viernes, marzo 29, 2019

Relación de publicaciones de Marzo de 2019

Cómic

—Mi primer trabajo como guionista profesional de cómic ha sido puesto a la venta el 21 de este mes. Aunando fuerzas con el ilustrador Antonio Gil, y bajo el auspicio de CASCABORRA EDICIONES, hemos alumbrado una obra centrada en los épicos y trágicos hechos acaecidos durante los días 22 y 23 de julio de 1921, en el Rif. Por ello se titula “1921: El Rif”, protagonizado por unos jinetes del Regimiento de caballería Alcántara.

Colaboraciones con HRM
—Reseña serie de televisión «Operación Telemark» www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/275-los-heroes-de-telelemark-serie-por-javier-yuste

—El verdadero significado de «Born in the USA» http://www.hrmediciones.com/index.php/blog-rei/87-contemporanea/276-el-verdadero-significado-de-born-in-the-usa-j-yuste

Reseñas

—Reseña a la serie de anime «Planetes» https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-television-resena-la-serie.html

—Reseña a la película Marvel «Ant-Man» https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-cine-resena-ant-man.html

—Reseña a la novela «IT», de Stephen King https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-literatura-resena-it-de.html

—Reseña a la película «El renacido», de Alejandro G. Iñárritu https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-cine-resena-el-renacido.html

—Reseña a la película Marvel «Doctor Strange» https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-cine-resena-doctor-strange.html

—Reseña a la película coreana «La doncella», de Park Chan-Wook https://navengantedelmardepapel.blogspot.com/2019/03/guardia-de-cine-resena-la-doncella.html

Lectura de 29 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 757,5 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 15º
  • Higrómetro: 43%







jueves, marzo 28, 2019

Guardia de cine: reseña a «La doncella»

Título original: «Ah-ga-ssi». 2016. EEUU. 2 h y 25 m. Triller. Dirección: Cha-wook Park. Guión: Seo-kyeong Jeong y Chan-wook Park, basado en la novela de Sarah Water. Elenco: Min-hee Kim, Taer-I Mim, Jun-woo Ha, Jin-Woong Cho

Una intriga de época, de tintes clásicos con la renovada liberalidad actual del cine coreano. Una cinta en la que todo está medido con pulcritud para perturbarnos

El juego de sombras que puede crear una telaraña llega a confundir a quien la admira y esto es lo que pretende esta extraña, como poco, pero brillante película coreana que cubre con capas de fina seda y lustroso cuero una trama de intriga y suspense que da comienzo con el plan de dos ladrones por hacerse con la fortuna de una rica heredera japonesa que vive recluida en la gran mansión de su tío Kouzuki, el cual se ha hecho con un gran patrimonio y una amplia y codiciada biblioteca. La estratagema es simple: Sook-Hee entrará a trabajar como doncella de la joven e ingenua lady Hideko, tras lo cual hará inmediata entrada en escena el cerebro del engaño, presentándose como el conde Fujiwara, un noble japonés aficionado a la pintura, que hará todo por seducir a la desamparada chica, convencerla de que se fugue con él a Japón y contraer ahí nupcias; Fujiwara, entonces, reclamaría el importe total de la herencia de forma legal, momento en el que se preocuparía de ingresar a su joven esposa en un manicomio del que nunca saldría con vida. Un cruel plan destinado a destrozar a una persona por varios frentes, sin posibilidad de salvación, y todo por dinero. Pero el argumento da un giro inesperado cuando quien acaba tras los muros del sanatorio es la ladrona Sook-Hee. ¿Qué ha pasado? ¿Qué nos hemos perdido? Es ahí cuando se nos relatará una segunda y tercera red de mentiras tejidas con delicadeza en torno al trío protagonista y a la vida en el interior de mansión Kouzuki, donde el maltrato físico y psicológico da brillo a una perturbadora danza lenta en la que las lecturas de textos de gran carga sexual que está obligada a hacer Sasaki, la tía de Hideko, y su posterior y aparente suicidio se entrelazan con las engañosas motivaciones de Hideko al conocer de la verdadera suerte de su tía. 

Mentiras y sexo que no dejarán a nadie indiferente, aunque sí clavado en el asiento, como hipnotizado ante el desfile de imágenes y encuadres de oscuridad creciente y carne desnuda. Poesía visual que va decayendo hacia su tercio final, quizá debido a la creciente oscuridad, no del todo bien representada en el desenlace de los dos personajes principales masculinos; como también por la abundancia de escenas de sexo lésbico y sadismo que emborronan groseramente la historia de amor verdadero entre Hideko y Sook-Hee.

Todo en la cinta está medido con pulcritud para perturbarnos. La mansión que es mitad victoriana, mitad clásica nipona; las lecturas de Sasaki y, luego, de Hideko ante un reducido público de pervertidos; los recuerdos de Hideko junto a su tía; el delirio engañoso entre mentirosos que, aún dentro de su sencillez, no resulta fácil de seguir en un primer visionado. Obviamente no es producto del gusto de cualquiera, debiendo uno acercarse a esta película comprendiendo antes el extravagante impulso oriental por la búsqueda del placer por los caminos más insospechados y hasta monstruosos, los cuales, sea dicho en honor a la verdad, no son tan distintos a aquellos que discurren en estas orillas y por los que nosotros correteamos debidamente embozados.

