaba en poder de mi superior, en algún desconocido punto de su mesa de despacho, sin que éste se hubiese percatado de tal circunstancia. Era la única respuesta que mi cerebro podía dar a la “fuga de papel”. Para evitar una posible reprimenda ante el incumplimiento de la discreta orden, hice como que rebuscaba entre mis columnas y volví a retirar la carpeta marrón con ventanilla donde los papeles inclasificados esperan su turno con aquellos asuntos que aún carecen de archivador. Era “el pozo sin fondo” donde busqué el primer día, donde volvía a hurgar al siguiente, donde…
Casi como un mimo con su pantomima, me puse a pasar de forma mecánica aquellas hojas olvidadas y, como si fuese un crío con cara de no haber roto nunca un plato, se presentó el ansiado objeto de la búsqueda general. Se había quedado pegado a otras hojas con el único fin de hacerme parecer un gilipollas. No puede existir otra razón.
No exagero nada al decir que cuando anuncié mi hallazgo, un manto de nerviosismo fue retirado con salvaje rabia de encima de todos nosotros.
Hoy se da la circunstancia de que tenía que archivar unos papeles en una carpeta azul de gomas de las que solo tenemos dos entre el Maremagnum de subcarpetas Gio que yacen desparramadas o en perfecto orden por los rincones y estantes. Debía resultar como buscar un elemento que absorbe la luz y de un negro indescriptible con unas dimensiones de 30 centímetros en una habitación de color blanco nuclear donde las sombras han sido eliminadas indiscriminadamente. Sin embargo, la carpeta azul de gomas está oculta a mis ojos. No logro entender semejante estupidez.
5 comentarios:
Foarte interesat subiectul postat de tine, m-am uitat pe blogul tau si imi place ce am vazu am sa mai revin cu siguranta.
O zi buna!
¿?
Oye,nosotros de expedición y yo sin enterarme?
Me parece que te han posteado en rumano, si no me equivoco. que fuerte!!! al menos que se diera a conocer en cristiano!
La búsqueda ya te la comento luego, Mali.
Pues sí, Tocayo, aunque no entiendo nada, no creo que sea más allá que una treta para que entrara en su página web.
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