viernes, mayo 29, 2015

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29 de Mayo de 2015







jueves, mayo 28, 2015

"Les Voiles"



Poom

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28 de Mayo de 2015









miércoles, mayo 27, 2015

En busca de la Morss Piscis


El joven Urrutia, uno de los guardiamarinas a bordo de la fragata Gorgona para más señas, se detuvo, aburrido, ante la amura de estribor, cerca de la serviola; apoyó los codos en la borda, la barbilla en los puños cerrados y suspiró. Quería darle la espalda a la actividad que de desarrollaba a bordo del navío, la cual no tenía mucho interés para él, pero su problema, por llamarlo de alguna manera, lo tenía delante y debajo. Le dolían las piernas; todavía no se habían acostumbrado al reducido espacio del barco, aún cuando ya se habían agotado varias semanas de navegación y no había cosa que deseara más en la vida que bajar a tierra, estirar los miembros hasta desencajarlos y sin tocar con otro hombre, cabos o mamparos; pero era el oficial de guardia y tenía que quedarse en cubierta.

La fragata había fondeado en medio de una pequeña bahía, escondida en un punto indeterminado al Oeste de la isla que avistaron el día anterior. Varias anclas se hundieron el suelo arenoso y aseguraban la quietud del buque, reteniéndolo ante los bajíos y la raquítica playa de fina y blanca arena a donde llegaban tímidas las olas para solo morir. 

Aun no siendo muy altos, los acantilados eran escarpados y negros, asemejando las fauces petrificadas de alguna bestia antediluviana cerrándose sobre los incautos que se habían atrevido a interrumpir su milenario descanso. La lengua de arena era el cebo del depredador, rodeada de una floresta extraña y enrevesada. Sobre el húmedo piso de conchas, que cedía ante su peso, se fueron acumulando las lanchas y chinchorros, cargados con todos los barriles destinados a la necesaria aguada. Un arroyo venía a morir justo a aquella playa, por lo que el trabajo no tenía por qué intranquilizar tanto a los hombres, lo mismo si eran curtidos marineros que experimentados oficiales.

El joven guardiamarina centró su atención en sus afortunados compañeros en tierra. Por mucha preocupación que les causara haber fondeado en aquella extraña bahía, estiraban con placer las piernas. Nada entorpecían sus pasos el leve mareo propio de aquellos que abandonan el vaivén de la mar tras una larga travesía, y eso acrecentó el dolor en las extremidades del sufrido muchacho.  La envidia le podía, corroyéndole las entrañas aún más por aquellos que formaban parte de la partida que se había organizado para explorar el corazón de la isla y arrancarle a aquella avara roca las frutas y verduras comestibles que atesoraba; buscar un remedio para paliar los efectos del escorbuto que comenzaba a hacerse patente en el sollado.

Los hombres en la playa asemejaban atareadas hormiguitas con las que el frustrado y aburrido guardiamarina jugaba a perseguirlas desde la distancia con el dedo índice. De esta forma se percató de que había tres motas negras que se alejaban de un chinchorro, cargadas con todo tipo de aparejos, y que llegaron a los límites de la playa. En contra de toda lógica, comenzaron a escalar el acantilado No le hacía falta catalejo alguno para determinar la identidad de aquellos tres notas discordantes en la sinfonía de la playa: el cirujano Florián era quien encabezaba aquella extraña expedición y el culpable de la plaga que, por suerte, tan solo había contaminado a Juvenal, el guardiamarina más joven a bordo de la Gorgona, y a Coronados, un gaviero tonto pero con suerte. Los tres habían hecho piña con una afición casi malsana por el estudio de la fauna y flora; aunque el líder de la manada tan solo estaba interesado en reescribir correctamente las enciclopedias y los bestiarios y desterrar aquello que había introducido la superstición y la estupidez, aquello alterado con las narraciones de los marineros que seguían el vaivén de las olas en puertos y tabernas gracias a los efluvios del alcohol.

Las gaviotas del lugar, muy distintas a aquellas que el guardiamarina Urrutia había visto antes, se echaron a volar, enojadas ante la invasión orquestada por el cirujano Florián. El oficial de guardia se deshizo en carcajadas cuando la mota más grande, el desgarbado matasanos sin duda, tropezó y se cayó sobre su trasero, quedándose espatarrado, pero ileso, rodeado de afiladas rocas cubiertas de nidos y excrementos.

Una de las aviesas aves, que giraban en círculos sobre sus cabezas y que habían llenado el aire con sus horrendos graznidos, comenzó a atacar al cirujano y a sus acompañantes. Pronto se supo la razón, aunque para ello Urrutia tuvo que tirar de catalejo: se habían hecho con su polluelo. Era amor de madre. Sin embargo, de poco le sirvió a la pobre al no poder esquivar el varazo que Coronados le zampó, quebrándole un ala. Sin pretenderlo, habían conseguido la segunda captura del día para ser registrada en el cuaderno de notas de Florián, a la que acompañaría los dibujos de Juvenal, que se había descubierto como un virtuoso a los lápices, enriqueciendo aquella misión científica extraoficial.

El cómo Coronados se libró del estorbo de la gaviota a quién habían birlado el polluelo desagradó a Urrutia, quien volvió el rostro y a interesarse por las tareas a bordo de la fragata, ordenando que se dispusiera la verga para el izado de los barriles de la aguada. Por ello no pudo y no quiso dar cuenta de cómo el trío de naturalistas desaparecía tras coronar el acantilado.

