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Una estatuilla representativa de Sedna que sirvió para la emisión de sellos del Canadá de 17 centavos en el año 1980 |
Si existe una cultura que destaque por su vinculación exclusiva con el medio marino y que habite una de las áreas más hostiles de nuestro planeta es, sin duda, la inuit, la cual no necesita presentación.
Pero quizá sí su particular deidad marina, una adolescente que habita el inframundo y cuyo ánimo inquieta a estos habitantes de las regiones polares.
Para la ocasión he tenido a bien traducir y adaptar al castellano un texto, escrito a modo de cuento, contenido en el libro «Stories from Canada», de Edward W. Dolch y Marguerite P. Dolch, Garrard Publishing Co, Champaign, Illinois (1964), pág. 118-125, y que nos sirve a la perfección:
Erase una vez, hace mucho tiempo… Un hombre viejo que vivía solo junto con su hija. Ella era una chica muy agraciada y muchos buenos mozos querían casarse con ella. Pero Sedna no quería casarse con ninguno de ellos.
Una primavera, una gran ave marina llamada Fulmar voló hasta el refugio donde Sedna y su padre vivían. El Fulmar le dijo a Sedna,
“Ven conmigo. Ven conmigo. ¡Ven a la isla donde habitan los pájaros!”
Sedna ofreció a la gran ave algo de comida y el Fulmar la urgió:
“¡Ven conmigo! Tendrás ropas hechas con preciosas plumas. Tendrás una tienda hecha con pieles. Y siempre tendrás carne para comer.
Al final, Sedna se fue al mar junto con el Fulmar. Se fue a la isla de los pájaros.
Sedna muy pronto se dio cuenta que la isla de los pájaros no era un buen lugar para ella. El viento y la nieve arreciaban alrededor de su tienda. Siempre tenía frío dado que sus ropas hechas de plumas no podían calentarla. Y no tenía otra cosa que comer que el pescado que le traían las aves. Ella quería regresar al refugio de su padre.
Transcurrió un año. Durante la primavera el anciano fue a visitar a su hija a la isla de los pájaros. Sedna estaba muy contenta de ver a su padre y le pidió que la llevara con él a casa.
Cuando los pájaros salieron a pescar, el viejo llevó a Sedna hasta su canoa y juntos se echaron al mar.
Al regresar los pájaros, estos se dieron cuenta de que Sedna se había marchado y volaron hasta encontrar la canoa.
Los fulmares golpearon la superficie del mar con sus alas y levantaron enormes olas. El viejo temía que su canoa acabase en el fondo del mar.
Las grandes aves gritaban,
“¡Debemos recuperar a Sedna! ¡Debemos recuperar a Sedna!”
Las olas se hicieron más y más altas. El viejo, aterrorizado, arrojó a su hija al mar. Los fulmares creyeron que Sedna se había ahogado, retornaron a la isla de los pájaros y el mar se encalmó.
Pero Sedna no se había ahogado. Se había agarrado a una banda de la canoa, mas su padre no la dejaba subir. Ella estaba casi muerta cuando el viejo regresó al refugio.
Sedna, furiosa con su padre, lanzó a los perros contra él y estos lo mataron.
De pronto, la superficie se abrió y se tragó a Sedna, al viejo y a los perros, llevándolos a todos al centro de la Tierra.
Ahora Sedna gobierna el inframundo y a los animales que habitan la Tierra.
Cuando la gente no tiene comida, Sedna abandona su hogar en el inframundo, se calza sus botas y sube a las colinas. Hace salir de sus botas a los venados, pero se asusta de ellos y los patea, rompiéndoles las colas. Por eso los venados tienen colas pequeñas (en realidad, se está refiriendo a los caribús)
Entonces Sedna regresa al mar. Arroja su chaqueta y crea a las morsas. A ella le encantan las morsas y siempre hay de esta carne en su casa del inframundo. Pero Sedna nunca come carne de venado.
Los esquimales nunca quieren hacer enfadar a Sedna. Por eso nunca comen carne de venado y de morsa el mismo día (otras versiones afirman que su plato favorito es la foca)
A veces Sedna encierra en el inframundo a todas las morsas y a todos los venados. Los cazadores no encuentran comida y todo el mundo pasa hambre.
Los esquimales temen que Sedna los agreda. Temen que se lleve lejos a los venados y a las morsas. Por eso, cada otoño, cuando comienzan a llegar las tormentas, celebran un festín en honor de Sedna. Cantan y bailan y los chamanes practican su gran magia.
Hay otras variantes aún más crudas de este cuento casi infantil adaptado a gustos occidentales. En esas lecturas, el elemento disruptivo del Fulmar es sustituido por un chamán disfrazado de cazador y capaz de transformarse en diversos animales (principalmente, un cuervo), venido en un gran barco, lo cual nos hace pensar que quizá estemos ante un elemento introducido tras los primeros contactos con los navegantes europeos. También existe un relato en el que el padre, al que se le da el nombre de Anguta, corta con un hacha o un cuchillo savik los dedos o las manos de Sedna cuando trata de subirse a la canoa. De su sangre o de sus dedos comienzan a surgir todas las criaturas marinas (focas, morsas y ballenas), lo cual concuerda con su acepción de madre de las bestias acuáticas.
También debemos tener en cuenta apuntes como la irritación que Sedna causaba a su padre al no contraer matrimonio y ser una carga o aquellas composiciones en las que la chica ruega que su padre la rescate del hogar de su extraño marido, pero éste se niega y es ella la que ha de saltar al kayak.
Pero lo más desagradable de esta tradición está en las composiciones en las que el padre de Sedna abusaba sexualmente de su hija durante los años anteriores a su conversión en diosa, lo cual la afectó psicológicamente y la hizo incapaz para alcanzar el orgasmo.
No he llegado a comprenderlo muy bien, dado que otros textos que he consultado aportan detalles mágicos y oníricos muy vagos, pero parece que los chamanes del reino ártico (angaguk) han de entrar en una suerte de trance y “viajar” hasta el hogar submarino de Sedna, enfrentarse a sus perros (los que atacaron al padre), y tener relaciones sexuales con la deidad cuando se vive una situación de hambruna generalizada por falta de caza (en otros textos basta con peinarla para que su gesto sea más amable, pues ella no puede al haber sido privada de manos). Ésta última no es una tarea muy agradable, porque las descripciones físicas de Sedna distan mucho de ser equiparables a la chica humana que una vez fue (una mujer algo monstruosa, con cola de pez y larga melena de algas), y a que no hay chamán capaz de anular su impotencia sexual, quedando Sedna aún más triste y desconsolada en la alcoba cuando el hombre mágico abandona el lecho.
El orgasmo, en cambio, parece que Sedna lo alcanza en una especie de trance/unión con Andes, un dios marino. Un éxtasis sexual que conlleva que Sedna emane fluidos y cree vida en los océanos.
Hay pueblos inuit que atribuyen la creación de la Tierra y el cielo a Sedna y a su padre Anguta, otros a un divino Cuervo (animal en el que gustaba convertirse el marido de Sedna). Pero todos coinciden en que, tras cada pieza cobrada (y cada comida), hay que darle las gracias a la diosa y al espíritu del animal capturado por su generosidad.