miércoles, octubre 31, 2018

Relación de publicaciones de Octubre de 2018

Libros 
—Edición en papel de «Balas y viñetas. Hugo Pratt y la segunda guerra mundial» http://amzn.eu/d/2kfy74e
—Edición en papel de «Kamikaze. Protectores del Reino Central de los Llanos de Juncos» https://www.amazon.es/dp/1726757234

Como muchos de mis libros autoeditados se publicaron en un instante en el que la plataforma KDP no ofrecía formato papel y no me enteraba de cómo iba Createspace, he tomado la decisión de ofertar en este tradicional formato alguno de los mismos, empezando por esta magna obra que analiza la experiencia vital y obra de Hugo Pratt, el genial dibujante italiano, creador de Corto Maltés, con el mayor conflicto bélico conocido por la Humanidad, y siguiendo con los Kamikaze.

Ya os iré informando de próximos lanzamientos.

Colaboraciones con HRM
—Artículo «La Unidad 731 del Ejército Imperial japonés» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/244-la-unidad-731-j-yuste

Reflexiones a la luz de la bitácora
—«Una despenalización que puede salir cara». Mi opinión sobre las intenciones de despenalizar los delitos de ofensas a la Corona https://goo.gl/DE9HBA

Reseñas
—Reseña a «Ardor guerrero», de Antonio Muñoz Molina https://goo.gl/MNW3Tx
—Reseña a la primera temporada de «The Young Pope», de Paolo Sorrentino https://goo.gl/Ds9ahd
—Reseña a la adaptación al cómic de la novela de Rosa Montero titulada «Lágrimas en la lluvia» https://goo.gl/TzNqkV
—Reseña a la película «El editor de libros» https://goo.gl/RTib66
—Reseña a la novela negra japonesa «La devoción del sospechoso X», de Keigo Higashino https://goo.gl/GCKTvK

Sabiduría de viejo lobo de mar (37)

Luna que se pone o recién salida
a vigilancia convida.

Lectura de 31 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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martes, octubre 30, 2018

Guardia de literatura: reseña a «La devoción del sospechoso X», de Keigo Higashino

Título original: «Yôgisha X no Kenshin»
EDICIONES B SA
Barcelona, 2011
Traducción de Francisco Barberán
ISBN: 978-84-666-4736-6
325 páginas
Keigo Higashino nos invita a disfrutar una historia preparada sin artificios narrativos, algo descarnada, casi un guión, con un fondo básico en el que sus personajes interactúan en un marco de fuertes sentimientos

Sayoko Hanaoka es lo que se acostumbra a denominar una mujer “superviviente”. Su relativa belleza, por encima de la media estandarizada, y un entorno en el que siempre ha encontrado gente que la estima no le han proveído una vida fácil y feliz. La causa de sus amarguras es Shinji Togashi, su exmarido, con quien convivió en una errática espiral de malos tratos y alcohol de la que ella no era capaz de apearse, si quiera años después de haberse divorciado, acongojada ante las esporádicas reapariciones de Togashi en busca de dinero. Para sobrevivir, aún cuando estaba casada, Sayoko trabajó como camarera en clubes de alterne y, al momento de los hechos principales narrados en la novela, lo hace como dependienta de un establecimiento de preparación y venta de bentō.

Que Togashi la haya encontrado tras varias mudanzas es lo que lleva a Sayoko a una situación límite, pero ante la que se queda paralizada. Togashi, como siempre, acude con la pretensión de ablandar el corazón de su exmujer para que vuelvan a estar juntos, pero la adolescente Misato Hanaoka no está dispuesta a pasar por el maltrago una vez más y reacciona violentamente contra su padrastro. Todo ello conduce a que madre e hija asesinen a Togashi. Es entonces cuando entra en escena, aunque sea el primer personaje al que Keigo Higashino nos introduzca, Ishigami, el apocado vecino de las Hanaoka, un profesor de matemáticas en el instituto cercano, quien está perdidamente enamorado de Sayoko. Ishigami se ofrecerá gustoso a ayudar a las dos mujeres a encubrir su asesinato y a tejer una red de mentiras para despistar a la Policía.

Desde el comienzo sabemos la identidad de las asesinas, de los cómplices, pero Keigo Higashino da paso a la investigación policial, enredándonos en ella junto con el detective Kusanagi, quien, como en ocasiones anteriores, se ve forzado a echar mano de un viejo amigo que trabaja como físico en la Universidad de Teito y que es conocido por el sobrenombre de “profesor Galileo” (que da título a la serie de novelas negras), aunque en el texto siempre sea referido por el narrador y los personajes por su nombre real: Manabu Yukawa.

Yukawa se siente fuertemente atraído por el caso al llegar a su conocimiento la identidad de uno de los implicados, de Ishigami, a quien conoció durante su época de estudiante, un excelente hombre de Ciencias, con una inteligencia extraordinaria. Colaborar con Kusanagi permitirá a Yukawa retomar la amistad que quedó silente y en el frigorífico durante dos décadas.

El punto de partida es muy a lo Colombo; aunque es probable opinar que no tiene sentido hacer que el lector se entretenga con una investigación policial, línea en la que se lo pasará en grande con las divertidas conversaciones/discusiones entre Yukawa y Kusanagi. ¿A qué vienen, entonces, tantas vueltas que no conducen a nada? Pues porque Kusanagi y los suyos no son capaces de determinar correctamente el orden cronológico del crimen ni de derribar las coartadas de las Hanaoka, las principales sospechosas. Ciertos detalles de la escena donde fue hallado el cadáver de Togashi no tienen explicación; las historias que convergen en las declaraciones no son contradictorias, pero no son sólidas… Existe una sombra de sospecha con la que el autor juega hábilmente con el lector, confundiéndolo con las siguientes preguntas: ¿por qué Ishigami ayuda a las Hanaoka a deshacerse de un cadáver que, curiosamente, desfigura pero es rápidamente identificado y hallado a las pocas horas del asesinato? ¿Por qué ese rosario de simples pistas falsas y no tan falsas que la Policía no logra descifrar? Ishigami reta al detective Kusanagi y al lector: ¿en serio sabemos qué sucedió entre la hora del asesinato de Togashi y el descubrimiento de su cadáver? Cuando la cuerda policial se tensa, nos desestabilizará que Ishigami se entregue; quizá no tanto sabiendo cuánto ama a Sayoko, un sentimiento muy fuerte y para nada correspondido. Pero Keigo Higashino nos cocina una sorpresa final a la que es imposible adelantarse, razón por la que esta historia gana enteros tras una lectura cómoda y relajada, un descanso entre otras más exigentes, y es ahí cuando te atropella con las defensas bajadas.

Como en todas las novelas negras de cierto calado en público y crítica, el aspecto psicológico y sociológico es capital, además de servir de entretenimiento, exigiendo al lector una colaboración estrecha, pues las descripciones físicas de lugares y personajes son prácticamente inexistentes, solo habido cabida, a pinceladas nerviosas e impresionistas, a aquello mismo que anida en nuestra alma.

Lectura de 30 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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jueves, octubre 25, 2018

Una despenalización que puede salir cara

El refranero se expresa del orden de que cualquier tiempo pasado fue mejor porque se sabe cómo acabó. ¡Y vaya si es cierto! A lo que he de sumar que quién me llama a mí a meterme en camisa de once varas, cuando siempre he tratado de mantener inmaculado este blog de toda salpicadura política… Pero creo que he de reaccionar, aunque sea diciendo y fundamentando lo que pienso.

Hoy, ayer y mañana, tras varias polémicas extenuantes, de esas con las que te partes por la mitad de la risa o te dan ganas de exiliarte a una ermita, nuestro actual presidente del Gobierno, el señor Pedro Sánchez, encabeza, como semental lustroso que es, su carrera por mantenerse en el escaño azul y pagando (eso dicen, yo no digo nada), otra letra de su pisito en Moncloa. Es casi como estar visionando, a la hora del telediario, aquellas películas de Alfredo Landa y Paco Martínez Soria en las que se retrataban españolitos ansiosos por endeudarse y comprarse así una lavadora o un Seat 600, y en las que, incluso, se hablaba de la prima de riesgo («Se armó el Belén» (1970), por si alguien duda de ello).

La última ocurrencia es la de apoyar (cuando antes no (13 de marzo de 2018)), con los votos de su bancada, el primer trámite parlamentario de la iniciativa del partido Unidos Podemos para reformar el Código penal y despenalizar delitos de ofensas al sentimiento religioso e injurias a la Corona, así como contra el enaltecimiento del terrorismo, todo sea en aras de “una protección sacralizada de la libertad de expresión”.

Centrándonos en el aspecto de injurias a la Corona, pues  no me da para más, esta votación participada por el PSOE es el último de una serie de actos con los que el señor Sánchez se ha andado con finas y “divinas” sutilezas: proceder al derrocamiento del sistema monárquico parlamentario español. Suena fuerte, lo sé, incluso facha, pero es que uno tiene ojos para ciertas cosas: los primeros pasos han sido confundidos con simples errores protocolarios, silencio ante los ataques antimonárquicos, etc. (iniciados ya en 2014), pero que han conducido a un ensombrecimiento y empobrecimiento de la figura pública de SM Felipe VI, llegando a usurpar, a hurtadillas, su posición a nivel nacional e internacional, viéndose el señor Sánchez como futurible presidente de la República.

Se pretende ahora la modificación de los artículos 490.3 y 491 de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal, pero, antes, recordaros que es la injuria (art. 208 CP): conforme estableció el Legislador en su día, es la acción o expresión públicas que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentado contra su propia estima, siendo que se castiga con pena de multa de 6 a 14 meses para las graves, y de 3 a 7 meses para las leves, si estamos hablando de simples ciudadanos de a pie.

