Aunque en cada arranque de temporada promete “el oro y el moro”, desde que echó a andar Horizonte es un hecho incuestionable que Cuarto Milenio ha perdido calidad: los reportajes han menguado, los colaboradores han emigrado o desaparecido y el programa transmite un vacío fastidioso.
Antes, cuando únicamente lo veía por televisión tradicional, esperaba con ilusión el domingo para ver el programa. Era como un dulce antes de enfrentarme a otro lunes; también una zanahoria para sobrellevar los días laborales hasta alcanzar el fin de semana.
Ahora solo veo online los reportajes que me llaman la atención. De todos los temas que abordan, en realidad solo me interesan la ufología y la astronomía, así como las prácticamente ausentes Soto Ivars y Arranz. Aun así, no son pocas las veces en las que me descubro trasteando con el móvil porque he perdido todo interés, cuando no bostezando. Ni hablar de los cierres: ese monólogo de Iker Jiménez en el que repite por enésima vez cómo descubrió su pasión por los ovnis gracias a un libro que perteneció a su tío, cómo ha sufrido el acoso de la prensa o las campañas de cancelación por dedicarse al misterio, cómo no deja de verse el ombligo. Discursos muy trillados. Me aburre, y mucho.
Prefiero ir a iVoox y escuchar cualquier programa de Milenio 3 de hace veinte años —porque de la radio provengo como seguidor— antes que ver otro Cuarto Milenio insustancial.
Es una pena, la verdad.
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