Presentación
El conflicto de la guerra del Vietnam o segunda guerra de Indochina (1964-75), es un periodo histórico que captura la mente de cualquier curioso. Dista mucho de ser un yermo compendio de datos, batallas y fechas: es un hito que cambió nuestro mundo en plena segunda mitad del s. XX y que lo marcó a nivel muy íntimo.
Algo diferenciaba la guerra del Vietnam de otras: vomitaba su miseria a la hora de la cena en millares de hogares estadounidenses y, en muchos de ellos, a todo color. Era la guerra televisada y mostraba un aspecto de este Jinete del Apocalipsis que era bien conocido, pero al que pocos querían ponerle rostro. A los ojos de los más jóvenes, de aquellos en edad para cumplir el servicio militar, la de Vietnam en nada se parecía a las guerras libradas por sus padres. No había una esvástica que destruir y no era un argumento válido para películas bélicas con cierto tono de humor. Lo que retransmitía el telediario era demasiado real y aquella generación entendía que la agresión procedía de los propios EEUU y no al revés.
Es cierto, EEUU, amparándose en el supuesto incidente del golfo del Tonkín, abrió una larga brecha sin declaración legal de guerra. Un ataque que no quedó muy claro y que, al contrario de en anteriores ocasiones, no pudo reunir a la nación en un puño de hierro, como sucediera con la voladura (también discutible) del acorazado Maine y el ataque a Pearl Harbor. La escasa entidad de la supuesta acción hostil norvietnamita, el efímero fervor guerrero, la falta de comprensión cultural hacia el pueblo vietnamita, la desacertada forma de plantear la guerra y el auge de la Izquierda en la política nacional condenaban el titánico esfuerzo de Washington al fracaso. Una debilidad que el líder comunista Ho Chi Minh supo aprovechar, pues sabía que no ganaría por medio de las armas, sino a través del pueblo: a través del propio pueblo estadounidense.
Los sonoros escándalos en torno a las cabezas pensantes, con corbata o con uniforme, un injusto sistema de reclutamiento (que se ensañaba con los hijos de la clase obrera), la dureza de las condiciones de los soldados sobre el terreno, la corrupción del gobierno sudvietnamita, las masacres reportadas contra la población civil, cierta simpatía hacia los norvietnamitas desde círculos izquierdistas, la acusación contra Washington de abandonarse a una deriva fascista, la idea de que aquella guerra no tenía sentido o que EEUU no ganaba nada con ella, etc., animó a muchos a manifestarse en contra y a otros a desertar (de estos últimos, se contabilizan cerca de 432.000 soldados). Y la deserción de cuatro hombres en especial es la escusa para escribir este artículo. Aquellos fueron los Intrepid Four.
Análisis personales
El USS Intrepid (CV-11) |
Corría el 23 de octubre de 1967. La noche de Yokosuka había reunido a cuatro miembros de la tripulación del portaaviones USS Intrepid, que disfrutaban de un permiso. Estos hombres respondían a los nombres de Craig William Anderson (de San José, California; de 20 años), Richard Dwight Bailey (de Jacksonville, Florida; de 19 años), John Michael Barilla (de Catonsville, Maryland; de 20 años) y Michael Anthony Lindner (de Mount Pocono, Pennsylvania; de 19 años). Eran unos chavales normales, blancos, de la típica clase media americana. Todos se declaraban abiertamente pacifistas y antibelicistas, aunque no necesariamente izquierdistas.
Anderson (parece que el líder del grupo, con estudios medios y un año de universidad), decidió desertar a los treinta días de haber comenzado su tour of duty en Vietnam. La principal objeción a la guerra que tenía era el bombardeo con napalm (lo cual solo había visto en maniobras, aterrándole lo que podría hacer sobre el terreno), y el sufrimiento que se le infringía a la población civil.
Antes de alistarse ya mostró sentimientos antimilitaristas, aunque se vio obligado a vestir el uniforme por la tradición militar familiar, que se remontaba a la guerra de Secesión. Por lo visto, la mala relación entre Anderson y el uniforme se remontaba a 1965, cuando se alistó en la Reserva de la Fuerza Aérea de los EEUU por un periodo de seis años. Según parece, Anderson le dijo a su madre “simplemente no puedo aceptar la autoridad ni la disciplina”, algo de lo que no eran desconocedores en la Fuerza Aérea.