Tras todo el aparataje sexual que a muchos puede que sea lo único que les interese de este film, la intriga encaja y hasta insufla aire a las vetustas producciones de antaño. Estoy seguro que «La doncella» le habría encantado hasta al mismísimo Alfred Hitchcock

Lectura de 28 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 758 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 15º
  • Higrómetro: 43%






martes, marzo 26, 2019

Guardia de cine: reseña a «Doctor Strange»

Título original: «Doctor Strange». 2016. EEUU. 1 h y 55 m. Acción, fantasía. Dirección: Scott Derrickson. Guión: Jon Spaihts, Scott Derrickson y C. Robert Cargil, basado en la obra de Stan Lee y Steve Ditko. Elenco: Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiodor, Rachel McAdams, Benedict Wong, Mads Mikkelsen, Tilda Swinton

«Doctor Strange» es una película de acción muy recomendable, quizá la mejor de las dedicadas a esos personajes no tan conocidos de la Marvel. Lástima que el 50% (o más) de las escenas protagonizadas por Cumberbatch parezcan plagiadas de la serie que le hizo saltar al estrellato, «Sherlock»

¿Qué cabida pueden tener los conocimientos arcanos en un mundo cada vez más descreído y que se ha lanzado a los brazos de una tecnología que no se preocupa por comprender? ¿Qué lugar ocupan los libros de ciencias ocultas que tratan de múltiples mundos paralelos más allá de toda comprensión humana; de seres que dominan los elementos a su antojo desde hace miles de años moviéndose entre las sombras de nuestro plano? Igualmente, ¿quién se atrevería a dar espacio a lo esotérico en un universo ucrónico como es el de los superhéroes de la Marvel? El doctor Steven Strange es una incongruencia en el espacio de papel por todos conocido. No es un tipo embutido en unas mallas de colores que ha sufrido una mutación del gen humano tras el descubrimiento de la energía atómica; no ha sido mordido por bicho alguno ni es un genio de la ingeniería industrial más vanguardista; es un tipo que acaba accediendo a esotéricas percepciones que rompen con lo establecido, con lo posible.

Al igual que sucede con «Ant-man», no he tocado gran cosa de «Doctor Extraño». Sabía de su sola existencia al ser referenciado en algunos rancios tratados para aficionados al cómic que se quisieran iniciar rompiendo el cascarón de cándidos espectadores de aquellas coloridas historietas. Quizá la profusión de hechizos y la abstracción de las pocas viñetas que escudriñé me hicieron arriar velas y arrumbar hacia otros conceptos más simplones (lo mismo que con el tercer volumen recopilatorio de «Promethea», de Alan Moore), siendo que ésta es mi verdadera toma de contacto con tan particular superhéroe.

Como todo filme de presentación de un personaje de semejante patrón, éste pasa por el agónico (para el espectador) descubrimiento de los poderes del protagonista y de su entrenamiento (dar cera, pulir cera). A pesar del exotismo de Kamar Taj, no cambiaremos de opinión al respecto, pero puede que sea uno de los aprendizajes más “livianos” e interesantes jamás filmados para la Marvel.

Steven Strange es un individuo que toca techo y fondo para, luego, renacer. Es un neurocirujano muy reputado, rodeado de lujos superficiales en su espectacular apartamento de Nueva York, que sufre un aparatoso accidente de tráfico que le dejará graves secuelas que afectan a ambas manos, que no paran de temblar, impidiéndole seguir operando y ejercer su profesión. Dilapidando auténticas fortunas en busca de una curación, importándole bien poco lo experimental que pueda ser, acabará arruinado y desahuciado por la medicina moderna (¿qué diría de esto el Gobierno español en su cruzada contra la homeopatía y otros?), momento en el que conocerá de la existencia de un hombre que quedó paralítico pero que volvió a caminar de forma prácticamente milagrosa tras pasar por un lugar llamado Kamar Taj, donde los conocimientos adquiridos le permitieron sanar su cuerpo.

Sin ser consciente de que cruzará las puertas hacia una concepción del universo que va contra la inamovible ortodoxia atornillada en su mente, Strange se verá rodeado de los múltiples peligros que acechan a la Tierra.

La película se acompaña de un elenco de actores a modo de delicioso tarro de miel. Como si tal cosa, se cuela por ahí Mads Mikkelsen, quien, imitando a Michael Fasbender, últimamente parece estar por todas partes, no teniendo mejor rival que alguien de la talla de Benedict Cumberbatch, ambos dos de lo mejorcito del panorama cinematográfico anglosajón. Pero el guión ha sido tremendamente injusto para Cumberbatch y para los que hemos contemplado el producto: el 50% (o más) de las escenas protagonizadas por Cumberbatch parecen plagiadas de la serie que le hizo saltar al estrellato: «Sherlock». Incluso la escena que precede a la del accidente es idéntica a otra en la que Martin Freeman, como sacrificado doctor Watson, le busca a su amigo casos interesantes en los que sus superiores dotes mentales. Este Strange posee la misma arrogancia, prepotencia, humor, sociopatía y planta que la adaptación al s. XXI del mítico personaje creado por sir Arthur Conan Doyle; para nuestra desgracia solo es un Sherlock con perilla, canas, vestuario muy molón y poderes sobrenaturales.