Con los llamados “Delitos contra la Corona”, se persigue, entre otros, a aquellos que calumnien o injurien al monarca y/o su consorte, sus ascendientes y/o descendientes, así como al regente, en caso de existir éste. Si la calumnia o injuria se debe por motivo del ejercicio de las funciones de estas figuras institucionales, la pena será de 6 meses a 2 años de prisión en caso grave, y de multa de 6 a 12 meses si es leve (art. 490). Otros supuestos injuriosos, pero fuera de las situaciones expuestas (art. 491), son castigados con una pena de multa de 4 a 20 meses; cerrándose el precepto con el uso de la imagen de las figuras que forman la Corona, dañando su prestigio institucional, que resulta penado con una multa de 6 a 24 meses.

Como se puede apreciar, existe cierta diferencia, pues, en toda cabeza cabe, no es lo mismo una injuria al panadero de tu barrio que al jefe del Estado.

La Carta Magna, en su art. 12.2, define nuestro sistema como de monarquía parlamentaria. En su día (cosa que yo comparto), la elección para España de un sistema monárquico parlamentario hereditario fue la mejor decisión: se permite situar en la jefatura del Estado a una persona ajena a las tensiones políticas, ideológicas y de intereses, con una función moderadora, pues el propio bien de la nación es el suyo propio.

La diferencia con los anteriores ordenamientos constitucionales en los que teníamos un ocupante en el trono, es que Felipe VI (como su padre en su día) es jefe de Estado, pero no retiene todos o algunos de los poderes, que recaen en su totalidad en los Tres Poderes separados (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), todo ello de acuerdo con el art. 1.2 CE. En consecuencia, el Rey es una autoridad neutral, despojada de poder e impulsada por órganos democráticos; pero que reúne en su testa los conceptos que materializan y personifican a la Nación: España es el Rey y el Rey es España; una sola persona, una sola bandera, un solo escudo, un solo país, con sus nacionalidades y comunidades históricas, como Estado heredero de los distintos reinos hispánicos unificados. El monarca es la más alta representación del Estado, el símbolo de su permanencia y unidad.

En definitiva, el respeto a la figura del Rey se traduce como el respeto al Estado y a la Constitución, a nuestro modelo de convivencia y a la norma germinal de nuestra Democracia; respeto, que no por ello ha de confundirse con aprobación. Sucede exactamente lo mismo que si nuestro sistema fuera republicano y esta reflexión se dedicara al presidente de la República (ex. art. 67 de la Constitución española de 1931).

La Izquierda actual, de variadas y encontradas tonalidades, junto con ciertos grupúsculos recalcitrantes y nacionalistas de la Derecha más rancia (que, vaya, que el PNV vaya  ahora de “progre” tiene cojones), baten las palmas por un proyecto de reforma que incluso asustaría al Legislador de la tan añorada (como desconocida) II República

Si acudimos al Código penal de 27 de octubre de 1932, en el Sección Primera, del capítulo Primero, Título Segundo de su Libro Segundo (sí, en Derecho todo parece un trabalenguas), encontramos los delitos contra el Jefe del Estado; en lo que hoy nos interesa, los arts. 148.1 y 149. En la regulación republicana se impone una pena de prisión mayor en sus grados medio y máximo al reo de injurias a la jefatura de Estado en su presencia (de 9 a 12 años); igualmente de prisión mayor en sus grados medio y mínimo (de 6 a 9 años), en medios escritos o publicidad fuera de su presencia. En otros casos, entre prisión menor (de 6 meses y un día a 6 años) o mayor en grado mínimo (6 años, si es grave) y arresto mayor en grado medio (3 meses, si es leve). 

Si comparamos el texto de 1932 con el cuadro realizado unos párrafos más arriba, referido al de 1978, comprobamos que en aquella pasada época no se andaban con chiquitas con este tema.

Todo esto nos lleva a la conclusión más lógica, pues, aunque suene alarmista para los más remilgados, nunca, en nuestra Historia y desde la muerte de Enrique IV de Castilla, ha sido tan fácil dinamitar los cimientos del poder estatal central por parte de esos mismos que nos quieren llevar a los tiempos de los monarcas/presidentes títeres en manos de los señores feudales que no se pueden ni ver.

Despenalizar la injuria y la ofensa hacia la Corona, en un Estado configurado como monárquico, es igual que legitimar todo ataque contra España como país y ente político unido, lo cual es una oportunidad de oro para que partidos nacionalistas, que pretenden la autodeterminación e independencia, obtengan su éxito final tras décadas y siglos de conflicto y falsa negación de la vinculación histórica y social de los territorios que dicen representar con el resto del país, así como de supuesta superioridad racial y moral.

Esta reforma supone tomar el camino fácil y no el tortuoso de un cambio constitucional normalizado y pacífico. Supone un precedente peligroso no solo para el sistema actual, sino para cualquier otro que en el futuro nos queramos dar, porque “si antes sí, ahora también”; es la semilla para una España ajena a la Democracia, donde puedan imperar las corrientes dictatoriales, del sentido que sean, y un poder violento que se revuelve en las calles para aupar tal o cual opción. Es poco menos que una legitimación irracional o una concienciación de que la sociedad embrutecida va a poder dar un golpe de Estado, virar el rumbo democrático sin pasar por los cauces legales y democráticos en el momento que le venga en gana.

Así están las cosas y así las veo yo.

martes, octubre 23, 2018

Guardia de cine: reseña a «El editor de libros»

Título original: «Genius». Año 2016. Biopic. Color. 1h. y 44 min. Dirección: Michael Grandage. Guión: John Logan, A. Scott Berg. Elenco: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, Dominic West

La película, muy sobria, pretende ser un reflejo de la historia real en la que se inspira. La producción no promete nada que no sea capaz de cumplir y resulta interesante para todo aquel que sienta pasión por las Letras

La amistad es una voluble y diáfana esfera en la que se cruzan momentos de diversión, confidencias, enojos, separaciones y redenciones. Y así de llano es como se nos retrata en el filme la unión entre el editor Maxwell Perkins y el autor Thomas Wolfe, desde el instante en el que se conocen, en 1929, hasta el momento de la muerte del último, aquejado por una grave enfermedad del cerebro; del trabajo y relación personal de dos de las figuras más importantes de la Literatura norteamericana de la primera mitad del s. XX; una mirada íntima, pero no de voyeur, que espía por el ojo de la cerradura una forma de ver los libros que, por desgracia, ha pasado a mejor vida si analizamos la situación actual del mercado y de los propios sellos editoriales, más preocupados por llenar agujeros que por  crear algo con mayúsculas.

Por un lado conoceremos a Max, un hombre de mediana edad, casado con una mujer que trata de ser actriz y con la que ha tenido una ingente cantidad de hijas, lo cual, en teoría, debería frustrarle, aunque no se aprecia en prácticamente ninguna escena en el film. Max es editor en Scribner’s, el sello que fichó en su día a Scott Fitzgerald y a Ernest Hemingway, y sobre cuya mesa, por influencias, cae un vasto manuscrito firmado por un escritor un tanto temperamental al trato y al folio, llamado Thomas Wolfe. En el pequeño despacho y en las calles de Nueva York, se gestará una amistad impulsada por el amor a las Letras y una lucha por trasladar las ideas del autor a un libro mínimamente practicable para la imprenta, lo cual no va a ser nada fácil con alguien que era capaz de escribir cinco mil palabras al día referidas a un hecho que igual no duraba en la vida real más allá de cinco segundos; una amistad que pondrá en peligro las relaciones de ambos con otras personas allegadas.

La película, muy sobria, pretende ser un reflejo de la historia real en la que se inspira. Para ello Colin Firth no ha tenido que esforzarse mucho, pues el papel lo ha repetido en infinidad de ocasiones en otras tantas producciones de diverso género y ambientación; tanto que debería incluso aburrirle. Por su parte, Jude Law se pasa de sobreactuado en más de una escena; sé que los genios suelen estar perturbados, pero parecía más un yonki con el mono que un ser con diarrea verbal y escrita, con un fuego interior. Considero que una interpretación más sosegada habría conseguido que el personaje fuera menos insufrible, incluso durante sus arrebatos de egocentrismo.

Respecto a las personas que pululan tras los protagonistas, debería hacer mención a Nicole Kidman, aunque mi opinión no está muy lejos de la que me merece el propio Law: sobreinterpreta un montón, aunque es capaz de crear un personaje bastante desequilibrado en el sentido positivo.

Y os preguntaréis por qué digo esto cuando dichos tres actores han sido nominados en distintos festivales. Sí, nominados, y Kidman incluso salió vencedora en un lance; pero poco más allá. Si os digo la verdad, el único que me ha convencido es Guy Pearce interpretando a Fitzgerald y eso que no le conceden mucho metraje.

La producción no promete nada que no sea capaz de cumplir y resulta interesante para todo aquel que sienta pasión por las Letras, por el mundo de la publicación en aquella época dorada que tantos títulos imprescindibles consagró. Pero poco más.

Lectura de 23 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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miércoles, octubre 17, 2018

martes, octubre 16, 2018

Guardia de cómic: reseña a «Lágrimas en la lluvia», de Damián Campanario y Alessandro Valdriaghi

Planeta d'Agostini. Barcelona, 2011
193 páginas
ISBN: 978-84-684-7565-3
Con el paso de las páginas se nos describe una sociedad no muy distinta a la actual y fácilmente manipulable a golpe de ratón, aquejada por los mismos males; pero la necesidad de ajustarse a las cortas dimensiones del volumen han conllevado a la reducción de la pasta narrativa hasta límites más allá de lo meramente comprensible, como si cualquiera que se acercara a este cómic lo hiciera (o debiera hacer) tras la previa experiencia de haber leído una novela que supera las cuatrocientas páginas


Cometo, por enésima vez, el error de tomar contacto con una obra a través de un formando distinto al original. Por mucho que la autora de la novela, en la que se basa este cómic, reitere en su prólogo que siempre tuvo en mente una idea más apropiada para ser encajada entre viñetas, uno no deja de tener la sensación certera de que se ha perdido muchas cosas que no se han sabido trasladar al guión o que se han obviado a propósito.

