viernes, diciembre 29, 2017

Resumen de publicaciones de Diciembre de 2017

Colaboraciones con HRM
—«Cuadro de dolencias típicas del soldado español de mediados del s. XIX» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/176-s-xix-dolencias-tipicas-del-soldado-espanol-j-yuste
—«Ciudadanos americanos en el Tercio de Extranjeros español durante el año 1921» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/177-ciudadanos-americanos-en-la-legion-1921-j-yuste

Reseñas
—Reseña al filme «El Mago de Oz», de 1939 https://goo.gl/cNLfqj
—Reseña a la novela de Victoria Álvarez «Tu nombre después de la lluvia» https://goo.gl/Qu7FDt
—Reseña al íntimo filme japonés «Una pastelería en Tokio» https://goo.gl/MxrsW1

Lectura de 29 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 755,5 (Variable). Encapotado
  • Termómetro: 12º
  • Higrómetro: 54%

martes, diciembre 26, 2017

Dos últimos artículos publicados en el blog de HRM


Parece que estos agonizantes días del año están siendo bastante productivos en lo que a artículos se refiere, tal y como podréis comprobar en las últimas actualizaciones del blog de HRM con dos trabajos que giran bajos los sugerentes títulos «Cuadro de dolencias típicas del soldado español de mediados del s. XIX» y «Ciudadanos americanos en el Tercio de Extranjeros español durante el año 1921» cuyos enlaces incrusto a continuación, invitándoos a leerlos y comentar lo que os apetezca:


Son los últimos artículos firmados por mí y publicados a fecha de la presente y que sean de mi conocimiento.

Gracias y un saludo!

Lectura de 26 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 755 (Variable). Lloviendo
  • Termómetro: 9º
  • Higrómetro: 54%

jueves, diciembre 21, 2017

«Kooks», David Bowie



[CHORUS (x2)]
Will you stay in our Lovers' Story
If you stay you won't be sorry
'Cause we believe in you
Soon you'll grow so take a chance
With a couple of Kooks
Hung up on romancing

We bought a lot of things 
to keep you warm and dry
And a funny old crib on which the paint won't dry
I bought you a pair of shoes
A trumpet you can blow
And a book of rules
On what to say to people 
when they pick on you
'Cause if you stay with us you're gonna be pretty Kookie too

[CHORUS]

And if you ever have to go to school
Remember how they messed up 
this old fool
Don't pick fights with the bullies 
or the cads
'Cause I'm not much cop at punching other people's Dads
And if the homework brings you down
Then we'll throw it on the fire
And take the car downtown

[CHORUS (repeat ad inf.)]

Lectura de 21 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 762,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 9,5º
  • Higrómetro: 54%

martes, diciembre 19, 2017

Guardia de cine: reseña a «Una pastelería en Tokio»

Título original: «An» (あん). 2015. Japón. Drama. Dirección: Naomi Kawase. Guión: Naomi Kawase, basándose en la obra literaria de Durian Sukegawa. Elenco: Kirin Kiki, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida

Este filme encierra tres tragedias que se van desmadejando ante el espectador a través de silentes y hermosas escenas capturadas a lo largo de todo un año de vida de los personajes. Es un cuadro impresionista acerca de la penitencia, la soledad y la necesidad de vivir haciendo aquello que lo haga a uno sentir libre

Cada uno de nosotros cargamos con nuestras propias tragedias personales. Esas mismas que nos doblan las espaldas y que rechazamos compartir incluso con los más allegados. Esto último, confesar lo que nos aqueja psíquicamente, algo que es casi inquebrantable en Occidente, lo es más en un país como el Japón, donde la costumbre es mantener las distancias y el decoro, donde el individualismo raya una perfección demencial.

Este filme encierra tres dramas que se van desmadejando ante el espectador a través de silentes y hermosas escenas capturadas a lo largo de todo un año de vida de los personajes. De inicio, parece que todo gire en torno al taciturno Sentaro, el encargado de una raquítica tienda en la que solo se sirven dorayaki recién hechos, un típico dulce nipón. Su rutina se verá interrumpida al conocer a Tokue, una afable y simpática ancianita con las manos surcadas por unas extrañas marcas, que insistirá en ser contratada por Sentaro como ayudante. Sentaro se ve cohibido ante las amables pero constantes solicitudes de Tokue, hasta que dá el brazo a torcer cuando ésta le ofrece un tupper con una pequeña ración de anko que ella misma ha cocinado (pasta dulce de judías que es el relleno del dorayaki).

El tercer personaje, diríase que en discordia, es Wakana, una adolescente que resume como nadie la epidemia de soledad que se vive en ese fascinante país.

Los personajes se presentan con un lacónico cruce de palabras, desfilando bajo los cerezos, sin que apenas sepamos algo de ellos hasta que estén preparados para dar el paso. Debemos ser muy pacientes con ellos y con un filme compuesto por detalles dramáticos que pasarán a vertebrarse en torno a la narración de la anciana Tokue, una experta repostera que desde niña ha estado ingresada en una leprosería. Ante Tokue y su desgracia, todo padecimiento parece ridículo, más aún cuando ella siempre conserva una sonrisa en los labios y los lazos atávicos con la Naturaleza, algo que los actuales japoneses parecen estar perdiendo frente a una urbanidad cuadriculada y de grisácea monotonía.

Pero, tranquilos, que no estamos ante una película que encadene desgracias tópicas para una sobremesa en el sofá y algún kleenex de por medio; no provoca lipotimias para llorones. Seguimos estando en Japón y ellos no son de esta pasta. 

Quien primero se abre al espectador es Sentaro, confesando su paso por la cárcel y la pérdida de su madre, de quien no tuvo la oportunidad de escuchar de nuevo todas y cada una de sus historias personales (pesar que yo mismo comparto). Tras él vendrá Tokue, a quien la enfermedad le privó de descendencia, siendo que ve en Sentaro al hijo arrebatado de su vientre. Wakana, por su parte, y por esto me refería antes a que era el tercer personaje en discordia, nunca termina de ser dibujada más allá de su perfil, llegando al punto de que desconoceremos qué habrá sido de ella cuando los títulos de crédito inunden la pantalla; solo sabremos que ella, junto con Sentaro, recibirá la herencia espiritual de Tokue: vivir desde el sosiego y el equilibrio con la Naturaleza y el entorno, desde la armonía, sin ambiciones pero con libertad y con la cabeza alta como respuesta a los golpes que se van recibiendo, uno detrás de otro.

De la pareja superviviente solo sabremos de Sentaro, quien abandonará sus miedos y el servilismo, perdiéndose de vista a Wakana, quien, reconozcámoslo, apenas aporta algo a la trama a pesar de que es un alma errante como Sentaro. No me cabe duda de que habrá echado a volar, como su canario Marvine, pero nada se nos aclara.

La belleza del film es su tramo final es tan desgarradora que habría de ser de granito para no emocionarse con la grabación en casete de Tokue, dedicada a Sentaro y Wakana; habría que ser muchas cosas para no sentirse unido a esos personajes que, sentados a una mesa, escuchan las últimas palabras de la anciana.

El ritmo es lento y casi contemplativo, lo cual pondrá de los nervios al más impaciente. Es un cuadro impresionista acerca de la penitencia, la soledad y la necesidad de vivir haciendo aquello que lo haga sentir libre.

Lectura de 19 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 761,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 10º
  • Higrómetro: 53,5%

viernes, diciembre 15, 2017

Último día para descargarse gratis «Kamikaze. Protectores del Reino Central de los Llanos de Juncos»


Aún os resta el día de hoy para descargaros en vuestro ereader Kindle o soporte (previa obtención de la app en Amazon si no contáis ya con ella) mi ensayo histórico centrado en la figura y trasfondo de los pilotos suicidas japoneses durante la segunda guerra mundial, «Kamikaze. Protectores del Reino Central de los Llanos de Juncos».

No desaprovechéis la oportunidad.

Aquí os dejo el enlace: https://t.co/1480J3fpqH



Un saludo!

Lectura de 15 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 754 (Variable). Cúmulos
  • Termómetro: 12º
  • Higrómetro: 53%

jueves, diciembre 14, 2017

«Take It On The Run», REO Speedwagon




Heard it from a friend who
Heard it from a friend who
Heard it from another you been messin' around
They say you got a boy friend
You're out late every weekend
They're talkin' about you and it's bringin' me down
But I know the neighborhood
And talk is cheap when the story is good
And the tales grow taller on down the line
But I'm telling you, babe
That I don't think it's true, babe
And even if it is keep this in mind

[Refrain:]
You take it on the run baby
If that's the way you want it baby
Then I don't want you around
I don't believe it
Not for a minute
You're under the gun so you take it on the run

You're thinking up your white lies
You're putting on your bedroom eyes
You say you're coming home but you won't say when
But I can feel it coming
If you leave tonight keep running
And you need never look back again

[Refrain x3]

Heard it from a friend who
Heard it from a friend who
Heard it from another you been messin' around

Lectura de 14 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 755 (Variable). Cúmulos
  • Termómetro: 12º
  • Higrómetro: 53%

martes, diciembre 12, 2017

Guardia de literatura: reseña a «Tu nombre después de la lluvia», de Victoria Álvarez

Lumen (Penguin Random House).
Barcelona
Primera edición: febrero de 2014
576 páginas
ISBN: 978-84-264-0007-9
La historia que firma Victoria Álvarez es grata, afable y bella, con un marcado bouquet juvenil cuyas dimensiones la han derivado a un mercado más adulto; deja un buen sabor de boca si no somos demasiado rectos o exigentes, pues no va a pasar a los anales de la Literatura española moderna, ni mucho menos

Aunque, salvo en excepcionales ocasiones,  no he sido habitual en esquinas polvorientas donde ser reúnen los títulos góticos, reconozco que me atrae el ambiente tenebroso que aquellos ilustres autores crearon a su alrededor, dando sentido y peso material de imprenta a los terrores decimonónicos. Destaco de forma especial «Drácula», de Bram Stoker, un libro por el que sentí malsana veneración, cosa que solo he experimentado leyendo ciertas novelas publicadas por Stephen King: todas las horas del día me eran pocas para seguir retenido a ese mundo de eterno papel.

La novela de Victoria Álvarez que hoy nos tiene aquí trata de perfilarse como una declaración de amor hacia esa Literatura oscura y romántica, recogiendo de aquí y allá cuantiosos y típicos elementos para una trama de almas en pena, castillos ruinosos, amores imposibles que llevan a la tragedia, pícaros aventureros, hombres de ciencia y pasados familiares enterrados en piedra. Con todo ello, Álvarez ha logrado escribir una novela quizá no muy novedosa, pero sí que se lee rápido y con gusto durante veladas estivales o cuando cuadre.

Supe de Victoria Álvarez por primera vez una tarde, ya distante, escuchando una grabación del programa que dirige y presenta mi amigo y tocayo Javier Fernández, “Castillos en el Aire”, de Radio 21. Creo recordar que Álvarez estaba en plena promoción de su segunda novela, «Las eternas» y me gustó mucho lo que escuché, anotando el nombre de esta joven autora salmantina aunque sin tomar, por mi parte, ninguna decisión hasta que, pasado el tiempo (bastante, por cierto, pues le dio tiempo para escribir esta tercera novela), me tropecé con ella en la biblioteca pública, asaltándome a traición, como un bandolero, entre las estanterías dedicadas al género de ficción novelada, justo a mano derecha según se entra en la segunda planta. Desplacé de su lugar asignado el volumen titulado «Tu nombre después de la lluvia» y mi primera reacción fue una mueca de desagrado: la bucólica y romanticona portada desmerece la narración gótica ambientada en Irlanda que encierra y advierte falsariamente al lector de una posible historia fogosa de dos amantes, un musculitos y su damisela, en lucha contra el mundo y que no cejarán en el empeño hasta fusionar sus velludos y pelirrojos sexos, todo ello al resguardo de una covacha durante los estertores de un día nublado de tantos por la Isla Esmeralda. Suena mal, vulgar y ordinario, pero esa fue mi primera, desabrida y malpensada impresión ante una trenza rodeada de mariposas. Al menos, el texto de la contraportada arreglaba en parte el desaguisado y despertó mi interés (gracias a la dispar personalidad del trío protagonista), aunque picado en lo más profundo por la ocurrencia de que parece que todas las tramas góticas han de ambientarse por narices en ese par de islas al Norte de nuestras cabezas. 

«Tu nombre después de la lluvia» es una novela que sigue diferentes líneas argumentales convergentes a través de los tres amigos que la protagonizan: Alexander, el científico que se adentra en el estudio del Más Allá; Lionel, aventurero, crápula y ladrón de tumbas; y Oliver, erudito y romántico de manual. Como una piña que se preocupa por el bienestar de la publicación a la que se deben, el periódico de noticias paranormales Dreaming Spires, los tres se trasladarán al poblacho costero de Kilcurling, a una mañana de distancia a uña de caballo de Dublín, para investigar un extraño suceso del que tienen conocimiento a través de una carta firmada bajo seudónimo, como podrán averiguar más adelante: la muerte de un hombre por culpa de la banshee de los O´Laoire, el decrépito clan familiar de la zona que reside desde hace mil años en la fortaleza de Maor Cladaich. 

Junto a este trío simpar seremos testigos de las historias que se desarrollarán en las estancias, pasillos y terrenos del viejo castillo y también en las calles de Kilcurling. Una de ellas será de amor y dará título a la novela, pero otras nos permitirán conocer los demonios internos que atemorizan a los distintos actores principales, entre los que destaca Lionel, quizá por ser el mejor construido de todos y al que la autora le dedica más líneas al resultarle un tipo demasiado simpático. Sin embargo, el amplio y variado elenco de personajes que se va colgando de las líneas narrativas no llega a cuajar, siendo la mayoría un tanto estereotipados; a lo que hay que sumar una serie de flecos que he ido advirtiendo en mi rápida lectura, a saber: llegaremos a la última página y del deceso de Fearchar McConnal nada se nos aclara y eso que semejante hecho luctuoso es el que da arranque a la novela, ¿por qué le persigue el espíritu y le provoca un ataque al corazón?, el ente llora la pronta muerte que va a acontecer, pero no es un asesino; no resulta muy creíble la supuesta investigación paranormal, pues Alexander, Lionel y Oliver apenas hacen nada durante las largas semanas que pasan en Irlanda, aún cuando lo que les impulsó a viajar hasta esas tierras fue la de darle un impulso a la publicación Dreaming Spires, en horas muy bajas; el personaje de Veronica Quills es, con diferencia, el más desaprovechado de la novela a pesar del juego que podría haber dado; pasé mucho “miedo” cuando se nos introdujo a la encantadora y sensual señorita Stirling, al servicio de un príncipe húngaro y que “parecía” traer consigo la tormenta que se desataría sobre la fortaleza de los O`Laoire, con identidad escénica con cierto vampiro que no necesita presentación, aunque, eso sí, le doy mi enhorabuena a Álvarez por lo que encierra de verdad la señorita Stirling, dando un cierre final magnífico a la novela; tampoco se nos refiere la naturaleza y origen de la psicoscopia que Ailish Ni O´Laoire posee y que, en un momento, parece vincularla con Fionnuala, la vidente que le dio un heredero a Ciarán O´Laghoire, pero nada más; sabiendo la identidad del verdadero autor de la carta que lleva a los tres amigos hasta Irlanda, que no es otra que la hija de Fearchal y Brianna McConnal, dicho personaje no tiente peso alguno en la trama; el juicio contra Ailish por el asesinato de Reginald Archer es una pantomima un tanto vergonzosa como narración, costando creer que, aún en la católica Irlanda de 1903; asimismo, ¿a alguien le sorprende que Jemima Lawless declarara contra su ama aún viéndose venir como un tren de mercancías sin frenos…?

Son unos cuantos peros.

La impresión que me ha causado «Tu nombre después de la lluvia» es la de una lectura agradable y carente de obstáculos, escrita con sencillez. Se van pasando las páginas de forma inconsciente y causa sorpresa al ver cuántos capítulos hemos dejado atrás cuando clavamos sin piedad el punto de lectura. La historia es grata, afable y bella, con un marcado bouquet juvenil cuyas dimensiones la han derivado a un mercado más adulto; deja un buen sabor de boca si no somos demasiado rectos o exigentes, pues no va a pasar a los anales de la Literatura española moderna, ni mucho menos.

Como ya apunté, es una buena lectura veraniega (o invernal), para deambular libremente por entre cementerios sembrados de cruces enmohecidas y estancias oscuras hasta donde el grito de la banshee llega con nitidez.

Lectura de 12 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 753 (Variable). Cúmulos
  • Termómetro: 9º
  • Higrómetro: 51%

lunes, diciembre 11, 2017

Gratis «Kamikaze. Protectores del Reino Central de los Llanos de Juncos»


Entre hoy y el viernes día 15, podréis descargaros a vuestro ereader Kindle o soporte (previa obtención de la app en Amazon si no contáis ya con ella) mi ensayo histórico centrado en la figura y trasfondo de los pilotos suicidas japoneses durante la segunda guerra mundial, «Kamikaze. Protectores del Reino Central de los Llanos de Juncos».

No desaprovechéis la oportunidad.

Aquí os dejo el enlace: https://t.co/1480J3fpqH

Un saludo!

Lectura de 11 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 738 (Viento-Lluvia). Cúmulos
  • Termómetro: 11º
  • Higrómetro: 51%

martes, diciembre 05, 2017

Guardia de cine: reseña a «El mago de Oz»

Título original: «The Wizard Of Oz». EUU. 1939. 102 minutos. Blanco y negro y color. Musical fantástico. Dirección: Victor Fleming, George Cukor, Mervy LeRoy, Norman Taurog, King Vidor. Guión: Noel Langley, Florence Ryerson y Edgar Allan Woolf, adaptando la obra de L. Frank Baum. Elenco: Judy Garland, Frank Morgan, Ray Bolger, Bert Lahr, Jack Haley, Billie Burke, Margaret Hamilton, Charley Grapevin, Clara Blandick, Pat Walshe, Terry y The Munchkins.

El filme de Fleming muestra con sobresaliente claridad un camino de baldosas amarillas hacia la madurez y el encuentro de la identidad propia

Mítica y temprana adaptación cinematográfica de la obra de L. Frank Baum, considerada como una incursión literaria revolucionaria en cuanto al concepto narrativo; no obstante es el primer cuento  que introducen elementos que lo ubican en un momento cercano en el tiempo para los lectores y en un paraje inicial bien diferente al habitual. Tan solo el hacer que Dorothy (Dorita para aquellos que hemos visto la versión doblada hace al castellano) tenga Kansas por hogar, un territorio de un país nuevo, ya supone el abandonar las tramas envolventes de los cuentos clásicos que nos transportan a parajes de nombres ficticios de una Europa medieval o modernista en el mejor de los casos.

Adoleciendo cierto paralelismo con «Alicia en el país de las Maravillas», «El mago de Oz» se presenta como un periplo en búsqueda de la identidad propia y de la madurez, argumento exprimido hasta las últimas gotas y sin pudor por la Literatura y el Cine que, no por ello, pierde vigencia, pues alguien nos lo ha de recordar una y otra vez por culpa de nuestra errática, insegura y olvidadiza naturaleza. Un viaje a lo largo de un camino de baldosas amarillas donde hallar la fuerza de la amistad y una meta final esperanzadora.

Dorita es una chica que vive en la granja de sus tíos, en Kansas, cuya única preocupación lo representa la señora Gulch (quien en Oz será la bruja del Oeste), terrateniente y mujer fría y desagradable que la tiene tomada con el travieso perrito Totó. Por culpa de estas cuitas y por la amenaza de que todo el peso de la Ley caiga sobre el cuello del can, cercenándoselo de cuajo, Dorita huye de casa con su peludo amigo hasta que da con el doctor Maravilla, quien, con argucias baratas pero bienintencionadas, convence rápidamente a la muchacha de que vuelva a casa, desandando el camino, pero un tornado se lleva a Dorita, Totó y a la granja hasta el país de Oz, dejándoles sobre el cuerpo de la malvada bruja del Este, momento en el que se cruzarán en la vida de nuestra pequeña heroína hadas pomposas, enanos estridentes, espantapájaros que pretenden un cerebro, hombres de hojalata que ansían un corazón y descubrir los sentimientos, leones tras un valor que se hurta de ellos, árboles con muy mal genio… un ejército de monos voladores y una pérfida bruja, además del poderoso mago de Oz.

El camino de madurez que emprende Dorita se vislumbra con claridad, como el hecho de que sus tres amigos de fatigas ya atesoraban en su interior aquello mismo por lo que iban a rogar al mago que se les concediera; tan solo necesitaban darse cuenta de ello, para lo cual hace falta un inocente truco mental.

Pasados más de 75 años desde su estreno, es posible que «El mago de Oz» nos abrume con su profusión de canciones y bailes (es un musical, amigos míos); que nos resulte pesada y carente del suficiente dinamismo, pero las cosas son las que son y es una obra que ha maravillado a varias generaciones por su calidad, sobre todo a nivel plástico con un maquillaje, vestuario y efectos especiales fastuosos, con una especial dedicación a cada uno de los aspectos del fondo y con derroche de grandes dosis de imaginación.

En cuanto a las interpretaciones destaca Judy Garland en su papel de Dorita, aunque más bien en el aspecto musical (siendo ella la única a la que se le puede seguir en las canciones sin la ayuda de los subtítulos), siendo que sus tres compañeros en Oz dotan a sus respectivos personajes con una profusión de detalles de movimiento y personalidad únicos.

Historia con moraleja que, en cualquiera de sus formatos, sigue cautivando por su sencillez y por ser una puerta a un mundo diferente y fantástico que se anuncia como cercano, al otro lado de un tornado, realmente único; razón por la que las adaptaciones son incontables en el cine, la televisión y el cómic.

Lectura de 5 de Diciembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 762 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 7º
  • Higrómetro: 48%

jueves, noviembre 30, 2017

Resumen de publicaciones de Noviembre de 2017

Colaboraciones con HRM
—Artículo «Los US Camel Corps. Camellos y dromedarios en la expansión hacia el Oeste» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/165-los-us-camel-corps
—Artículo «Breve semblanza de la Brigada de Carabineros Reales (1730-1823)» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/88-moderna/168-brigada-de-carabineros-reales-javier-yuste

Reflexiones a la luz de la bitácora (opinión)
—Nada del otro “El Jueves” https://goo.gl/XxKsR1

Reseñas
—Reseña a la película dirigida y coguionizada por Billy Wilder «Uno, Dos, Tres» https://goo.gl/scLpp3
—Reseña a la novela de Michel Houellebecq «Sumisión» https://goo.gl/kvRwUi
—Reseña al film «Aliados», protagonizado por Brad Pitt y Marion Cotillard https://goo.gl/nQUwmW
—Reseña a la novela de John Steinbeck «La Perla» https://goo.gl/bn48tB

Lectura de 30 de Noviembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 756,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 9,5º
  • Higrómetro: 48%

martes, noviembre 28, 2017

Guardia de literatura: reseña a «La perla», de John Steinbeck

Luis de Caralt Editor SA, Barcelona
Séptima edición: julio de 1986
126 págs.
ISBN: 84-217-3134-3
Un recorrido inalterable por el alma humana gracias a unos personajes que flotan ante las retinas del lector y en los que se dan citan virtudes y pecados

Las parábolas son historias que nos llevan acompañando desde la más tierna infancia, desde el origen de los tiempos, dotando a nuestro intelecto de la conciencia de un término que, cuanto menos, suena bastante raro; tanto como para que lo aprendamos sin dificultad. Las parábolas son enseñanzas extraídas del vagabundeo de nuestra especie, narraciones que pretenden erigirse como señales de advertencia, con independencia de la edad de la persona que servirá de recipiente de las mismas una vez escuchadas o leídas. Y una parábola moderna es la que escribió John Steinbeck con «La perla».

Steinbeck fue un autor norteamericano que trasladó a sus textos vivencias propias y ajenas, desde las que confluyen en un triste y pobre poblado de pescadores hasta las calles desiertas de la Gran Depresión, pasando por los claros abiertos en la jungla de Vietnam. Y siempre lo hizo con una prosa elegante, inquieta e inquietante, retratando una realidad incontestable, carnal y desnuda; la máquina de escribir hería el folio en blanco transmitiendo un escenario compuesto por sentimientos, sensaciones y un trágico desenlace.

«La perla» es claro ejemplo plasmado de los esfuerzos de John Steinbeck por formar un universo de denuncia social y brutalidad sin respuesta justa. Un recorrido inalterable por el alma humana gracias a unos personajes que flotan ante las retinas del lector y en los que se dan citan virtudes y pecados. Kino es el hombre que quiere ser libre, que luchará por no perpetuar la pobreza en su familia, en Coyotito, su hijo; Juana, la esposa de Kino, es la encarnación del sosiego maternal y de la lealtad mal entendida hasta que la tragedia la quebrante y deje de caminar tras su esposo para comenzar a hacerlo a su misma altura; Coyotito, no más que un bebé, es el elemento aglutinador de una desgracia que puede trastocarse en oportunidad ante el encuentro de una perla fabulosa el mismo día que es picado por un escorpión: una perla que dará la oportunidad a Kino de torcer el futuro y burlar al Destino. A estos personajes se les unirán otros en una larga galería de rostros casi sin nombre propio en los que recalarán todos los pecados imaginables y muy pocas virtudes, acrecentando la distancia yerma que separa los pobres de los ricos. John Steinbeck no se limita a los pescadores de perlas, sino que pretende abarcar a toda una ciudad, sobre todo cuando describe las marchas de curiosos en busca del corrupto doctor, cuando Coyotito es picado por el escorpión, o cuando Kino se dispone a vender la Perla del Mundo, un granito de arena rodeado de secreciones de ostra que fascinará a los más humildes y a los más avaros; algo perfecto en apariencia que será el agujero negro que atraerá a la maldad, desfigurando a los hombres, alimentando su gula e ira homicida. Con razón Juana asegurará que la perla está maldita cuando ruega a su marido que se deshaga de ella; pero Kino es testarudo y quiere salir victorioso, desviarse del curso de agua apático en el que su raza lleva atrapada largos siglos. La perla es su clavo ardiendo y la sangre fluirá por las heridas abiertas por un cuchillo y una bala de plomo.

John Steinbeck no traza una historia de fácil digestión. Cuando abrí las tapas del libro por primera vez una sensación nauseabunda anegó mi espíritu, obligándome a aparcar la lectura. Algo rezumaba aquel libro en cuestión, pero dejó clavada en mi “agenda” un aviso, pues debía regresar a él, importando poco los meses que transcurrieran; hasta que me viera con fuerzas para ello. Y, al fin, el hijo pródigo se dejó ver y retomé «La perla», disfrutando de su corta duración en las que los paisajes naturales y humanos se deshacen como un ovillo de lana, creando una composición de fresca belleza y simplicidad, de ternura y desasosiego indescriptibles ante la injusticia que se cebra siempre en los pobres y en los trabajadores. Ni siquiera la luz les mira con buenos ojos y Kino pagará alto precio por su osadía, al pretender cambiar el rumbo de sus días, tomando la senda del mal.

Lectura de 28 de Noviembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 757 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 10º
  • Higrómetro: 48%

martes, noviembre 21, 2017

Guardia de cine: reseña a «Aliados»

Título original: «Allied». 2016. 124 min. RU, EEUU. Acción, drama y romance. Dirección: Robert Zemeckis. Guión: Steven Knight. Elenco: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris.

Del amor a la traición solo hay una delgada línea. Quizá sean conceptos entremezclados en una película de espías bastante frustrante con Brad Pitt y Marion Cotillard a la cabeza

Convivir a diario con una persona no supone que la conozcamos, ni siquiera cuando se comparte con ella lecho y descendencia. ¿Podría ser una completa desconocida? ¿Puede existir en una unión así algo más que amor, recelos, compañerismo y enojos? ¿Secretos de guerra? Este y no otro es el argumento de «Aliados», un filme basado de puntillas en una historia real y que pretendió devolver a las salas algo del perdido glamour vital del cine de espías de época, de la mano de un Brad Pitt lineal y de una Marion Cotillard de escaso brillo.

Max Vatan es un miembro de la Inteligencia de la Royal Canadian Air Force que se infiltra en Casablanca con la misión de atentar contra el embajador alemán en la ciudad, trabajando codo con codo con Marianne Beauséjour, una célebre miembro de la Resistencia francesa, huida tras caer toda su red en Europa. Obligados ambos personajes a interpretar el papel de marido y mujer, se da pistoletazo a la parte quizá más tediosa del filme que se fatiga subrayando la necesidad del infiltrado en conocer hasta el más recóndito recoveco de los lugares y personas que frecuenta, metido hasta la médula en territorio enemigo; una primera mitad en la que la hostilidad inicial de Marianne hacia Max se va rebajando hasta el punto de que ambos se enamoran o eso es lo que parece, pero todavía no hemos llegado al momento en el que la sospecha asoma el hocico al otro lado de la mesa.

La segunda mitad del film transcurre en la húmeda Inglaterra, con Max y Marianne felizmente casados y como padres de una niña. Y si durante la etapa en el Norte de África se apreciaba cierta obsesión erudita, ahora caminamos entre cristales por culpa de la ingente cantidad de despropósitos históricos e incoherencias de guión que te obligan a intercambiar con tu compañero de filas no pocos chistes cortos y mordaces, pues la película pierde toda su seriedad, hasta el punto de tener que soportar una nueva y forzada inclusión de la escena lésbica de marras que es del todo prescindible. A mí también me pone ver dos tías morreándose e ir más allá, pero, señores… Por favor.

Es durante estas escenas dignas de reproche cuando un alto mando susurra al oído de Max que Marianne puede que no sea quien dice ser, pues los informes de Inteligencia dan a entender que la verdadera Marianne falleció antes de que diera comienzo la misión en el África francesa. La tumefacción de la duda comienza a socavar a Max, pero ama con locura a su mujer y, desobedeciendo órdenes, tratará de hallar pruebas que demuestren su inocencia; que no es una impostora.

La búsqueda desesperada de la verdad durante los últimos compases le insufla vida a la cinta, la cual había ido arrastrándonos por el tedio (una vez más) desde el atentado en la embajada alemana. La vuelta a la tortilla que destila (o debería destilar) a excelente trama de espías se producirá cuando Max duda ciertamente respecto a la lealtad de Marianne, pero toma la determinación de traicionar a su país para salvar a su familia de un destino que se les escapa de las manos con cada bombardeo.

Brad Pitt interpreta su papel de forma no muy entusiasta; es que no aporta nada que no hayamos visto hasta la saciedad en otros filmes: nada, lo cual es una pena pues, en el fondo, lo considero un buen actor. Por su parte, Marion Cotillard se zampa al amigo Pitt en cada secuencia, pero dista mucho de brillar, quizá por ser incapaz de salvar la bipolaridad de chica dura y amante esposa y madre, no pegándole ni con Loctite el sarcasmo tan descarnado del guión.

La película puede tener su interés por el fondo, por tratar de un matrimonio de espías en el que uno de ellos puede ser un agente enemigo; porque es una historia de amor en tiempos en los que se bebía la vida hasta la última gota, hasta el último poso de la botella, hasta la extenuación sexual. Pero cuenta con un final que a nadie coge por sorpresa y que carga con su chispa lacrimógena; se podría haber escrito y filmado algo mucho más digno en términos generales; aún así, podemos decir que el argumento es de esos que perduran, pero que esta producción es del todo prescindible. 

Lectura de 21 de Noviembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 758 (Variable). Estratos
  • Termómetro: 11º
  • Higrómetro: 46%

martes, noviembre 14, 2017

Guardia de literatura: reseña a «Sumisión», de Michel Houellebecq

Panorama de narrativas
Anagrama. Barcelona, 2015
Primera edición
281 págs.
ISB: 978-84-339-7923-0
Michel Houellebecq pretende escribir una sátira acerca de una futura Francia, a semejanza de George Orwell con «1984», aunque se queda en el intento

Como un desafío velado e inocente, sin guante ni satisfacción, se me interrogó, a raíz de la reseña que publiqué hace un tiempo dedicada a «Kafka en la orilla», de Haruki Murakami, por mi opinión acerca de la obra de un tal Michel Houellebecq. Mi primera reacción, perfecta por haberla interpretado tantas veces a lo largo de mi negligente existencia, fue la de pura ignorancia alimentada por mi despego hacia el actual panorama literario de revista y estante de librería. Gracias a la intimidad y amparo de Internet pude escurrir el bulto y hacer como que sabía de quién me estaban hablando mediante una búsqueda rápida en Google. La curiosidad que germinó de una vergüenza propia y sin fundamento, pero vigorosa, me dio ánimos para leer la biografía de Houellebecq y sobresaltarme con el título «Sumisión», una novela que detalla una visión futura y cercana de Francia, hacia el 2022, momento en el que un partido musulmán moderado se hace con las riendas del país transformándolo todo; una obra que, según la sinopsis de la contraportada (yo no puedo discutirlo), se puso a la venta el mismo día en el que se perpetró el atentado terrorista contra la revista satírica Charlie Hebdo (y el supermercado kosher, algo de lo que pocos se acuerdan debido a la contumacia antisemita); por lo que Houellebecq publicó una fábula fallida por el simple y natural devenir de los dramáticos acontecimientos de la lucha contra el DAESH y sus filiales.

François es un deprimido y deprimente profesor de Literatura de la universidad de París IV – Sorbona, con una rutina fija desde hace varios años: cada inicio de curso se enrolla con una alumna de primero, manteniendo una relación que durará hasta el verano y vuelta a empezar; que se alimenta de platos precocinados calentados en microondas y vive su particular sumisión con respecto a Joris-Karl Huysmans, el autor francés del s. XIX a quien dedicó su tesis doctoral, no siendo consciente de que es un triste imitador de las andanzas del escritor. François disfruta de una vida anodina, regada con alcohol y sexo esporádico sin amor; un testigo de cómo Francia se va convirtiendo en un estado pro-musulmán gracias a los tejemanejes entre las bambalinas de las elecciones presidenciales con tal de evitar que el Frente Nacional de Marine Le Pen se haga con el poder. Una transformación que irá desde al Sorbona, que se convertirá en una universidad islámica, hasta la desaparición drástica en las calles de minifaldas y escotes. Y poco más.

La fábula que presenta Houellebecq fue tachada de islamófoba en su día, quizá porque da por cierto que solo la ultraderecha sería capaz de hacer frente a una islamización a tal nivel; que un régimen musulmán sería un régimen totalitario aceptado de buen grado. Pero lo cierto es que Houellebecq no se moja, no toma partido, y su proyecto se desinfla debido al escaso empaque del “mundo” que presenta en sus páginas, demasiado recargado de párrafos interminables y de reflexiones magistrales sobre Joris-Karl Huysmans y su obra. La historia termina siendo un globo flácido que se arrastra por el suelo por la acción de la brisa. Su labor se ha centrado más en Huysmans que, incluso, en el propio François, cuya conversión dista mucho de ser meramente creíble; ¡joder!, es que parece que solo se hace musulmán (al contrario que Winston Smith como adorador del Gran Hermano) porque le buscarán una esposa; por no decir que Houellebecq se planta tan a pie de noticiario político que el actual reparto de poder en Francia trastoca no pocos elementos de la narración, por lo que podemos decir que en ciertos aspectos se ha quedado trasnochada pues no ha sabido ver la creación de partidos alternativos.

Sin duda, no se le puede reprochar a Houellebecq que lo que lo que resta de la Izquierda francesa se dejaría meter un bate del béisbol sin engrasar con tal de mantener un rescoldo de poder y apoyaría un gobierno islámico, no dudando en firmar acuerdos con los que la educación pasaría a ser religioso-musulmana, desde la primaria hasta la universidad, que las mujeres tendrían que dejar sus puestos de trabajo para acabar con el paro y que se legalizaría la poligamia y el matrimonio con menores de edad. Pero cuesta mucho creer en una transición tan pacífica y de borrego en una sociedad que se sabe eso de la liberté, egalité y fraternité de memoria y corrido, aunque no sepan ni definir un solo concepto. Comida Halal y pastelillos; ni tetas ni culos; y poco más. No es creíble. ¿Todo el mundo tan feliz y calladito? ¿Nadie se escandaliza de que los judíos huyan en masa a Israel? ¿Dónde está el problema del terrorismo islamista? ¿Dónde los encontronazos entre suníes y chíies (que esa es otra)? ¿Dónde están las mujeres libres que en la novela pasan a ser meros trofeos y fregonas, casadas a la fuerza con quienes digan otros? ¿Francia como franquicia de Arabia Saudita, al menos para ciertas instituciones y como si tal cosa? ¿Aquí todo el mundo tan callado y tan feliz? Y, ¡vamos!, eso de que Francia tenga un presidente musulmán y la Unión Europea, en un año, se extienda y acoja como miembros a países como Marruecos o Turquía, además de pretender hacer lo propio con otros como Egipto, Líbano, adueñándose de toda la cuenca mediterránea, dista de tener visos de realidad.

Los interrogantes se amontonan a las puertas de mi teclado, amigos.

Houellebecq posiciona a François como narrador en primera persona de un futuro a la vuelta de la esquina, de una historia que algunos críticos han sabido equiparar a «1984», de George Orwell, llegando yo a la misma opinión que ellos, pues la terrible distopía del autor británico tiene peso en «Sumisión». Si François es Winston Smith, Myriam es a las claras Julia, su amante, y el rector Rediger es O’Brien, quien reconducirá al protagonista al redil de la perfecta sumisión a un solo dios, a un Gran Hermano. Mas Houellebecq camina por terreno fangoso sin hacer cristalizar sus ideas en algo coherente, pues comienza con un François aterrado ante la posibilidad de una guerra civil, haciéndole presenciar incidentes armados y la escena de un asesinato; pero todo con un frialdad que me dejó perplejo. François termina siendo un náufrago que encuentra una tabla de salvación y una mano amiga, como Winston Smith por medio de O’Brien, en el Islam; una nueva vida, una segunda oportunidad en la que reparar en cuestión de días y tras una lacia cavilación, siendo que se convence de abrazar la Fe de Mahoma al enterarse que un viejo profesor de facultad ha contraído nupcias con un alumna de segundo curso y se muere de envidia; así de claro y de simple: la conversión de François es pobre y mal llevada por Houellebecq, por mucho que le venga de perlas la molicie endogámica de nuestra privilegiada, decadente y nihilista sociedad occidental, de pelo grasiento y supuesta rebeldía del tipo “virgencita, que me quede como estoy, viviendo a lo grande”.

La sátira de Houellebecq termina siendo confusa, no en su meta, sino en su composición de escasa armonía y de una tibieza exagerada. ¿El Islam devorará nuestra corrupta y materialista sociedad, carente de moral y principios? No me cabe duda y será pronto, pero Houellebecq se quedó en el intento.

Lectura de 14 de Noviembre de 2017 a las 1200 horas



  • Barómetro: 760,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 13º
  • Higrómetro: 46%

martes, noviembre 07, 2017

Guardia de cine: «Uno, dos, tres»

Título original: «One, Two, Three». 1961. EEUU. 104 min. Blanco y negro. Director: Billy Wilder. Guión: I. A. L. Diamond y Billy Wilder, basándose en la obra «Egy, Kettö, Három» de Fernec Molnár. Elenco: James Cagney, Horst Buchholz, Pamela Tiffin, Arlene Francis.

Wilder lo deja claro en un mundo al borde de la destrucción: todos son unos idiotas sin excepción, denunciando el doble juego de la sociedad alemana y la irresponsabilidad de los bloques enfrentados

La ocasión la pintaban calva. El mundo estaba al borde de la guerra termonuclear, del choque final entre Occidente y la URSS; Berlín era el centro mismo del fin del mundo, una ciudad dividida por el (aún invisible) Telón de Acero. Las páginas de los periódicos oscurecían ante el terror cada vez más cercano. Todo se tornaba tan dramático por momentos que hubo algunos genios que trataron de hallar y abrir una válvula de escape que rebajara la tensión, al menos, durante una hora y media, dos horas como acostumbra la Industria. Si Stanley Kubrick filmó la extraña y divertida «Dr. Strangelove», Billy Wilder ofrecería al público «Uno, dos, tres», una obra no tan recordada que adapta cinematográficamente el libreto teatral de Ferenc Molnár, pero que mete el dedo en el ojo más que ninguna otra de la época, no dejando títere con cabeza gracias a un lenguaje del todo políticamente incorrecto y a unos personajes en un Berlín en el que los del Oeste actuaban como si no hubiera ocurrido nada desde 1932 (“¿Adolf? ¿Qué Adolf? Es que yo estaba en el subterráneo y no me enteraba de nada”) y en el que se ocultaban nazis con distintas y adaptables pieles; y en el que los del Este habían dejado atrás el acerado abrazo paternal hitleriano por el no menor apretado stalinista

La película está protagonizada por C. R. MacNamara (James Cagney), el sufridor y sufriente director de la fábrica de Coca Cola en Berlín occidental, quien aspira a dejar de ir dando tumbos por todo el globo con su familia a cuestas y obtener el preciado puesto de directivo en Londres. Mientras mantiene el núcleo familiar junto a su esposa Phillys, una mujer de carácter y nada sutil humor (“Sí, mein führer”), cuya compañía compagina con la de su fogosa secretaria, Fraulein Ingeborg, el Sr. Hazeltine, su superior en Atlanta, encarga a MacNamara que tutoree por un tiempo a Scarlett, su hija de 17 años en su estancia en la ciudad dividida, una escala más en su periplo por toda Europa. MacNamara, como buen hombre de negocios, ve la oportunidad de quedar bien con la compañía más allá de las cifras de ventas; lo malo es que no pensaba, ni por asomo, que la pequeña Scarlett Hazeltine era un tanto casquivana y que, para colmo, acabaría enamorándose de y casándose con Otto Piffl, un recalcitrante y rijoso comunista del Berlín oriental, con quien planea fugarse a Moscú (a donde habría que remitirle sus revistas de moda y cotilleo).

La cabeza de MacNamara peligra si el escándalo revienta las paredes de su despacho, por lo que urde una trampa para que el joven rojo acabe apresado al otro lado de la Puerta de Brandemburgo, en manos de las camaradas nada corteses de la Volkspolizei. Pero la noticia que trae el médico tras atender el desmayo de Scarlett da una vuelta de tuerca que enloquece la trama hasta límites insospechados, siendo que la mejor parte de la película transcurrirá en el sector soviético.

El guión da palos más hacia la Europa dividida que hacia la América capitalista, aunque, sin duda, ésta última se representa gracias a la escasamente iluminada cabeza de Scarlett. Para Wilder está claro: todos son unos idiotas sin excepción. Mientras, denuncia el doble juego de la sociedad alemana, hace otro tanto con el comunismo, con un Otto que inicia una frase denunciando el belicismo de Occidente y la remata con una nada velada amenaza, puramente bélica, contra el capitalismo; aunque la parodia es marxista (de los hermanos, no nos confundamos), a medida que el reloj corre, con un Otto en proceso de conversión (demasiado rápida y eficaz) al capitalismo (o a ser un comunista rico), llega a ser un incordio, pues los personajes no hacen otra cosa que gritar y gritar.

Ciertamente, no sé qué treta arguyó el director para poder grabar en el Berlín oriental, sobre todo la persecución en automóvil (el soviético desgajándose en cada curva), pero es una película que parece adelantarse a muchos hechos: su estreno data de 15 de Diciembre de 1961 y se filma con anterioridad a que las relaciones entre bloques se tensen hasta el punto de hacer realidad el Telón de Acero el 13 de Agosto de 1961; por otra parte, el guión aduce al idílico noviazgo entre la URSS y Cuba (“Ellos nos mandan puros, nosotros misiles”), siendo que EEUU descubriría las bases de lanzamiento en la Gran Antilla unos meses más tarde, provocándose la Crisis de los Misiles (14-28 de Octubre de 1962).

Wilder juega con el humor con un asunto muy serio, sobre todo siendo él (como toda su familia) una víctima de la maquinaria de exterminio nazi, con un discurso claramente enfocado a atacar los totalitarismos, se vistan del color que quieran con tal de ensombrecer sus verdaderas intenciones. A él no le engañan.