Cambiando de tercio, la cinta es sumamente entretenida y repleta de acción, con espectaculares las escenas de lucha en la llamada dimensión espejo (a pesar de meternos dentro de un gigantesco kaleidoscopio, uno agradece de todo corazón que el estómago no se le hubiera dado un vuelco) e incluso soportables los incisos cómicos (aunque si se los hubieran ahorrado tampoco hubiera pasado nada en absoluto). Y, como viene siendo habitual, se meten con calzador personajes principales femeninos donde antes no los había y una cosa es crear de cero uno y otra bien distinta es coger a un tipo y someterle a una operación de cambio de sexo, como ocurre con el Anciano, que pasa a ser una Anciana sin una sola arruga. No desmerece nada el personaje por ser femenino, pues cuenta con una fuerza suficiente y parece que encierra más misterio, pero yo habría puesto a esa mujer como sucesora de un anterior Anciano que hubiera sido el mentor del resto de maestros de Kamar Taj. Puestos a rizar el rizo… Vaya. Veo que he faltado a mi palabra y no me cambiado de tercio alguno…

Como iba diciendo al comienzo del anterior párrafo, «Doctor Strange» es una película de acción muy recomendable, quizá la mejor de las dedicadas a esos personajes no tan conocidos de la Marvel; y si Spiderman tuvo que aprender que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, Strange parece tener que asimilar que el fin no justifica los medios, aunque eso parece que se dejará para una segunda parte.

Considero que es excelente por tener un hilo argumental fácil de seguir y porque gustará tanto a aficionados del cómic como a los que no lo sean.

Lectura de 26 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 757 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 14,5º
  • Higrómetro: 49,5%





jueves, marzo 21, 2019

Guardia de cine: reseña a «El renacido»


Título original: «The Revenant». 2015. 2 h. y 36 min. Drama, aventura. EEUU, Hong Kong, Taiwan. Dirección: Alejandro G. Iñárritu. Guión: Mark L. Smith, Alejandro G. Iñárritu. Elenco: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Will Poulter
Alejando Iñárritu reduce sus personajes a un estado primitivo, por eso apenas se dan diálogos y gruñidos guturales. Más allá de demostrar su talento con los encuadres humanos y naturales, no aporta nada con esta cinta

A aquellos que no hemos vivido determinadas experiencias, contemplado ciertos horizontes o conocido señalados comportamientos humanos, nos cuesta mucho imaginárnoslos cuando son descritos en las páginas de una novela. Aunque la imaginación es el mejor juguete del mundo, no es menos cierto que se compone de piezas presentadas por nuestros diferentes sentidos, testigos inconscientes de todo aquello que acontece a nuestro alrededor. Podemos hacernos una idea aproximada de cómo era la vida a comienzos del s. XIX en las inhóspitas y salvajes fronteras norteamericanas con ayuda de la Historia, a qué se enfrentaban aventureros anónimos sin nada que perder salvo la vida, enfrentados a la cruenta Naturaleza, siempre dispuesta a devorarlos como si de Cronos con sus hijos se tratara. Un trance en el que los hombres veían cómo los milenios que les separaban de aquellos que poblaban las cavernas se reducían a cero, pues, ¿qué diferencia existe en la supervivencia extrema en cuanto a peligro y sufrimiento? 

Alejando Iñárritu hace especial hincapié en llevar al espectador hasta valles helados y frondosos bosques de coníferas donde todo el letal y, a la par, evocadoramente hermoso hasta el punto de cortar la respiración; reduce sus personajes a un estado primitivo, por eso apenas se dan diálogos y gruñidos guturales. Sin embargo, amigo Iñárritu, aquí estoy viendo un plagio de «Gravity» de Cuarón, con todo lo malo que ya relacioné en su momento; me ha costado una enormidad mantener los ojos abiertos durante las más de dos horas que dura la cinta y la historia de venganza es igual de simple que la propia supervivencia. Están muy bien esos incisos alucionatorios y traumáticos que sufre el personaje principal — el cual, qué suerte la suya, parece que nunca sufre de hipotermia severa o se queda sin dedos por congelación— y la búsqueda de la hija del jefe indio masacrando primero y preguntando después, pero tal y como se presenta el relato es en excesivo magro y nada aporta si nos hemos aficionado a los distintos y hasta cansinos docurealities de supervivencia y otros filmados en Alaska, aunque sin ataque brutal por parte de plantígrado alguno (para aquellos chistosos, dudo mucho que Leonardo di Caprio resulte violado por una hembra de oso, a no ser que fuera una de sus fans disfrazada).

Técnicamente es excelente. Llega incluso a transmitir el frío reinante, pues sentía las piernas heladas. Aunque no entiendo cómo Iñárritu permitió que en tanto planos la lente de la cámara se empañara con el aliento de los actores o se siguiera filmando con gotas de sangre resbalando por el objetivo. 

Más allá de demostrar su talento con los encuadres humanos y naturales, Iñárritu no aporta nada con esta cinta.

Lectura de 21 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 760 (Variable). Despejado
  • Termómetro: 11,5º
  • Higrómetro: 55%




martes, marzo 12, 2019

Guardia de literatura: reseña a «IT», de Stephen King

DEBOLSILLO. JET
Barcelona, 2016
1504 páginas
ISBN: 978-8497593793
Canto nostálgico dedicado a la etapa infantil, tan importante y, a la par, tan subestimada; a un periodo que acaba emborronándose con la llegada de la edad adulta para muchos de nosotros.

Coulrofobia: dícese que de la fobia o miedo irracional a los payasos y mimos.

Mi dilatada experiencia como lector de las obras de Stephen King me ha arrastrado hacia diferentes y oscuras facetas del terror. Muchos son los títulos que han hecho sentir su peso en mis manos, aunque hay otros tantos que esperan su turno en medio del silencio. Algunos deben su actual estado inerte a una serie de elementos clave: su trama no me atrae en absoluto y el bueno de Steve, el Maestro de Bangor, publica a un ritmo mayor del que yo soy capaz de terminar una sola de sus novelas.

