LA OPINIÓN DE TENERIFE
Integrantes del 802 Escuadrón del Ejército del Aire, con base en Gando, viajarán en primavera a Somalia para luchar contra la inseguridad en el llamado Cuerno de África en un avión CN-235
Antonio Herrero 08.12.2014 | 23:10
A partir de la próxima primavera, los integrantes del 802 Escuadrón del Servicio de Búsqueda y Salvamento del Ejército del Aire (SAR), con base en Gando, en Gran Canaria, partirán en dos rotaciones hacia Yibuti, en Somalia, en el Cuerno de África. Su misión: luchar, dentro del marco de la operación Atalanta y desde el aire, contra la piratería internacional. En lo que sí difiere este cometido de los que venían realizando los anteriores destacamentos es que los vuelos se realizarán mayoritariamente sobre la costa, con el fin de determinar la partida de los esquifes y evitar los secuestros.
Desde el 24 de noviembre y por un periodo de un mes, tres componentes del 802 Escuadrón del SAR partieron hacia Somalia, donde se encuentra actualmente personal del 801 con sede en Palma de Mallorca, a los que han de relevar. En enero de 2014 había en la zona 23 pesqueros españoles faenando y no existe ningún buque secuestrado. Además el número de rehenes se había reducido a 50. Todo ello precisamente gracias a la labor del Ejército español.
Habría que remontarse hasta abril de 2008, cuando fue secuestrado el pesquero Playa de Bakio y posteriormente, el Alakrana, el 3 de octubre de 2009, para darse cuenta de que lo que representaba que la piratería no sólo era una amenaza para la seguridad internacional, sino para los intereses españoles en la zona. España participa en esta operación de la Unión Europea desde enero de 2009 y es, junto a Francia, el mayor contribuyente a la misma, con dos buques y un avión de patrulla marítima basado en el destacamento de Yibuti.
La misión española es la de contribuir a supervisar las actividades pesqueras frente a Somalia, cooperar con las organizaciones y Estados que luchan contra la piratería y asistir, cuando se desarrolle la capacidad marítima de Somalia, a las autoridades de ese país facilitando datos sobre la actividad pesquera.
El Ejército del Aire mantuvo en Yibuti durante cinco años un avión Orion P-3 de lucha antisubmarina con base en Morón de la Frontera, en Sevilla, perteneciente al ala 22. Este aparato obligaba a desplazar a un contingente de hasta 50 personas, mientras que con el avión CN-235, Delta 4, denominación oficial del Ejército del Aire, el número se reduce hasta quedar en una veintena.
Desde que el 802 Escuadrón tuvo conocimiento de que tenían que cubrir esta misión, sus tripulantes, radaristas, mecánicos y observadores han estado llevando a cabo todo tipo de ejercicios para sacar el máximo provecho a la aeronave y sus tripulaciones. Este avión de dotación oficial en todos los escuadrones SAR es, según los pilotos militares consultados, "de lo mejor que hay para volar; lo que sucede es que se trata de un avión de principios de los años noventa y que en breve quedará obsoleto".
La joya del Delta 4 es la cámara térmica que porta en las proximidades del morro y que le permite identificar a los barcos que se cruzan en su camino. El radarista localiza el objetivo y si el buque lleva un aparato similar al transpoder de los aviones –sirve para averiguar la bandera bajo la que navega, a dónde se dirige, de dónde partió y qué carga lleva– los datos que facilitan a los tripulantes, normalmente cinco personas, son bastante exactos. Con esta cámara térmica y las cámaras fotográficas de a bordo se podrían localizar fácilmente los objetivos. Por eso, esta misión se trata más de una labor de inteligencia que de disuasión como las anteriores. Los pilotos canarios se verán apoyados por el buque de la Armada española destacado en la zona. En este caso se trata del Buque de Acción Marítima (BAM), Rayo con base en el Arsenal de Las Palmas de Gran Canaria y que navegará por la zona durante un periodo de seis meses.
Los ejercicios desarrollados en aguas del archipiélago Canario han consistido en la búsqueda y localización de barcos que se aproximan a puertos de las Islas. Las navegaciones tanto diurnas como nocturnas, así como las denominadas Vigma (Vigilancia Marítima), tienen una duración que van desde las tres horas hasta las seis. Este desembarco del 802 Escuadrón en Yibuti significa que el mando confía plenamente en la capacidad y preparación de sus hombres.
Bajo mandato de la UE
El 10 de noviembre de 2008, el Consejo de la UE aprobó la Acción Común 851 que autorizaba, en apoyo de las Resoluciones 1814, 1816 y 1838 del Consejo de Seguridad de la ONU, la realización de la operación Atalanta para luchar contra la piratería en aguas somalíes. El 8 de diciembre de 2008, el Consejo de la UE aprobó su Decisión 918, autorizando, con esa fecha, el lanzamiento de Atalanta para contribuir a la protección de los barcos del Programa Mundial de Alimentos que transportan ayuda humanitaria a Somalia. En consecuencia, el Consejo de Ministros ordenó la misión mediante acuerdo de 23 de enero de 2009, según el cual España contribuiría a Atalanta con un contingente máximo integrado por dos buques, un avión de patrulla marítima y hasta 395 efectivos. España fue uno de los países pioneros en apoyar el empleo de seguridad privada a bordo de los buques que faenan en dichas aguas. Para ello, el Ministerio de Defensa colabora en la formación de los vigilantes de seguridad privada encargados de la prestación del servicio de seguridad en buques que naveguen bajo bandera española.
