miércoles, octubre 19, 2022

Premio Planeta a dedazo

Me senté a la mesa de la cocina a las once menos cuarto de la mañana del 16 de octubre. Y una de las primeras noticias con las que se me atragantaron las galletas María del desayuno fue que, durante el transcurso de la noche anterior, el flamante y bien forrado de billetes Premio Planeta se lo llevó al agua y al bolsillo Luz Gabás. Ya durante el viernes estuve rumiando y apostando en broma, esperando sin esperarlo, si los jueces se atreverían a entregar el galardón a alguien que no estuviera ya en nómina del ampuloso gigante que es Planeta o de alguien que, militando en la competencia, no necesite de extras para llenar la hucha. Como un necio, podría creer que la 72ª gala pudiera ser escenario y oportunidad para algo más que el paseíllo de primeras espadas rascándose la espalda al que nos han acostumbrado desde los últimos años.

He de dejar claro que de estos Premios Planeta sólo he leído un título en toda mi vida y fue por culpa de los malditos detalles sin detalle que traen la Navidad. El regalo no pedido y excesivamente socorrido del ganador y del finalista hecho tapa dura y engalanado con una cinta roja que luce que ni pintado en las librerías y en casa de uno, lo más escondido posible. Ese título fue «El fuego invisible», de Javier Sierra, un autor al que me gusta más escuchar que leer. Ya había pasado el trámite de terminar anteriores obras escritas por él, de su puño y letra, y puedo decir que la premiada es aburrida y sosa. Es más, en su prosa no detecto nada que la haga brillar como para llevarse un millón de euros (menos impuestos), al riñón. Y supongo que otro tanto sucederá con cierta infinidad de galardonados, más si cabe desde que todos son y sin excepción “de la casa” (sigue leyendo)


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