En 1966, Anderson fue llamado a filas, siendo pronto expedientado por insubordinación y evaluado por un psiquiatra en el Hospital Naval de Oak Knoll. El facultativo recomendó el licenciamiento administrativo, pero se le mantuvo de alta y se lo obligó, bajo la amenaza de presentar cargos por deserción, a someterse a la instrucción básica.
Tras este incidente en la Reserva, Anderson fue asignado al Escuadrón de Ataque VA-145 del USS Intrepid, donde tomó conciencia de que “La maquinaria de guerra estadounidense está erosionando rápidamente las libertades que se nos garantizan como estadounidenses. Debemos utilizar la acción no violenta para lograr cambios en esta monstruosa estructura”.
Anderson fue el único que regresó al territorio de los EEUU tras su deserción. Lo hizo a los dos años, siendo detenido por el FBI y recluido en una prisión de la isla Treasure (San Francisco), hasta noviembre de 1972, momento en el que fue licenciado con deshonor por mala conducta.
En los registros no se le adjudica afiliación política alguna.
Operaciones en la cubierta de vuelo del USS Intrepid |
Lindner, por su parte, se lo veía algo más comprometido políticamente; el empleo de términos más duros en sus declaraciones, como “carnicería militar masiva”, daba muestra de ello aunque siempre huyó de la etiqueta de comunista.
Sirvió a bordo del Intrepid durante siete meses, donde no destacó positivamente. Sus oficiales lo describieron como fácilmente impresionable y maleable.
Sin afiliación política.
Barilla, por su parte, manifestó que se había alistado tras graduarse en el instituto sabiendo que no escaparía de la guerra: o lo hacía como voluntario o la maquinaria de reclutamiento daría con él. De sus palabras se desprendía que no comulgaba con la política exterior de Washington. Según dejó negro sobre blanco, con su participación en la guerra traicionó sus creencias humanitarias y entendía que no existía argumento razonable para justificar la intervención de EEUU en Vietnam.
En los archivos de la Marina se conserva una evaluación sobre la personalidad de Barilla: siempre de mal humor e incapaz de adaptarse a la vida de marinero.
Sin afiliación política.
Bailey era hijo de un capitán de fragata de la Reserva Naval y con antecedentes penales por allanamiento previos a su alistamiento. Reconoció que su trabajo a bordo del Intrepid lo mantenía a distancia del frente de batalla, sin embargo, poco a poco fue tomando conciencia de su participación en una guerra que pensaba que era injusta y sucia.
No se lo consideraba digno de confianza en sus tareas a bordo y estaba suspendido por razones de seguridad y orden y, en el momento de su deserción, Bailey estaba pendiente de sentencia por violación del Código militar.
Sin afiliación política.
Estos cuatro se llamaron a sí mismos «Desertores patrióticos».
Aunque Anderson, Barilla, Lindner y Bailey formaban parte del personal en servicio en Vietnam, la guerra la veían a distancia. No eran como la mayoría de los efectivos estadounidenses desplegados en Vietnam, que se empeñaban a mantener un gigantesco y monstruoso aparato de intendencia tras mesas, máquinas de escribir y papeleo. Pero, a excepción de los pilotos navales, la oficialía y marinería de estos buques permanecían ajenas al peligro, algo que disgustaba sobremanera a la tropa de Infantería y Marines, que tragaban barro a paladas.
Parece una tontería, pero los Cuatro del Intrepid nunca vieron con sus propios ojos el horror más allá de en noticiarios y cargando bombas bajo las alas de los cazas del portaaviones; sin embargo, protagonizaron la primera deserción en grupo de toda la guerra ante la aberración que les suponía vestir el uniforme y participar de lo que entendían como una agresión injustificada y criminal.
El reportero Barnard Law Collier publicó en The New York Times sus impresiones sobre los Cuatro del Intrepid en una columna de diciembre de 1967. Le resultaba harto complicado enumerar las motivaciones reales de la deserción, excepto que, de lo que se podía extraer de las entrevistas concedidas, daban a entender que eran cuatro muchachos sin objetivos personales, con trabajos serviles a bordo del portaaviones; afectados por la monotonía y la soledad rutinaria en el mar.
Por su parte, Yuichi Yoshikawa, secretario del grupo pacifista Beheiren y quien contactó con la embajada soviética para sacar a los Cuatro de Japón, manifestó que estos no estaban motivados por ideologías y que no pensaban entregarse a la lucha revolucionaria o a la política.
