Antonio Gil es un “viejo conocido” del mundillo de la Historia militar, habiendo prestado su arte para portadas de revistas e ilustrar artículos y cuando lo conocí para que fuera el ilustrador de mi primer cómic publicado («1921: El Rif (Cascaborra, 2019) nunca pensé que llegaríamos a una estación en la que nos podríamos llamar amigos. Por ello, hacerle esta entrevista es un asunto extraño al estar yo acostumbrado a lanzar mis preguntas a completos desconocidos de quienes sabía por sus obras y las minibiografías con las que las completaban.
Hoy tengo la oportunidad de realizar este artículo con motivo de la reciente publicación de su obra «El flautista de Arnhem», de cuya preproducción tuve la oportunidad de participar cuando no era más que garabatos y borradores. Una novela gráfica titánica para la que Antonio ha vuelto a poner guión y lápices, esfuerzo poco menos que hercúleo, y que, aunque vendida para el mercado estadounidense, ha dado el salto a España de la mano de Ponent Mon.
Pero dejémonos de preámbulos y arranquemos, si te parece, Antonio.
Javier Yuste: Lo primero que se asaltó cuando me pasaste tus borradores era la presentación del propio flautista, aquejado de Alzheimer. Corrígeme si me equivoco, pero tu principal caballo de batalla es provocar en el lector la convicción de que, nosotros, quienes disfrutamos de un mundo en paz que esos hombres y mujeres crearon, no podemos permitir el lujo de olvidar.
Antonio Gil: Exacto. Has dado en el clavo, amigo mío. No olvidar: escuchar, oÍr, leer… para no volver a caer en aquellos años de sufrimiento, de barbarie, aunque, por desgracia, esto nunca termina. Ahí quise hacer ese reconocimiento hacia aquellos hombres y mujeres que lucharon, bien en primera línea o en la retaguardia, y que, aunque pocos siguen en este mundo, no queden relegados al olvido, a ese “Alzheimer” histórico que en esta sociedad está en fase aguda. Y, por supuesto, que la historia en sí sea motivo de reflexión para quienes ahora viven en un mundo tecnológico y alejado de aquellos años, y que no quede en las estanterías de la indiferencia, es decir, de la incultura.
JY: Esta no es la primera vez que llegas al mercado del cómic con una novela gráfica de gran formato. Ya lo hiciste en su día con «Stalingrado» (La Esfera, 2018), junto con Daniel Ortega, y, ahora, centras tu mirada en Arnhem o, lo que es lo mismo, la operación Market Garden, un sonoro fracaso aliado durante la segunda guerra mundial que a gran parte del público no le sonará. ¿No es un escenario arriesgado?
AG: Es posible. Siempre estamos acostumbrados a escenarios victoriosos, en los que los ganadores desfilan o plantan la bandera en un campo de batalla u objetivo conquistado… Esta vez quise dar luz de una forma más humana a una batalla de gran envergadura que, al final, si bien no fue una derrota en toda regla (sólo un fracaso) y tampoco fue el canto de cisne de la Alemania de Hitler (que sería en el mes de diciembre en la ofensiva de las Ardenas), sí sirvió para prolongar el conflicto, a pesar de los grandes esfuerzos técnicos y humanos empleados. Habría que hablar mucho de aquella operación… pero nos llevaría folios y líneas hasta nunca acabar.