Pero existe una obra en concreto me resistía con especial empecinamiento. Siquiera me atrevía a rozar con la yema de los dedos su lomo: «IT».

Aunque no existe loquero con la pared cuajada de diplomas que me lo haya diagnosticado para su inclusión en letras doradas en algún rincón de mi currículum vitae, sé de siempre que sufro de coulrofobia, huyendo como alma que lleva el diablo de esas chillonas extravagancias y esos rostros maquillados en exceso que ocultan la verdad. Los únicos payasos cuya visión me es tolerable son aquellos entrañables de la tele: Miliki, Fofito…, más que nada porque no se ocultaban, pues su única deformación artificial constaba de unas prótesis nasales de color carne y unas pelucas lacias y pajizas y punto.

Iniciar la lectura de «IT» bien puede considerarse una prueba, una catarsis para esos miedos que algunos comparan con los del hombre primitivo frente al monstruo que irrumpe en sus sueños (y es que, encima, la criatura maligna se convierte (o es en realidad) en una especie Ella Laraña, lo cual ya riza el rizo). Quizá haya cometido un error; quizá King potencie mi terror hacia la figura plástica que juega conmigo desde el subconsciente. Pero aquí estoy, recién terminado de leer un cuento moderno de niños enfrentados a monstruos diabólicos.

El primer capítulo ya me dejó claro que «IT» pasaría a ser la novela de terror que más me impactaría. Hasta la fecha la corona la lucía, orgullosa, «El misterio de Salem’s Lot», pero la sencilla narración del pequeño George Denbrough tras su barquito de papel, directo a la muerte, resulta descorazonadora; me erizó el vello, incluso el de la barba (cosa que revivo al escribir estas líneas). Ese capítulo es corto, pero muy intenso, anunciando desde el primer párrafo la fatalidad. La imagen de inocencia del chicuelo, con su impermeable amarillo y sus botas rojas tras el barquito parafinado por Bill, su hermano mayor, encamado para curarse una gripe, mezcla a la perfección el amor fraternal y una desgracia terrible. No podemos hacer otra cosa que temblar ante el destino de Georgie, que corre feliz tras su juguete, mientras King nos susurra al oído que el niño tiene miedo a un monstruo que “anida” en el sótano de la casa familiar; un monstruo que, supuestamente, solo está en su imaginación infantil y que apenas es una sombra en comparación con el ser que asomará al otro lado de la alcantarilla, con Pennywise.

Tras el suceso sin explicación aparente de la muerte de Georgie, transcurren veintiocho años. Nos vemos encerrados en salas de interrogatorio de la comisaría de la Policía de Derry, en las que se trata de arrinconar a tres gamberros, sospechosos del asesinato de un joven homosexual. Será el segundo destello de Pennywise, aunque apenas remarcable en la declaración de unos de los sospechosos y de la pareja de la víctima. ¿De dónde habría salido ese tipo vestido de payaso? ¿Qué hacía bajo el puente? ¿Acaso importaba?

Finalizados estos dos brillantes capítulos, King desgrana a los personajes que van a ser los protagonistas de la novela y lo hará de adultos, en el 1985, al momento del asesinato del joven gay. Ha transcurrido una vida desde que se conocieran en aquel verano de 1958 y se enfrentaran a ese terror hambriento que consiguieron olvidar hasta que el recuerdo asoma al otro lado de la línea telefónica: Pennywise ha vuelto para exigir su tributo de sangre humana. El grupo de chavales había prometido regresar a Derry si sucedía tal cosa, no importando dónde estuvieran ni su situación personal, y esto es lo que le permite a King realizar una presentación muy interesante de los personajes que encajan biográficamente con la etapa vital del autor en aquel momento: ya no hay rastro de esos pobres profesores de inglés, de esos anónimos errantes de flacos bolsillos; aquellos tiempos habían quedado atrás para Steve, Tabita y sus tres hijos. Quizá solo quede el destello de fracaso de Mike Hanlon, casi encadenado a Derry para no olvidar.

La introducción de estos personajes se realiza a través de ciertos pasajes de su Pasado que condicionan su Presente, a excepción de tres, por los que King adopta una forma distinta de darlos a conocer. Todos son adultos que han alcanzado cierto éxito, incluso fama mundial, pero no por ello son necesariamente felices, como es el caso de Beverly, quien es retratada a través de los pensamientos de su marido, un brutal maltratador. Idéntica forma de ser presentado, a través de su cónyuge, recibe Stan, quien no soporta la idea de tener que cumplir aquella promesa infantil sellada con sangre en 1958, y se suicida en la bañera mientras su esposa ve tranquilamente la televisión. La tercera excepción es la de Mike, quien se eleva a la calidad de narrador a través de unas notas  manuscritas que se encuentran en la biblioteca pública de Derry, donde trabaja, y que daban cuenta de su proyecto de investigación de la ciudad y de ese horror que dispara las estadísticas de desapariciones y asesinatos cada ciclo de entre 27 ó 28 años. 

Tras ellos da comienzo en sí la historia de «IT», del encuentro de todos los chavales con ese detallismo al que King nos tiene acostumbrados, tanto visual como musical (abusando, creo yo, de Bruce Springsteen).

