martes, diciembre 18, 2018

Guardia de cine: reseña a «Alta Fidelidad»

Título original: «High Fidelity». 2000. EEUU-RU. Tragicomedia. 1 h. 53 min. Director: Stephen Frears. Guión: D. V. DeVincentis (basándose en el libro de Nick Hornby). Elenco: John Cussack, Iben Hjejle, Todd Louiso, Jack Black, Catherine Zeta-Jones

«Alta Fidelidad» es una radiografía de finales de los años 1990, de personas incapaces de amoldarse al tiempo que viven; que se niegan la madurez y se abrazan al pasado. Una generación, la de menores de treinta años hace casi veinte, que se sincera delante de la pantalla y que busca una respuesta frente al dolor y el rechazo

¿Qué momento es el adecuado para acometer un examen introspectivo acerca de la vida y su sentido? Para Rob Gordon, el treintañero amargado, propietario de una tienda de vinilos en un barrio perdido de Chicago, es cuando Laura, su preciosa y perfecta novia, lo abandona sin explicación aparente. Mediante un soliloquio dirigido al espectador anónimo, Rob lo invita a subir y dar una vuelta por el carrusel de sus rupturas sentimentales más traumáticas, siendo que Laura pasará a ocupar el quinto puesto de honor; una confesión a lo largo de varios días y lugares en los que, en apariencia, Rob se siente cómodo para ello; rodeado por su descomunal colección de vinilos que comienza a reordenar de forma autobiográfica o junto a sus dos disfuncionales empleados. Mientras las cajetillas de tabaco se hacen humo y ceniza y los vívidos recuerdos se agolpan, Rob desea dar con la respuesta y no se le ocurre mejor forma de hacerlo que retomando cierto contacto con sus exnovias, las cuales abarcan una etapa vital que va desde la escolar hasta la madurez (esa que Rob aún no ha alcanzado), con un acompañamiento musical excepcional que le hace la réplica emocional.

El protagonista, en medio de las turbulencias creadas por el abandono de Laura, busca la respuesta a la pregunta de por qué no puede ser feliz; de las razones de su soledad impenitente. De por qué Laura le ha dejado por el pomposo de Ian, el mamarracho que antes vivía en el piso de arriba.

También saber si tendrá la oportunidad de que él y Laura vuelvan a estar juntos.

Una generación, la de menores de treinta años hace casi veinte, que se sincera, al menos por la parte masculina a través de John Cussack, un actor obligado a transmitirnos la locura transitoria que sufre su personaje, yendo más allá de las palabras y mostrando su alma atormentada a medio de arrebatos que pueden parecernos exagerados o sobreactuados, pero que son un reflejo diáfano del ánimo de Rob.

«Alta Fidelidad» es una radiografía de finales de los años 1990, de personas incapaces de amoldarse al tiempo que viven, que se niegan la madurez y se abrazan al pasado. Rob tiene miedo al fracaso (le da auténtico pavor), a la soledad (no parece que tanto al compromiso), pero para darse cuenta de esto hace falta tener ojos y olfato, sentidos de los que el protagonista está desprovisto (no así de oído musical).

La biografía del personaje es tan natural que prende, aunque hay que estar al quite, seguir la sombra de Rob en cada escena, de las cientos que componen la cinta a lo largo del titánico montaje; de todas en las que se cuela una generosa panoplia de rostros conocidos (¡The Boss incluido!).

Se pretendió capturar el instante en el que el hombre se enfrenta a una vida cargada de dolor, resentimiento y rechazo, protegido por los algodones de la música y los intermedios desternillantes protagonizados por Jack Black. Un momento en el que trata de darse sentido a sí mismo y encontrar la forma de asir de los cabellos la esquiva felicidad, pero no una lujuriosa, de fastuoso sueño húmedo, de fantasía delirante; una felicidad normal y aceptable, tranquila y sin artificios. Iniciar un cambio de ciclo en el que el vinilo no tiene porqué desaparecer ante la irrupción masiva del compact disc.

Cuando uno visiona «Alta Fidelidad» debe ser consciente de que no es una comedia, por mucho que se vendiera así por un departamento de marketing que no tenía ni idea. También acerca de la fecha de filmación para saber a qué tipo de cine se enfrenta, con un trasfondo y profundidad abismales. Que nadie vaya tampoco solo atraído por una Catherine Zeta-jones con casi veinte años menos; sí a la miel de panal, pero todo en su justa medida. Hay que escuchar «Alta Fidelidad»; sentirla; escuchar a Rob y las canciones que dan punto a las emociones del protagonistas.

No hay comentarios: