viernes, noviembre 30, 2018

Relación de publicaciones de Noviembre de 2018

Artículos
—«Brevísima reseña al monitor Puigcerdá» https://goo.gl/VrgEwt

Colaboraciones con Revista General de la Marina

Reseñas
—Reseña a la serie de televisión «Deutschland 83» https://goo.gl/71E3NW
—Reseña al cómic «Como viaja el agua», de Juan Díaz Canales https://goo.gl/pwW4C5
—Reseña a la película «El contable» https://goo.gl/XkEHPv
—Reseña a la novela «Fulgor», de Manel Loureiro https://goo.gl/ZgiBqo

Instancia de Alexis Ren


Lectura de 30 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas




  • Barómetro: 756,5 (Variable). Cúmulos
  • Termómetro: 13º
  • Higrómetro: 53%

jueves, noviembre 29, 2018

«Poison», Alice Cooper



Your cruel device,
Your blood like ice.
One look could kill,
My pain, your thrill.

I wanna love you, but I better not touch (don't touch)
I wanna hold you, but my senses tell me to stop
I wanna kiss you, but I want it too much (too much)
I wanna taste you, but your lips are venomous poison

You're poison runnin through my veins
You're poison, I don't wanna break these chains.

Your mouth, so hot
Your web, I'm caught
Your skin, so wet
Black lace on sweat

I hear you callin and it's needles and pins (and pins)
I wanna hurt you just to hear you screaming my name
Don't wanna touch you, but you're under my skin (deep in)
I wanna kiss you, but your lips are venomous poison

You're poison runnin through my veins
You're poison, I don't wanna break these chains
Poison

One look (one look), could kill (could kill),
My pain, your thrill.

I wanna love you, but I better not touch (don't touch)
I wanna hold you, but my senses tell me to stop
I wanna kiss you, but I want it too much (too much)
I wanna taste you, but your lips are venomous poison

You're poison runnin through my veins
You're poison, I don't wanna break these chains
Poison

I wanna love you, but I better not touch (don't touch)
I wanna hold you, but my senses tell me to stop
I wanna kiss you, but I wanna too much (too much)
I wanna taste you, but your lips are venomous poison

Yeah
Well I don't wanna break these chains
Poison

Runnin deep inside my veins
Burnin deep inside my veins
Poison
I don't wanna break these chains

Lectura de 29 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas




  • Barómetro: 753,5 (Variable). Cúmulos-lluvia
  • Termómetro: 13º
  • Higrómetro: 53%

martes, noviembre 27, 2018

Guardia de literatura: reseña a «Fulgor», de Manel Loureiro

Editorial PLANETA SA
Barcelona, 2015
Primera edición: Septiembre de 2015
ISBN: 978-84-08-13833-4
483 páginas
Una novela que ha sido vendida con todo el bombo y platillo y que no es más que una imitación de poco vuelo de varias obras del maestro Stephen King, plagada de escenas un tanto reiterativas y con una narración, cuanto menos, mejorable

Éste es un libro que acabó en mi regazo por la simple conjunción de varios elementos, entre ellos el aburrimiento, que me llevaron, de forma inequívoca, a dudar acerca de qué nuevo título escoger. El nombre de Manel Loureiro, a quien conozco de vista, pues hollamos las mismas aceras y estamos adscritos al mismo colegio profesional, aparte de encontrármelo en la terraza del Nox pasando la sobremesa con una envidiable imperturbabilidad, me insinuó una posible solución a mi desaborido dilema: ¿por qué no leer una de sus obras? Fruncí los labios, clavé los ojos en el techo y me encogí de hombros. ¿Por qué no? Y me dio por optar por «Fulgor», su última novela publicada (paso de zombies), aunque cuando salió al mercado y leí la sinopsis de la contraportada, barrunté para mis adentros un hondo quejido, de esos de premio gordo en concurso de cante flamenco, al estilo “¡vaya copiada de «La zona muerta» de Stephen King!» Pero, para mi sediento ánimo y transcurridos no pocos meses, aquel encontronazo y semejante y rápida conclusión no supusieron freno suficiente.