Eso es lo que me ha sucedido al leer «Lágrimas en la lluvia», en su versión para el cómic, con Damián Campanario al guión y Alessandro Valdriaghi a los lápices. Los saltos y los giros son continuos, y el lector pasa las páginas con la frialdad tópica y típica de una mente en blanco, aunque no por ello deje de entender la trama ni se le prive de disfrutar de un relato que bebe sin pudor ni disfraz de «Blade Runner», aunque no llegue a un punto tan oscurantista ni críptico.

Al abrir las tapas se nos traslada al Madrid de comienzos del s. XXII, que identificamos con destellos directos a Sol, el Museo Reina Sofía o la Gran Vía, mientras uno de los personajes, Yianis, nos pone al día de lo que ha ido sucediendo durante las últimas décadas a través de su ordenador en el Archivo central de los Estados Unidos de la Tierra: la creación de los replicantes y su corta vida, las distintas guerras que asolarán el planeta, la conquista del espacio, nuevos países que habitarán en estaciones orbitales… y hasta contactos con especies alienígenas desarrolladas.

La protagonista será la detective Bruna Husky, una replicante modelo de combate, que sufre un intento de asesinato por parte de otro ser artificial que acabará suicidándose de forma bastante desagradable (y que me parece otro guiño a «Blade Runner»). Husky se ve involucrada en una investigación contrarreloj que persigue esclarecer porqué los replicantes comienzan a actuar de forma extraña, matando a cuantos se les cruce por delante e inmolándose en absurdos y sangrientos atentados terroristas. Los pasos que irá dando la llevarán hasta una conspiración en las altas esferas, con memorias artificiales adulteradas, cambios interesados en la Historia oficial de la Tierra, presiones políticas y un sistema policial y judicial del que es mejor no fiarse en demasía.

Mientras Husky avanza, a su alrededor comienza a generarse una tensión social, con actos violentos que podrían desencadenar una guerra entre humanos y reps. La investigación lleva a diferentes puntos de Madrid, pero también de la propia geografía de Husky, sobre su particular drama y dolor inducidos por su Pasado artificial, escrito por un memorista.

Con el paso de las páginas se nos describe una sociedad no muy distinta a la actual y fácilmente manipulable a golpe de ratón; aquejada por los mismos males pero revestidos de otra guisa, como siempre se ha hecho o lo ha permitido la ciencia-ficción clásica. Sin embargo, al menos en cómic, me sabe a poco, como falta de ingredientes. La formula dista de ser novedosa y, como novela negra, vuelvo a dar con un culpable al modo de Arturo Pérez-Reverte en «El asedio»: alguien sin peso en la trama, que aparece en dos escenas contadas y que es una sombra endeble, a quien se señala de pronto con la fuerza de las pruebas, tras marearnos sin fundamente entre Fulanito y Menganito.

La sensación que describí en su momento se acentúa a medida que nos acercamos al final, con escenas familiares por vistas en tal o cual obra de suspense y que conllevan a una resolución acelerada. Se nos obligará a volver sobre nuestros pasos al creernos culpables de haber leído demasiado rápido o no haber prestado la debida atención a determinados detalles; pero no es así, pues el guionista o la necesidad de ajustarse a las cortas dimensiones del volumen han conllevado a la reducción de la pasta narrativa hasta límites más allá de lo meramente comprensible, como si cualquiera que se acercara a este cómic lo hiciera (o debiera hacer) tras la previa experiencia de haber leído una novela que supera las cuatrocientas páginas.

Por lo demás, el dibujo del italiano Valdrighi es muy correcto y armónico, con cierta visión cinematográfica, pero sin inventiva o riesgo, privando a las viñetas de un futuro con arquitecturas y objetos más futuristas.

En fin, mi valoración general de este cómic es una gráfica de hoja de sierra. Quizá aproveche las horas de estío para hincarle el diente a la novela de Montero y, luego, ser capaz de leer mejor este cómic.