JY: Dentro de la complejidad del propio escenario elegido, donde demuestras un gran conocimiento de la materia y de la operación en sí, sientas dos líneas argumentales protagonizadas por padre e hijo, la del propio llamado flautista, que es un muchacho al que acompañamos prácticamente durante todos los preparativos y combates, joven y enamorado, y la de un agente del SOE que lucha por hacer que unos documentos lleguen a los mandos aliados, debiendo superar la obcecación de los oficiales de la GESTAPO, patrullas alemanas y la desconfianza que surge en una red de colaboradores resistentes a punto de venirse abajo en la Holanda de 1944. ¿Tuviste claro desde un inicio en que estas dos líneas serían los afluentes de la historia? AG: Claro como el agua. Quise hacer una historia de espías, algo “vintage” en su contexto, pero a la vez, enseñar la batalla día a día, con sus eventos más importantes de la mano de sus protagonistas, homenajeando también a aquellos que siempre son los actores secundarios de las historias reales, como en este caso, los combatientes polacos de Sosabowsky. Además, creo que al final quedó bien encajada la trama en la subtrama, si se me permite este juego de palabras. La ficción encajada en la más pura realidad. Es como en la página en que muere el general alemán Kussin, en la carretera de Wolfheze, y en la que los protagonistas iban con el teniente que en realidad acabó con dicho personaje. Es que he tenido la intención siempre, a la hora de escribir la trama, en que se participase en los principales eventos acaecidos en la batalla.
JY: ¿Qué pretendías con esa relación paternofilial?
AG: Si te digo la verdad, fue casualidad, de estas veces que estás mirando las moscas cigarrillo en mano y te viene la luz de golpe y todo te sale como la seda. Quise buscar una forma de que un sencillo soldado se viera envuelto en una misión de gigantesca importancia, y se me vino a la cabeza la figura paternal, es decir, un tributo en toda regla a aquellos hombres que sacrificaron todo, incluso familias y vidas, para salvar sus naciones del peligro del enemigo.
JY: ¿Te inspiraste en alguna historia real?
AG: Bueno, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, aunque a veces la ficción la supere. Sí es cierto que hubo una red de espías en Holanda, desmantelada por Hermann Giskes (más listo que el hambre, como decimos en mi tierra), y que quizás los únicos que quedaran para luchar estuviesen tan en la sombra, tan inmersos secretamente en la resistencia holandesa, que ni siquiera se les mencione en libros de historia.
JYG: También para ambos protagonistas te alejas bastante del arquetipo épico, donde campa la perfección, la seguridad y la infalibilidad.
AG: Sí, es cierto. Es como en las novelas de Tolkien: a veces, el destino y la persona más inesperada dan un cambio sustancial y radical a la historia. He querido hacer, o construir, personajes humanos, con sus miedos, sus alegrías y sus tristezas. Superhéroes sin poderes o hombres normales abocados a la lucha más titánica, improvisando en el camino o cambiando de ideas según las circunstancias. Personas normales que reaccionan a un entorno de horror.
JY: Aparte de la historia en sí, que es un argumento de acción e intriga en toda regla, con ese sabor añejo propio de aquellas producciones cinematográficas de los años 1960 con las que tanto disfrutamos en su día, realizas un esfuerzo brutal a la hora de ilustrar e informar. Mapas de situación, aviones, uniformes, vehículos… Es como si no te hubieras dejado nada. Sin duda, debe haber sido lo más arduo y algo que hace a la obra digna de entrar dentro de la bibliografía del conflicto bélico. Más si a ello le unimos la gran dedicación a su coloreado.
AG: Me conoces y ya sabes que soy muy purista en ese aspecto. Procuro, intento y me “autoflagelo” para que sea lo más fidedigno posible, documentándome hasta la saciedad. Tengo un público que “no me perdona una” (acuérdate de la posición de la palanca de la ametralladora en “El Rif”) y hay tanto comics que pasan por alto toda uniformidad o documentación… Yo no. Yo quiero que el lector viva la trama dentro de la máquina del tiempo y vea como era aquello.
JY: Has dedicado 148 páginas para enmarcar tu guión. Estamos hablando de un libro que se sale de lo habitual. Es de reconocer que la historia en sí lo necesita, pero resulta una apuesta arriesgada para las editoriales. ¿Qué respuesta inicial obtuviste?
