miércoles, octubre 05, 2022

Atrapado por la bandera

Una de las cosas que más repugnancia me provoca es la necesidad, novedosa, fatua y superflua, de clasificar a todas y cada una de las personas con grandes etiquetas políticas que reúnen una serie hipotética de datos, tendencias y razonamientos considerados como fijos e inamovibles.

¿No os habéis sentido alguna vez perforados por punzones y colgados de percheros? Es como si con esa cosa al cuello uno ya tuviera una serie de atributos, virtudes y defectos, así como una línea hipócrita, por falsa, de pensamiento que seguir y cumplir a rajatabla. 

En palabras de uno de izquierdas sobre otro que tiende a la izquierda (buenísima persona por molde, no como los del otro bando), éste debe llamarse Pepe y ser republicano, vegano, ateo, ecologista, animalista, feminista, donante de oenegés, hipertolerante "osea", antirracista, vecino de barrio obrero, etc. Es solo un ejemplo al que se puede dar la vuelta, como a una tortilla de patatas: si ese otro tiende a la derecha, se llamará Cayetano y será monárquico, pijo, insaciable devorador de carne, contaminante, maltratador de animales, machista y golpeador de mujeres, boicoteador de oenegés, intolerante, racista, etc., y, por ende, un pérfido de manual (sigue leyendo)


No hay comentarios: