martes, diciembre 05, 2017

Guardia de cine: reseña a «El mago de Oz»

Título original: «The Wizard Of Oz». EUU. 1939. 102 minutos. Blanco y negro y color. Musical fantástico. Dirección: Victor Fleming, George Cukor, Mervy LeRoy, Norman Taurog, King Vidor. Guión: Noel Langley, Florence Ryerson y Edgar Allan Woolf, adaptando la obra de L. Frank Baum. Elenco: Judy Garland, Frank Morgan, Ray Bolger, Bert Lahr, Jack Haley, Billie Burke, Margaret Hamilton, Charley Grapevin, Clara Blandick, Pat Walshe, Terry y The Munchkins.

El filme de Fleming muestra con sobresaliente claridad un camino de baldosas amarillas hacia la madurez y el encuentro de la identidad propia

Mítica y temprana adaptación cinematográfica de la obra de L. Frank Baum, considerada como una incursión literaria revolucionaria en cuanto al concepto narrativo; no obstante es el primer cuento  que introducen elementos que lo ubican en un momento cercano en el tiempo para los lectores y en un paraje inicial bien diferente al habitual. Tan solo el hacer que Dorothy (Dorita para aquellos que hemos visto la versión doblada hace al castellano) tenga Kansas por hogar, un territorio de un país nuevo, ya supone el abandonar las tramas envolventes de los cuentos clásicos que nos transportan a parajes de nombres ficticios de una Europa medieval o modernista en el mejor de los casos.

Adoleciendo cierto paralelismo con «Alicia en el país de las Maravillas», «El mago de Oz» se presenta como un periplo en búsqueda de la identidad propia y de la madurez, argumento exprimido hasta las últimas gotas y sin pudor por la Literatura y el Cine que, no por ello, pierde vigencia, pues alguien nos lo ha de recordar una y otra vez por culpa de nuestra errática, insegura y olvidadiza naturaleza. Un viaje a lo largo de un camino de baldosas amarillas donde hallar la fuerza de la amistad y una meta final esperanzadora.

Dorita es una chica que vive en la granja de sus tíos, en Kansas, cuya única preocupación lo representa la señora Gulch (quien en Oz será la bruja del Oeste), terrateniente y mujer fría y desagradable que la tiene tomada con el travieso perrito Totó. Por culpa de estas cuitas y por la amenaza de que todo el peso de la Ley caiga sobre el cuello del can, cercenándoselo de cuajo, Dorita huye de casa con su peludo amigo hasta que da con el doctor Maravilla, quien, con argucias baratas pero bienintencionadas, convence rápidamente a la muchacha de que vuelva a casa, desandando el camino, pero un tornado se lleva a Dorita, Totó y a la granja hasta el país de Oz, dejándoles sobre el cuerpo de la malvada bruja del Este, momento en el que se cruzarán en la vida de nuestra pequeña heroína hadas pomposas, enanos estridentes, espantapájaros que pretenden un cerebro, hombres de hojalata que ansían un corazón y descubrir los sentimientos, leones tras un valor que se hurta de ellos, árboles con muy mal genio… un ejército de monos voladores y una pérfida bruja, además del poderoso mago de Oz.

El camino de madurez que emprende Dorita se vislumbra con claridad, como el hecho de que sus tres amigos de fatigas ya atesoraban en su interior aquello mismo por lo que iban a rogar al mago que se les concediera; tan solo necesitaban darse cuenta de ello, para lo cual hace falta un inocente truco mental.

Pasados más de 75 años desde su estreno, es posible que «El mago de Oz» nos abrume con su profusión de canciones y bailes (es un musical, amigos míos); que nos resulte pesada y carente del suficiente dinamismo, pero las cosas son las que son y es una obra que ha maravillado a varias generaciones por su calidad, sobre todo a nivel plástico con un maquillaje, vestuario y efectos especiales fastuosos, con una especial dedicación a cada uno de los aspectos del fondo y con derroche de grandes dosis de imaginación.

En cuanto a las interpretaciones destaca Judy Garland en su papel de Dorita, aunque más bien en el aspecto musical (siendo ella la única a la que se le puede seguir en las canciones sin la ayuda de los subtítulos), siendo que sus tres compañeros en Oz dotan a sus respectivos personajes con una profusión de detalles de movimiento y personalidad únicos.

Historia con moraleja que, en cualquiera de sus formatos, sigue cautivando por su sencillez y por ser una puerta a un mundo diferente y fantástico que se anuncia como cercano, al otro lado de un tornado, realmente único; razón por la que las adaptaciones son incontables en el cine, la televisión y el cómic.

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