Aún dolorido y con los calzones arruinados por culpa de los excrementos de gaviota que acabarían secándose y adhiriéndose a la tela, haciéndose uno con ella, Florián se sentía dichoso. Se había hecho con un polluelo de una especie que le resultaba familiar, pero que tenía unas características diferenciadoras a todo lo que había visto hasta entonces, y un ejemplar adulto que, por desgracia, el bruto de Coronados le había destrozado un ala. Ambos especímenes fueron enjaulados y “amenizaron” la ascensión con sus chillidos de terror, desesperadas ante el destino incierto que se cernía sobre ellos, pues no sabían ni comprenderían que el cirujano estaba dispuesto a cuidar de ambos mientras los estudiaba en su angosta camareta. Pero tales cuitas tendrían que esperar, ya que Florian quería saber qué había más allá del acantilado; comprobar si lo que había visto Juvenal el día anterior tenía algo de lógica y realidad. Ambos habían estado oteando la costa y percibido movimiento, pero el pequeño guardiamarina fue el que pegó un salto, casi metiéndose el catalejo por el ojo.

—¡Morss Piscis!

Juvenal se había obsesionado con uno de los pocos libros que cargaba Florián consigo en aquel viaje: una versión moderna del “Historia naturae maxime peregrinae”, escrito en 1635 por el jesuita Juan Eusebio Nieremberg. Lo que no sabía el oficial y compañero de expedición es que el cirujano estaba empeñado en hallar los verdaderos animales que inspiraron tales descripciones para tachar al autor y sus fuentes de fantasiosos quijotes. Y en aquellos pensamientos se concentró Florián mientras terminaba la ascensión del acantilado.

—¿Cree que son sirenas, señor Florián?

Esa y no otra fue la estúpida pregunta de Coronados, cargado hasta los topes con todos los pertrechos pesados. No podría haber realizado otra más ideal para sacar a Florian de sus casillas y de su concentración a medida que iba saltando de piedra en piedra.

—No, Coronados, no lo creo, pero pronto lo sabremos —respondió el cirujano con aspereza. La mención simple a las sirenas le irritaba, pues parecía que los marineros no vieran otra cosa maravillosa en la mar que mujeres con cola de pez. Pero, aún con su incipiente formación científica, no se atrevía a contradecir a aquellos que aseguraban haber tenido un encuentro con tan atractivos y peligrosos seres, pues nada hacía pensar en si eran reales o fantasías.

—Eres un estúpido, Coronados, son Morss Piscis —sentenció el altivo Juvenal.

Florián hizo un alto en el camino ya que le faltaba el aire y se sentía mareado. Le hubiera gustado hacer callar a Juvenal, pero, sí, Coronados era un estúpido.

—Maldita… No, no es por vosotros. —Y en cuanto recuperó aliento, continuó—: Hasta el pasado siglo no viajaban naturalistas a bordo de nuestros navíos. Eran viejos y decrépitos sabios que se limitaban a trascribir e interpretar, desde la comodidad y calor de sus bibliotecas, los subjetivos relatos de los marinos. Hay quien ha escrito libros sobre aves sin haber visto jamás un solo espécimen y, lo peor, es que a día de hoy sigue ocurriendo. ¡A día de hoy, a 27 de mayo de 1815! Es algo imperdonable, pero que hace prevalecer los cuentos de viejas.

El cirujano advirtió cierta sombra de tristeza en la tiznada faz de Coronados que duró lo mismo que tardaron sus reproches en enfriarse y, abandonados y mudos, caerse por entre los huecos de la rocas.

—¿Qué clase de científicos son esos mentecatos? —Florián no pudo refrenar un último impulso de desprecio hacia aquellos colegas anclados en los bestiarios medievales, ajenos a los avances de la Enciclopedia.

—Encontraremos Morss Piscis —repitió Juvenal—. Sé lo que vi ayer.

—¿En serio? —Florián se relajó—. No hay duda de que a donde nos encaminamos tiene toda la pinta de ser un buen lugar para encontrar tales bestias.

Y hacia aquel lugar, a la sombra del acantilado, continuaron, pasando por alto nidos y otros animales. Coronaron la cima y comprobaron que la isla caía en una pendiente suave y negra, calva de vegetación, para dar fin en el mar, en una playa de guijarros sobre la que varias formas grises descansaban al sol.

—Coronados, por favor, el catalejo. —La amabilidad con la que el cirujano se dirigió a su sirviente turbó a éste último, quien desde chico se había acostumbrado a recibir varazos y vejaciones por su escaso seso y por su desfigurado rostro, tan digno de estudio como cualquier planta o animal extraño que atrajera la atención de Florián.

El pobre Coronados atendió al requerimiento con aprecio, rebuscando con desesperación en la mochila de cuero. Cuando halló el tubo de bronce se lo entregó a su amo, quien se relamía los labios.

—No puede haber sido tan fácil —musitó Juvenal.

Sí. Parecía ser lo que buscaban, pero lo que llegaba aumentado por la lente y el espejo interno del aparato no parecía corresponder con el dibujo de la obra de Nieremberg. Las formas y tamaños eran semejantes, mas no parecían tan exóticos y maravillosos aquellos seres.

Cuando Juvenal tuvo entre sus manos el catalejo se sintió decepcionado.

—Espero que las gaviotas que hemos capturado sean algo más que simples gaviotas —dijo entre dientes el oficial.


Como en otras tantas ocasiones, me he dejado llevar por la imaginación a la hora de escribir este artículo. La figura que corona la página 257 del tratado o bestiario escrito por el jesuita español Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658), se negaba a que me limitara a traducir del latín al castellano los apuntes referentes a ella y lo poco que hay más allá, extorsionando mi voluntad, la cual rindió sin pelear. El descubrimiento fortuito por mi parte de un ser mítico como la Morss Piscis —que se ha venido a identificar científicamente, según la interpretación del naturalista suizo Conrado Gessner (1516-1565), con la morsa (Odobenus rosmarus)—, ha alentado mi pluma para que volviera a fantasear con barcos de vela fondeados ante costas desconocidas.

Los apuntes que he ido tomando a lo largo de la tranquila, escasa y somera investigación los podéis encontrar a lo largo del propio relato, no siendo una invención mía el aserto acerca de la ausencia de naturalistas a bordo de los buques de las distintas naciones que navegaban por todo lo ancho del mundo hasta que se inician las grandes expediciones científicas en el s. XVIII; ausencia que se siguieron dando en fechas posteriores, ya que la obra que os he referido varias veces en este blog, “Narrative of the Expedition of an American Squadron to the China Seas and Japan” , en cuanto a su sección de ornitología, corrió a cargo de un hombre que ni siquiera formó parte de la misión: John Cassin. 

Lectura de 27 de Mayo de 2015 a las 1200 horas



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27 de Mayo de 2015





martes, mayo 26, 2015

Guardia de cine: reseña a “Rambo II”

Título original: “Rambo: First Blood Part II”. Año 1985. USA. Color. 96 minutos. Dirección a cargo de George P. Cosmatos. Guión a cargo de Sylvester Stallone y James Cameron. Intérpretes: Sylvester Stallone, Richard Crenna, Charles Napier.

Una vez metidos en harina hasta las cejas y contando con el beneplácito de los céfiros, no vamos a guardarnos nuestra opinión y valoración sobre la segunda película de la ya saga protagonizada por John Rambo; una entrega más apta para ojos fáciles de sorprender por medio de fuegos de artificio, explosivos y abundante sangre que la primera, con un guión cuya autoría comparte Sylvester Stallone con, ni más ni menos, que James Cameron, nombre que se nos pudo haber pasado inadvertido por aquel entonces por nuestra insensata manía de creer que los títulos de crédito no son más que fútiles añadidos a la cinta, algo reprochable a más no poder.

La cinta es para flipar con un Rambo que se carga enemigos dándole lo mismo hacerlo con un cuchillo, que con un AK-47, RPG o arrasando su campamento en plan Primera División del Séptimo de Caballería en “Apocalypse Now”; aunque, nadie lo discute, Rambo mola más en esta segunda parte aún dejando de lado su M-60, sirviéndose de un arco y unas flechas con punta explosiva con la que hace las delicias de más de un fan incondicional de las películas de acción ininterrumpida de los años ’80.

En esta segunda ocasión se abandona la lobreguez de la original, difuminándose también ese discurso descarnado. Es acción pura y dura y no hay un solo momento de descanso para el protagonista, quien regresa al uniforme de forma extraoficial y lo hace como “prescindible” (“expendable”, por si a alguien se le ha escapado el chiste con esa saga de abueletes armados en la que el propio Stallone lleva la voz cantante); un veterano que tan solo va a hacer un recado: fotografiar un campo de prisioneros vietnamita que todo el mundo asegura que está vacío, incluso su propio contacto nativo. Pero todos se equivocan, pues Rambo encuentra prisioneros de guerra estadounidenses. En entonces cuando las palabras “olvido” y “traición” aparecen en la cinta: el mensaje que se quiere transmitir por encima del ruido de las explosiones, los gritos de dolor, las lágrimas mudas y la inmundicia del campo selvático de batalla. “Rambo II” denuncia dos cosas bien claras que no admiten dobles lecturas ni perderse entre líneas confusas: la desidia de la burocracia militar y gubernamental estadounidenses a la hora de buscar y recuperar a sus ciudadanos capturados por el Viet-cong en una guerra que se negaron a ganar; y la falta de sentimiento de una nación hacia aquellos hombres que la aman con locura pero que tan solo  a cambio el desprecio.

Dotada de un mayor “cariño” financiero, en el filme no se escatima el espectáculo sobresaliente, no digamos ya cuando Rambo toma los mandos de un cañonero Bell Huey o se enfrenta a sus captores tras conocer de primera mano las bondades del sistema eléctrico vietnamita, atado a un somier de hierro, y guiado por un sádico oficial soviético. Aunque la nota negativa de la película es la aura de indestructibilidad de Rambo, que no tiene ni un instante de flaqueza a pesar de que tan solo se le ve sentado en tres ocasiones a lo largo de todo un metraje que trata de capturar una historia de poco más de treinta y seis horas plagadas de barro y mierda de cerdo hasta el cuello, otras torturas y nuevas evasiones.

Por suerte, como digo, no se ha permitido dejar atrás (“no man left behind”) ese mensaje directo y dirigido a la línea de flotación de la sociedad norteamericana. Película que, sino brillante como “Acorralado”, aporta ingredientes básicos al género. Un filme que en ningún momento ha de ser minusvalorado.

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jueves, mayo 21, 2015

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21 de Mayo de 2015






miércoles, mayo 20, 2015

La llamada del Exterior



Cuando visioné y escuché por primera la versión de Space Oddity a cargo del astronauta Chris Hadfield no pude menos que emocionarme. De garganta para abajo me hice añicos y el polvo se elevó hasta mis conductos lacrimales, humedeciéndoseme los ojos.

Puede que Space Oddity sea una de mis canciones favoritas de David Bowie, una pieza con un montón de historia que no queda atrapada en lo que le sucede al mayor Tom, condenado a vagar por el espacio. Tiene una factura extraña, pero muy atractiva y potente, tanto que podría sorprender que fuera empleada por la BBC para darle fondo sonoro a la retransmisión de la llegada del hombre a la luna en 1969.

Space Oddity va mucho más allá pues supone un punto de partida para Bowie en el mundo de la música. Ya no será un desconocido y otras piezas, como Changes, le ayudarán poco a poco hasta que salta al estrellato bajo la máscara de Ziggy Stardust y, poco después, del gran duque blanco delgado. Space Oddity y el mayor Tom suponen un lanzamiento estelar para su autor e intérprete, tanto es así que hasta le puede echar la culpa de los desmanes que el propio Bowie vivió durante la década de 1970 si leemos con tal enfoque Ashes To Ashes, de 1980.

La versión del coronel Chris Hadfield, si habéis estado atentos, no ha estado libre de polémica pues las productoras musicales la vetaron por derechos de autor y, al final, el propio Bowie dio su consentimiento, algo lógico pues es la primera canción grabada, y con videoclip, orbitando nuestra pequeña perla azul. No podría haber pieza mejor para entonar allá arriba.

Y todo esto me ha llevado a ciertas cavilaciones sobre los nuevos rumbos que ha de tomar El Navegante del Mar de Papel, cerca ya de acumular un décimo año en sus cuadernas, pues el 23 de Octubre del corriente cumplirá nueve años desde su botadura. Sin olvidar que no hemos ahondado lo suficiente sobre y bajo la superficie del mar, me siento atraído por la idea de elevarnos hasta el cosmos con algunos hitos; pues, en un mundo sin terra incognita que descubrir, tan solo nos queda mirar hacia arriba. No creo que el añadir a nuestro blog artículos sobre la carrera espacial suponga traicionar al espíritu del mismo: los antiguos consideraban ese cosmos como un gran océano y para los egipcios era aquel por el que el dios Ra navegaba a bordo de su barca solar.

Es una nueva dirección que le ha surgido a nuestra hermosa rosa de los vientos, elevándose.

Para completar este post/aviso y ya que os he dado bien al comienzo del mismo con Space Oddity, os incrusto una serie de vídeos que no puede faltar en vuestra videoteca de retina y auditiva:

En primer lugar, como no puede ser de otro modo, el videoclip original de Space Oddity, el cual rezuma ese regustillo de ciencia ficción tan sixtie y que fue grabado en 1969 con muy escasos medios:



Tampoco nos podemos olvidar del concurso televisivo que Bowie ganó en 1970 con la propia Space Oddity, siendo este vídeo una actuación en directo:



Cuando Bowie alcanzó el estrellato y había adoptado un particular tinte de pelo que lo acercaba al tono que lucía e duende Pumuky, no todo el mundo conocía  esta pieza y tuvo que filmar un nuevo videoclip en 1972, carente del encanto del de 1969:



Otra actuación en directo muy destacable fue la ejecutada en el programa "Burt Sugarman The Midnight Special":



Y para terminar este repaso, una versión que adoro y que forma parte de la banda sonora original del filme "La vida secreta de Walter Mitty" con Kristen Wiig sumando su voz:


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20 de Mayo de 2015








martes, mayo 19, 2015

Guardia de literatura: reseña a “La vida de Lazarillo de Tormes” (Anónimo)

Aún siendo de autor anónimo, el Lazarillo de Tormes es la obra del género vulgo-picaresco que más hondo ha calado en el imaginario cultural de nuestro país, pues es raro de oír a alguien que no conozca parte de esta historia que se presenta como autobiográfica —aspecto que nunca pondremos en duda—.

Habiendo dos tipos diferenciados de pícaro, ambos supervivientes hoy día, es fácil saber dónde encaja el Lazarillo y dónde sus amos; pues el maltratado muchacho ejerce tal "actividad" por necesidad de vida, mientras que los demás (quizá librándose por los pelos el escudero, mas su soberbia le puede) asumen tal papel de muy buen grado y por gusto de servirse del prójimo; los cuales, con palabras “modernas”, podrían hacerse llamar “profesionales” en eso siempre recibir para nunca dar.

Afirmo, aún con miedo a cogerme lo dedos por culpa de mi flaca formación en literatura —pues los de mi quinta mudamos en el bachillerato a Cervantes y a Quevedo por Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías, en el mejor de los casos—, que cada tratado (incluso amo) representa (o podría representar, aún no siendo al ciento por cien) un pecado de capital importancia, pues siete son estos y siete los otros, siendo ejemplos que van desde lo más bajo (donde no debemos de olvidar al padre y al padrastro, tan dignos como cualquiera de los partícipes de esta comedia o fresco social) a casi lo más alto (justo donde se yergue el arcipreste de San Salvador) y cursados en lo suyo, con grado de maldad y sinvergüencería dispar. 

El episodio más recordado es el del ciego por ser el primero y por la profusión de divertidas jugarretas entre amo y siervo, mas algunas se nos pueden atragantar por brutales en cuanto a las consecuencias, como cuando el bueno de Lázaro recibe tanto vino como jarra de barro, partiéndosele los dientes. Con este malencarado invidente, el narrador vivirá una relación de admiración y odio, pues mientras lo maldice, agradece las importantes lecciones que le impartió.

Otros dos capítulos bastante recordados son los dos siguientes, con el clérigo roñoso y el escudero altivo que no era más que fachada, siendo los que menos los siguientes, a pesar del interesante paso de Lázaro al servicio de un falso buldero. El resto del libro pierde intensidad, cuando no interés, hasta que se llega al final del camino en el que el propio narrador, asumiendo la posibilidad más que evidente de ser un cornudo, prefiere una solución amistosa pues ese mal no es nada en comparación con lo ya vivido.

La novela bien puede ser tomada por cierta como autobiográfica, pero el poner punto como anónima da de qué pensar, pues bien podría tratarse de una treta del propio autor para ocultar su pasado humilde y desdichado, nada que ver con su presente, ya que no pasan desadvertidas ciertas citas que demuestran que fue un hombre que alcanzó cierto grado de conocimiento letrado; y de ello hacen prueba las referencias, por ejemplo, a Ovidio. Otra teoría es que, sirviéndose de los ojos de un niño y su inocencia, a pesar de su abrazo a la picaresca (por necesidad), se presenta una feroz crítica contra la sociedad y contra determinados individuos, siendo la curia la que más mal parada sale; ya que si por un lado está la avaricia, por otro está la lujuria. No sería descabellado alcanzar tales entendimientos acerca de una obra que se ha mantenido firme hasta nuestros días y que representa una sociedad no muy diferente a la que nos está tocando vivir, por no decir idéntica, no vaya a ser que algún susceptible se nos moleste.

La novela es breve, concisa y no tiene nada que la afee. Ni siquiera la brevedad en algunos puntos hace desmerecerla pues calma el hambre de más chanzas y es sabido que es cosa inteligente que lo bueno y lo breve siempre vayan de la mano. Quizá es complicada de leer para los que hemos estado apartados durante largo tiempo del castellano de entonces y, más, si nos hacemos con una versión huérfana de notas al pie de página, ya que no entenderemos expresiones ni términos en desuso desde hace décadas, cuando no siglos.

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19 de Mayo de 2015








lunes, mayo 18, 2015

Entrevista en "Castillos en el Aire"



Como os consta, amig@s mí@s, el pasado miércoles, 13 de Mayo, mi tocayo Javier Fernández, presentador del programa de radio “Castillos en el Aire” (de la emisora madrileña Radio21) tuvo a bien entrevistarme por motivo de la publicación de “El Imperio del Sol Naciente: La aventura comercial”. Una experiencia en la que reconozco que me lo pasé bastante bien, aunque los nervios y mi torticera lengua siempre acaben extorsionando mi voluntad para caer en reiteraciones y confundir siglos y lugares (pido perdón por confundir la provincia de Tosa con la isla de Sikoku), pero tampoco es para tanto, ¿no?

Aún con unos días de retraso, os invito a escuchar el programa entero, aunque si lo que queréis es ir primero directos a mi parte, me encontraréis entre los minutos 12:40 y 34:00.

Un saludo!



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18 de Mayo de 2015





miércoles, mayo 13, 2015

Biografía de Matthew Fontaine Maury, el Guía de los Mares

Matthew Fontaine Maury según el capitán Charles Bittinger
¡Qué portento de sobrenombre! El Guía de los Mares... ¿Quién no querría ser recordado de una forma semejante? Evoca aventuras vernianas o de Salgari, arribadas a costas lejanas de un planeta en plena ebullición tecnológica e industrial; mas nos topamos con un hombre real, de carne y hueso, más apegado a la mesa de un despacho y que toma su sobrenombre del Octavo Salmo del Rey David; alguien quien puso su trabajo y pasión al servicio de la ciencia y la navegación. Su nombre fue Matthew Fontaine Maury y tuve el placer de “conocerle” y de que “me lo presentaran” leyendo las páginas de “Narrative of the Expedition of an American Squadron to the China Seas and Japan”. Con él volví a coincidir con motivo del “Apunte” que publiqué el pasado 29 de Abril.

Quien sería llamado de tal modo fue el séptimo hijo del matrimonio formado por Richard Maury y Diana Minor Maury, nacido el 14 de enero de 1806 en Spottsylvania County (Virginia), en el seno de una familia de hugonotes franceses emigrados tiempo atrás al Nuevo Mundo.

A la corta edad de cuatro años, Matthew tuvo que decir adiós a Virginia al establecerse la familia en una población cercana a Franklin, en la vecindad de Nashville, donde la vida de los Maury era la propia de una familia honesta y temerosa de Dios; por lo que la felicidad que el pequeño Matthew pudiera dar a sus padres pronto se truncó cuando éste quiso emular a su hermano John Minor, el primogénito, quien hizo carrera de armas en la Marina de los Estados Unidos de América y falleció a causa de unas fiebres durante la campaña en el Caribe dirigida para la erradicación de la piratería. Los preocupados padres no querían repetir semejante experiencia, aunque no pudieron impedir que Matthew optara por ingresar en la Academia militar de West Point; pero no, la atracción de la mar era superior a todas las fuerzas humanas que se revolvían en su casa, por lo que en 1825, gracias a las buenas y afables palabras del senador Sam Houston, amigo de la familia, se embarca a bordo de la fragata USS Brandywine con el empleo de guardia marina.


USS Brandywine

Un sonriente Matthew de 19 años disfrutará de su primer contacto con la mar en un crucero de un año que lo llevará por el Atlántico hasta Europa y, luego, por el Mediterráneo, llevando como pasajero al marqués de La Fayette. Al regresar a los Estados Unidos en 1826, Maury es transferido a la corbeta Vincennes, a bordo de la cual circunnavegará el globo.

Como oficial de guerra, Maury desarrolló un gran interés científico por la meteorología, las corrientes y todo lo relacionado con la navegación, sabiéndose privilegiado de vivir en el s. XIX. Por dicho motivo, obtuvo el rango de navegante de la corbeta Falmouth en 1831, de la cual luego pasaría a la goleta Dolphin y a la fragata Potomac, ya como primer teniente y con la que regresaría de nuevo a los Estados Unidos en 1834, contando con las suficientes notas como para publicar su primera obra científica: “Maury’s Navigation”, que acabó siendo aprobado como libro de lectura obligatoria para la US Navy. Sus trabajos nunca fueron tomados como los apuntes de un joven y tímido oficial de marina. Tal fue la fama que alcanzaron sus escritos que sería reclamado para una expedición a los mares de Sur que preparaba el teniente de navío Charles Wilkes, pero que declinó cortésmente. Tenía hasta el privilegio de decir no, algo que no podía decirlo cualquiera.

Tras contraer nupcias con la señorita Ann Herndon, hermana del teniente Herndon, Matthew esperaba de su carrera algo más que estar con la cabeza hundida entre los libros y recibe con alborozo su ascenso a teniente de navío en 1837, tras trece años en la Marina, pero pocos meses después, ya en 1839, la Fortuna le mira con gesto agrio y sufre un accidente de diligencia y se le fractura una pierna. Las secuelas le dejarían impedido para el servicio activo a bordo de un navío. Aún joven, con treinta y tres años, Matthew se resigna, como siempre haría, a lo que Dios le proveía y procedió a desarrollar toda la literatura científica posible y encabezar iniciativas públicas para el fortalecimiento de la Marina de su nación. Sus ensayos serán pronto adoptados como vitales para la comprensión de la navegación y sus propuestas llevan incluso a la fundación de la Academia Naval.

Observatorio naval de Washington
Siempre deseoso de contribuir al bien común, plantea la construcción de un astillero en Memphis e, incluso, la realización de obras en el canal de Michigan para permitir el acceso a los Grandes Lagos de barcos de guerra; también la instauración de un sistema de observación meteorológica en el río Mississippi que permitiría a los capitanes de barcos obtener informes del estado del medio casi al momento.

A la edad de treinta y seis años es nombrado superintendente del Depósito de Cartas e Instrumentos en Washington, que transforma en un observatorio naval donde se instruirían a grandes hombres de la historia naval de los Estados Unidos y donde se haría hincapié en el estudio de la astronomía.

Considerando que su trabajo en el Observatorio de Washington había sido cumplido con éxito, Maury se dedicó al estudio de los vientos y corrientes oceánicas, para lo cual se hizo con una magna colección de cuadernos de bitácora de buques de guerra que habían quedado olvidados, tras su registro, en las oficinas gubernamentales. Fruto de tales desvelos fue la confección de una nueva ruta hacia Río de Janeiro, conocida como la carta “Fair way to Rio”; mas dicho camino no fue, en los primeros intentos, tan atractivo ya que se caía en una región de vientos contrarios proveniente del Suroeste (llamados Maury’s Monsoons). Pero nuestro protagonista no iba a dejar que ese contratiempo echara por tierra todo su trabajo, por lo que descubrió que la corriente del cabo San Roque daría solución al problema.

También destaca de su labor de estudio la invención de un sistema de sondeo de grandes profundidades oceánicas que serviría para el cableado submarino de telegrafía o uno de sus mejores trabajos didácticos: “The Physical Geography of the Sea”, traducido al francés, alemán, holandés, noruego, castellano e italiano.

Muchos reinos, repúblicas y academias reconocieron la valía de la tarea de Maury y su contribución a la grandeza de la humanidad, obteniendo honores de Francia, Austria, Prusia, Rusia, Dinamarca, Bélgica, Portugal, Suecia, Sardinia, Holanda, Bremen y los estados Vaticanos.

Maury hacia 1862
Aún a su pesar, Maury vivió la guerra de Secesión (1861-1865), ese conflicto que tanto mal le hizo a él y a su país. Siendo oriundo de Virginia y viviendo en Tennessee desde chico, no tuvo más remedio que tomar partido por su patria chica, abrazando la causa confederada y dimitiendo de la Marina federal; suponemos que en la creencia, generalizada, de que todo se resolvería en cuestión de pocos meses. Tal hecho fue advertido por varias naciones europeas, que codiciaban contar con los servicios de Maury y lo tentaron para que dejara atrás la guerra y siguiera con sus estudios en parajes más tranquilos; sin embargo, el honor le obligaba a seguir vistiendo el uniforme confederado hasta el final de la contienda fratricida.

Silenciados los cañones y la sangre convertida en costra adherida a la tierra, comenzó la carrera hacia el Oeste y México. El emperador Maximiliano también tentó a Maury para que se uniera a su gabinete de Gobierno, pero el oceanográfico tenía trabajo que hacer en Europa, muy intrigado por la aplicación práctica de la electricidad y en seguir creando literatura científica. La humildad y el honor siempre fueron constantes en su carrera, tanto es así que podría decirse que le impidieron ostentar cargos de mayor rimbombancia, como la de superintendente del Observatorio imperial de París. Él prefería quedarse en casa y contentarse con servir como mejor sabía, por lo que aceptó la cátedra de Física en el Instituto militar de Virginia.

Hombre vigoroso, de un entusiasmo sin límites, la enfermedad pronto lo visitó. Con fuertes dolores gástricos y náuseas continuas, al guía de los mares no le quedó otra opción que postrarse en cama: era la voluntad de Dios y no tenía ya razón por la que seguir sufriendo; era consciente del legado que dejaba a la Humanidad.

El 1 de septiembre de 1871, Matthew Fontaine Maury cerraría los párpados por última vez.

Lectura de 13 de Mayo de 2015 a las 1200 horas



  • Barómetro: 756 (Variable). Encapotado
  • Termómetro: 19º
  • Higrómetro: 49%

13 de Mayo de 2015







martes, mayo 12, 2015

Guardia de televisión: reseña a “V, los visitantes”

Afirman por ahí que es un error eso de revisionar o revisitar aquellos productos que marcaron la infancia de uno por el simple hecho de que tus ojos “han cambiado” (ya no eres el mismo, ¡asúmelo!). Ahora bien, en mi caso, ¿he cometido una gravísima equivocación al pegarme al televisor durante varias horas y volver a vivir aquellas conocidas escenas con una Diana tragándose un hámster entero o un Donovan heroico, enfrentándose, cámara en mano, a un helicóptero artillado? No sé qué contestar, pues el sí y el no están bastante equilibrados. He vuelto a sentir ese cosquilleo en la nuca y esa presión nerviosa en el pecho; sin embargo, he tenido que convencerme, a cada paso, de que la serie ya tiene sus añitos encima y que las deficiencias de guión que antes no se veían, y que ahora saltan como accionados como por resortes cada cinco segundos, son las propias de aquella época; y lo he tenido que hacer en plan “hombre, no seas duro, ten en cuenta todo esto: sé objetivo”.

Como sabéis, en su día dediqué no pocos párrafos a desentrañar las impresiones que la nueva versión de “V” de 2009 había despertado en mi persona. Entonces ya sentí la necesidad de viajar al Pasado con los lagartos; por lo que no presenté batalla, ni siquiera resistencia pacífica, ante la tentadora llamada que procedía de la “isla” de Amazon, plagada de indecentes sirenas que se burlaban de mi escaso raciocinio anunciando, en preventa, una nueva edición de la original “V” en un solo pack. Aquello aconteció a finales de octubre del pasado año y, aunque suene extraño, el que el paquete pasara de las manos del mensaka a las mías, aún en aquel estado de excitación, no fue suficiente como para que quemara el reproductor y visionara los diez dvds de una tacada. Es más, a la fecha en la que os estoy escribiendo estas líneas, no han pasado ni siquiera 24 horas desde que le diera al stop, al terminar el quinto disco; por lo que dedico esta reseña a la miniserie original y a los tres capítulos dedicados a “La batalla final”, aunque solo el último de ellos posea semejante título.

De la irregular primera y última temporada, titulada en el pack como “Los capítulos finales”, —la cual aguantó como pudo con el lastre de una falta indignante de calidad y financiación, por pura desidia, y de guiones predecibles y escasamente desarrollados (salvo por el primer episodio)—; no perderemos tiempo, pues no se merece más, sobre todo porque no han "entrado" todavía en el reproductor.

Cuando destripé “V” 2009 ya apunté la génesis de esta interesantísima obra que firma Kenneth Johnson —aunque entonces pasé por alto, de forma involuntaria, que el creador de la serie estaba obsesionado con la novela de Sinclair Lewis “It Can’t Happen Here”—. Se quería responder a la pregunta de qué pasaría en los Estados Unidos si estos se vieran invadidos y sometidos a un régimen dictatorial fascista (más bien nazi), aunque procedente del espacio exterior; aunque la trama se termina por encauzar hacia la resistencia y a unos hombres y mujeres ordinarios que viven tiempos extraordinarios. Un cámara de televisión, una doctora, un camello, un jardinero, un obrero de petroquímicas, un policía, una camarera, un adolescente arrogante… ¿Qué harían si un día aparecieran cincuenta naves gigantes sobre sus cabezas, descolocando todo su mundo con una amenaza innombrable e imposible de imaginar? Sin duda, cualquier tiempo pasado es mejor porque se sabe cómo terminó.

Se aprecia cierto paralelismo acelerado entre el drama televisivo con los acontecimientos históricos del ascenso del NSPD en Alemania: una nueva fuerza que atrae pero que es muy peligrosa, Persecución de científicos, etc. Para dotar de más fuerza psicológica, se introduce el personaje del anciano Abraham Bernstein, superviviente del holocausto nazi y abuelo de Daniel, un colaboracionista recalcitrante.

Es como si Johnson denunciase que no se había aprendido nada.

Pero el argumento brama herido ante la falta de metraje. Es una historia que se pone de rodillas implorando que la nutran de más minutos para desarrollar cada una de las escenas. Hay momentos en los que se salta de la A a la H, sin importar cuantas letras se quedan en el camino, por no decir que no hay un respeto al orden temporal, pues no tenemos ni idea de cuántos días, semanas o meses transcurren exactamente a lo largo de cada capítulo, más allá de si los actores van más o menos resguardados con cazadoras.

La focalización argumental en Los Ángeles, ilógica por cuanto esta ciudad no es un centro neurálgico político ni burocrático, como lo son Washington y Nueva York, impide al espectador entrever qué sucede más allá del reducido campo de juego al que ha sido confinado. El uso de reportajes televisivos y noticiarios se abandona casi al primer instante, privándonos de todo contacto y de una explicación lógica y no soterrada de la forma efectiva con la que los visitantes se van haciendo con el control del planeta. Tan solo se nos muestra una sospechosa conspiración científica, la “conversión” y unos gobiernos que se lanzan a los brazos de nuestros “nuevos amigos” ante el miedo nervioso a que estos se den media vuelta con su magnífica tecnología, dejando así hacer a un nuevo régimen fascista procedente del espacio exterior.

Todo este aislamiento conlleva a una práctica nulidad de contactos del grupo de Donovan y Parrish con otras células insurgentes. Tan solo, cuando hace acto de aparición el carismático y ruin Ham Tyler, se nos susurra al oído la existencia de una esquiva “Organización” de Resistencia, el Frente de Liberación Mundial, y poco más cuando se distribuye el llamado Polvo Rojo.

Sin duda, Johnson se quedó pronto sin papel, sin dinero y sin metros de cinta, aunque dudo mucho que sin ideas.