La decisión
Una vez en Tokio, con las tarjetas de identificación y los uniformes destruidos, en una cafetería de Ginza, Anderson se dirigió a sus compañeros:
—No voy a regresar.
Lindner, Barilla y Bailey secundaron a su compañero.
El 24 de octubre de 1967, el Intrepid zarpó de Yokosuka tras una semana de descanso, poniendo rumbo a Yankee Station, donde operaba. Se largaron amarras echando en falta a cuatro miembros de la tripulación. Horas después, los Cuatro del Intrepid conocieron a Kenshi Yamada, un estudiante de Arte de la Universidad de Tokio, quien, tras mucho buscar, dio con activistas de Beheiren.
En Japón operaba el grupo pacifista Beheiren (Comité de amigos japoneses de Vietnam), el más importante del mundo en cuanto a su oposición a la guerra del Vietnam y con una infraestructura sin igual. Resultaba obvio que los Cuatro del Intrepid acabaran bajo el paraguas de Beheiren: aquellos tíos eran una bomba propagandística que manejar.
El 31 de octubre de 1967, con Beheiren entre bambalinas, los Cuatro filmaron una declaración que saltó al conocimiento público en una conferencia de prensa celebrada en Tokio el 13 de noviembre de 1967.
Fotograma del documental filmado por Beheiren |
«Estáis viendo a cuatro desertores, cuatro desertores patrióticos de las Fuerzas armadas de los Estados Unidos de América. A lo largo de la Historia, el término “desertor” se ha usado con cobardes, traidores e inadaptados. Nosotros no encajamos con esas categorías o etiquetas. Hemos llegado a un punto en el que debemos defender aquello que entendemos que es la verdad».
Al día siguiente de celebrarse la conferencia de prensa, la policía japonesa, por petición expresa o presión de la Marina de guerra de los EEUU, participó de las operaciones de búsqueda y captura de los desertores del Intrepid. El incidente de aquellos cuatro tensaba las relaciones diplomáticas entre EEUU y Japón .
El KGB hace su apuesta
Beheiren formaba una red que ayudar a los desertores (no sólo estadounidenses) y estaba conectada con la llamada Línea de ratas japonesa, sostenida por la KGB y cerrada por el Servicio de Investigación Naval de los EEUU en noviembre de 1968.
Folleto de Beheiren de ayuda a los desertores |
Yuri Vladímirovich Andrópov, director de la KGB, destacó ante el PCUS que «la fuga de militares estadounidenses puede utilizarse en un amplio plan de propaganda contra la agresión estadounidense en Vietnam” y que “parece apropiado utilizar a los marineros estadounidenses en la URSS y sus declaraciones políticas condenando la política estadounidense en Vietnam para llevar a cabo campañas de propaganda en apoyo de la justa lucha del pueblo vietnamita».
La maniobra resultaba ser muy arriesgada en el plano diplomático, pues la ayuda abierta de la URSS a los cuatro desertores podría tensionar hasta el límite, una vez más, las relaciones con EEUU. Aún así, el plan obtuvo luz verde.
Con pases de visitante debidamente expedidos por la embajada soviética, los Cuatro del Intrepid fueron introducidos, sin despertar sospechas, a bordo del carguero ruso Baikal, amarrado en el puerto de Yokohama. Cuando el Baikal alcanzó aguas internacionales, los fugados pudieron respirar aire puro en vez del pútrido de sentina, ante la sorpresa del capitán, con el que no se había contado para nada para la operación de extracción.
El crucero a bordo del Baikal finalizó al arribar al puerto de Nahodka, no muy lejos de Vladivostok, donde los desertores llegaron el 11 de noviembre de 1967. Allí fueron de inmediato puestos bajo la custodia de unos agentes del KGB bañados en vodka (según Anderson), siendo llevados a Moscú. Seis semanas después, en la capital de la Unión Soviética, Anderson, Barilla, Bailey y Lindner fueron condecorados con el Premio Lenin de la Paz en un auditorio de la Universidad estatal M. V. Lomonosov de Moscú, donde repitieron su ya famosa declaración filmada por agentes de Beheiren.