Lectura de 16 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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jueves, octubre 11, 2018

Lectura de 11 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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  • Termómetro: 18º
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«Time Will Crawl», David Bowie



I've never sailed on a sea
I would not challenge a giant
I could not take on the church
Time will crawl
Till the 21st century lose

I know a government man
He was as blind as the moon
He saw the sun in the night
He took a top-gun pilot and he
He made him fly thru a hole
Till he grew real old
And he never came down
He just flew till he burst

Time will crawl 
Till our mouths 
run dry
Time will crawl 
Till our feet
grow small
Time will crawl 
Till our tails
fall off
Time will crawl
till the 21st century lose

I saw a black black stream
Full of white eyed fish
And a drowning man
With no eyes at all
I felt a warm warm breeze
That melted metal and steel
I got a bad migraine
That lasted three long years
And the pills that I took
Made my fingers disappear

Time will crawl, time will crawl
Time will crawl
Till the 21st century lose

You were a talented child
You came to live in our town
We never bothered to scream
When your mask came off
We only smelt the gas
As we lay down to sleep

Time will crawl 
and our heads bowed down
Time will crawl 
and our eyes fall out
Time will crawl 
and the streets run red
Time will crawl 
till the 21st century lose

Time will crawl 
and our mouths run dry
Time will crawl 
and our feet grow small
Time will crawl 
and our tails fall off
Time will crawl 
till the 21st century lose

Time will crawl 
and our heads bowed down
Time will crawl 
and our eyes fall out
Time will crawl 
and the streets run red
Time will crawl 
till the 21st century lose

For the crazy child
We'll give every life
For the crackpot notion

martes, octubre 09, 2018

Guardia de televisión: reseña a la primera temporada de «The Young Pope»

Título original: «The Young Pope». 2017. 9 h. 6 min. (10 capítulos de 50 min. aprox.). Color. Drama. Italia, Francia, España, Reino Unido y EEUU. Dirección: Paolo Sorrentino. Elenco: Jude Law, Diane Keaton, Silvio Orlando, Javier Cámara

Para aquellos que quieran morir de una sobredosis de Sorrentino, estos diez capítulos harán cumplir sus oscuros deseos a través de un retrato humano sin igual de un Papa muy distinto

Todo el orbe cristiano, en este ya crecidito s. XXI, se pregunta si los ancianos cimientos de la Santa Iglesia Católica Romana serían capaces de soportar un gran salto, aún con el lastre de la ortodoxia y el influjo de príncipes que peinan canas y que han visto pasar la vida a la sombra de altares y libros de teología en el mejor de los casos. ¿Qué sucedería si en un cónclave se escogiese a un papa joven de entre los hombres vestidos de púrpura? ¿Sería ese elegido capaz de poner a la institución a la zaga de las reformas que la sociedad actual exige, aunque muchas se amparan en la nada y en un entorno de hipócrita tolerancia y que quedan velando una realidad creciente envuelta en una falta aterradora de valores?

Paolo Sorrentino trata de dar respuesta a éstas y otras preguntas. El resultado no tiene porqué ser del gusto de la generalidad. Es imposible acometer tamaña empresa de teorización; por eso su Pío XIII es una incógnita impredecible: un cardenal norteamericano de 50 años, del que nada se sabe, y que es nombrado para sorpresa de muchos, incluso para aquellos que dieron su voto a favor, pues una sombra se cierne, con un peligro mortal, para la supervivencia de la Iglesia católica. Pío XIII es un niño dentro de un cuerpo maduro, que parece pretender arrastra el Vaticano al desastre, cegado por el enojo hacia sus padres, unos hippies que lo abandonaron a los 9 años en un orfanato. La idea de que quiere hacer pagar a la Humanidad por su prolongado dolor brota pronto en el imaginario del espectador, mientras puede llegar a escandalizarse con la conducta de semejante Papa. Pío XIII es ladino, cruel, injusto, innoble, caprichoso, inmisericorde, déspota, insensible, manipulador, irreverente, obsceno, inhumano… Pero a cada epíteto le acompaña un antónimo extraído del lenguaje verbal y corporal del mismo pontífice; tanto es así que el ser diabólico que aboca a la institución a su extinción es un santo con un poder más allá de lo terrenal, con una sensibilidad capaz de robarnos el aliento. Como una egocéntrica estrella del Rock, Pío XIII se aísla de sus fieles, incluso los insulta y provoca un terror silencioso y sin nombre. Pero es la contradicción hecha hombre: Pío XIII es equilibrio entre el Bien y el Mal en el seno humano; una balanza cuyos brazos sostienen el mismo peso de lo mundano y de la vicaría de Cristo. Y la pregunta que nos haremos entonces será: ¿qué plan anida realmente en la cabeza y el pecho de Su Santidad?

Alrededor del protagonista se arremolinan distintos personajes que conforman una radiografía de la Iglesia Católica, en tantas facetas como las que reúne el Papa norteamericano, que se recalcan en la homilía en la plaza de San Marcos de Venecia, al recordar a la beata Juana: bondad, dejadez, interés, egoísmo, hermetismo, cercanía, tolerancia, odio, falsedad, lealtad, avaricia… ¿Qué es la Iglesia Católica salvo un enorme contrasentido en su Historia y en la de las gentes que la han creado y perpetuado? Simple reflejo de la Humanidad en el extraño camino hacia lo desconocido, con una guía no siempre dulce.

