lunes, julio 09, 2012

DIARIO VASCO

El mayor buque de la Armada española abre sus puertas al público en Lisboa

Noticias EFE


Lisboa, 7 jul (EFE).- EL mayor barco de la Armada española, el buque de proyección estratégica "Juan Carlos I", abrió hoy sus puertas al público en Lisboa, el segundo puerto extranjero en el que atraca desde que se puso en pleno funcionamiento a finales de 2010.
El buque permanece hoy y este domingo en la orilla del río Tajo -cuya presencia destaca en pleno centro de la capital- y está disponible para visitas guiadas por la cubierta y el interior de las once plantas del barco.
El lunes zarpa hacia la Ría de Pontevedra Ferrol (Galicia), donde termina un mes de maniobras y prácticas en alta mar dirigidas a 150 alumnos de la Escuela Naval Militar.
El navío, de 231 metros de eslora, 32 de manga y 58 metros de altura, está operativo desde 2010, pero sólo había atracado en un puerto extranjero en Estambul (Turquía) durante el período de pruebas.
Sirve como portaaviones, garaje de carga ligera, hangar y almacén de vehículos pesados anfibios, como carros de combate que pueden desembarcar desde el propio dique del barco.
"Es un buque muy flexible y lo que nosotros llamamos 'multipropósito', porque es como cuatro barcos en uno", explicó a los periodistas el oficial de prensa del buque, Francisco Díaz.
Con un presupuesto inicial de 300 millones de euros y final de 500, el barco empezó su construcción en los astilleros de Navantia en Ferrol en 2005 y se botó al mar en 2008 en una ceremonia presidida por el Rey Juan Carlos I.
Después de dos años de inspecciones y puesta a punto, el barco inició sus operaciones desde la base naval permanente de Rota (Cádiz).
Está preparado para expediciones humanitarias, transporte de equipamiento para cualquier ejército, portaaviones y dique de vehículos de tierra y mar.
Esta polivalencia convierte al barco en "único en su género" a nivel mundial, aseguró Díaz, además de su gran capacidad de carga en operaciones estratégicas.
"Si se procediese a un repliegue de las tropas en Afganistán, este barco puede traer a todas nuestras tropas y equipamiento", precisó Díaz.
En total tiene 5.000 metros cuadrados de cubierta, puede desplazar hasta 26.000 toneladas y almacenar entre 20 y 30 aeronaves, así como unos 45 carros de combate y camiones.
Forma parte del Grupo II de la Fuerza de Acción Naval de la Armada España y está preparado para transportar hasta 1.435 personas.
Una de sus funciones principales es su capacidad de intervención en situaciones de emergencia o desastres naturales, sobre todo por tener un hospital equipado con dos quirófanos, ocho unidades de cuidados intensivos y una zona de hospitalización con catorce camas.
El diseño del portaaviones, con una cubierta de vuelo de 202,9 metros de longitud y 32 de anchura, está basada en el modelo del buque Príncipe de Asturias, al que puede sustituir en sus funciones.
Después de llegar a Pontevedra, el buque tiene previsto volver a la base de Rota el 13 de julio, y terminar así la travesía de adiestramiento, en la que también atracó en Alicante y Cartagena. EFE

XLSEMANAL

El día que invadimos Gibraltar.
Arturo Pérez - Reverte

Me encanta. Para qué les digo que no, si es que sí. La cosa patriótica me trae al pairo a estas alturas de nuestra torpe Historia; y en lo que se refiere a Gibraltar, las declaraciones oficiales españolas suelen darme una risa que me saltan los empastes. Algunos de ustedes saben que llevo veinte años sugiriendo entregar el Peñón -con aguas y territorios adyacentes incluidos- a quienes saben defenderlo, y que dejemos de hacer el payaso sin fronteras de una puñetera vez. Ya vale de patrullar Somalia y Afganistán mientras hacemos el ridículo en Algeciras, donde la Armada española ni está nunca, ni se la espera en las próximas décadas. Pero eso no es obstáculo, u óbice para que la mala leche hispana me gotee por el complacido colmillo ante ciertos episodios. Al final, quieras o no, siempre tiran los viejos instintos, el espíritu tribal y la negra honrilla. Porque a ver. Si prestigiosos escritores como mi compadre Javier Marías se calientan con el Real Madrid, a ver por qué no puedo yo ser forofo de los contrabandistas de La Línea, provincia de Cádiz, que me entretienen más y frecuentamos los mismos bares.