«IT», como «Cuenta conmigo», es un canto nostálgico dedicado a la etapa infantil, tan importante y, a la par, tan subestimada. La edad de los personajes en concreto, la ambientación (finales de la década de 1950), todo, sirve a King para rememorar ese periodo del que guarda muy buen recuerdo, pero que fue el mismo del que surgieron sus miedos y obsesiones. Un periodo que acaba emborronándose con la llegada de la edad adulta para muchos de nosotros.

King desarrolla a sus protagonistas de forma excelsa, a través de pasajes de amistad y de terror, primero individual y luego colectivo. “Eso” es lo que los aúna en una cruzada que bien puede ser contra los males de la sociedad, materializados en la ciudad de Derry, o contra los miedos puramente infantiles; la propia Derry es el coto de caza del Mal. Quizá por eso la escena que más me horrorizó sea la más simple; dejo muy de lado las alucinaciones de Eddie con zombies o sanguijuelas voladoras que enmudecieron a Beverly, todo lo gore, así como la araña gigantesca, un terror puramente cósmico a semejanza de los creados por H. P. Lovecraft; estoy hablando de una escena cotidiana (¿acaso King no es el rey del terror cotidiano?), protagonizada por Ben Hascom, quien, de adulto, recorre la biblioteca que le marcó tanto de niño y donde se topa de frente con Pennywise, a quien solo él puede ver. No es un capítulo de uno contra uno, como sucede en el regreso de los chavales a Derry; la sala de la biblioteca está ocupada por diferentes lectores, pero solo Ben se percata de la presencia de Pennywise y éste de la de Ben.

Me ha gustado especialmente el diario-ensayo histórico de Mike, quien desgrana la Derry negra, con sus extraños pasajes de violencia inexplicable a través de la transcripción de varias entrevistas realizadas a testigos presenciales de brutales asesinatos y reyertas. Rompe con el hilo de la narración, marca de King, al igual que esas pequeñas crónicas informativas que acompañan a la trama.

Pero lo que menos me ha gustado es la inclusión de varios personajes secundarios que poco o nada aportan. En concreto hablo de Tom Rogan, el violento marido de Beverly (una copia al carbón de su propio padre), quien ayuda a una magnífica presentación de la protagonista, sí, pero cuya participación posterior en la novela, más allá de ese capítulo introductorio, es nula. Es más, para cuando King vuelve a colgarlo de la trama, te cuesta unos segundos dar con la respuesta a ¿quién demonios es ese tal Rogan? Su peso no resulta mayor que el del primer peón en caer en una partida de ajedrez.

Más frustrante es el Henry Bowers adulto. King se deshace frente al teclado con su demencial versión juvenil, sin réplica pasados los años. Bowers, una buena noche de 1985, se escapa del manicomio donde está encerrado, cumpliendo pena por varios asesinatos, y King solo lo emplea, con excesivo detallismo, para sacar momentáneamente de la circulación a Mike y asustar al hipocondríaco Eddie.

Son dos personajes casi absurdos. Incluso sobra la famosa actriz Audra, la mujer de Bill Denbrough, a pesar de que protagoniza una escena de esas que te hacen sudar cuando es capturada por “Eso”. Pero  King la reserva (esa es mi idea) para dar a su novela un final diferente, más positivo y menos siniestro, al seguir unas líneas paralelas marcadas en «Cementerio de animales», pues, en esta ocasión, Bill, el marido, logra salvar a su esposa de las garras del mal absoluto y le devuelve a una vida real.

Como es típico en King, el amigo no es capaz de evitar meter algunas escenas que podrían haberle encantado a él, pero que me han parecido poco menos que prescindibles. Quizá el problema fuera mío, pero no me pareció muy digna la descripción de la llegada de “Eso” a la Tierra o el mal trago de Richie paseando por Derry, enfrentándose a la estatua de Paul Bunyan. Tampoco la escena dentro de la casa de Neibolt Street con un hombre lobo con chaqueta de instituto emergiendo de una taza de inodoro. Entiendo la pasión de King y de los propios muchachos por el cine de serie B, pero esto último quizá sea demasiado.

«IT» es, a fin de cuentas, la obra de ficción firmada por King que más me ha costado terminar de leer. Precisamente no es corta, pero no es la razón por la que me haya resultado dura de tragar; es como si, por fin, el amigo de Bangor hubiera dado con la tecla correcta para prolongar mi pesadilla durante meses.

Lectura de 12 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 761 (Variable). Lloviznando
  • Termómetro: 11º
  • Higrómetro: 55%

jueves, marzo 07, 2019

Guardia de cine: reseña a «Ant-man»

Título original: «Ant-Man». 2015. 1h. y 57 min. Acción. EEUU. Color. Dirección: Peyton Reed Guión: Edgar Wright, Joe Cornish. Elenco: Paul Rudd, Michael Douglas, Evangeline Lily, Corey Stoll

Visionar «Ant-man» ha sido una grata sorpresa por su calidad, siendo un filme inclinado hacia la diversión pura y dura, pero sin abusar de fórmulas estúpidas

Stan Lee (DEP) se arriesgó y mucho en aquella temprana época en la que creaba personajes y escribía guiones para una Marvel en plena regeneración tras una década de decadencia. Durante el paso angosto y espinoso que separaba los ’50 de los ’60, Lee se percató de que una araña evolucionaba a lo largo y ancho de la pared contigua a donde se encontraba y pensó en un hombre con los poderes de un arácnido, previamente irradiado (como no podía ser de otro modo, la radiación debía tener los morros metidos en el asunto, pues el autor vivía obsesionado con la energía nuclear y a sus primeras historietas nos remitidos). Una picadura de una inocente arañita mutante y Lee ya compuso en su mente a Peter Parker, pero era consciente de que el común de los mortales ponen cara de disgusto ante cualquier ser perteneciente a un reino animal sobrado de antenas, patas y formas alienígenas. Aún así, acabó siendo unas de sus creaciones más populares: Spiderman, quizá el superhéroe más patoso ante el devenir de su insípida vida y con el que cualquier joven podría identificarse: un don nadie que sacaba buenas notas y un torpe social que acaba siendo el abanderado de la venganza Nerd (aunque, eso sí, menudas mozas que no se buscaba: Mary Jane, Gata Negra, etc.).