AG: Curiosamente les gustó desde el principio. El encargo era hacer algo de Market Garden, y yo lo ideé con esta estructura. No quería hacer un manual de historia ni poner imagen a un libro de Beevor o un comic de la película «Un Puente Lejano». ¿Que se parecen?, normal, ¡¡¡es la misma historia!!! La editorial Dead Recknoning se fió de mí (y se sigue fiando, espero) para construir un guión y desde un principio, con el story board, lo aprobaron casi en su totalidad. Digo casi porque el final me lo cambiaron: era demasiado triste y no querían otro final como Stalingrado.
JY: Como adelanté en la introducción, este producto era para el producto americano. ¿Cómo te ha resultado la experiencia transoceánica? ¿Mejor que en España?
AG: Sí y no. Me gusta más el formato europeo, pero es cierto que el prestigio que se gana en USA no lo ganas en España así como así. Tampoco es fácil entrar allí, ojo, pero me resulta más penoso entrar en Europa que en USA. Por otro lado, obtener éxito en algunos de los Comicon de USA es algo que muchos dibujantes queremos lograr para poder pisar las alfombras rojas de los eventos comiqueros. Por suerte, personalmente, he obtenido éxitos y rezo por volver a tenerlo con el Flautista.
JY: ¿Te ha sorprendido que una editorial española haya comprado los derechos para publicar algo que parece tan denostado en nuestro país como es un cómic y, encima, bélico?
AG: No mucho. Ponent Mon, sin menospreciar otras editoriales por supuesto, es muy exquisita en sus publicaciones, y en un primer momento quiso hacerse con los derechos de publicación. La historia les gustó mucho y las críticas por ahora son más que buenas, aún siendo un comic bélico. Tenemos valoraciones de entre el 4’5 y el 5 según opiniones de clientes. Lo mejor de todo, y lo que más me ha llenado, es que alguien ponga en una reseña la palabra “obra maestra”. Eso, ¡¡uf!! Es fuerte.
JY: Tras documentar, guionizar, dibujar, traducir y pelear por su publicación, debiste acabar necesitando un largo descanso del guerrero. Aún así, es difícil que alguien como tú esté mucho tiempo parado. ¿Tienes algún proyecto entre manos?
AG: Mil a la vez. Dos mil si me apuras (risas)… Pero sí, hay uno en marcha en España con Cascaborra, sobre la División Azul, estoy escribiendo uno para USA sobre la Batalla de Guadalcanal, en el Pacífico (encargado), y otro que es una pequeña sorpresa, pues aunque es con el background son historias en guerra, es de tintes “paranormales” y de misterio.
JY: Bueno, creo que, por hoy, es suficiente, pero, antes de cerrar, ¿te gustaría hacerte alguna pregunta que yo me haya dejado olvidada y responderla?
AG: Cambiar las balas y soldados por algo de SciFi, pos-apocalíptico o yo que sé… Me estoy encasillando en la historia bélica, y me gustaría cambiar de tercio por una vez. A ver qué pasa en un futuro, ¡pero claro!, para mí, hacer un proyecto lleva mucho tiempo y se me puede “pasar el pescado”.
Pues, amigo Antonio, muchas gracias por la oportunidad y te deseo todos los parabienes para tu obra, que “crezca sana”.
Datos de la obra
«El flautista de Arnhem», de Antonio Gil
29,00€ IVA incluido
ISBN: 978-84-17318-98-7
Páginas: 148
Medidas: 208X292 milímetros
Encuadernación: Cartoné
La Operación Market Garden en la Segunda Guerra Mundial es el escenario de esta novela gráfica con una trama llena de intriga en que una flauta juega un papel crucial.
Un libro esencial para quienes siguen con interés la Segunda Guerra Mundial. El autor documenta con increíble precisión las batallas y el desarrollo de una operación de la relevancia del desembarco de Normandía. El realismo de las escenas de guerra hace que el lector se sienta inmerso en ellas, siguiendo día a día los puntos clave de los detalles de la operación. Mapas y textos sustentan impecablemente el relato.