En cuanto a personajes, se me ha caído un poco Mike Donovan, no por la interpretación de Marc Singer, que sigue magnífico, sino por las situaciones en las que se ve envuelto. Cuesta mucho creer que sea un hombre perseguido por traición a nivel mundial, apareciendo su rostro por todos lados y en ciertas escenas se pasee tal cual por las calles de Los Ángeles o por las propias instalaciones controladas por los lagartos. Además, la visitante Lorraine se pone a desactivar la bomba termonuclear de la nave de Diana y Donovan, que nunca ha manejado el cachivache, le suelta: “déjame probar”; ¿en serio?, no, no es serio.

Además, a Julie Parrish la medio fríen el cerebro en el proceso de conversión y está como si tal cosa; tan solo se ha vuelto zurda y otros están como marionetas, ¿en serio? Otra vez vemos ahí una falta de metraje.

¿Cómo es que el personaje del comandante supremo John pasa de interesante a ser un simple tonto durante sus últimos minutos de vida? Y, en cuestiones técnicas, si los lagartos son sensibles a la luz, su tecnología militar habría obviado el empleo de láseres para armamento (cosas de la moda Star Wars). “Y no me tires de la lengua”, mas no me atrevo a sobrepasarme porque la he vuelto a disfrutar y eso es lo que importa. Ha vuelto a hacer volar la imaginación; me ha hecho acordarme de que tuve un fusil visitante, producto de marketing no sé yo si muy oficial; y a rememorar muchas otras cosas más tan propias de esa odiosa moda nostálgica ochentera que seguimos como fanáticos los que "coronamos" escaso pelo. ¿Tengo derecho a desmitificar “V”? Sigo estando en un precario equilibrio en la balanza.

Lo que he de afirmar categóricamente es que me hubiera encantado ver “V”, en un remake, con la ambientación ochentera y un guión como el de 2009; pues si la original adolece de los defectos argumentales propios de entonces, la última de hace seis años carecía de estilo e intensidad. Diana daba mal rollo, pero Ana mucho más, pero ese uniforme rojo… 

Respecto al propio pack de dvds, no nos encontramos con nada que no se hubiera visto antes ya que es la reedición de un lanzamiento con algunas canas y que aún pulula por varias páginas de venta por Internet. Como en aquella ocasión, nos volvemos a topar con el desafortunado detalle de que la caja esté “rasgada” en una esquina para que aparezcan un ojo y unos dientes de reptil; infantiloide y prescindible y que le resta seriedad al producto en cuanto a imagen. Si querían poner al lagarto en cuestión en los dvds (que lo han hecho), pues libertad absoluta, pero que no, vamos, ¡que no! Que una portada negra con la V roja no necesita artificio o adorno alguno.

Dentro del pack encontraremos tres estuches, el primero dedicado a la miniserie original de dos capítulos y el segundo a “La batalla final”, destinándose a cada capítulo un dvd, quizá un gasto innecesario porque creo que entrarían dos por pieza. El tercero, por su parte, se dedica a la irregular primera y última temporada, la cual se divide en 19 capítulos recogidos en cinco discos —siéndome, por no haberla visionado aún, desconocido si contiene el episodio que quedó, según la leyenda, sin emitirse en España una vez que la respuesta del público a un producto de tan baja calidad fuese motivo suficiente para justificar la firma de la cancelación—.

Respecto al contenido de los dvds en sí, en cuanto a la miniserie original, se cuenta (solo en estos) con extras como los comentarios de Kenneth Johnson, pero, quizá porque soy algo torpe, no he sido capaz de encontrar opción por la que estos se subtitulen ni al inglés ni al castellano, por lo que si quieres enterarte de lo que dice tienes solo dos posibilidades: o tienes un oído magnífico o has sido bendecido por un arrebato de éxtasis lingüístico y te sabes de “pe a pá” el limitado pero embarrado verbo anglosajón. Una lástima, pues los capítulos, todos, cuentan con idiomas y subtítulos (inglés incluido, aunque diga lo contrario la página de Amazon). 

El resto de extras se limitan a idiomas y subtítulos y nada más, ofreciendo una experiencia bastante pobre al aficionado, la cual se agrava en el aspecto negativo al no haber sido remasterizados los capítulos, ni en cuanto a audio ni en cuanto a imagen. Cierto que uno no puede decir que se podría haber sentido transportado a su infancia si los lagartos no salieran despellejados en analógico, pero tampoco la calidad general es la del “primer día”. 

En la actualidad, por lo que se puede entender en la página de Kenneth Johnson, éste se encuentra inmerso en una ardua campaña de obtención de fondos para hacer regresar a “V” en forma de película. Según sus propias palabras, quiere hacer justicia a su propia creación. ¿Lo conseguirá? Es difícil saberlo, pero el tipo está más que empeñado en ello y, por supuesto, cuenta con nuestros mejores deseos.

Lectura de 12 de Mayo de 2015 a las 1200 horas



  • Barómetro: 755,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 17,5º
  • Higrómetro: 49%

12 de Mayo de 2015







lunes, mayo 11, 2015

"El Imperio del Sol Naciente" en Todoliteratura



El portal de literatura "Todoliteratura" dedicó el pasado 8 del corriente mes a hacerse eco de mi última ensayo histórico: "El Imperio del Sol Naciente: la aventura comercial", con un texto en el que se destacan los puntos más sobresalientes de la obra que nos llevará a unas aventuras que, en la actualidad, tan solo se pueden comparar con la conquista del espacio. No es broma. Llegar hasta el mismo fin de la Tierra con la tecnología punta de aquel entonces, impulsados por la necesidad de saber qué hay más allá.


Lectura de 11 de Mayo de 2015 a las 1200 horas



  • Barómetro: 756 (Variable). Cirros
  • Termómetro: 17º
  • Higrómetro: 49%

11 de Mayo de 2015