Así que imaginen. Verja de Gibraltar, con un agujero por donde suele colarse la peña para pasar el tabaco que, almacenado en depósitos del puerto con toda la desvergüenza del mundo, venden los llanitos a los españoles y a cualquiera que pague, desde que el cabo Tres Forcas era soldado raso, o desde antes. Es pura rutina: centenares de familias viven de eso en La Línea, donde ocho de cada diez habitantes está oficialmente en el paro. El caso es que, colándose por el boquete de la verja, como cada noche, ésta que cuento se mete en busca de su alijo media docena de matuteros linenses de pata negra: morenos, chupaíllos, tatuajes, cadenas gordas de oro con medallas de la Virgen del Carmen, el Porsche Cayenne tuneado cerca de la verja con los colegas esperando al volante, la radio haciendo pumba-pumba y el maletero abierto. Y en ésas, sea porque hoy toca estadística de rigor aduanero para que en Londres y Bruselas dispongan de papel higiénico, o porque al funcionario policial gibraltareño que está de guardia no le han engrasado bastante los ejes de la carreta, los aduaneros llanitos, haciéndose de nuevas a estas alturas de la feria, les dicen «¿Aónde yu going, quillo?» a los contrabandistas y les caen encima de sopetón, apresando a dos de ellos por la cara. O sea, by the feis.

Y ahí viene lo bonito. Alertados por los gritos de sus colegas -«¡Que ze nos yevan, ohú!»-, a los que arrastran Peñón adentro con el millar de cajetillas de Winston que les encuentran encima, los matuteros que están en el lado español, que son una quincena, se rebotan a su manera. Y entonces, colándose muy cabreados y en tropel por el agujero de la verja, se meten todos en Gibraltar blasfemando en arameo, «¡Hihoslagranputa! -gritan-. ¡Zoltar al Zeisdedos y al Mediopeo, que zon padres de farmilia numeroza!». Y para reforzar el argumento, se lían a palos, y a los aduaneros llanitos les dan de hostias hasta en el carnet del bingo. Con lo que se monta allí una pajarraca de las históricas, primero a base de leña manual; y luego, cuando por el agujero de la verja llegan algunos más de La Línea para echar una mano, y del otro lado acuden refuerzos de la policía gibraltareña con el pirulo y la sirena haciendo pi-po, pi-po, los nuestros -a esas horas del pifostio, perdóneme Dios, ya son los nuestros- reciben a los bobis a pedrada limpia. Hasta que al fin, tras un cuarto de hora de invasión matutera, los linenses se repliegan victoriosos por el mismo agujero, con los dos consortes liberados por su impecable acción de comando, dejando atrás a un aduanero llanito hecho un Eccehomo y un coche de la Gibraltar Police, o como se llame, con más abolladuras que los de Zapatero o Rajoy si pasaran despacio junto a la cola de una oficina del paro.

Así que no me digan que no mola. El desparrame. Sólo otra vez en estos tres siglos y pico puso España pie en Gibraltar: cuando en 1704, como avanzadilla de un ataque general, un grupo de pobres soldaditos escaló de noche el acantilado, degolló a la guarnición de arriba, y luego, abandonados por sus jefes y compañeros -naturalmente, el ataque previsto no se produjo-, vendieron caro el pellejo hasta ser exterminados por los ingleses. Desde entonces, que yo sepa, sólo la incursión matutera del otro día ha hecho posible que una fuerza armada española -con piedras y alguna navaja, supongo, pero menos da un boniato- vuelva a pisar gloriosamente el suelo de la perversa colonia. Dudo que al Seisdedos, al Mediopeo y a sus colegas los proponga nadie para la Laureada, la verdad. Tampoco es eso. Pero cuando me los tope en Casa Bernal, tapeando, les pago unas cañas.

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