Construido en los astilleros de la AG Vulcan, en Hamburgo, en cumplimiento de la Orden de 20 de mayo de 1916, su botadura data de 26 de junio de 1917, entrando en servicio al mando del oberleutnant zur see Martin Schelle el 18 de agosto de 1917.
De casco doble, tenía una dimensiones de 55,52x5,75x3,38x8,25 m. y desplazaba 508 toneladas en superficie y 639 en inmersión a una velocidad de 13 y 4 nudos respectivamente. Su armamento lo componían cuatro tubos lanzatorpedos a proa y otro a proa de 50,04 cm., diez torpedos y un cañón de 105 mm. con 100 proyectiles de dicho calibre.
Su profundidad máxima era de 50 metros y su tripulación la componían tres oficiales y treinta y un hombres entre suboficiales y marinería.
El 30 de septiembre de 1917 el UB-65 fue asignado a la Unterseebootsflotille 2 del kapitanleutnant von Rosenberg Grusycyznski, iniciando un otoño de patrullas por las costas del Reino Unido e Irlanda, que finalizaría abruptamente el 4 de julio de 1918.
Durante sus pruebas de mar y su primera inmersión se reportó un fallo en el sistema y el buque no soltaba lastre. Pronto el agua comenzó a filtrarse por todas partes y llegó a las baterías. La tripulación salvó la vida de puro milagro cuando los mandos comenzaron a responder y pudieron alcanzar la superficie y abrir todas las escotillas.
Tiempo después, durante unas rutinarias tareas de aprovisionamiento, un torpedo en mal estado explosionó llevándose la vida de varios hombres, incluida la de un oficial cuyo fantasma, se dice, comenzó a aparecerse en la proa. Su aparición era un mal augurio y el preludio de catástrofes: inesperados ataques del enemigo, extraños suicidios a bordo y arribadas in extremis a puerto seguro.
Cuenta la leyenda que hacia las 1830 horas del día 4 de julio de 1918, el submarino estadounidense USS L-2 descubrió su señal y lo capturó sin tripulación abordo. Mientras era remolcado, el UB-65 explotó.
A pesar de que su pecio fue encontrado décadas después y sometido a análisis, nada se ha aclarado sobre las razones que llevaron a la explosión que causó la pérdida de la nave. Se sigue barajando un torpedo propio que hizo un giro de 180º, una explosión interna por armamento defectuoso o el impacto de un proyectil lanzado por un submarino amigo en pleno ataque contra el USS L-2.
Leyenda o no, lo que no admite discusión es que el UB-65 tenía mal fario y que la superstición marinera, mientras estuvo en activo, lo tachó de barco gafe, achacándosele 38 fallecimientos.
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