Bien, una vez rematada la empresa, que lo mío me ha costado, amplío mi sentencia. No es que sea una copia de «La zona muerta», es que el despropósito se amplia hasta «El resplandor» y «Doctor Sueño»; incluso, si nos estiramos, toda la narración queda endulzada en exceso por el espíritu creativo noventero de la serie de televisión «Embrujadas», con matices de telefilm de tarde lluviosa.

Me encanta Manel Loureiro cuando colabora en Cuarto Milenio. Como sucede con Javier Sierra, me gusta escucharle, pero esta novela…  que semejante x@#! de argumento haya atraído a tantas mentes preclaras del mundo editorial a este lado y al otro del Atlántico… No sé; se me debe de estar escapando algo. Sobre lo que sí no albergo dudas es que es una lectura que exige una paciencia infinita, con unas reiteraciones aborrecibles y aberrantes, con unas descripciones pedantes y absurdas. He llegado incluso a saltarme una cara entera pues, de nuevo, estaba leyendo lo mismo. He perdido la cuenta de los párrafos “tachados” y obviados…

Reconozco que no me esperaba mucho más. Aquel encontronazo con la contraportada había dejado su huella, con esa protagonista, Casandra Arlaz, que obtiene unos poderes extraordinarios tras un accidente de tráfico y blablabla. King; hay muchos recursos de King por todos lados, pero uno siempre lleva la mosca pegada a la oreja: es una imitación, y no precisamente en plan Bachman; sus escenas son risibles, como la de la capacidad de manipular a la suerte o de una estupidez policial que se merecería una rápida degradación en el escalafón… Dios, es que no sé ni qué decir.

Siento ser así de duro, pero es la consecuencia lógica de que éste título se haya colado entre otros cuya lectura ha sido una verdadera gozada.

Lectura de 27 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas




  • Barómetro: 756 (Variable). Cúmulos
  • Termómetro: 11º
  • Higrómetro: 53%

jueves, noviembre 22, 2018

«Jungle Love», Steve Miller Band



I met you on somebody's island
You thought you had known me before
I brought you a crate of papaya
They waited all night by your door
You probably wouldn't remember
I probably couldn't forget
Jungle love in the surf in the pouring rain
Everything's better when wet

Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy
Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy

But lately you live in the jungle
I never see you alone
But we need some definite answers
So I thought I would write you a poem
The question to everyone's answer
Is usually asked from within
But the patterns of the rain
And the truth they contain
Have written my life on your skin

Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy
Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy

You treat me like I was your ocean
You swim in my blood when it's warm
My cycles of circular motion
Protect you and keep you from harm
You live in a world of illusion
Where everything's peaches and cream
We all face a scarlet conclusion
But we spend our time in a dream

Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy
Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy

Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy
Jungle love it's drivin' me mad
It's makin' me crazy

Lectura de 22 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas




  • Barómetro: 746 (Viento-Lluvia). Cúmulos
  • Termómetro: 14º
  • Higrómetro: 53%

martes, noviembre 20, 2018

Guardia de cine: reseña a «El contable»


Título original: «The Accountant». 2016, EEUU. 2h. y 8 min. Color. Thriller. Dirección: Gavin O’Connor. Guión: Bill Dubuque. Elenco: Ben Affleck, Anna Kendrick, J. K. Simmons

Un thriller de acción protagonizado por una persona con síndrome de Asperger y que no es un cliché cinematográfico. Una película que se anuncia con una trama excelente, pero que habría ganado enteros si hubiera sido dotada de una mayor oscuridad

De un tiempo a ahora, distintas películas y series de televisión se han obsesionado con introducir, aquí y acullá, incontables personajes que sufren trastornos de la personalidad o del desarrollo cognitivo. Aunque Sheldon Cooper no sea el primero, sí es el más representativo en esta reciente batalla visual que no sé si en realidad persigue el hacer a estos colectivos “más visibles”, tal y como se viene diciendo no sin cierta pedantería y hasta hipocresía. No soy el único que considera que esta fiebre de guión por meter a calzador entes con estas especialidades solo sirve a los escritores más incompetentes para crear personajes supuestamente interesantes y con fondo, pero que terminan sus días arrinconados en labores artificiales y superfluas; individuos más planos que una plancha de parquet cuando ellos mismos resultan, paradójicamente, ser el eje de la ficción dramática o un engranaje principal (léase, «The Bridge»). Es como si los trastornos fueran lo único a destacar, enlodando a los espectadores en una visión siempre superficial y hasta embustera: da el pego y vende.

La cuestión a tratar no es tan simple, pues a todos los colectivos hay que darles presencia, pero no por medios ni formas torcidas y torticeras. Cada ser humano (y, por tanto, cada personaje) es único y tiene su propio mundo; no es un muñeco maquillado.

¿Ha caído «El contable» en dicho error?

Esta película, que me ha parecido magnífica aunque no nos libre de algún charco de barro a lo largo del metraje y que será objeto de disertación, se vertebra en la persona de Chris Wolf, un anodino contable que esconde con maestría un síndrome de Asperger y un pasado que se va rebelando con el paso de las escenas. La vida de Chris, o como quiera llamarse en realidad, pasa delante de nuestros ojos a través de flashbacks que nos llevan a diferentes momentos claves de la infancia y juventud del protagonista, a saber: cuando es diagnosticado, cuando su madre les abandona a él, a su padre y a su hermano, o cuando se convence de que su trastorno no tiene que convertirle en víctima en un mundo salvaje.

Las secuencias de introspección de Chris son consustanciales, dotándole de forma tridimensional. Por fin, desde Rainman, tenemos delante un personaje con un síndrome que es una persona y no un cliché; aunque reconozco que su pasado militar y criminal le dotan de elementos sobrados para que lo sigamos con interés.

Lo más imperecedero de esta trama de un contable que trabaja para las mafias y los cárteles, de un asesino con ética, son los momentos tête a tête, en un sofá o en el suelo, en los que dos personajes comparten unos minutos para sincerarse. Incido en el que escenifican Ray King y Marybeth Medina en el salón de la casa de Chris, cuando se da conocer la razón que justifica la obsesión del veterano agente del Tesoro por el escurridizo contable; un momento espeso que pasa por nuestras gargantas con todo su dramatismo. 

De mi gusto también fue la confesión de la contable Dana Cummings en la habitación del hotel, de los profundos anhelos de aceptación que perseguimos la mayoría.

La trama pretende ser un thriller sembrado de detonaciones, protagonizado por un individuo que es solo un contable, pero que, a la vez, es un experto en artes marciales y armamento y que, por lo que se entrevé, un exmiembro bastante incontrolable de las Fuerzas y Grupos de Operaciones Especiales del Ejército de los Estados Unidos. Arranca muy bien, pero cuando Chris salva a la contable de Living Robotics me puse a temblar temiéndome un plagio de «El caso Bourne», con un Matt Damon con la jeta de su colega de juergas y guiones, Ben Affleck. Recé para no tener que ver una vez más lo mismo y, por suerte, Chris siguió su camino solitario y no cargó con la chica como si de una incómoda mochila se tratara.

Quizá resulte descafeinado el reencuentro de Chris con su hermano Braxton, más aún cómo se “cierra” el trabajo, siempre buscando un guiño fraternal y hasta humorístico que, aunque deje buen sabor, hace rechinar los engranajes, faltos de lubricación al guión.

Lo que es una auténtica mamarrachada es lo de las fotografías de seguimiento de varios gerifaltes criminales y terroristas en los que aparece siempre el contable de espaldas y nunca de frente. Es una soberana tontería para aquellos que sabemos mínimamente cómo es una vigilancia.

Otra de igual calibre es cuando la agente Marybeth es capaz de captar un sonido con su laptop doméstico de la grabación del asalto perpetrado por un posible positivo del contable a una guardia mafiosa. Mi ordenador no sería capaz de echar tanto humo con semejante jactancia.

Ben Affleck es un actor limitado que ha sufrido altibajos. Últimamente, y salvo por determinado héroe enmascarado, lo está haciendo bastante bien; pero no le ha costado mucho meterse en el personaje gracias a su eterno semblante, tímido y frío, siempre abstraído. Lo ha hecho bien y no se ha pasado de rosca, como Diane Kruger (de nuevo, «El puente»), ni ha tratado de copiar apáticamente a Sheldon Cooper; pero es un clon de cualquiera de las identidades que encarna en algunas de sus últimas y buenas películas.

J.K. Simmons, encarnando al veterano agente del Tesoro, un tipo sin escrúpulos a la hora de extorsionar a Marybeth, es el que mejor lo hace. Su personaje desviste su alma de forma brutal. Es un papel digno de la talla de Simmons, siendo que deja en paños menores al resto de actores, a los que no vamos a detenernos por ser huecos salvo por unas pinceladas, siendo que enamora un poco el del asesino guasón.

Así llegaremos a los títulos de crédito con demasiadas preguntas sobre ciertos pasajes vitales de Chris (no así sobre quién es la misteriosa mujer que colabora con él); un final demasiado positivo y blanco en términos generales. Si Chris hubiera hecho alguna barbaridad tampoco se lo echaríamos en cara; no habría dejado de caernos bien. Se echa en falta una mayor oscuridad en una trama que se anuncia como excelente. Con un poco más de tinieblas, habría sido notable.

Lectura de 20 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas



  • Barómetro: 743(Viento-Lluvia). Encapotado, amenaza lluvia
  • Termómetro: 15º
  • Higrómetro: 53%

miércoles, noviembre 14, 2018

Brevísima reseña al monitor Puigcerdá

Monitor Puigcerdá
El monitor Puigcerdá fue el único de su clase en la Armada española; un curioso tipo de buque que fue común en las Marinas de guerra occidentales y que presentaba una nueva forma de combatir que no terminó de convencer a nadie

No vamos a hablar de un desconocido modelo de pantalla de ordenador ni de un supuesto caso de libro de texto que explique a la perfección el consabido procedimiento de reclamación de cantidad, sino de un buque de guerra único que formó parte de la Lista Oficial de la Armada española durante el último tercio del s. XIX.

El monitor en sí es un concepto muy particular, con unas características que lo hicieron único en su especie. En resumidas cuentas, y para que nos entendamos, asemeja ser una potente cañonera, cuya particularidad principal es la ausencia casi total de obra muerta que le confería un aspecto diferenciado y lo convertía en un blanco harto difícil, pues lo poco que asomaba por encima de la línea de flotación estaba perfectamente blindado (en el caso del Puigcerdá, el tan solo asomaba 60 cm.). Otra particularidad era la disposición de su artillería, en una torreta circular con un radio de giro de 360º en muchos de los casos.

Corte transversal del USS Monitor (K. Erlinger)

La primera vez que el mundo presenció un monitor fue durante la batalla de Hampton Roads, el 9 de marzo de 1862, durante el transcurso de la guerra de Secesión norteamericana, entre el USS Monitor y el CSS Virginia, debiéndose el diseño al ingeniero John Ericsson. Aunque el combate terminó en tablas (extremo que no comparte el historiador Francis DuCoin, quien considera vencedor al Virginia pues alcanzó el puente protegido del Monitor, obligándole a retirarse), el monitor mostró su superioridad gracias al giro de su torreta: los artilleros ya no tenían que depender de la posición del navío con respecto a su enemigo (desventaja que se observaba en el Virginia y los demás buques de su tiempo).

Monitor oceánico USS Monadnock
La propia configuración de los monitores los hizo inadecuados, a priori, para un servicio más allá de las aguas ribereñas y vías fluviales. Mismas limitaciones se observaban en aquellos buques que seguían las líneas del confederado Virginia. Sin embargo, pronto se contó con ejemplos de monitores oceánicos como el Monadnock de doble torreta, buque insignia de la escuadra del comodoro John Rodgers, de la US Navy, que navegó de gira por Centro y Sudamérica, con San Francisco como puerto de destino, y que estuvo fondeada en Valparaíso los días previos al bombardeo de la plaza por parte del brigadier Casto Méndez Núñez, desde su fragata acorazada Numancia (2 de mayo de 1866).

Rodgers y Méndez Núñez, aunque oficiales de alta graduación, mantuvieron una tirante y sarcástica relación desde que se toparon en aguas chilenas. Si el americano parece que se burló del español por el sobresalto que le produjo un cañonazo de ordenanza a destiempo, éste, en una cena posterior, le hizo comer sobre barriles de pólvora abiertos para que viera que “no tenía susto”. Igualmente, cuando el brigadier español urgió a los navíos extranjeros a abandonar la rada con antelación al bombardeo, el gallego, muy seco él, conminó a Rodgers a que se fuera “a la mar”.

Lo curioso del asunto es que Rodgers, en sus cartas e informes a raíz del incidente, vendería a los suyos que él, con su Monadnock, habría sido capaz de hundir toda la flota de Méndez Núñez en cuestión de quince minutos. ¿Arrogancia alimentada por un espíritu ofendido por el brigadier español o datos objetivos comparando fuerzas y defensas? Poco importa ya. Lo único cierto es que, junto con sus quimeras matemáticas, no puso freno a una mala publicidad contra España, que se acentuaría con el asunto cubano.

En nuestro territorio, tras un largo periodo de admiración hacia lo que la ingeniería naval era capaz de dar a luz, se vio la necesidad de dotar a la Armada de un monitor. Como sucedería en la mayoría de la ocasiones, se encargaría a un astillero extranjero su construcción (aunque esto no formara parte de las políticas de reforma industrial nacional, no se podía negar que los buques de fabricación francesa e inglesa con los que se contaba eran, por término medio, inmejorables, y a la propia Numancia nos podemos remitir), siendo la Societé Nouvelle des Forges & Chantiers de la Mediterranée, en La Seyne, Tolón, la que se encargó del Puigcerdá por un contrato de 850.000 francos de oro, un discreto y bello buque, que fue el único de esta clase que se inscribió en la Armada española.

Ilustración de Rafael Monleón y Torres
Botado en 1874, tenía un desplazamiento de 533 toneladas a plena carga y contaba con unas dimensiones de 41 metros de eslora (hay quien lo rebaja a 39), 9 de manga, 2 de calado y 2,5 de puntal. Se movía gracias a dos hélices accionadas por sendas máquinas alternativas del sistema Wolf, que generaban 360 IHP (otras fuentes nos refieren dos máquinas con una fuerza total de 80 caballos), pudiendo alcanzar, en condiciones óptimas, una velocidad punta de 8 nudos, con un consumo diario de 6 toneladas de carbón.

Su armamento se reducía a un cañón rayado de 160 mm. y dos de 120, de bronce, los tres del tipo González Hontoria.

Las torretas, de 6 metros de diámetro y 1,85 de alto, se movían por tracción humana, aunque siendo solo necesaria la fuerza de dos hombres.  Su blindaje era de entre 80 y 100 mm.

El blindaje contaba con una serie de planchas “manuales”, que permitían ser movidas por la tripulación en cubierta para protegerse de la fusilería enemiga. El cinturón acorazado era de hierro de 100 mm protegía casco y línea de flotación.

Su dotación total era de 60 hombres, entre clases y oficialía, siendo su comandante nombrado a finales de 1874: el teniente de navío de primera clase José Jiménez (otras fuentes indican que fue el de mismo empleo Federico Estrán Justo).

Su viaje inaugural, convoyado por la goleta Sirena, le hizo barajar la costa peninsular, siendo el primer puerto donde recalaría Valencia, para luego ser visto en Cartagena, Cádiz, Oporto… Curiosamente, nada más llegar a Ferrol se reporta la necesidad de acometer reparaciones, podría entenderse que se debían a la necesidad de proceder a un urgente artillado de sus piezas principales, pero es que se comprobó que la vida a bordo era poco menos que un infierno por su escasa ventilación, por no decir que tenía una navegabilidad muy limitada.

Aunque con base en Ferrol, fue destinado durante seis meses a la ría del Nervión (Bilbao), para proteger a la plaza del empuje carlista. Durante la guerra hispanoamericana de 1898, el monitor Puigcerdá fue enviado a la ría de Vigo para protegerla de los anunciados ataques de la US Navy, los cuales se esperaban como pesadilla, sobre todo tras el 3 de julio, en especial en las costas andaluzas; y todo ello a pesar de los rumores que aseguraban que iba a ser dado de baja ya en 1897.

En el momento de su alta fue parte de la Escuadra del Cantábrico, junto a la fragata blindada Vitoria, el aviso blindado Fernando el Católico, las cañoneras blindadas Tajo, Arlanza, Turia y Segura, las corbetas de hélice Consuelo y Sirena, las goletas de hélice África, Concordia, Prosperidad y Buenaventura, los vapores de ruedas Colón, Nieves, Ferrolano y Gaditano, dos remolcadores y las lanchas cañoneras Rull y Godínez.

Sitio de Bilbao
Tras el Desastre del ’98, sobraban barcos y las arcas daban ganas de llorar; esto, junto con los últimos avances tecnológicos, hizo que el Puigcerdá, como muchos otros extraños inventos de mediados de siglo, quedara obsoleto y formando parte de un lote de subasta para su desguace y reutilización (fue dado de baja mediante RO de 20 de junio de 1899). Su nombre destacaba en la lista de objetos de los que se iba a desprender el Arsenal de Ferrol, siendo que fue adquirido por los industriales locales Luis Rey Castro y Guillermo V. Martin por la nada desdeñable cifra de 30.000 pesetas, quienes se dedicaban al negocio de las carenas y compraventa de navíos. Junto al banquero lucense Ramón Solar, pusieron fondos suficientes para que el Puigcerdá fuera puesto en el dique de la Cabana y remozado para hacerlo más atractivo a los capitalistas nacionales, pero no lograron que ningún nombre español se interesara por el Puigcerdá, a pesar de que demostró su capacidad como navío de carga, suministrando 20.000 toneladas de material para los Altos Hornos vizcaínos.

Tras muchos esfuerzos, sí se encontró cierto interés en Reino Unido, por parte de la compañía Holt Limited, de Liverpool, quien adquirió el Puigcerdá, renombrado como Anita, por 2.500 libras esterlinas. En Cabana fue objeto de varias reformas para adaptarlo a la navegación por el río Níger, siendo entregado en Ferrol a mediados de 1905, de donde zarparía a finales de julio hacia su destino africano.

Composición de las fotografías contenidas en el número de 20 de agosto de 1905 de la publicación Vida Marítima

Lectura de 14 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas



  • Barómetro: 756,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 12º
  • Higrómetro: 53%

martes, noviembre 13, 2018

Guardia de cómic: reseña a «Como viaja el agua», de Juan Díaz Canales

ASTIBERRI. Bilbao
2016. Primera edición
ISBN: 978-84-13251-53-7
104 páginas
Con un trazo que recuerda mucho al que era común en los años 1980, Canales crea un cómic descarnado,  con personajes cercanos y reales, pero que entonan un mensaje un tanto nihilista, pesimista y desesperanzador 

Obra negra y costumbrista que firma Juan Díaz Canales, tanto al guión como al dibujo, que nos transporta a un Madrid apático en el que un grupo de viejetes se dedican al menudeo de objetos robados. Aunque se retrata a una serie de hombres, pronto destaca Niceto, un anciano un tanto incontrolable, cuyo hijo y nieto, forense y técnico del SAMUR respectivamente, presencian el cambio que éste sufre a medida que van hallándose los cuerpos sin vida de sus amigos de tute.

La historia resulta cuanto menos intrigante, mientras Canales nos lleva por rincones claramente identificables de la ciudad y nos desvela la vida de los personajes, así como se menta ese secreto que parece condenar a una muerte violenta a todos los compañeros de Niceto; ¿será él el siguiente?

Con un trazo que recuerda mucho al que era común en los años 1980, al menos en apariencia a primera vista, éste sirve a la perfección para el cometido que se impuso el propio Canales a la hora de crear algo descarnado, pero con personajes cercanos y reales, con un mensaje un tanto nihilista, pesimista y desesperanzador que no se entiende del todo, y no me explayo aquí por no llenar este artículo de spoilers, pero que anda por eso del sentido de la vida o la existencia del ser humano, de su futilidad, aunque no queda nada claro la relación de ese secreto con la necesidad de tanto crimen. Esa es la  pega: podría haber ido por otros derroteros, por otros en los que Canales diera un mensaje más meridiano. 

A pesar de contar con más de cien páginas, «Como viaja el agua» se queda corto, abandonándose a la propia percepción y perspicacia del lector que, sí, se asombrará al conocer la identidad del asesino, se estremecerá ante las conversaciones de los ancianos difuntos y su onírica representación. Se lee a una velocidad de crucero, desprendiendo sus tapas un extraño y espeso líquido que impregnará nuestra piel y cerebro.

Como demuestra Canales, es muy capaz de crear una tensión excelente.

Lectura de 13 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas



  • Barómetro: 757(Variable). Despejado
  • Termómetro: 12º
  • Higrómetro: 53%

jueves, noviembre 08, 2018

«I'd Love You To Want Me», Lobo



When I saw you standing there
I bout fell out my chair
And when you moved your mouth to speak
I felt the blood go to my feet.

Now it took time for me to know
what you tried so not to show
Now something in my soul just cries
I see the want in your blue eyes.

Baby, I'd love you to want me
The way that I want you
The way that it should be
Baby, you'd love me to want you
The way that I want to
If you'd only let it be.

You told yourself years ago
You'd never let your feeling show
The obligation that you made
For the title that they gave.

Lectura de 8 de Noviembre de 2018 a las 1200 horas



  • Barómetro: 749,5 (Viento-Lluvia). Lloviendo
  • Termómetro: 13º
  • Higrómetro: 51%

martes, noviembre 06, 2018

Guardia de televisión: reseña a «Deutschland 83»

Título original: «Deutschland 83». 2015. Drama histórico. Alemania. Creadores: Anna LeVine y Jörg Winger. Dirección: varios. Guión: varios. Elenco: Jonay Nay, Maria Schrader, Ulrich Noethen, Sylvester Groth, Sonja Gerhardt, Ludwig Trepte, Alexander Beyer,  Lisa Tomaschewsky, Carina Wiese

Cumple a la perfección como material de entretenimiento adulto, sin fuegos fatuos, sin exageraciones, pero también sin medias tintas. Un drama perfecto sobre una etapa histórica que todos vivimos de forma inconsciente

Durante el año 1983 la Guerra Fría se puso bien caldeada. Fueron unos meses de silenciosa incertidumbre en los que la población tuvo plena conciencia del peligro en ciernes y el convencimiento de un inminente holocausto termonuclear. El desastre estaba a la vuelta de la esquina; solo hacía falta una gota más para que colmara el vaso. La tensión entre bloques se igualó o incluso superó a la mítica Crisis de los Misiles de Cuba y, claro, con semejante panorama histórico, sumado a la enfermiza y vigente glorificación de la década de 1980 entre los que rondamos la cuarentena, año arriba año abajo, no había excusa que valiera para no producir una serie de televisión de espías y de una carrera a la desesperada por detener la cuenta atrás, aunque fuera con un regusto alemán al 100%.

Martin Rauch es un joven de Berlín oriental que sirve como soldado en la frontera y que es prácticamente secuestrado por los Servicios de Inteligencia de la RDA para infiltrarse en la cúpula de la OTAN en la vecina República Federal. Su nombre en clave será Kolibri y adoptará la identidad del teniente Moritz Stamm, debidamente retirado de circulación para mayor comodidad del forzado usurpador. Stamm será el nuevo ayudante de campo del general Wolfgang Edel, una de las primeras cabezas de la Defensa de Alemania occidental.

Desde el primer instante se juega con la voluntad de Martin, siendo su propia tía Lenora quien ejerza de gato con él por medio de su madre, necesitada de un urgente trasplante de riñón, y garantizándose así su lealtad. Como Moritz Stamm, Kolibri comenzará a trabajar tras un curso intensivo de espionaje impartido por Tobias Tischbier, agente infiltrado del HVA como profesor de Derecho en la Facultad de Derecho de Bonn y líder de uno de los movimientos pacifistas y anti-OTAN, pero durante sus evoluciones, Kolibri actuará con escrúpulo, nunca como un ente carente de sentimiento, necesidades a cubrir y capacidad de raciocinio por encima de lo que aseveren los mandos superiores. Se hace amigo de Alexander Edel, hijo del general al que asiste y a quien salvará de más de un apuro; se enamorará de Linda Seiler, la secretaria de un alto funcionario de la OTAN, a pesar de conservar idénticos sentimientos hacia Annet Schneider, su novia de siempre, la cual le espera en Berlín oriental con un hijo creciendo en su interior; llegará al odio homicida contra un terrorista que comete un atentado en Berlín occidental y que podría ser el infame Carlos, etc. Kolibri no es un espía frío como nos ha acostumbrado la pantalla; es un muchacho de veinticinco años, leal y buena persona, por encima de cualquier ideología, que busca vivir aún enfrentándose a sus amos, sordos a sus gritos desde el otro lado del Muro.

La serie es brillante, de ocho capítulos de una duración aceptable (44 minutos aprox.) y una cuidada ambientación al menos en cuanto a mobiliario, vestuario y vehículos, más una selección de piezas musicales del año de gracia. Cumple a la perfección como material de entretenimiento adulto, sin fuegos fatuos, sin exageraciones, pero también sin medias tintas, aunque no cueste gran esfuerzo adelantarse a los guionistas en el devenir de las desventuras del joven Martin

Lo que sí es criticable es la nula repercusión que tienen la muerte violenta de varios personajes relevantes en el propio transcurso de la misión de Kolibri y que no parecen salpicarle ni el bajo de los pantalones. Puede que la mentira sobre la “verdadera” identidad de Linda Seiler permitiera pasar por encima de muchas cuestiones, pero, ¿en serio que el suicidio del analista Mayer y la muerte a tiros por la policía del oficial Kramer, único apoyo de Kolibri, no tuercen la historia si quiera unos grados? Es como si el agujero de la bala fuera uno negro que lo absorbiera todo, incluso la existencia previa de esos nombres. No resulta una sorpresa el que Alex Edel sea homosexual, pero llega a la comicidad el que sea capaz de perpetrar uno de los secuestros más patéticos jamás filmados o el que entre por la puerta principal de la misión diplomática de la RDA en Bonn para ofrecer sus servicios como espía y, de vuelta y media, se calce el uniforme como si tal cosa.

Como suele suceder en obras de este tipo, los personajes encarnados por actores más veteranos son los de mayor peso. En mi opinión el mejor es el tiránico y rígido general Edel, cuya némesis aquí sería el teniente coronel Walter Schweppenstette, cuyas motivaciones acerca del ejercicio Able Archer-Rjan son tan oscuras que llega a ser siniestro.

Mientras Kolibri anda libando de flor en flor se desarrolla a su alrededor el drama familiar de los Edel, una familia en plena desintegración desde mucho antes de que Moritz Stamm entrara en sus vidas, pues Martin no puede ser testigo de lo que sucede en su propia casa, en Berlín oriental, con su enferma madre, Ingrid, su suspicaz novia embarazada y la extraña relación de ambas con Thomas, un amigo común.

El cierre de la serie da cierto aviso de que a los productores les rondaba la idea de hacer una segunda temporada; en el aspecto personal hay ciertas cuestiones a resolver, aunque resultaría harto difícil volver a plantar a Martin Rauch en Occidente y seguir con la línea argumental… Pero ya veremos en qué queda su secuela, que gira con el título de «Deutschland 86», previéndose hasta una «Deutschland 89», con caída del Muro incluida. A saber qué sale de todo esto.

Lectura de 6 de Octubre de 2018 a las 1200 horas



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