viernes, febrero 27, 2009

27 de Febrero de 2009

FARO DE VIGO

´El barco se llenó de humo, agua y gasoil´

Algunos marineros permanecieron algún tiempo en el agua, a tres grados bajo cero

MARTA FONTÁN - VIGO Pudo ser una tragedia. Pero el drama tuvo un final feliz. Y ese emotivo desenlace tuvo como escenario el aeropuerto vigués de Peinador, donde ayer fueron recibidos entre lágrimas y sonrisas los 21 marineros y la joven bióloga que lograron salvar su vida en el naufragio del bacaladero vigués Monte Galiñeiro en aguas de Terranova. Los tripulantes, trece de ellos gallegos, se fundieron en abrazos con sus familiares y manifestaron su deseo de descansar y disfrutar con los suyos para tratar de olvidar el fatal hundimiento y el “complicado” rescate al que se tuvieron que enfrentar el pasado domingo. Emocionados por estar de nuevo en casa, los náufragos no se olvidaron de expresar su agradecimiento a las autoridades y los servicios de rescate de Canadá, de quienes, aseguran, recibieron un trato “exquisito”. “Hasta la ropa que llevamos puesta nos la dieron allí”, confesaron los marinos, algunos con los ojos humedecidos por la emotividad del reencuentro con sus allegados.
La tripulación llegó a Vigo en un vuelo que aterrizó en Peinador a las once y media de la mañana. Y con las manos vacías, porque lo perdieron todo, hasta su documentación, en el naufragio. Los familiares esperaban nerviosos y ansiosos en la terminal. La mayoría de los marineros, en concreto trece, son gallegos, de las zonas de O Morrazo, Marín, Val Miñor y O Grove. El resto de la tripulación está formada por seis ghaneses, un rumano y un marroquí. En el buque también viajaba una joven bióloga madrileña que participaba como observadora en la campaña. Su padre explicaba ayer que su hija Tania decidió venir en avión hasta Vigo, y no a Madrid, para tener la compañía de los marineros. “Se sintió sola, desprotegida por parte de la compañía pública para la que trabajaba y el único calor que tuvo fue el de la tripulación, para la que no tiene más que buenas palabras”, relató Roberto Fernández-Vivalco.
Evacuación
Los marineros recordaron el terrible naufragio. Entre ellos el capitán, Iván Soage Blanco, un marinero de sólo 31 años vecino de la parroquia marinense de Ardán. “No sé lo que pasó; escuché un par de golpes muy fuertes, dos explosiones o dos golpes secos, y nada más...; después aquello se llenó de agua, gasoil, humo y no nos dio tiempo a nada”, describió. Fue entonces cuando decidió proceder a la evacuación inmediata. “Todo fue muy rápido; se paró el motor, hubo una escora muy grande, dimos la señal de socorro...”, añadió todavía abrumado por los recuerdos. Al rápido hundimiento del barco se unió lo complicado del rescate. El buque estaba muy escorado y, al llevar el aparejo de arrastre largado, “el barco iba para adelante y las lanchas para atrás”. “No éramos capaces de agarrar las balsas”, afirmó. Fueron momentos muy tensos ya que muchos marineros permanecieron en el agua, con temperaturas de tres grados bajo cero: “Había dos agarrados al bote y no éramos capaces de subirlos”.
Otro marinero, el también marinense Víctor María Soto-García, relataba que “tuvo que dar un salto olímpico” para acabar en la balsa. Él tuvo suerte, porque no acabó en el agua, como muchos de sus compañeros. “A algunos no les dio tiempo a ponerse el traje; otro sufrió hipotermia porque lo llevaba, pero abierto”, contó. Pasó miedo porque, en plena evacuación, el buque se les venía encima: “Se escoraba muy rápido”.
Pero, finalmente, todos lograron salvarse. Los servicios de rescate canadiense los llevaron a tierra. “Quiero agradecer su labor”, insistía el capitán, que no quiso entrar “en esas historias y tonterías”, en relación con las insinuaciones sobre las causas del hundimiento vertidas por un diputado de una formación izquierdista de Canadá y también con respecto a la campaña xenófoba en foros de Internet de medios de comunicación del país. “La gente de Canadá se portó muy bien; estuvo a tope con nosotros”, zanjó.
Todavía aturdidos, ahora quieren descansar. ¿Y para cuándo la vuelta al mar? El capitán no quiere pensar en eso todavía. “No es el momento”, dijo, para añadir que los marineros que iban en el Monte Galiñeiro son gente “muy dura”: “Algunos contaban que ya era el segundo o tercer accidente marítimo que sufrían”.
La mayoría abandonaron Peinador con sus familias. Hubo muchas escenas emotivas. Como la del cangués Adolfo Molanes, que se fundió en un beso y un largo abrazo con su esposa, Rosemary Imarhiagbe, que le esperaba en el aeropuerto con uno de sus dos hijos. “Fue un final feliz; ahora vamos a disfrutar la vida, disfrutar de nuestros niños”, relataba esta la mujer. Sin duda, el reencuentro con su marido fue la mayor de las recompensas tras un susto del que aún no se ha recuperado.

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