Si Pío XIII reúne en su persona todo el contrasentido humano, cada personaje toma una virtud y un defecto de la Iglesia y de los hombres. En particular, hablo de la trinidad formada por la hermana Mary, el cardenal Voiello y monseñor Gutiérrez (a Javier Cámara no se le quita la cara de cura ni con aguarrás): bondad, obcecación, avaricia, redención, soledad y justicia. Todos ellos son personajes tan interesantes como aquel donde se centran todas las miradas de las que rehuye el elegido.

Esta trinidad acompañará a Pío XIII mientras se enfrenta a sus demonios, mientras alcanza la madurez vestido de blanco, sobre todo durante esa extraña relación que une al Papa a la esposa del comandante de la Guardia suiza y a todas las mujeres, siempre a remolque de la sensación de abandono maternal, a pesar de lo cual se conserva el amor. Penetramos en la brecha que parte el alma del hombre.

Para aquellos que quieran morir de una sobredosis de Sorrentino, estos diez capítulos harán cumplir sus oscuros deseos a través de un retrato humano sin igual, aunque no siempre bien acabado, con espacios en blanco o que dan las cosas por sabidas, como la huída (no se puede denominar de otro modo) de Ester con su marido e hijo; o que se prefiere intuir sin demasiadas consecuencias, como el suicidio del aspirante español a sacerdote rechazado por las nuevas e intransigentes normas de acceso impuestas por Pío XIII. Estos dos puntos más débiles son, no obstante, necesarios para la madurez de Pío XIII, como san Pedro, para demostrar ese equilibrio anárquico, contradictorio, de un hombre que persigue con fanatismo a los homosexuales ensotanados y no tiene reparos a nombrar a uno de ellos como su secretario personal tras nombrarle cardenal.

Las imágenes son pura recreación, pero susurran códigos silenciosos. A ellas seguirán aquellas puramente italianas, luego, histriónicamente humanas. Pueden resultar repetitivas, pero es todo tan intrigante y diferente, con tantos rostros y lecturas, que vale la pena la experiencia y dejarse llevar por la extravagancia del director hacia un mundo cerrado y misterioso, a la par que abierto y sencillo. Merece siempre que uno haya tomando previo contacto con la obra de Sorrentino, requisito indispensable para lograr alcanzar un mínimo de comprensión entre el impresionismo y lo onírico; entre tallas en un círculo de piedra que rodea a un hombre roto.

Lectura de 9 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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lunes, octubre 08, 2018

Artículo «Esposas de guerra»



El asunto de esos matrimonios concertados en tiempos de guerra, entre soldados y civiles, siempre ha sido motivo de interés por mi parte; de ahí que escribiera un completo artículo al respecto, concretado en la segunda guerra mundial, que ha sido publicado hoy en el blog de HRM y que os invito a leer: http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/241-esposas-de-guerra-j-yuste

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martes, octubre 02, 2018

Guardia de literatura: reseña a «Ardor guerrero», de Antonio Muñoz Molina

Círculo de Lectores
Barcelona, 1995
ISBN: 84-226-5703-7
362 páginas
Son unas memorias de la “mili” con muchos elementos coincidentes en otras obras, pero que pierde la oportunidad de retratar el instante histórico y el lugar, de crear un título digno. El tono gris y áspero generalizado del cuartel y la meteorología no es excusa para tantas lagunas, silencios y reiteraciones necias y timoratas

Resulta tan engañoso como peligroso ese sentimiento de pueril caridad que nos exhorta a ir rescatando objetos abandonados, allá donde los encontremos. Muchas veces, las más, somos incapaces de concederles una nueva vida, solo más años en un oscuro y polvoriento rincón, hasta que la luz incide de nuevo sobre ellos y tomamos la drástica decisión de deshacernos de ellos sin rastro de remordimiento alguno en la conciencia. Es como el destello de un faro falso a cuya llamada acudimos, no siempre, insisto, con cierta congoja y excitación.

Es muy habitual encontrar objetos dispuestos en sacro orden en una estantería o mesa, sobre la que reposa un letrero tosco que reza “Llévese uno”; imploración que queda grabada a fuego incluso en la retina del más indeciso a llevarse uno bajo el brazo, mirando por encima del hombro como un primerizo chirlero. 

Libros expurgados por la biblioteca pública en mi caso.

«Expurgados». Qué palabra tan fea y que implica cierto y abyecto desdén. El repudio de títulos que solo ocupaban un espacio precioso y necesario en las baldas, diseminados por las salas de préstamo, consulta y depósito. Nuevos a pesar de las manchas de vejez, apenas con el conocimiento de una caricia humana.