Si funcionó con las arañas, otro tanto podría suceder con un tipo de animalitos que causan, ciertamente, menos repelús o ninguno: las hormigas, esas incansables motas que recorren el reposabrazos del banco en el que cualquiera se ha sentado a descansar las piernas en el parque o donde sea; están por todas partes. Ellas podrían inspirar un nuevo superhéroe, diminuto y muy poderoso.

De Ant-man no he leído gran cosa más allá de un par de número muy sueltos, de esos separados por el transcurso de más varias décadas, y algo más en un recopilatorio de las primeros Vengadores que pronto dejé de seguir y para los que Lee escribió unos guiones que no soportan el paso de los años, con los diálogos de, por ejemplo, la Avispa que provocan urticaria y sonrojo; es más, hay que asomarse a sus páginas con un generoso lingotazo ardiendo aún en el coleto.

Escaso es el material que he tocado como para formar una opinión, y lo poco que poseo es en negativo. Pero visionar «Ant-man» ha sido una grata sorpresa por su calidad, siendo un filme inclinado hacia la diversión pura y dura, pero sin abusar de fórmulas estúpidas. Incluso los personajes secundarios más payasos son dignos, aunque de la receta no se desahucie el ingrediente del estereotipo. Ha sido agradable comprobar que los guionistas han sabido evitar hacer el ridículo y poner de lo malo lo justo. 

En «Ant-man» parece no existir puntos débiles y ha sido todo un acierto presentar a Scott Lang recogiendo el testigo de Hank Pym; más bien me ha encantado cómo aparecen por primera vez en la pantalla y la historia pública que lo ha conducido hasta ese momento. Eso sí, la trama no puede ser más típica: un superarma que puede caer en manos equivocadas. ¡Qué sorpresa! ¡Qué originalidad! Pero, damas y caballeros, este mundo es en blanco o negro, aunque con mallas de colores chillones; buenos contra malos malísimos, así de simple y efectivo. Incluso la chica mona se enamorará del (anti)héroe (única intervención en pantalla de Evangeline Lily en la que esta chica “me pone”). 

La historia se resume así: Hank Pym, traumatizado por sus experiencias como Ant-man, se ha enclaustrado en su mansión, custodiando una tecnología que considera un peligro para la subsistencia de la Humanidad y su familia; sin embargo, uno de sus discípulos ha avanzado mucho en sus estudios y alcanza a descifrar el enigma, pero de su admiración inicial por su mentor pasa, con los años, a una abierta hostilidad toscamente maquillada con cortesía. Entre ambos hombres se encuentra Hope Pym, distanciada emocionalmente de su padre tras la extraña muerte de su madre en 1987.

Por otro lado está Scott Lang, un ladrón con conciencia que acaba de salir de prisión; aunque quiere hacer lo correcto para recuperar a su hija, para quien solo tiene ojos, el mundo exterior pronto lo engulle y apenas dura en un puesto de una cadena de heladerías, como otros tantos delincuentes licenciados. Todo de color de rosa, hasta el punto de que su exmujer está casada con un policía que le tiene ojeriza.

El guión, que no nos trae nada nuevo a la retina, cuenta al menos con suficientes bases para enraizar en una película perdurable y digna para un espectador que solo busca entretenerse, pasarlo bien y encontrar un mínimo de fondo en el que pueda verse reflejada su figura interior. Todo ello sazonado con el acierto de esta regeneración cinematográfica de la Marvel, vinculando su línea argumental con las distintas franquicias abiertas.

Lo mejor es que se le hace justicia al personaje de Ant-man y hasta despierta curiosidad por el mismo: me gustaría leer algo de sus aventuras, por minúsculas que éstas sean. Así como el humor, siempre presente hasta el mismo final, muy de andar por casa, marcado por la procedencia étnica de los secundarios, pero no trasnochado o vergonzante. Y todo ello bien arropado por el buen hacer y presencia indiscutible de Michael Douglas, quien se los come a todos en cada plano.

Lectura de 7 de Marzo de 2019 a las 1200 horas




  • Barómetro: 750 (Variable). Encapotado
  • Termómetro: 11º
  • Higrómetro: 55%

martes, marzo 05, 2019

Guardia de televisión: reseña a la serie de anime «Planetes»

Título original: «プラネテス (Puranetesu)». 2003-2004. 26 capítulos de 20 min. Drama, ciencia ficción. Japón. Animación. Dirección: Goro Taniguchi. Guión: Ichiro Okouchi. Estudio Sunrise

Adaptación televisiva del manga homónimo de Makoto Yukimura, con una argumento serio del futuro de la humanidad en el espacio a medio plazo. 26 capítulos (divididos originalmente en dos temporadas) con los que poder recapacitar sobre los problemas vigentes y los que están por venir

Una inexplicable conjugación de casualidades fue la que me condujo a que, hoy día, custodie en mi casa los seis DVD que encierran los veintiséis capítulos que componen esta serie de anime del género de ciencia ficción dura. No recuerdo el año en el que ese cúmulo extraño me envolvió, pero sí el orden de acontecimientos…

