Título original: «The Wrong Box» 159 páginas ASIN: C006EACD3M |
Para llevar a buen puerto semejante crítica social, tan amplia como coral, Stevenson parte de una singularidad que se antoja como simplona, como no podría ser de otro modo. Dicha estupidez no nace del planteamiento en sí, sino de la opinión que le merece al autor el contrato legal de la tontina que, para aquellos que no estuvieran muy atento en las reposiciones del episodio de Los Simpsons dedicado al tesoro del Pez Volador, es un negocio en el que los participantes optan a una cantidad o a unos objetos de gran valor que irán a parar al patrimonio del último de ellos que quede con vida. En el caso que nos ocupa y presenta Stevenson, se opta a 37.000 libras esterlinas de finales del s. XIX, que no es moco de pavo precisamente (según el tío Joseph, se podía vivir sin demasiados aprietos con algo más 14 libras al año (si no recuerdo mal), así que haced cálculos de a cuánto podría ascender semejante cifra sobre la que versaba el negocio).
Y gracias a esa tontina vamos dando con las piezas del motor de esta tronchante novela de enredo en espiral y con curvas muy cerradas, que asombra y provoca que la risa se nos escape hasta por las narices. Stevenson hace gala en el texto de una destreza cómica sin igual, partiendo de cándidos símiles, pero siempre rezumando una ironía que cruza la línea del decoro.
Merece la pena destacar, por encima de todos los demás, al divertidamente mezquino procurador Michael Finsbury, sobre cuya cabeza gira gran parte del enredo y que hasta parece engalanarse con las delicadas vestiduras de los duendecillos burlones de las obras antiguas, complementado con el disfraz más ingenioso y la más turbadora nube espirituosa. Pero no se quedan atrás otros individuos como el amargado de su primo, Maurice Finsbury, destructor de obras de arte griego sin venir a cuento y desesperado aspirante a heredar la tontina a la que tiene derecho su tío Joseph, locuaz erudito de la majadería; o, en última instancia, el maestro de pintura Pitman, principal objeto de mofa por parte del «bueno» de Michael Finsbury. Y podríamos perdernos bien a gusto entre los vericuetos personales de todos los personajes que tienen su parte y ración en la novela, pues son deliciosos y jugosos; pero sería excesivo tanto para mí como para el sufriente que me lea.
Terminar con la nota negativa que he observado en esta singular obra. El cúmulo de casualidades que presenta (aún siendo éstas necesarias) supone un exceso que no parece muy bien resuelto, sobre todo en cuanto a la última cesión gratuita del cadáver en cuestión. Por otro lado, y en un aspecto que le es totalmente ajeno al autor, la versión que ofrece AMAZON para el Kindle como un ebook gratuito está desbordada, sin vergüenza alguna, de errores tipográficos que hacen de la lectura un deporte de riesgo: le sobran comas donde no las necesita, guiones donde no corresponde… y mucho más, pero a la inversa, que se ha de dar, forzosamente, la mano con la proliferación incontrolada de frases a las que les faltan palabras.
«Las aventuras de un cadáver» (aún con los problemas con los que he tenido que verme) se presenta como un divertimento de primera para las tardes sombrías y desapacibles o para las soleadas de relax a la vera de la naturaleza, firmado por uno de los más grandes de la Literatura.
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