En ocasiones la acción de la expurgación alcanza a libros que ni entraron dentro del sistema bibliotecario; lucen vetustos pero sin la grafía de un número de serie que lo identifique, sin códigos pegados en las tapas; sin rastro de medida alguna contra los amigos de lo ajeno. Entonces, el usuario despreocupado siente un picotazo más intenso, estudia el triste panorama y termina llevándose a casa un libro que nadie ha querido, siquiera la biblioteca, que hace gala de cierto y alarmante desprecio hacia lo que parece una donación por parte de algún comprador compulsivo o, como en este supuesto, de un incauto que cayó en las redes del infame “Círculo de Lectores”.

Hace unos meses rescaté este «Ardor guerrero» del mostrador de la biblioteca, el cual compartía horas de famélica espera a la ardorosa luz de los fluorescentes, junto al moderno ascensor que cruje tanto como el setentero que cumplía fiel el mismo servicio. La portada me atrajo y me interesó la ridícula, por corta, sinopsis de contraportada que es la única carta de presentación de cualquier libro, bueno o malo. Bien pudo haberse quedado donde estaba; las experiencias del autor durante su servicio militar obligatorio en el País Vasco de 1979 podían tanto atraer como repeler. Pero acabé con él en el bolsillo, a buen recaudo. Claro, no era consciente de qué estaba haciendo y esto mismo lo alego en mi descargo.

A pesar de la prosa de Muñoz Molina, abundante, generosa en recursos y giros, trasegar por los capítulos de «Ardor guerrero» es una tarea árida hasta el aborrecimiento, pues no es más que una reiteración continua de ideas y emociones, una cantinela eterna en la que lo único que cambia es el orden y las palabras empleadas, debidamente sustituidas por sinónimos. Y una cosa es que quisiera engordar en el lector la sensación de rutina castrante del servicio, pero, para eso, no hacía falta que nos describiera el mismo hecho hasta tres o cuatro veces en el transcurso de menos de diez páginas. Cuando se alcanza la página 100, uno barrunta que el autor se limitó a rellenar para hacerse el interesante, aún aburriendo, o para que su libro alcanzara, a fin de cuentas, un cierto volumen aceptable para cualquier editor. ¿Cuántas veces describe Vitoria como una pequeña ciudad burguesa decimonónica? ¿Cuántas al brigada Peláez, como un cero a la izquierda, a los sargentos del cuartel en San Sebastián, dotados de una crueldad sádica que justificaban en un fervor franquista cuasirreligioso? ¿Cuántas veces repite los paseos de los domingos con ropas heredadas de reemplazos de décadas atrás y con las que se siente avergonzado? ¿Cuántas veces la extraña administración, la baja corruptela o los olores? ¿Cuántas veces la propia pusilanimidad del autor? Te provoca, te obliga a gritar a las páginas: “¿Es que no vas a hablar de otra cosa? ¡Joder!”.

La narración, que podría haber sido interesante como memoria, llega a extremos de ridículo cuando el autor de sorprende al comprobar que en 1979 el espíritu del franquismo seguía enraizado en las Fuerzas Armadas. Para alguien como yo, que fui en 1997 al hospital militar de Burgos para someterme a unas comprobaciones radiológicas y que asistió, entre asustado y turbado, cómo una monja con hábito me arrojaba a la entrepierna un protector para dicha zona, pues la retahíla de Muñoz Molina resulta un poco estúpida. El autor, como rojo de salón y universitario pedante, se asusta de que Franco campeara después de cuatro años muerto por monumentos, aforismos y despachos, incluso en pulseras de reloj, pero más asusta él, que se cree demasiado bueno para estar compartiendo espacio con los proletarios de burdo origen, como si él fuera de noble cuna, y a los que llega a criticar con cierta aura de superioridad de cartón piedra. Muñoz Molina, como protagonista, resulta insufrible por su torpeza y lloriqueos de ciudadano de un país moderno de ciencia-ficción que solo estaba en su cabeza. Resulta rijoso su expectante deseo de no ser como el resto de la soldadesca, pero a la que se une cuando abandona la bisoñez y puede participar de maliciosas novatadas.

Solo cuando es nombrado escribiente y pasan unas semanas, es cuando la lectura resulta algo interesante; sobremanera su mes en cocinas. Descripción que, al final, se queda hueca. Son unas memorias de la “mili” con muchos elementos coincidentes en otras obras, pero que Son unas memorias de la “mili” con muchos elementos coincidentes en otras obras, pero que pierde la oportunidad de retratar el instante histórico y el lugar, de crear un título digno. El tono gris y áspero generalizado del cuartel y la meteorología no es excusa para tantas lagunas, silencios y reiteraciones necias y timoratas El tono gris y áspero generalizado del cuartel y la meteorología no es excusa para tantas lagunas, silencios y reiteraciones necias y timoratas.

Una pena, aunque he de reconocer que escribir, Muñoz Molina escribe muy bien. No se ha ganado el puesto por casualidad. Sin embargo, la enorme capacidad y conocimientos en letras queda frustrada, reducida a la nada, ante esta pesada y prescindible lectura.

Lectura de 2 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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