Me encontraba por aquella casi obsesionado, a la búsqueda y captura de películas japonesas de animación. Para ello me servía de Youtube y me pasaba los ratos libres navegando entre spots que ayudaran a enriquecer mi escasa cultura. Fue entonces cuando le saltó al ojo un producto novedoso por desconocido y poco común a los resultados que solía obtener: «Planetes», una serie que adaptaba un manga de idéntico título, de Makoto Yukimura, y que nos lleva a los años ’70 del s. XXI, a un futuro en el que la humanidad ha colonizado la Luna y Marte y explota sus recursos; un tiempo en el que los vuelos espaciales son habituales y la basura que órbita alrededor de la Tierra es un innegable peligro para la navegación, razón por la que existen unidades de recogida de desperdicios bajo los auspicios de distintas empresa que operan en el espacio.

El argumento se mostraba como serio y, para mi sorpresa, todos los episodios estaban disponibles en castellano en el portal de marras y por intercesión de un alma caritativa de esas que no entienden las normas de protección de la propiedad intelectual.

Aunque me hicieron gracia los minutos iniciales del primer capítulo, sobre todo la forma en la que la pareja protagonista se conoce (un tanto bizarra), no seguí adelante ante la saturación de humor japonés para el que no todos estamos debidamente vacunados. Pero me anoté la serie. ¿Por qué no?

Y resultó que, a los contados días, paseando por la calle, donde abre sus puertas el establecimiento de Cash Converters de mi ciudad, me detuve ante su escaparate con la sana intención de calmar el aburrimiento, acumulado entre tanto hormigón y alquitrán, y cual fue mi sorpresa al encontrarme con un pack de marcado color azul con la palabra griega «Planetes» y anunciando que contenía la serie completa en su interior.

Exclamé para mis adentros.

«¡Vaya!»

Pero no hice nada más, dirigiendo mis pesados pasos hacia la siguiente estación. No me inquietaba para nada la visión. Sabía que ese producto a la venta se había materializado en el escaparate por casualidad; quizá llevaba semanas allí y yo estaba más que harto de que mi retina lo obviase… pero, repito, «¡Vaya!»

Esa misma semana, un par de días a lo sumo después del hallazgo fortuito, acabé sufriendo una serie de desencuentros cada vez más violentos y me sentía como una maldita olla a presión, cargada de clavos, a punto de estallar y llevarse por delante a quien fuera. Y en esas ocasiones, antes de lamentar, lo mejor es levantar el trasero y calmarse con un sano garbeo por los alrededores, poniendo metros de distancia con el foco de la infección; así lo hice y mis pasos me llevaron, a marchas furibundas más que forzadas, ante el Cash Converters, pegando casi la nariz a la luna del escaparate. Sí, señor; ahí seguía el pack de «Planetes», llamándome en silencio, rodeado de otros títulos distribuidos por Selecta Visión.

Sí, claro. ¿Qué razón habría para no hacerlo? Lo necesitaba. Es casi como un bajón químico; quizá sin el como.

Si recapacitar (no había razón), crucé las pesadas puertas de la tienda y me dejé envolver por el ambiente acondicionado y saturado del interior, tan distinto de aquel que se respiraba en el exterior, donde quedó a la espera todo rijoso rastro de mi particular y endémica vergüenza y tibieza para asaltar al primer dependiente que pasó a menos de dos metros de mí y le exhorté a que me vendiera la serie. 

Como no debió entender (o justo lo contrario), el muchacho dispuso ante el mostrador y con cierto orden atractivo todas las colecciones de anime, informando del inmejorable precio de 12 € la unidad y que todas estaban en perfectas condiciones, como nuevas. Sí, genial, pero yo solo quería «Planetes». El resto de títulos se perdían entre la bruma del desinterés.

El dinero cambió de manos, pero no salió de mi bolsillo. Fue un bálsamo para mi alma, la culminación de una inocente y hasta infantil venganza hacia quién me estaba sacando de quicio. Me sentía pletórico cargando con mi última adquisición, aún con cierto matiz de resentimiento en la garganta… Y, sin embargo, he tardado años en ver la serie entere. Justo terminé ayer de hacerlo para unas sesiones nocturnas de dos capítulos de cada vez. ¿No os suele suceder cosas así? Es como con los cromos: te obsesionas con conseguir el que cierra la colección y, luego, te olvidas de ella en el fondo de un cajón. Espero que vuestra respuesta sea afirmativa, pues no me gustaría ser el único al que le pasa esto.

En mi primer intento por ver la serie más allá de unos minutos en Youtube no llegué más allá del capítulo sexto, camelado por otras inquietudes videográficas o por el aborrecimiento hacia cierto abuso del ya referido humor nipón; pero hace unos días una pieza que estaba suelta dentro de mí encontró su lugar y “me llegó la orden” de regresar al espacio junto a los tripulantes de la Toy Box de la Technora, justo cuando tropecé con «Planetes» en su formato original en papel y del que no he podido leer apenas nada para apoyar una reseña como es debido.

Como ya he dicho unos párrafos atrás, la serie nos traslada a la década de 2070, cuando el problema de la basura espacial es capital para la seguridad del desarrollo humano, que ha roto la cerradura de su confinamiento terrestre. Un simple tornillo que, a ocho kilómetros por segundo, impactó contra la ventanilla de una nave civil de pasajeros provoca una catástrofe de una magnitud hasta entonces no tenida en cuenta. 

