miércoles, octubre 21, 2015

Treinta años en el Tiempo no son “ná”, Marty

Aún hoy, cuesta dar respuesta completamente objetiva a la misteriosa pregunta de por qué esta trilogía firmada por Robert Zemeckis es de lo poco del cine de la década de 1980 que se mantiene fresco y prendiendo la llama de la imaginación, brillante en nuestros acuosos ojos, de nuevo infantiles, y en la baba que se nos cae de la comisura de los labios. Quizá se deba al DMC («¡Maldita sea, Doc! ¿Has construido una máquina del tiempo en un Delorean?), a la maravillosa aventura que se abre ante nosotros a modo de abanico, por la diversión que se esconde en cada recodo, por su sencillez argumental o porque trata de algo que conmueve los corazones y mentes de toda la Humanidad desde que tiene conciencia de sí misma: el viaje en el Tiempo.

Tal día como hoy, en Hill Valley para más señas, el joven Marty McFly de 1985 tendría que salvar a su hijo, un pazguato digno de su abuelo, de meterla bien hasta el fondo (y, de paso, de comprarse un Almanaque deportivo). De tal palo, tal astilla. Pero no estamos en el cine. 

¡Hoy es 21 de Octubre de 2015! Siempre se nos antojó como una fecha muy lejana («¡bah, aún queda mucho!» es la frase típica de los que nos creemos inmortales). Sí, esa fecha suponía un misterioso y extraordinario futuro, pero ya no lo es. Se terminó el tiempo para hacer apuestas y cábalas sobre qué “profecías” de guionista calenturiento se cumplirían. Y aquí estamos, en un mundo bastante diferente o no tanto al que se plasmó en la gran pantalla hace casi treinta años (pues Marty viaja a 2015 desde 1985, cierto, pero es que esta segunda parte se estrenó en 1989). ¿Mejor? ¿Peor?

Regreso al futuro sigue espléndida, conserva sus curvas y su fragancia; dispuesta a deleitar a grandes y pequeños, a arrebatarnos una sonrisa entrañable y a volver a desear con ansiedad estar a los mandos de un DMC de acero inoxidable. Muchos aún no hemos cumplido ese sueño en particular...

Por esto y mucho más, desde El Navegante del Mar de Papel tenemos que rendirle tributo. ¡Por otros treinta años más!

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