Los Cuatro en la Universidad estatal de Moscú |
Antes de su reaparición estelar en la Universidad de Moscú, el diario Komsomólskaya Pravda publicó una extensa entrevista donde lo que más se coreaba en relación a la participación de EEUU en Vietnam era la palabra “masacre”, así como volvieron a posar ante las cámaras, esta vez de televisión, el 20 de noviembre de 1967, criticando airadamente la política exterior de los EEUU.
«Vinimos a la URSS porque entendemos que el Estado Soviético se opone a esta guerra».
Ante la televisión soviética |
La embajada de EEUU en Moscú declaró a la prensa que no tenía intención alguna de contactar con los desertores. Según el portavoz de la embajada, había planes de ignorarlos, algo que también parecía suceder con la prensa estadounidense, donde el eco informativo fue prácticamente nulo: el New York Times publicó más de una docena de artículos y otros periódicos de menor tirada recogieron los hechos de forma anecdótica tan solo para acusarlos de entregarse a los soviéticos, tratando así de crear una opinión pública negativa. Por supuesto, todo lo contrario sucedía en la prensa de Rusia, países satélites y afines.
Los Cuatro manifestaron su voluntad de colaborar con el Comité de Paz Soviético en una futura lucha por la paz fuera de la URSS, realizando declaraciones públicas, dando conferencias, etc. Sin embargo, la KGB se dio cuenta, una vez llegado el material a sus manos, del bajo perfil político de los desertores en cuanto a compromiso real, por lo que se recomendó influenciarlos para que se manifestaran más enérgicamente contra la agresión estadounidense en Vietnam. El pacifismo sin ideología prorevolucionaria los convertía en activos de poco peso.
El plan de acción propagandística de la KGB, todo un circo que involucraba embajadas de países neutrales, círculos progresistas estadounidenses, periodistas, catedráticos de universidad, etc., marchaba a buen ritmo; sin embargo, se dice que el idilio los Cuatro del Intrepid -URSS duró poco. Ellos estaban hartos de Rusia y los rusos también de ellos, aunque quién sabe si, realmente, su despacho posterior hacia el santuario de Suecia formaba parte de la estrategia del Centro de Moscú.
El paraíso sueco y últimas noticias
El 29 de diciembre de 1967, los Cuatro del Intrepid aterrizaron en Estocolmo, donde fueron recibidos por un muro de flashes, aunque el primero que les salió al paso fue un policía sueco.
Los Cuatro recién llegados a Estocolmo |
Suecia, como Canadá, Méjico y Francia, entre otros países, mantenía una tensa postura con EEUU en relación a Vietnam, siendo en su territorio bienvenidos los desertores, siempre que no molestaran. Así, entre 1967-1973 unos mil soldados estadounidenses obtuvieron derecho de asilo en Suecia.
Una vez en el país nórdico, los cuatro huyeron en desbandada, como si se repelieran entre sí. Anderson y Barilla se matricularon en la universidad para aprender sueco y Bailey y Lindner, considerados como los más extrovertidos, trabaron amistades entre círculos culturales, mientras los padres de este último lo visitaban tratando de que recapacitara y volviera a casa.
Poco después, Anderson, con morriña, regresó a los Estados Unidos, vía Canadá y sin pasaporte. Se plantó en San José, California, donde encontró una madre que se había dado al alcohol a raíz de la deserción de su hijo y un hermano que nunca le volvió a dirigir la palabra.
Anderson fue detenido por el FBI y llevado a la prisión militar de la isla artificial de Treasure, donde se declaró en huelga de hambre y sometido a examen psiquiátrico. El código militar permitía una condena de cinco años de prisión y trabajos forzados, pérdida de pagas y pensión, y licenciamiento sin honor para el reo de deserción, pero Anderson, recibiendo una condena muy benevolente, fue directamente licenciado con deshonor por mala conducta.
Una vez libre, Anderson demostró ser un hombre de asiento inquieto. Viajó por toda Norteamérica, escribió libros sobre el fenómeno OVNI y compuso música Country. A comienzos de la década de 1980, declaró a la prensa que él y sus compañeros habían sido utilizados con fines políticos por Beheiren y por la URSS, aunque para nada varió su opinión sobre la guerra del Vietnam.
Anderson, por lo visto, sigue viviendo en EEUU, en Las Vegas para más señas.
Barilla se mudó a Canadá y se supo, hacia mediados de los ’80, que Bailey se hizo electricista y Lindner carpintero, quedándose ambos en Suecia.
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