Menos de un lustro después del fatal accidente, muchas serán las empresas que dedican parte de su presupuesto a la recogida de desechos, que van desde tuercas a satélites en desuso; un negocio que permite obtener materiales reciclables pero que dista de ser un lucrativo negocio para aquellos que no obtienen las mejores concesiones en una lotería un tanto arbitraria.

En la estación orbital Seven se encuentra la Technora, empresa que acaba de contratar a Tanabe Ai y otras compañeras para desempeñar distintas funciones. Tanabe está destinada a la Sección de Desechos debido a sus estudios y licencias para actividades extravehiculares, una ínfima rama de la empresa que recibe el jocoso sobrenombre de La Semi debido a sus pobres resultados al cierre del ejercicio contable (más que nada por la categoría de desperdicios que tienen permiso para recoger), por lo que solo reciben la mitad del presupuesto anual que les correspondería.

Tras un embarazoso traspiés al presentarse Tanabe en Control y no en la Sección de Desechos, Tanabe conocerá a sus compañeros y a Hoshino Hachirota (alias Hachimaki o Hachi), un tipo irascible que será su superior inmediato y quien no se corta un pelo a la hora de ser duro con una chica tan frágil en apariencia.

Hachi es el protagonista de la serie, a cuyo destino quedará unido Tanabe.

Desde el principio seremos testigos de las relaciones laborales en la Technora, como si en el afán del guionista estuviera mostrar las particularidades empresariales internas en Japón. Un punto interesante que choca con la japonización forzosa de los personajes no japoneses. 

Al contrario de lo poco que he observado en el manga, la serie es más coral, aunque sea, a priori, solo como recurso puramente cómico, sobre todo gracias a los más veteranos miembros de la Sección, para adentrarse en una espiral de oscura depresión que atrapará a Hachi mientras somos testigos de un futuro no muy halagüeño, distinto del que parece mostrarse durante los primeros estadios de la serie, de armonía y viajes ociosos al espacio. La Tierra es asolada por hambrunas y guerras civiles; países que otrora fueron poderosos han caído y son presa de rebeliones y de la política más nociva (no olvidemos que la ciencia ficción ha servido a la mayoría de los autores para relacionar y denunciar los males sociales del momento en el que firmaron sus obras). Solo unos pocos escapan a semejante panorama de inestabilidad como son los miembros de la Alianza, donde despuntan EEUU y Japón.

Los problemas de la Humanidad acaban alcanzando a los integrantes de La Semi y a aquellos otros personajes con los que interactúan, constatando las injusticias y desigualdades entre naciones, sobre todo en el reparto de las riquezas que se obtienen en la explotación de los recursos extraterrestres y los golpes de mano del grupo terrorista Frente de Defensa del Espacio, que se opone a la expansión humana por el cosmos para evitar la contaminación de otros astros y que cuenta con miembros convencidos de que los programas espaciales hacen a los pobres más miserables. 

Todo esto hará que algunos personajes tomen posiciones y decidan dar un giro de 180º a sus ideas preconcebidas; incluso la propia Tanabe profundizará más allá de su ingenuo concepto del amor y Hachi, quien experimentará una serie de dolencias psíquicas, encontrará el sentido a esa vastedad a la que se enfrenta cada día… Y no sigo más por aquí, que tampoco quiero destriparle a nadie la serie.

En el aspecto puramente gráfico, los veinte minutos de duración de cada capítulo son casi como una película por su excelente calidad, detalle, mimo y buen hacer. Se nota que siempre se quiso presentar un producto de primer orden para los amantes de la ciencia ficción dura, aunque bien es cierto que los encargados de los estudios de diseño no han querido ser ambiciosos a la hora de presentar un futuro como el que podrá ser el de la década de 2070 (al igual que Makoto Yukimura hizo en su momento), tecnológicamente hablando; mejora exponencialmente lo que se puede ver en el manga, pero todo resulta ser tan familiar que hasta siguen existiendo cabinas telefónicas y aparatos con funciones puramente analógicas que hoy día ya hemos superado. Ese futuro a 50-60 años vista, aparte de por las estaciones y las naves, no parece muy desarrollado en punto alguno, ¿por qué?, supongo que será para evitar lo fantasioso e hiperbólico, dando al espectador un punto de anclaje seguro y conocido.

En cuanto a los extras del DVD, estos no son muy espectaculares. Aparte de los consabidos spots televisivos, algunos capítulos están comentados y se introducen unos "cómics" más bien cómicos que ahondan en algunas cuestiones referenciadas en algunas escenas.

En la reseña de dos líneas de una espectadora que en su día leí, ésta compartió con quien quiso su opinión al afirmar que ningún otro anime le había dejado tan buen sabor de boca al terminar su visionado. Y yo estoy con ella; es verdad: su último capítulo te da las claves para un futuro prometedor sin el lastre de las fronteras y la desigualdad, en el que el espacio no será y no debe ser de ninguna bandera, sino de toda la Humanidad, desterrando cualquier visión impositiva nacionalista y victimista del pasado. Un futuro mejor que se descubrirá durante los títulos de crédito finales del último episodio, cargados de esperanza y que terminan de acunar al espectador, cuyos sentimientos podrán haber sido puestos a prueba con la triste suerte de Tanabe.

«Planetes» es, en mi opinión, un título donde refugiarse, como me sucede con otros tantos, cuando la oscuridad y el vacío ganan terreno y son tan espesas que me hacen dudar de la existencia de la luz.