DIARIO VASCO
Cojo, manco y tuerto, Blas de Lezo es uno de nuestros marinos más importantes y desconocidos. Madrid ha colocado por fin una estatua. Barcelona está que trina
BORJA OLAIZOLA
Aunque descendía de una familia acomodada, la de Blas de Lezo (San Sebastián, 1689) no fue ni mucho menos una vida cómoda. Desde que embarcó a los 12 años como guardamarina en un buque de la Armada francesa, participó en un sinfín de batallas navales que le dejaron primero sin una pierna, luego sin un ojo y finalmente sin un brazo. Cuando cumplió los 25 tenía el cuerpo tan cercenado por las heridas de guerra que entre sus compañeros era conocido como 'Mediohombre'.
A Lezo, sin embargo, no le quedó tiempo para entretenerse rumiando sus desgracias, ya que sobre él recayó un encargo que a la postre le haría pasar a los libros de historia: defender Cartagena de Indias, entonces propiedad de la Corona española, del mayor ataque naval que se había conocido hasta entonces. Su habilidad táctica le permitió repeler con éxito la invasión de una expedición británica cuyas fuerzas eran abrumadoramente superiores (195 navíos frente a 6). Lezo no tuvo tiempo de saborear su éxito, ya que murió seis meses más tarde debido a la peste. A día de hoy ni siquiera se sabe dónde está enterrado.
El aguerrido marino, que nació en Pasai San Pedro, entonces un barrio de San Sebastián, no había tenido hasta ahora mucha presencia. Es cierto que algunas calles llevan su nombre y que su figura puede verse junto a la de Elcano y otros ilustres nautas en la fachada de la Diputación de Gipuzkoa, pero nada comparable al protagonismo que han tenido en otros países héroes navales como Nelson. Dispuesta a enmendar esa amnesia, una plataforma recabó fondos para erigir un monumento en la madrileña Plaza de Colón. El bronce, de tres metros de altura, se alza en las proximidades de la figura de Cristóbal Colón y fue inaugurado hace diez días en presencia del rey Don Juan Carlos.
La estatua no tenía otro objeto que recordar la gesta de 'Mediohombre', a quien muchos consideran responsable de que en la mayor parte del sur de América se hable hoy castellano en vez de inglés. Lo explicaba su principal impulsor, Íñigo Paredes, en la cuenta de internet que se abrió para recaudar fondos: «Queremos recuperar la memoria de aquel almirante que, ante una flota mucho mayor, hizo gala de un heroísmo inigualable».
El independentismo catalán ha visto en el gesto una ocasión de oro para sacar a relucir sus agravios: «¿Qué dirían si Barcelona homenajeara a una persona que hubiera bombardeado Madrid?», se preguntaba el primer teniente alcalde de Barcelona, Joaquim Forn (CiU). El representante del partido que gobierna la ciudad justificaba de esa forma su apoyo a la moción contra el monumento al marino guipuzcoano presentada por grupos municipales de corte independentista.
«Capitaneó el bombardeo»
La resolución, que insta al Ayuntamiento de Madrid a retirar la estatua, está gestada por Democracia Catalana, el partido del expresidente del Barça Joan Laporta. El ahora concejal argumenta que «Blas de Lezo tuvo un protagonismo destacado» en el asedio a Barcelona de 1714 al haber «capitaneado el bombardeo». «Homenajear al cómplice de la pérdida de nuestras libertades, de la prohibición de nuestra lengua y un largo etcétera, no nos parece de justicia», argumenta Laporta.
Es cierto que Blas de Lezo participó en el asedio a Barcelona, pero su papel no alcanzó especial relevancia. Los historiadores coinciden en que el marino estaba en los albores de su carrera y recuerdan que la escuadra que bloqueó por mar la ciudad era dirigida por el almirante Manuel Pérez Pintado. «Blas de Lezo participó en uno de los episodios de la Guerra de Sucesión, no en una batalla contra Cataluña», denuncia Julio Santana, secretario de la Asociación Cultural Blas de Lezo. «Y lo hizo además luchando codo con codo con multitud de catalanes porque aquello fue una guerra civil, no una ofensiva contra Cataluña».
En la incertidumbre que se abrió tras el fallecimiento sin descendencia de Carlos II, Cataluña escogió la causa de los Austrias frente al poder emergente de quien terminaría siendo el primer Borbón español , Felipe V. Barcelona, que estaba bajo el dominio de los partidarios de los Habsburgo, fue sitiada por las tropas hispano-francesas hasta que terminó capitulando en 1714 y sometiéndose a la autoridad del nuevo rey.
El nacionalismo catalán aprovecha el tricentenario de aquella derrota para barrer para casa en una postura que suscita el rechazo general de la comunidad académica. «La petición es un enorme ridículo para los barceloneses», ha escrito el historiador catalán Joaquim Coll, que cree además que demuestra «la estrechez de miras del nacionalismo en la celebración del tricentenario y la ignorancia de la historia de España». La solicitud abre además una polémica de incierto desenlace que podría desembocar en una sucesión de despropósitos: ¿se imaginan Barcelona sin la estatua de Colón?