El estratégico mar Báltico es una zona siempre en disputa por todos los países del Norte de Europa, más para aquellos que representa su única salida al océano Atlántico; área caliente donde las haya a pesar de la frialdad de sus aguas, que han sido escenario de ciento y la madre de avatares históricos que han marcado a escandinavos, rusos, fineses, polacos, alemanes, estonios, letones, lituanos...
Se le ha calculado una superficie de 432.800 km2 y, de forma pacífica, se lo subdivide en dos golfos: el de Bothnia, desde Simpnäsklubb (Suecia) a Flötjan (Finlandia) y el de Finlandia, desde Spithamm (Estonia) hasta Hangöudde (Finlandia), pero hay quien se empeña en decir que cuenta con un tercer golfo: el de Riga.
No es un mar muy profundo, con una media de 57-60 metros y un máximo de 459 en la isla de Gotland, y carece de mareas amplias, pero encierra uno de los grandes tesoros que impulsaron la economía nórdica durante siglos: el ámbar, siendo el mayor depósito del mundo y por desgracia, también un horripilante sumidero de contaminación.
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