Los billetes expuestos en esta web pertenecen a mi colección privada
Mi afición por la notafilia (parte de la numismática que se dedica al estudio, investigación, coleccionismo y difusión de los billetes, estampillas, y papel moneda en general), fue lo que insufló vida al blog El Navegante del Mar de Papel, de ahí su nombre, hace casi dieciocho años. Me guiaba el espíritu volátil de dar a conocer y compartir con todo aquel que quisiera parte de la colección que fui atesorando con el paso de los años y especializando hacia aquellos ejemplares relacionados con el medio acuático, ya fuera porque contuvieran barcos, animales marinos, referencias históricas y mitológicas vinculadas… Una colección que se fue agostando por culpa de las sucesivas crisis económicas que nos fueron vapuleando el cuerpo, y de cuyo tronco seco, de vez en cuando, surge una florecilla cuando caigo en los amantes brazos de EBay, lo cual es una perdición para el bolsillo del rey de los más incautos, quien no es otro que yo mismo.
Aquel que me conozca bien, en relación a este pasatiempo, sabrá que siento predilección por los notgeld, que son los billetes y cupones de emergencia emitidos por los departamentos de las distintas administraciones públicas locales (no solo ayuntamientos, sino bibliotecas, transporte público, etc.), cajas de ahorro y entidades privadas (restaurantes, hoteles, etc.) de Alemania y Austria, tras la Gran Guerra. Notas de pequeñas dimensiones (los hay del tamaño de sellos de Correos), y valores ridículos en vísperas de la galopante inflación que desembocó en la emisión de billetes por valor nominal de billones de marcos que la gente prefería quemar para darse calor, hasta que la economía se relajó y se comenzaron a ver los retenmarks de la bisoña e inocentona República de Weimar. Los notgeld no tuvieron recorrido alguno: apenas circularon al quedar desmonetizados casi de inmediato y porque tenían fecha de caducidad para su canje muy pocos fueron presentados, siendo que su destino principal y casi exclusivo fue el coleccionismo desde el mismo año 1921. Como leí en algún lugar: su falta de valor era compensada por la desbordante imaginación de los artistas que trabajaron en ellos, que no deja de ser su (casi único) atractivo. Así, daban cabida a acontecimientos histórico-locales recientes o de un pasado remoto, personajes del lugar, leyendas, heráldica, cuentos, chistes, arquitectura, maquinaria, aperos agrícolas, armas, etc. Hasta los hay con dinosaurios.
El fenómeno del dinero de emergencia nació por la falta de metal disponible durante la posguerra, no siendo el papel el único medio empleado, pues es fácil dar con monedas de arcilla, cuero y otros materiales menos nobles de los acostumbrados, así como billetes de tela. Fenómeno no obstante del que los españoles no fuimos ajenos, pues se vivió durante la Guerra Civil 1936-39 en una dimensión artística mucho menos lujuriosa.
Y éste que os traigo hoy es el notgeld más curioso o extravagante (a mi juicio) que, a fecha presente, queda confinado entre los lindes de mis álbumes, emitido por la Kraftverkehrsgesellschaft de Brunswick, que era una empresa municipal del Estado dedicada al transporte de pasajeros en vehículos a motor y que, a bote pronto, nada tiene que ver con el mar.
Lo destacable de este rectángulo de papel de 97x64 mm e impreso por la imprenta Appelhans, es que en el anverso aparece Satanás caricaturizado, elevándose sobre un monte, y en el reverso una cohorte de brujas voladoras a lomos de escobas, cerdas y machos cabríos bastante divertida, pasando por encima de un autobús.
Os he puesto los dos ejemplares que tengo de 1,60 marcos (en color gris y amarillo, pues hay otra versión en gris y rojo), siendo uno de ellos fue resellado, reduciendo su valor a 50 peniques de marco, lo cual da fiel reflejo de las turbulencias económicas del momento.
Son dos cupones canjeables en las taquillas de la empresa emisora de las localidades de Brunswick, Bad Harzburg, Braunlage, Hahnenklee y Wernigeroe hasta el 1 de enero de 1922 (fecha de desmonetización). Podemos leer que fue emitido el 1 de julio de 1921.
Pero lo que nos trae aquí, más allá del impacto visual, es la historia que se encierra en el mismo billete.
Vemos al Diablo (digamos que respondiendo al nombre de Mefistófeles), en el anverso, como un gigante que domina una montaña que no es otra que la misteriosa Brocken, la más alta de la sierra de Harz (1.142 m.), en cuya cima, desde tiempos inmemoriales, se llevaron a cabo ritos paganos de forma continuada y fue (y es) el epicentro de extraños fenómenos y de observaciones astronómicas. Ya durante la Edad Media, los ritos aún persistentes fueron identificados con prácticas de satanismo y brujería, ordenándose su persecución bajo los dictados del Sacro Imperio germánico.
El punto álgido de los ritos en el Brocken era el 1 de mayo (May Queen), momento en el que se prendían hogueras en una festividad de tránsito del invierno al verano. Debido a la creciente creencia de que estaba relacionada con el Maligno, la Iglesia trató de erradicar la costumbre, pero el sistema inquisitorial fracasó por cuanto los lugareños gustaban demasiado de las denuncias falsas y de cruzarlas, por los que los que hoy eran denunciantes, mañana podían acabar en el cadalso, en una rueda infernal que no daba tregua. Ante semejante caos y exceso incontrolado e incontrolable de trabajo para los tribunales, se decidió cristianizar la festividad de la noche del 30 de abril al 1 de mayo bajo la advocación de Santa Walpurga de Heidenheim, patrona de las campesinas y de los marineros y protectora contra la magia y las tormentas. Se daba así la vuelta a la tortilla: de prenderse hogueras para reclamar la presencia del Diablo por parte de las brujas allí congregadas, a hacerlo por parte de los campesinos para ahuyentar todo mal. Así surgió la conocida Noche de Walpurgis.
Se considera que la Noche de Walpurgis es la cara o la cruz (según se mire), de la Noche de Halloween (del 31 de octubre al 1 de noviembre). Igualmente, se entiende que Walpurga viene a sustituir, en el credo cristiano, a la diosa teutona Walpurgis y a la romana Flora o Maia, representante de la virginidad, la salud y la fertilidad.
La connotación diabólica del Brocken quedó, gracias a Walpurga, anulada y en vías de desaparecer. Sin embargo, Johann Wolfgang von Goethe, en su inmortal obra «Fausto», la recuperó para la literatura:
«La paja está seca y aún verde está el grano; al Brocken volando las brujas irán: allí el aquelarre congrégase ufano, y en medio de todos asiéntase Urián. Al pie se revuelven, en grupo lascivo, el chivo y la bruja, la bruja y el chivo; y chivos y brujas, Dios sabe qué harán.»
Y es la misma tragedia de Goethe la que inspiró éste y otros notgelds, como los emitidos por los municipios aledaños a las faldas del Brocken y ciertas entidades privadas, como Schierke, Blankenburg am Harz, Ilsenburg, Wernigerode, Brockenwirt, Brockenbahn…
Y no sabemos si por culpa de Goethe, pero a fecha presente aún encontramos monumentos megalíticos y formaciones graníticas que mantienen sus reminiscencias diabólicas, como ese trono de Urián que menciona el dramaturgo, que es conocido popularmente como Trono del Diablo.
En los tiempos de emisión del cupón, sin desmerecer la fama del Brocken acrecentada por el famoso efecto óptico llamado Espectro de Brocken, la montaña se convirtió en un lugar menos truculento y más turístico y amable. En el anverso del cupón, si agudizamos la vista, podemos ver el Brockenhaus, un hotel de la época, que era una casa enorme con una torre cercana que era idéntica a un faro.
Junto al hotel, durante los años del nazismo, se construyó y se puso en funcionamiento la primera torre de transmisión por televisión de Alemania (1935-39). Sin embargo, el mazo de la guerra cayó sobre el Brocken: el 17 de abril de 1945, fuerzas estadounidenses bombardearon la cima, arrasando con el hotel y la estación meteorológica, ocupándola hasta 1947.
Desde 1957 fue considerada como una zona de seguridad militar y se levantó una estación de captación de señales de la que se sirvió la STASI hasta 1985. Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso soviético, el área quedó desafecta a fines militares, sirviendo hoy su cima para un mástil de radiocomunicaciones civiles y de observatorio.
Y aquí es donde ponemos punto final a nuestro artículo, que espero os haya llamado la atención por cuanto esto es lo que me encanta de la notafilia y, en concreto, de los notgelds: algo tan nimio como un recuadro de papel, apenas un cromo, puede esconder tantos datos como para escribir un post que supera el millar de palabras y con el que me lo he pasado en grande.
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